TEXTO 13 (CONSTITUCIÓN DE 1978). 1. La transición democrática y la obra de Adolfo Suárez. El 22 de noviembre de 1975, dos días después de la muerte de Franco, Juan Carlos de Borbón es proclamado rey de España y desde el primer momento demuestra su intención de buscar la reconciliación de los españoles y el respeto a los derechos humanos. El rey, que dispone de plenos poderes, lo primero que hace es conceder una amnistía parcial a presos políticos, que saca de la cárcel a cientos de personas. También nombra presidente de las Cortes franquistas a Torcuato Fernández Miranda, amigo personal y claro aperturista: un hombre al que ya se le ven intenciones de democratizar el país. No obstante, Carlos Arias Navarro sigue siendo presidente del gobierno. Sin embargo, Arias Navarro no está por la labor democratizadora. Su programa de gobierno deja la dictadura prácticamente tal y como está, provocando gran decepción en la sociedad: así, en 1979 España se llena de huelgas y protestas multitudinarias; el orden público se deteriora cada vez más y la oposición se organiza. Al final, Carlos Arias dimite. El rey tiene que elegir un nuevo presidente del gobierno: lo habitual es que le presenten tres candidatos y él elija uno. Fernández Miranda consigue que uno de ellos sea Adolfo Suárez, y es precisamente a él a quien elige el rey. El gobierno de Suárez es una verdadera sorpresa para todos. El núcleo duro del franquismo está convencido de que Suárez es uno de ellos y de que nada va a cambiar. Sin embargo, el nuevo presidente anuncia su intención de instaurar una democracia, amnistiar a todos los presos políticos y convocar elecciones libres antes de 1977. Ha tenido la enorme habilidad de ir convenciendo a los franquistas, a veces incluso mediante argucias y engaños, de que en el fondo todo va a seguir igual, en España van a continuar mandando los de siempre aunque haya democracia. E incluso les ha prometido que, aunque se legalicen todos los partidos políticos, el PCE nunca será legalizado. Gracias a esta habilidad, en 1976 Suárez consigue que las Cortes franquistas aprueben una ley que entierra la dictadura y abre España a la democracia: la Ley de Reforma Política. Después de esto, la ley es sometida a referéndum (15 diciembre 1976) y aprobada por una amplísima mayoría de españoles. España ya tiene democracia. Una vez conseguido esto, Suárez empieza a negociar con los partidos de la oposición. Pero las cosas no son tan sencillas. El núcleo político del franquismo teme que todo esto esté llegando demasiado lejos: empieza a haber terrorismo tanto por parte de la ultraderecha como de la extrema izquierda (GRAPO, FRAP). En principio, todos los partidos salen de la clandestinidad excepto de PCE. Pero ¿Es posible una verdadera democracia sin este partido? Discretamente, Suárez empieza también a negociar con Santiago Carrillo, secretario general del PCE. Este último rompe con la URSS; renuncia a la revolución y a la dictadura del proletariado e incluso está dispuesto a aceptar la monarquía. Además, cuando al poco tiempo cinco abogados del PCE son asesinados por la ultraderecha, el partido hace gala de un comportamiento de gran elegancia: nada de contraataques violentos, nada de extremismos o represalias. El entierro de los abogados se lleva a cabo con total orden y tranquilidad. Entonces Suárez legaliza el PCE. Los franquistas jamás se lo perdonarán. Las elecciones al Parlamento tienen lugar en abril de 1977 y a ellas concurren muchos partidos, debiéndose destacar la UCD de Suárez, Alianza Popular, formada por los antiguos franquistas y liderada por Fraga, el PSOE comandado por Felipe González y Alfonso Guerra, y el PCE, con Carrillo y la histórica Dolores Ibárruri, “Pasionaria” al frente. El plebiscito da la victoria a la UCD, quedando el PSOE en segundo lugar, y el PCE y AP a bastante distancia de los dos primeros. A partir de estas elecciones se forma una comisión de siete miembros encargada de elaborar una constitución, a la que nos referiremos en la siguiente pregunta. Respecto a los gobiernos de la UCD, hay que decir que hubieron de hacer frente a la crisis de los años 70, que produjo en España un fuerte déficit, una enorme crisis de nuestra industria y un paro de cerca del 10 % de la población activa. Las regiones industriales españolas fueron precisamente las más afectadas. Desgraciadamente, la UCD no fue capaz de mejorar o, al menos, paliar la situación pues estaba demasiado preocupada por los asuntos políticos (En desmantelar el aparato franquista y crear nuevas leyes) como para atender a lo económico. Además, los ministros de industria se equivocaron al convertir en públicas muchas empresas privadas que estaban casi en quiebra, ya que éstas acabaron siendo una carga para el Estado, y el déficit aumenyó aún más. Finalmente, en 1977 los partidos parlamentarios y los