2. bienio conservador. frente popular

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B – EL BIENIO CONSERVADOR (BIENIO “NEGRO”. 1933 – 1935)
La campaña electoral de Noviembre de 1933 se caracterizó por el nacimiento de una derecha
potente, representada por un partido de masas, la CEDA, quien nunca se declaró como
republicana; por el paso claro de Lerroux hacia posiciones de centro-derecha; el reforzamiento
de los agrarios y la derecha monárquica; y por la concurrencia a las elecciones por separado
de Acción Republicana, republicanos socialistas y el PSOE, cuando la ley electoral favorecía a
las coaliciones.
Los resultados fueron una catástrofe para la izquierda: los dos grupos mayoritarios eran la
CEDA con 115 diputados y los Radicales de Lerroux con 112, mientras el PSOE quedaba en
58 y AR y el PRS tenían una presencia poco más que testimonial.
Alcalá Zamora entregó la presidencia del Consejo de Ministros a Lerroux (Gil Robles seguía sin
declararse partidario de la República).
Dada la escasez de apoyos parlamentarios Lerroux fue inclinándose cada vez más hacia la
derecha, mientras la CEDA, desde fuera del gobierno apoyaba su acción política en el
parlamento.
El gobierno resultante de las elecciones de Noviembre de 1933 paralizó la mayor parte de las
reformas iniciadas durante el Bienio Reformista:
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Ley de amnistía para los golpistas de 1932 (Sanjurjo, etc.)
Paralización de la Reforma Agraria: devolución de las tierras expropiadas a la gran
nobleza, aumento desmesurado de las indemnizaciones a pagar a los propietarios,
disminución del presupuesto para el asentamiento de campesinos, total libertad de
contratación de mano de obra (salarios a la baja), etc. La consecuencia fue un gran
aumento en la conflictividad social en el campo.
La ralentización en el programa de construcción de escuelas públicas.
Mantenimiento de subvenciones económicas al clero católico.
Tras el fracaso revolucionario de Octubre de 1934, se nombró a militares de derecha
para los principales cargos del ejército (Mola al frente del ejército de Marruecos, Franco
como Jefe de Estado Mayor). La reforma del ejército de Azaña siguió vigente.
El gobierno se enemistó con los nacionalistas catalanes al recurrir al TC una ley de la
Generalitat sobre contratos de cultivo que permitía a los campesinos arrendatarios de campos
de viña (rabassaires) el acceso a la propiedad de la tierra pagando a los ex-propietarios una
indemnización.
El Tribunal de Garantías Constitucionales declaró dicha ley inconstitucional, pero la decisión no
fue aceptada por la Generalitat. Este conflicto fue el detonante de unas pésimas relaciones
entre el gobierno central y el catalán.
También se enemistó con el PNV al paralizar la discusión del proyecto de estatuto de
autonomía para Euskadi.
La Revolución de Octubre de 1934
Desde las elecciones de 1933 la retórica revolucionaria había ido creciendo dentro del PSOE,
especialmente entre los seguidores de Largo Caballero (el “Lenin” español), acercándose a las
posiciones del PCE y los anarquistas: la República burguesa no podía servir para alcanzar los
auténticos objetivos del proletariado y por ello había que ir a la revolución social. Largo
amenazó con la revolución si la CEDA entraba en el gobierno.
La conflictividad había aumentado a lo largo de 1934, auspiciada por la FAI-CNT, el PCE, UGT
y el PSOE, con frecuentes huelgas sectoriales y generales.
La entrada de 3 ministros de la CEDA en el gobierno de Lerroux el 4 de Octubre de 1934 fue el
detonante para que al día siguiente se iniciara una huelga general revolucionaria. Se
interpretaba que la República estaba en manos de los enemigos de la democracia y que se
estaba abriendo el camino a la instauración de un régimen fascista (como acababa de pasar en
Alemania o Austria).
