LA SALIDA DE UN EUROPEO CONVENCIDO: JEAN-CLAUDE JUNCKER Ramón Lavín. Periodista. Corresponsal en Bruselas Después de 30 años en el gobierno del Gran Ducado de Luxemburgo, el único país “grande” junto a Gran Bretaña, como le gusta comentar, el primer ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker, ha dimitido de su cargo, salpicado por toda una serie de escándalos en el entorno de los servicios secretos de su país. Abandonado su partido social-cristiano por sus aliados socialistas en la comisión parlamentaria de investigación para analizar toda una serie de escándalos de espionaje a cargo del Servicio de Información del Estado Luxemburgués, Juncker anunció que presentaría su renuncia al Gran Duque. Esto llevará a la disolución de la Cámara de Diputados y a la convocatoria de elecciones en el plazo de tres meses. El tema debe ser grave pues es la primera vez después de la Segunda Guerra Mundial, que cae un gobierno en Luxemburgo, donde la estabilidad política sirve de cebo, entre otros, para atraer innumerables operadores financieros al socaire de un país sin sobresaltos, discreto y oasis de enfrentamientos y disputas. Y sin embargo, los trabajos de dicha comisión parlamentaria han sacado a la luz muchos trapos sucios: casos de espionaje político interno, seguimiento a sus propios ciudadanos, escuchas ilegales y sin autorización, creación de archivos secretos, invención de rumores y creación de todo tipo de dossiers contra altos personajes del Estado, y otras varias actuaciones fuera de todo control, de los servicios secretos del país, dejando en un muy mal lugar a su primer ministro. La investigación de la comisión ha sacado a la luz que incluso el propio primer ministro fue controlado por los servicios del Estado y en concreto una conversación con el Gran Duque según la cual este mantendría relaciones con lo servicios secretos de Reino Unido, que la Corte del Gran Ducado ha desmentido de inmediato. De todo este desembalaje, la comisión ha concluido que el responsable político de estos desvíos es el primer ministro. Sobre lo que hay de verdad en todo ello y lo que encierra toda la trama, no hay nada resuelto. En su defensa, Junkcer no admitió ninguna responsabilidad personal, a lo máximo algunos errores, en concreto no haber conocido las actividades fuera de control de los servicios de espionaje. El partido socialista, socio en el poder, espera sacar de todo esto un buen crédito político y acusó al primer ministro de ser el responsable político de las negligencias que se han descubierto. Jean Claude Juncker concluyó que no tenía mayoría suficiente para gobernar y presentó su dimisión. A la salida de su reunión con el Gran Duque, no quiso desvelar cual sería su actitud y si pensaba ser candidato a su reelección. La respuesta la dejó en manos de su partido, solo añadió: “tengo muchísimas ganas”. Para un animal político de su talla, no sería raro que el nuevo gobierno luxemburgués esté presidido por Juncker. Y es quizás esa larga presencia en el gobierno, dieciocho años como primer ministro, cargo que durante un periodo ha compaginado con la cartera de Finanzas, además de sus otras responsabilidades europeas, ocho años, entre 2005 y 2013, como presidente del Eurogrupo, han podido distraerle de sus responsabilidades nacionales. Los sondeos le dan ya una mayoría de 40% y su paseo de apenas doscientos metros entre su oficina y el palacio ducal, fue una marcha triunfal por los aplausos de sus conciudadanos. Su gran personalidad europea, es uno de los miembros del Consejo Europeo más firme partidario de la construcción europea, heredero de los ideales social-cristianos de los grandes arquitectos de la Unión Europea, como Schumann, Adenauer o De Gasperi, ha dado a su pequeño país un peso específico sin comparación con su talla. Por eso algunos compatriotas le reprochan su interés excesivo por la causa europea y el abandono de las labores nacionales, que ahora le han llevado a estos sinsabores. Además, como los viejos políticos de renombre domina el humor, el sarcasmo, la simpatía, la franqueza y la capacidad de dar buenos titulares a los medios de comunicación, que aspiran siempre a tenerle cerca de sus micrófonos, junto a la capacidad de poder expresarse con igual soltura en francés, inglés, aleman y luxemburgués, su propio idioma. La política europea perdería un fino y experimentado político en la construcción europea, si por desgracia los escándalos de sus servicios secretos lo dejasen fuera de combate. El decano de los líderes europeos, treinta años en el gobierno, sigue siendo un joven de solo 58 años, por lo que uniendo a sus ganas de pelea su juventud política, Europa puede tener timonel aún para bastantes años. La política interior le ha obligado a dimitir, nada permite augurar que su vuelta no sea triunfal, aunque en su propio partido los jóvenes lobos están ansiosos de ocupar su lugar.