sindicatos firmaron una serie de acuerdos para intentar solucionar la crisis: los Pactos de la Moncloa. Para reducir la inflación se controló el gasto público, se devaluó la peseta y se aumentaron los salarios según la inflación prevista. A la vez, se llevó a cabo una reforma de la Seguridad Social y una reforma tributaria, tomado por modelo la de los países más avanzados de Europa. A pesar de todo esto el gobierno de Suárez, que tan hábil e impecablemente realizó la transición, fue incapaz de paliar mínimamente la crisis. Así, a partir de 1979 la UCD obtuvo resultados bastante malos en las elecciones municipales y autonómicas (sobre todo en Cataluña y el País vasco). Además, en el seno del partido había fuertes disensiones, ya que éste agrupaba a gentes muy diversas que iban desde la derecha tradicional hasta el centro-izquierda. En 1980 el PSOE presentó en las cortes una moción de censura, y eso desprestigió todavía más a la UCD. A todo esto se unía el terrorismo de ETA, el FRAP y los GRAPO, cada vez más intenso. Finalmente, gran parte del ejército seguía siendo franquista, y los sectores más ultraderechistas nunca le perdonaron a Suárez que hubiera legalizado el PCE, ni que hubiera convertido España en un Estado de las Autonomías. Así, el 23 de febrero de 1981 el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero entraba en el Congreso de los Diputados y, durante horas, mantenía como rehenes a los diputados. A la vez, el capitán general Milans del Bosch se sublevaba en Valencia y sacaba los tanques a la calle. Los militares habían aprovechado una situación idónea para dar el golpe de estado: pocos días antes Suárez, ante la fortísima crisis de su partido, había dimitido como jefe del gobierno. En su lugar quedaba el segundo del partido, Leopoldo Calvo Sotelo. Precisamente el día 23 de febrero Calvo Sotelo estaba siendo investido como presidente del gobierno cuando Tejero irrumpió en el Congreso de los Diputados. Al cabo de varias horas, ya de madrugada, el rey apareció en televisión descalificando a los militares golpistas y dejando claro que iba a defender la democracia con su propia vida si fuera necesario. Esto hizo que el golpe de estado fracasara. No obstante, la amenaza de los militares aún tardaría algunos años en desvanecerse. Calvo Sotelo estuvo gobernando España tan sólo unos meses. Finalmente, en agosto de 1982 se disolvieron las cortes y se convocaron elecciones generales. 2. La dinámica política: partidos y elecciones. Durante los primeros años de la Transición, la dinámica política vino marcada por la existencia de muchos partidos, de distinta ideología y dimensión. Entre las formaciones con mayor éxito electoral debemos destacar la UCD de Suárez, el PSOE de Felipe González, el PCE de Santiago Carrillo, y Alianza Popular, partido de derecha democrática fundado por el ministro franquista Manuel Fraga. Debemos también nombrar los partidos nacionalistas: el PNV en el País Vasco, y en Cataluña Convergència Democràtica de Catalunya y Unió Democràtica (luego CIU). Pero había también otros partidos menores, a derecha e izquierda, que acabaron fusionándose con algunos de los partidos grandes. Incluso existía una extrema derecha, que reivindicaba la vuelta al franquismo, con partidos como Fuerza Nueva o Falange; y una extrema izquierda con formaciones de signo marxista o libertario como ORT, el Partido Comunista Marxista Leninista, etc. No obstante, la ley electoral (Ley D’Ondth) favorece a los partidos grandes, lo que hizo que poco a poco las pequeñas formaciones fueran desapareciendo del juego político, y que se llegara a una situación cercana al bipartidismo. Por lo demás, en nuestra actual democracia el proceso electoral ha gozado de toda normalidad tanto en elecciones generales, autonómicas o municipales, si bien la participación electoral bajó relativamente durante la década de los noventa. Las primeras elecciones, en una democracia ya normalizada, tuvieron lugar en 1979 y dieron la victoria a la UCD, aunque con un escaso margen con respecto al PSOE (de hecho, poco después, en las elecciones municipales, ganaron los partidos de izquierda). El gobierno de Suárez emprendió una política de reformas para salir de la crisis, que llevó al presidente a la firma de los Pactos de la Moncloa (entre patronal y sindicatos). Sin embargo, no consiguió que su partido estuviera bien cohesionado por dentro. Así, en 1980 la UCD estaba muy debilitada; Suárez tenía enemigos por todas partes, que le acusaban de ser excesivamente autoritario. Además, dentro del partido había gente de ideología demasiado distinta, desde personas muy conservadoras hasta auténticos socialdemócratas. La crisis del partido llegó a su punto más alto cuando Suárez dimitió en 1981, tal vez sospechando la posibilidad de un golpe de estado militar. Parece incluso que los distintos