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La insurrección estaba deficientemente organizada, no se había conseguido armamento
suficiente para una acción armada, el gobierno estaba sobre aviso por los propios discursos
incendiarios de los socialistas, y es más que probable que ni el propio Largo Caballero creyera
realmente en la posibilidad del éxito de un intento revolucionario, pero a pesar de ello se llevó a
cabo.
La revolución de Octubre de 1934 fue hechura casi en exclusiva del PSOE, ya que el PCE
apenas si contaba y la actitud de la CNT fue muy variada, sin apoyar la huelga ni la
insurrección en la mayor parte del país (excepto en Asturias.
El 5 de Octubre de 1934 se inició en todo el país una huelga general que dejó paralizadas a
casi todas las grandes ciudades durante una semana. Se produjeron enfrentamientos armados
entre los huelguistas y las fuerzas del orden.
La propia falta de organización y armamento junto a la enérgica respuesta del gobierno,
imponiendo el “Estado de guerra”, y sacando a la calle a los Guardias de Asalto, la Guardia
Civil y el Ejército, hicieron que la huelga fuese fácilmente controlada y fracasase en casi todo el
país, excepto en Cataluña y Asturias.
En Cataluña, aprovechando la huelga general revolucionaria, el Presidente Lluis Companys
proclamó el 6 de Octubre la República Catalana dentro de la República Federal Española.
La insurrección fue fácilmente dominada por la no colaboración de la CNT, la escasa
participación ciudadana, y la rápida intervención del ejército (el general Batet ocupó el Palau de
la Generalitat el día 7, y se encarceló a más de 3.500 personas, entre ellas al gobierno catalán
en pleno y Azaña, que se encontraba en Barcelona).
Se suspendió el Estatuto de Autonomía, la Generalitat fue presidida por un militar y se anuló la
Ley de Contratos de Cultivo, obligando a los Rabassaires a pagar las rentas atrasadas.
En Asturias se inició la huelga el 5 de Octubre, con el pleno acuerdo de todas las
organizaciones de izquierda, incluida la CNT. Los huelguistas se adueñaron de las cuencas
mineras y sitiaron Oviedo, creando comités revolucionarios y unas milicias armadas de unos
30.000 hombres. Se destruyeron registros de propiedad e iglesias, y se produjeron algunas
muertes de burgueses y clérigos.
El gobierno central no dudó en acabar con la revolución asturiana empleando la fuerza del
ejército. Se envió a las tropas africanas de la Legión y los Regulares (18.000 soldados) al
mando de los generales Yagüe y López Ochoa sobre el terreno y la dirección central desde
Madrid del general Franco. Los mineros resistieron hasta el día 19, y el resultado del
enfrentamiento y la posterior represión fue sangriento: 1335 muertos entre los mineros, muchos
de ellos ejecutados tras los combates, y 450 entre los militares, casi 3.000 heridos, y más de
5.000 detenidos (en toda España: 2000 muertos, 30.000 detenidos, entre ellos Largo Caballero,
Azaña, Companys, etc., Indalecio Prieto se refugió en Francia).
Como consecuencia del fracaso de la Revolución de Octubre, la influencia de la CEDA en el
gobierno aumentó, pues Lerroux necesitaba su apoyo en el parlamento, llegando a tener 5
ministros en el gabinete, entre ellos por primera vez Gil Robles (ministro de la Guerra).
La postura gubernamental se endureció: Azaña permaneció confinado durante 3 meses,
acusado injustamente de azuzar la huelga, Franco fue nombrado Jefe del Estado Mayor del
Ejército, el Estatuto de Cataluña fue suspendido, se devolvieron las propiedades de los
Jesuitas.
Gil Robles quiso realizar una reforma de la Constitución y de la Ley Electoral, que recortaba las
autonomías, eliminaba el divorcio y recortaba los derechos sociales.
