“Se trata de fijar los puntos reales y no los imaginarios de las desde

Anuncio
ESQUEMA DEL DEBATE SOCIALISMO VS. CAPITALISMO
DIA 20-6-07
EEPA
¿TIENE EL CAPITALISMO ALGO QUE OFRECER A
VENEZUELA?
RICARDO SUCRE HEREDIA
I
Agradecimiento a ERES (Equipo Revolucionario Estudiantil) por la
invitación a participar en el debate. Gratitud a Omar Vásquez, por la
gentiliza de proponerme para el tema. Reconocimiento a los asistentes
al debate.
II
Antes de entrar en el planteamiento, quiero expresar lo que entiendo
por debate. A diferencia de la mayoría de las opiniones que creen que
el tema político venezolano se va a solucionar colocando a personas
con ideas diferentes a exponerlas para buscar consensos, parto de otra
visión. Creo que hoy es más importante exponer los desacuerdos que
los acuerdos. Como señaló el profesor chileno Fernando Mires (2007),
“Se trata de fijar los puntos reales y no los imaginarios de las
diferencias”. Esto es política. Esta existe porque somos diferentes.
Cuando no haya diferencias en la manera de enfocar los problemas de
la convivencia humana y sus soluciones, será el fin de la política.
Hannah Arendt (1968) lo expresó magistralmente, al decir que “Visto
desde el punto de vista de la política, la verdad tiene un carácter
despótico”. En política, no hay verdades, y menos en el mundo postmoderno en el cual vivimos hoy.
Sin embargo, destaco que por diferencias no entiendo polarización.
El gobierno de Hugo Chávez polariza, no reconoce diferencias. El
contraste es que la primera supone desconocimiento del otro; la
segunda, implica el reconocimiento del otro. Quien polariza,
desconoce; quien habla de diferencias, reconoce. Como sugiere
Touraine (1995), hoy la fortaleza democrática de una sociedad, se
mide por la calidad de las diferencias que reconoce. Así las cosas,
mostraré mis diferencias con la propuesta del “socialismo del Siglo
XXI”, pero reconozco al gobierno –como siempre lo he hecho desde
1999- en su derecho a gobernar tal como lo establece la Constitución,
y al chavismo como fuerza social.
En segundo lugar –aunque escapa a los objetivos de este debate- es
el deseo que estos foros sean algo más que meros espacios de
catarsis. Como sabemos en psicología social, la catarsis drena pero no
resuelve. Hoy Venezuela es un gran drenaje de emociones, pero los
problemas siguen allí. Hoy se habla mucho de tolerancia. Esta
comienza por el perdón y el reconocimiento, y luego por la
construcción. Es mi deseo que de estos debates quede una agenda de
temas para ser abordados como políticas públicas, que convierta el
drenaje de emociones en alternativas de decisión política acerca de
políticas públicas.
Finalmente, me gustaría un debate cortés pero polémico. Es el
tiempo de decirnos las cosas, por más duras que sean. No es el
momento del “silencio de las elites” –algo muy venezolano, “pasar
agachado” para quedar bien- sino de las voces de la pluralidad y de las
ideas. Eso es la universidad. Verdades, además, que deben enfrentarse
de cara al país. Sin “encierros” o “macollas”, sino de manera
transparente, abierta a todos y a todas. Algo como un reality del
debate político.
III
Entremos en materia ¿Qué es el capitalismo? Como lo define Adam
Przeworski (1995), es un sistema de propiedad privada de unos
recursos escasos, que se caracteriza por la propiedad privada de los
medios de producción, la especialización económica, el sistema de
precios para asignar los factores de producción, y la generación de
excedentes para, al citar a Adam Smith, con “La misma cantidad de
industria se produce una mayor cantidad de trabajo”.
Desde mi punto de vista, lo esencial del capitalismo es la capacidad
para generar un excedente que se usa para producir valor en el
proceso de producción. Como dice Le Thànk Khoi, “No hay crecimiento
económico sin acumulación de capital y formación de capital humano.
Simplemente se trata de una ley absolutamente general que no admite
excepciones”.