partidos políticos estaban “conspirando” contra Suárez y que mantenían conversaciones para formar un nuevo gobierno de concentración (es decir, con políticos de varios partidos) con un militar al frente (¿Quizá una especie de “dictablanda”?). El 23 de febrero tuvo lugar uno de los intentos de golpe de estado más duros de nuestra historia. No debemos olvidar que nuestra democracia, joven e inexperta, tuvo grandes enemigos en estos primeros tiempos (el terrorismo de ultraderecha, de extrema izquierda y de ETA, parte del ejército seguía siendo franquista). Unos 200 guardias civiles entraron en el Congreso bajo el mando del coronel Antonio Tejero justo cuando Leopoldo Calvo Sotelo estaba siendo investido presidente del gobierno. Afortunadamente, el golpe fracasó gracias a la oposición del rey y porque los objetivos de los militares golpistas eran muy confusos: así, Tejero quería acabar con la democracia sin más, mientras que el general Armada sólo pretendía un “golpe de timón”, una especie de estado de excepción o como mucho un “golpe de estado blando” al estilo de los de la época de María Cristina o de Isabel II. Las elecciones de 1982 dieron una aplastante victoria al PSOE, hundieron a la UCD y al PCE, y proporcionaron un fuerte ascenso a Alianza Popular. Felipe González fue presidente del gobierno durante 14 años, en los que hizo reformas más profundas que las de la UCD: su partido estaba más unido que este último y también tenía mayor tradición política. El PSOE trató de superar definitivamente la herencia del franquismo y realizó reformas en todos los ámbitos: económicas, laborales, sociales, de la justicia, educación, orden público, ejército, autonomías, ingreso en la CE y en la OTAN (no obstante, no todas estas reformas se cumplieron por igual). En cierto sentido, estas reformas convirtieron España en un “estado del bienestar”. A pesar de todos estos éxitos, a finales de los años 80 el partido estaba “quemado”. Los sindicatos acusaban a Felipe González de ser poco izquierdista, de haber logrado los votos de la burguesía conservadora renunciando a sus principios socialdemócratas. Por primera vez en mucho tiempo un gobierno de izquierdas tenía que enfrentarse a una huelga general. Sin embargo, en1989 el PSOE volvió a ganar las elecciones con mayoría absoluta. Cuatro años después las ganó también, pero perdió la mayoría absoluta y quedó muy cerca del PP. Parecía que las izquierdas ya no estaban tan entusiasmadas con Felipe González. Fue en esta última legislatura cuando el PSOE empezó a naufragar, acosado por sonados escándalos de corrupción (Juan Guerra, Mariano Rubio, Luís Roldán y sobre todo el GAL) a la vez que dentro del partido empezaban a verse los primeros desencuentros entre Felipe González y Alfonso Guerra, en número dos de la formación. Entretanto, una nueva crisis volvía a causar serios problemas y altísimas tasas de paro. En 1994 hubo que convocar elecciones anticipadas. Y el PSOE las perdió. Ahora el PP gobernaría España durante varios años. 3. La incorporación española a los organismos internacionales: OTAN y Unión Europea. Con el fin del Franquismo se abría para España la posibilidad de integrarse en estos dos organismos internacionales. A este respecto, hay que decir que todos los partidos estaban de acuerdo con que España entrara en la CEE; pero no sucedía lo mismo con la Integración en la OTAN. La entrada en la CEE fue sin duda el mayor éxito del gobierno socialista de Felipe González, así como uno de los hitos de la reciente historia de España. Sin embargo, a la hora de decidir si España entraba o no en la OTAN el país se hallaba mucho más dividido. Buena parte del país no deseaba tener nada que ver con alianzas militares, y menos en plena guerra fría; la entrada en la OTAN podía suponer la presencia en España de más fuerzas militares norteamericanas y de armas nucleares. Toda la izquierda y el PSOE en los primeros tiempos pensaba de esta manera. En 1981 el gobierno de Calvo Sotelo, ya en crisis, pidió al Parlamento autorización para que España ingresara en la OTAN y, después de un fuerte debate, éste permitió dicha entrada, aún a pesar de que el 43% de la población española estaba en contra de ella. Entonces Felipe González prometió que, si llegaba a gobernar, convocaría un referéndum donde los españoles pudieran decidir directamente si querían o no permanecer en la OTAN. Poco después los socialistas ganaron las elecciones y tuvieron que cumplir su promesa. Pero en estos tiempos Felipe González había ido cambiando de parecer y ahora prefería permanecer en la alianza militar. La convocatoria del referéndum se mantuvo, pero los socialistas ahora defendieron la permanencia. Los españoles votaron por fin y el “sí” a la OTAN ganó por un holgado margen. Eso venía a demostrar que gran parte del electorado estaba con Felipe González.