La legislación del periodo Octubre de 1934/Septiembre de 1935 tuvo un marcado carácter
antisocial y con errores en la política económica como intentar reducir el déficit público
recortando la inversión del Estado en un momento de crisis económica, lo que hizo aumentar el
paro y disminuir las prestaciones sociales. Aumentó la conflictividad social.
Todo ello tuvo como consecuencia que las fuerzas políticas de izquierda vieran la necesidad de
luchar juntos contra la derecha. El país empezaba a dividirse en 2 bandos irreconciliables,
preludio del futuro enfrentamiento.
Los planes de reforma constitucional de Gil Robles no se pudieron llevar a la práctica porque a
partir de Septiembre de 1935 la coalición radical-cedista entró en crisis.
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El entendimiento entre Lerroux, Gil Robles y Alcalá Zamora se vino abajo como consecuencia
del estallido de una serie de escándalos de corrupción, entre ellos el del “estraperlo” (2
negociantes intentaron introducir en los casinos españoles un tipo de ruleta trucada, para lo
que contaron con la connivencia de altos funcionarios del Partido Radical, entre ellos el propio
hijo de Lerroux, a los que se sobornó convenientemente), o por malversación de fondos por
parte de altos cargos radicales.
Estos casos enfriaron las relaciones entre radicales y la CEDA, y desprestigiaron a los primeros
ante la opinión pública (Martínez Barrio sale del PRR) y ante Alcalá Zamora (Exigió la dimisión
a Lerroux) quien nombró presidente del Consejo a un republicano moderado, Chapaprieta.
El nuevo gobierno no contaba con apoyos parlamentarios, por lo que la inestabilidad política
era permanente y Chapaprieta dimitió en Diciembre de 1935. A Alcalá sólo le quedaban 2
soluciones: o nombraba presidente del gobierno a Gil Robles (no quiso, por anti-republicano), o
convocaba elecciones anticipadas, cosa que hizo para Febrero de 1936.
C – LAS ELECCIONES DE 1936 Y EL FRENTE POPULAR
A pesar de las grandes diferencias entre los partidos de izquierda, la lección de las elecciones
de 1933 y la acción gubernamental durante el Bienio Negro hicieron comprender a dichas
fuerzas políticas que era necesario que se presentaran unidas a las elecciones del 16 de
Febrero de 1936.
Se completaba de este modo la bipolarización del país en torno a 2 proyectos distintos y
antagónicos, diametralmente opuestos y enfrentados. Por una parte estaban los que no creían
en la República y la consideraban un posible instrumento para la revolución socialista en el
país, que traería el caos, el fin del catolicismo y la propiedad, y por otra los que estaban
dispuestos a gobernar con el PSOE (el partido con mayor implantación social) a pesar de la
radicalización de su discurso político, creyendo que la República era el instrumento adecuado
para introducir las reformas económicas y sociales que el país necesitaba.
Los dos grandes artífices del acuerdo fueron Manuel Azaña (IR) e Indalecio Prieto (PSOE). La
coalición de fuerzas de izquierda recibió el nombre de Frente Popular. Llegar a un acuerdo fue
muy arduo y hubo que vencer las reticencias de Largo Caballero e integrar a fuerzas
republicanas poco partidarias en principio de colaborar con los socialistas.
Finalmente se llegó a un acuerdo sobre los objetivos del pacto, el contenido del programa
electoral y las candidaturas comunes. Se pretendía arrebatar el gobierno a los partidos de
derecha, vistos como “enemigos de la libertad que se han adueñado de la República para
destruir la Constitución e instaurar una dictadura”, pero también evitar futuras intentonas
revolucionarias.
En principio se preveía que el futuro gobierno estuviera formado exclusivamente por ministros
republicanos de izquierdas, sin el PSOE, pero recibiendo su apoyo en el parlamento.