El capitalista genera valor, no acumula cosas. No contempla, sino
transforma. El avaro de Moliere revela una faceta humana que
antecede el desarrollo capitalista: la avaricia, el deseo de acumular
2
cosas por el solo placer de tenerlas. El capitalismo sí puede potenciar
esta faceta, pero no la crea.
Hasta aquí, no hay nada nuevo que decir sobre el capitalismo. Esto
ya todos lo sabemos. Pasemos a las fallas del capitalismo. Sorprende
que las críticas del socialismo al capitalismo se centren en ideas del
Siglo XIX. Para el socialismo, el tiempo no ha pasado desde que Fulton
inventó la máquina de vapor. Llama la atención la rigidez del
pensamiento socialista, cuando parte de éste ha hecho del
postmodernismo su bandera, con pensadores de calidad como Gianni
Vattimo o Michel Maffesoli.
Son dos las debilidades del capitalismo: de funcionamiento y hacia el
hombre.
Las primeras, apuntan a destacar que el capitalismo es un sistema
económico irracional, principalmente por las distorsiones de mercado
ya identificadas por Joseph Stiglitz, entre otros, en las asimetrías de
información, la selección adversa, y el riesgo moral, que le impiden
alcanzar “Algunas distribuciones técnicamente factibles de bienestar”
(Przeworski, 1995). En otras palabras, la elección perfecta ocurre a
nivel micro, pero es imposible a nivel macro (Elson, 1988).
Las segundas, apuntan a resaltar que el capitalismo produce
pérdidas de bienestar derivadas de la propiedad privada de los medios
de producción. Sin embargo, los 10 países más igualitarios en el
mundo de hoy –por no decir los más ricos y los de mayor bienestar- de
acuerdo al IDH de 2006, son todos capitalistas.
Es lo que más resalta el socialismo: la plusvalía. Afirma Marx en
“Trabajo asalariado y capital” que, “Un obrero de una fábrica
algodonera ¿Produce solamente tejidos de algodón? No, produce
capital. Produce valores que sirven de nuevo para mandar sobre su
trabajo y crear, por medio de éste, nuevos valores” . Este es el núcleo
de la crítica socialista: el valor. Vinculado a esto, está la alienación, por
la cual el capitalismo genera un vacío espiritual, analizado, entre otros,
por Erich Fromm desde el punto de vista psicológico, y por Su Santidad
Juan Pablo II en sus diferentes encíclicas.
El meollo del planteamiento “marxista de Marx” es lograr un modelo
que nos libere de las exigencias esclavizadoras del mundo material. Por
eso, el socialismo tiene una ventaja sobre el capitalismo: ofrece una
utopía inalcanzable, pero que atrapa, mientras el capitalismo ofrece
trabajar sobre una realidad que a veces puede ser decepcionante.
3
IV
¿Puede hablarse del capitalismo del Siglo XXI? Sí es posible. En su
definición más básica, consiste en incorporar la ecología al sistema de
precios (Brown, 2006). Una empresa contamina porque no paga el
costo de su externalidad negativa. Hoy muchos países europeos,
asiáticos, y americanos, están instrumentado los llamados “impuestos
verdes”, que buscan promover el uso de fuentes alternas de energía;
el uso de materiales reciclables, y la reorientación de los subsidios,
dentro de la idea de bienestar (Brutland) y de las oportunidades (Sen).
Lo anterior ha traído como consecuencia que una característica del
capitalismo del Siglo XXI sea la transparencia y la rendición de
cuentas, que a su vez posibilita la democratización de los espacios y la
promoción de una libertad ya no sólo negativa al estilo liberal, sino una
libertad republicana entendida como la no dominación (Petit, 1999).
Esta democratización de los espacios sociales va a hacer posible que se
aborden las fallas del capitalismo, no tanto las fallas de funcionamiento
–que bien pueden ser asumidas por la economía institucional- sino las
fallas hacia el hombre. La principal, la alienación entendida como
negación de las potencialidades del hombre. En términos de psicología
social, una desesperanza aprendida. Al democratizarse los espacios de
la sociedad, el hombre puede romper la desesperanza. Al ver sus
potencialidades en movimiento, su sentido emancipatorio aumenta.