Los grupos políticos que finalmente formaron parte del frente Popular fueron: Izquierda
Republicana (que incluía a antiguos miembros de los Radical-Socialistas y la ORGA, liderada
por Azaña), Unión Republicana (Diego Martínez Barrio, separado de Lerroux), el PSOE, el
PCE, el Partido Sindicalista (partido filo-anarquista liderado por Ángel Pestaña), la UGT, y el
POUM (partido trotskista liderado por Andreu Nin), a los que en Cataluña se sumaba ERC y
otros partidos republicanos catalanistas. Incluso la CNT rompió su anti-politicismo al
recomendar a sus seguidores el voto por el Frente Popular.
El programa del Frente Popular repetía a grandes rasgos las propuestas del gobierno
reformista presidido por Azaña entre 1931 y 1933:
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reforma agraria,
construcción de obras públicas,
lucha contra el desempleo,
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redistribución de la renta a través del fisco,
prestaciones estatales de seguridad social,
incremento de las inversiones en la educación pública,
restitución del Estatuto de autonomía a Cataluña y
concesión de una amnistía política para los encarcelados en 1934,
la readmisión en sus cargos para los represaliados en esa fecha.
Los partidos de derecha desencadenaron una durísima campaña contra el Frente Popular, con
un tono catastrofista que presagiaba la “revolución socialista” en caso de victoria de la
izquierda. Pero no fueron capaces de llegar a un acuerdo electoral similar, por lo que se
presentaron en diversas candidaturas constituidas por la CEDA, tradicionalistas, Falange
Española de las JONS, Renovación Española (monárquicos –Bloque Nacional-), la Lliga
Catalana y los radicales de Lerroux. El PNV acudió por su cuenta en el País Vasco y Navarrra.
La participación electoral fue la más amplia conocida hasta ese momento (el 72 %). El Frente
Popular venció por un escaso margen de votos (el 48 % - 4,65 millones -) frente a la derecha
((46,5 % - 4,5 millones-), pero triunfó en las grandes ciudades, así como en las zonas más
industrializadas (excepto País Vasco), y en general en la periferia. La derecha ganó en Castilla
la Vieja y la Nueva (excepto Madrid), y Aragón, mientras el PNV lo hacía en Euskadi.
El sistema electoral favoreció a la gran coalición de izquierdas: 278 diputados del Frente
Popular (99 del PSOE, 87 de Izquierda Republicana, 36 de ERC, 17 del PCE, 39 del resto); 58
diputados de centro (10 del PNV); y 134 diputados de derecha (88 de la CEDA).
Azaña fue nombrado presidente de un gobierno formado por ministros republicanos de
izquierda (no PSOE, PCE, etc., que lo apoyaban desde el parlamento), e inmediatamente se
puso a desarrollar su programa:
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-
Restablecimiento del Estatuto de autonomía de Cataluña.
Puesta en libertad de los presos de 1934 (30.000).
Aceleración en la aplicación de la Reforma Agraria: en pocas semanas fueron
expropiadas 500.000 Has. y repartidas entre 150.000 campesinos. En realidad muchas
de estas expropiaciones eran reconocimientos de ocupaciones espontáneas que se
estaban produciendo, sobre todo en Extremadura (70.000 campesinos ocuparon más
de 3.000 fincas).
Iniciación del proceso de ilegalización de Falange y encarcelamiento de sus líderes
(José Antonio Primo de Rivera).
Alejamiento de Madrid de los mandos militares más significativamente contrarios a la
izquierda (Mola a Navarra, Franco a Canarias, Goded a Baleares).
Se iniciaron las negociaciones para aprobar los estatutos de País Vasco y Galicia.
Debido a sus diferencias con la coalición gobernante el Congreso cesó en Abril a Niceto Alcalá
Zamora como Presidente de la República, y el 10 de Mayo era nombrado en su lugar Azaña,
quien fue sustituido a frente del gobierno por el gallego Santiago Casares Quiroga (ORGA).