Si el problema del capitalismo es la apropiación del valor que genera
el obrero por el capitalista, que éste usa para crear valor adicional,
pero si la coordinación socialista es una solución imperfecta –en la
lógica de Arrow- dado que los incentivos que tienen los burócratas del
Estado es aprovecharse de los recursos públicos –de aquí la corrupción
que hoy, con más fuerza que en el pasado, existe en Venezuela- o,
como expresó Trotsky, “Los burócratas nunca se olvidan de incluirse
en cualquier reparto”. En dos platos, la propiedad colectiva al final
termina siendo la propiedad particular de un grupo, porque el
socialismo no ha podido resolver el tema de la información veraz de las
familias y las unidades de producción hacia el planificador central, y el
tema de los planificadores como agentes perfectos del interés público.
Un asunto técnico y un desafío ético que llevó al traste con los
“socialismos del Siglo XX”, experimento que trata de re-editar
Venezuela, a punta de petrodólares.
4
Sobre lo primero, es la apuesta del “Socialismo del Siglo XXI” con las
computadoras. Supone que ahora sí es posible registrar todo. Como
sugiere Haiman El Troudi, se trata de contabilizar toda la esfera
productiva del país. El error de esto es suponer que las preferencias
humanas son fijas e inmutables. Los socialistas persisten en un error
central de la teoría marxista: su pretendida capacidad predictiva. Una
cosa es obtener información con fines informativos y de planificación, y
otra pretender, a partir de ésta, regular las preferencias de las
personas para decidir qué se produce, cómo se produce, y para quién
producirlo. Esto último está en el espíritu socialista. Para expresarlo en
palabras de Lenin en El Estado y la revolución, “Toda la sociedad será
una sola oficina y una sola fábrica, con trabajo igual y salario igual”.
Acerca de lo segundo, es el gran fracaso moral del socialismo: la
quimera del “hombre nuevo” ¿Dónde está ese “hombre nuevo”?
¿Alguien lo ha visto? La obsesión socialista de que existen “leyes
inexorables” que determinan el curso de la historia, los lleva a un
darwinismo, que invierten cual falsa conciencia en la lucha de clases,
para justificar una sociedad dominada por una nomenklatura arriba y
un pueblo, abajo, que hipotecó su libertad a cambio de una inclusión
relativa.
Resulta chocante, al menos para mi, el tono de superioridad con el
que hablan los socialistas. Son infalibles. Nunca se equivocan. Siempre
tienen la coartada perfecta para todo: es el “imperialismo”. Siempre
hablan de fases: fase inferior y fase superior. Esta, por supuesto, es la
comunista. Hay que recordarle a los socialistas las palabras de Popper
(c. P. Romero, s.f), “La creencia fanática en la existencia de una sola
verdad (liberadora y perfecta), que además prevalece sobre
cualesquiera otro valor (por ejemplo, la tolerancia de la disidencia o de
la pluralidad), genera un lenguaje auto-referencial y una totalitaria
intención de ordenar el mundo de una manera completa y definitiva,
en el seno de una sociedad cerrada”.
La fijación con el “hombre nuevo” llevó a los experimentos de
industrialización forzada con Stalin y al “Gran Salto Adelante”, con
Mao. Ambos, ejemplos que muestran lo poco que importan las
personas a formas de gobierno que consideran que la perfección es el
único bien político de importancia. Con Rousseau, el socialismo
considera que la virtud política es el único bien político de la
comunidad. La voluntad absoluta. Así lo dice el pensador ginebrino en
5
su Libro III del Contrato Social, “Obligados a ser libres”. Venezuela
repite hoy el fracaso de la Independencia: no se hacen ciudadanos
sólo con “leyes inexorables”, si no hay una sociedad civil previa. Ese es
el principal aporte de Montesquieau: la cultura política, no “leyes
inexorables”, para hacer repúblicas.
V
El tema del debate, entonces, requiere de otra formulación. No es
oponer socialismo a capitalismo o viceversa. Esta oposición no existe
hoy para los estudiosos de la materia. Como sugiere Przeworski
(1995), el socialismo no es viable. Al menos, el socialismo que todos
conocemos. No fue más eficiente que el capitalismo: los datos para la
época de la “Guerra Fría”, revelaron que las economías socialistas
usaron 1,8 veces más energía y más del doble de acero que los países
capitalistas para producir una unidad de producto (Przeworski, 1995).
Tampoco puede asumir una superioridad moral. Desde 1959, en Cuba
buscan el “hombre nuevo” y, luego de casi medio siglo, todavía el
sistema cubano no ha logrado erradicar la corrupción, ni la ineficiencia
de su sector público. Tampoco puede presumir de una conciencia
ambiental mejor. Chernobyl es la representación del poco cuidado que
los socialismos prestaron al ambiente. Tampoco son mejores en lo
político, porque no hay competencia entre opciones, sino sólo la del
partido único y la de la nomenklatura. No son más éticas. Luego de la
caída de la URSS, la Federación Rusa se convirtió en el botín de las
oligarquías, edificadas sobre la apropiación de los bienes públicos, vía
corrupción, al privatizar los activos de la sociedad rusa. Finalmente, no
fueron más integradoras. Cuado desaparece la URSS, resurgieron los
nacionalismos y las diferencias territoriales, luego de 74 años de férreo
control sobre las repúblicas soviéticas. Ese es el “socialismo del Siglo
XX”, al cual se aproxima cada vez más el “Socialismo del Siglo XXI”,
por más que diga lo contrario. Por más que lo adorne con canciones de
Alí Primera y Cecilia Todd.
En síntesis, que ni el capitalismo ni el socialismo han acabado con la
pobreza. Sin embargo, el capitalismo ha sacado gente de la pobreza.
En China, por ejemplo, sumó a más de 300 millones de personas a la
no pobreza.
El debate debería llamarse realmente ¿Cuánto capitalismo, cuánto
socialismo para la sociedad venezolana? La expresión de Leibniz es
6
propicia “¿Cómo puede estar unida una sociedad sin algún principio de
justicia distributiva?”. El punto a debatir es qué distribuir y con cuáles
criterios distribuir. Como sugieren Bobbio (1995) y Vattimo (1997), la
igualdad no es absoluta, sino que se ancla a un criterio ¿Cuál
combinación, entonces? Regreso a Bobbio (1995), para quien el
leninismo es acabar con el capitalismo, sacrificando la democracia; y el
fascismo es acabar con la democracia, para salvar al capitalismo. Los
extremos.
Para los estudiosos, la mejor combinación posible de libertad e
igualdad es la socialdemocracia o el socialismo de mercado ¿Un neokeynesianismo será el óptimo de Pareto? Ejemplos de estas salidas
paretianas son el libro de David Schweickart (2002), titulado Después
del capitalismo, dentro de la tradición de Alec Nove del socialismo
posible, o el trabajo de Charles Andrew (2000), Del capitalismo a la
igualdad. En ambos textos, se le da una importancia central a la
descentralización, en un planteamiento que favorece la flexibilidad, la
libertad, y no la centralización. Como señaló Alain Touraine (1995), “Ya
no queremos una democracia de participación, no podemos
contentarnos con una democracia de deliberación, necesitamos una
democracia de liberación”.
Lo que uno lamenta del debate socialista venezolano es lo poco
actualizado –nada que ver con la discusión socialista que se dio en
Venezuela con la Generación del 28- que están sus principales voceros
políticos, y su sujeción a una rigidez dogmática, que les imposibilita ver
más allá de sus limitadas interpretaciones manualescas de Marx, Lenin,
y Gramsci.
Llama la atención que quienes hablan del “socialismo del Siglo XXI”,
nunca lo definen de forma positiva, sino negativa. Es decir, en vez de
decir qué es, dicen lo que no es ¿Curioso, no? Como dicen en la calle,
“los traicionó el subconciente”. El temor a decir lo que realmente es –
nada nuevo, es el “socialismo del Siglo XX”- lleva a negarlo, diciendo lo
que no es, para construir unas diferencias ficticias, que no son tales.
Cada día más, el gobierno de Venezuela se acerca al “socialismo
autoritario” del pasado, y no al “socialismo libertario” (Mertens, 2004),
que es lo que caracteriza el pensamiento de izquierda en la actualidad.
Los estudiantes socialistas venezolanos –y, también, los que no son
socialistas- en vez de ir a Cuba, pudieran darse una vuelta y hablar con
7
los estudiantes que promovieron las acciones colectivas de Seattle. La
izquierda del Siglo XXI está allá, no en La Habana.