Mientras tanto la crispación social y política fue en aumento. El triunfo del Frente Popular no
fue aceptado por los sectores más conservadores de la sociedad. Los propietarios de tierras se
opusieron a la reforma agraria, algunos empresarios cerraron sus fábricas, otros evadían
capitales al extranjero. La Iglesia temía el anticlericalismo. Los empresarios, clérigos, y la
derecha en su totalidad creyeron las proclamas revolucionarias publicadas por socialistas,
sindicalistas, comunistas y anarquistas.
Por otra parte, volvió la conflictividad social al lanzarse los sindicatos a sus reivindicaciones
laborales (136 huelgas generales en 1936), y los campesinos a ocupar tierras.
Los líderes derechistas, Calvo Sotelo y Gil Robles, radicalizaron sus posturas, acusando al
gobierno de no poder ni querer frenar la violencia sindicalista ni la conflictividad social, pero
sobre todo fue la Falange la que protagonizó actos violentos callejeros, formando patrullas
armadas que se enfrentaban a las juventudes socialistas. Los enfrentamientos violentos
callejeros entre militantes de derecha y de izquierda fueron permanentes entre Febrero y Julio
de 1936 (en 5 meses casi 100 asesinatos políticos, de ahí la ilegalización de FE de las JONS).
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La intranquilidad se apoderó de los ciudadanos, sobre todo en los más conservadores o
católicos, y que temían que llegase a realizarse realmente la revolución. Para muchos, el único
medio de evitarla era realizar un golpe de estado que devolviese la tranquilidad a las calles y
pusiese bajo control a las organizaciones revolucionarias de izquierda.
La misma noche de las elecciones el general Franco y Gil Robles habían presionado para
evitar el nombramiento del gobierno del Frente Popular (Alcalá Zamora se negó).
En Marzo, un grupo de generales acordó realizar un levantamiento militar para restablecer el
orden. En los meses siguientes el general Mola fue organizando el golpe militar y recabando
apoyos de los grupos políticos de extrema derecha (carlistas, monárquicos –Renovación
Española-, católicos –CEDA-, Falange). También se establecieron contactos con Alemania e
Italia para su apoyo a la sublevación.
La prensa se hizo eco de estos preparativos, el gobierno sabía que se estaba preparando, de
ahí el alejamiento de Mola, Franco y Goded de Madrid, pero no hizo nada más para evitarlo, en
la creencia de que un fracaso como el de Sanjurjo de 1932 podía servir incluso para reforzarlo.
El plan era una sublevación de todas las guarniciones militares del país, y sobre todo de las
tropas estacionadas en Marruecos. El golpe debía de ser contundente, violento, para evitar
cualquier intento de componenda posterior, y para demostrar al gobierno que se iba en serio.
Pretendía establecer una dictadura militar que eliminaría el peligro de revolución marxista, para
volver al poco tiempo a un gobierno civil, republicano o monárquico.
El precipitante del levantamiento fueron una serie de asesinatos en Madrid. El teniente Castillo
de la Guardia de Asalto (colaborador de organizaciones obreras) fue asesinado por un grupo
de extrema derecha, lo que propició la venganza de sus compañeros, quienes asesinaron al
líder de Renovación Española (ahora llamado “Bloque Nacional”) Calvo Sotelo el 14 de Julio de
1936. Este asesinato acabó de poner de acuerdo a todas las fuerzas golpistas, pero el golpe ya
estaba preparado y decidido desde semanas antes. El 17 de Julio de 1936 se sublevaban
varias guarniciones en la península, Canarias, Baleares y Marruecos. Muchas de estas
sublevaciones fracasaron (Madrid, Barcelona, País Vasco, etc.), pero el hecho determinante
fue que Franco voló de Canarias a Marruecos y se puso al frente del ejército marroquí, al
tiempo que las sublevaciones triunfadoras realizaban tales actos sangrientos que ya no era
posible una vuelta atrás, ni ningún tipo de negociación. Había empezado la Guerra Civil.
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