Intenté leer el libro de Heinz Dieterich El socialismo del Siglo XXI, y
honestamente, no pude pasar de la página 15. Su dogmatismo y su
resentimiento lo impidieron. Me llamó mucho la atención –por lo
increíble a estas alturas del Siglo XXI- que todavía mantenga la idea
que la revolución es lineal, una suerte de “orden cósmico” (Mires dixit)
que regula los hechos de la historia. El autor mexicano nos habla de un
cambio de civilización, porque hay una “lógica de la evolución social de
la humanidad”. Lo dice Lenin, el Estado socialista se acabará por
extinción. El Estado burgués, por la violencia. Dieterich ve la realidad
como continuidad, como progresión, no como interdependencia, tal
como se desprende de Lukács (c. P. Romero, s.f), al analizar el
concepto de totalidad, y que es una perspectiva acertada para analizar
al mundo de hoy.
Dieterich es uno de los estudiosos que alimenta a la nomenklatura
chavista. Con razón, no entienden al país ni tampoco al mundo. Viven
su fantasía de la “Guerra Fría”, aunque tienen clara una estrategia de
poder.
Es sobre esto que hay que debatir: cuánto de socialismo, cuánto de
capitalismo ¿Se atreverán los chavistas? Lo pregunto porque formulado
así, se cae el esquema de polarización que usan para propósitos de
poder. Se acabaron los buenos y los malos. Los patriotas y los lacayos.
Descendemos del mundo de las fantasías, al mundo de las realidades.
Esto es un peligro para el gobierno, porque una revolución es una
fantasía permanente. Como dice la canción, “Más que amor, es
frenesí”. Un frenesí que nunca quiere acabar, y sólo se detiene cuando
se mineraliza, cuando se oligarquiza, cuando se rutiniza. Como afirma
la canción de Rocío Dúrcal, “La rutina puede más que el amor”.
Venezuela es cada día que pasa, un país más rutinario. Tal vez por
eso, la irrupción de frescura estudiantil, tomó a todos por sorpresa.
VI
¿Tiene el capitalismo del Siglo XXI algo que ofrecer a Venezuela? Sí.
Mucho. Las palabras de Luis Castro Leiva (1993) son hoy oportunas
para Venezuela, “¿Ser o no ser liberal? Pudo haber sido un dilema,
llegó a ser una pregunta, parece ser hoy una necesidad. El problema
8
es cómo serlo”. Creo que es a través de una concepción de libertad
republicana. Esta significa la huida de la arbitrariedad.
Hoy Venezuela no tiene libertad, en los términos que plantea Petit
(1999). No hay libertad, agrega Petit, cuando los sujetos están
sometidos al arbitrio potencialmente caprichoso de otro. Hoy a
Venezuela la gobierna el capricho, que sólo está limitado por un
proyecto del socialismo no del Siglo XXI, sino del Siglo XX.
¿Por qué el capitalismo? En términos marxistas, el proyecto
modernizador de la sociedad venezolana, que arrancó con Castro a
comienzos de 1900, consistió en desarrollar las fuerzas productivas
para sacar a Venezuela del atraso en que estaba. Lo logró. Durante 30
años (1950-1980), la nación fue la envidia del mundo. En 1960,
Venezuela fue la tercera economía más rica del planeta. En la década
de los 80, se llegó al punto de mayor contradicción entre las fuerzas
productivas y las relaciones de producción. Una “revolución burguesa”
era necesaria. El Estado hizo al mercado, y la sociedad debió asumirlo,
cambiando la estructura de propiedad para que –en términos de
Gramsci- la sociedad se apropiara del Estado. Se dieron pasos tímidos:
la descentralización fue uno de ellos. Sin embargo, ocurrió una
reacción bonapartista. Los sectores más conservadores del país se
aliaron para, primero con Caldera y luego con Chávez, mantener una
estructura de relaciones de producción sustentadas en un Estado
represivo de tipo plebiscitario, que defendió –y hoy defiende- los
intereses de una clase rentista y mercantilista. Caldera amenazó con
cerrar al Congreso en 1995, y Chávez lo hizo en 1999. La diferencia es
que Caldera preservó el status-quo proteccionista y rentista, ya
agotado, al aliarse con AD y la tecnocracia de PDVSA. El gobierno de
Chávez cambia la estructura económica del país, pero no para impulsar
el desarrollo de las fuerzas productivas en un marco globalizado sino,
al contrario, para imponer un “socialismo feudal”, en el cual el Estado
le quita a toda la sociedad la capacidad de generar excedentes, para
concentrarlo todo en el Estado, cuya única ambición es geopolítica y
militar, en un discurso inclusivo con algunas políticas inclusivas, pero
que cada vez más se mueve hacia una forma de gobierno personalista
y corporativa.
Esto es lo paradójico de la “revolución chavista”: amplió la demanda,
pero hoy la castra, al limitar severamente la oferta. Empoderó pero
¿para qué? Hizo visibles a los pobres ¿para qué? El paso lógico era
9
dotarlos de activos iniciales para promover una liberación de las
fuerzas productivas de la sociedad, que dieran al traste con los
rentistas, y el país continuara la ruta modernizadora, que paralizó la
clase política de Punto Fijo en los 80. El gobierno cambió al país, pero
lo regresó a 1980, en la versión más conservadora de los cambios.
Quiere cambiar al país, para que nada cambie. A futuro, lo único que
podrá exhibir Venezuela ante el mundo, será petróleo, la reserva, los
aviones Sukhoi, submarinos, y los cohetes venezolanos, en los que
Chávez coloca tanta fe y esperanza para cambiar al mundo.
La “revolución necesaria” para Venezuela, es decir, la “revolución
capitalista”, quedó truncada en los 90. También, porque en Venezuela
no hay realmente una clase capitalista con conciencia de clase. Hay
sus excepciones, pero la mayoría son clases rentistas que viven del
Estado y que hoy han producido una extraña mezcla: las viejas
oligarquías se asocian con la nueva burguesía socialista, para seguir
viviendo del Estado. Las oligarquías hoy están en el gobierno. La clase
media, son los “pobres del Siglo XXI”.
El socialismo en nuestros países no descansa en un proletariado –de
aquí la falsedad de hablar de una lucha de clases en Venezuela,
cuando lo que hay es una casta política y económica, una burocracia
pública, una clase media depauperada, y unos sectores populares
empoderados pero todavía pobres- sino en las clases que dependen
del empleo del Estado, que en Venezuela ha aumentado 34% desde
2004. Más que lucha de clases, lo que hay en Venezuela es una lucha
por la apropiación de la renta. Por este camino, Venezuela repetirá los
mismos errores del “socialismo del Siglo XX”. A veces, pienso que eso
es lo que se busca: evitar que el país se integre a las corrientes
globales, y viva una suerte de autarquía envuelta en un discurso del
nacionalismo, de la redención de la humanidad, y del poderío militar,
ahora con nueve submarinos, que no son defensivos sino para
propósitos ofensivos.
De manera que el capitalismo del Siglo XXI puede hacer realidad lo
dicho por Marx en el Manifiesto comunista, “La burguesía ha
desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario”. Ojala
que de esta experiencia “socialista”, el país tenga el impulso para
avanzar hacia una “revolución capitalista”, bajo un enfoque neoestructuralista, para combinar libertad e igualdad, y nuestro país pueda
10
ocupar el lugar que merece en el mundo, sin apelar a chantajes
petroleros o a compra de armas para amenazar.
VII
Termino citando a Noam Chomsky, a quien creo el chavismo debe
prestarle más atención, en su artículo publicado por Ultimas Noticias
(día 17-6-07). Dice el académico que, “En las sociedades toscas y
brutales, la línea del partido es proclamada públicamente, y debe ser
obedecida. De lo contrario, una persona debe atenerse a las
consecuencias. Lo que usted cree que es un asunto suyo, tiene una
importancia menor. En las sociedades donde el Estado ha perdido la
capacidad de controlar por la fuerza, la línea del partido no es
proclamada. Más bien, es presupuesta, y un vigoroso debate es
alentado dentro de los límites impuestos por la inexpresada ortodoxia
doctrinaria”.
Chomsky retrata bien el dilema de Venezuela en la actualidad: una
sociedad de vigorosos debates, o una sociedad tosca y brutal, en la
que domine la línea del partido único ¿Cuál escogen ustedes?
Muchas gracias.
11
Descargar