El olvido hacia la población adulta mayor: un relato personal

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Revista Cúpula 2015; 29 (1): 80-82
EL OLVIDO HACIA LA POBLACIÓN ADULTA MAYOR:
UN RELATO PERSONAL
Viviana Mora Rodríguez *
REFLEXIÓN
saludamos y varios no se dieron cuenta de que
habíamos llegado aunque estuviéramos frente
a ellos hablándoles. Pero uno resaltó entre los
demás, este estaba contento de ver jóvenes en el
asilo, sin embargo, cuando lo saludé su reacción
fue llorar. Sin dejar a un lado sus lágrimas Don
José no perdió el tiempo, él sabía que yo venía
de San José y tenía en mente una petición para
mí. Me dijo que necesitaba que alguien hablara
con el cónsul de Nicaragua, porque su familia no
sabía que estaba ahí y quería irse con sus seres
amados, expresó cómo quería que encontrara a
su familia para que vinieran por él.
Antes de diciembre del 2013, había tenido la
oportunidad de visitar un asilo de ancianos en
Santa Ana, fue hace muchos años y recuerdo
haberme ido sintiéndome satisfecha de lo que
había hecho con los adultos del lugar. Tenía
tal vez unos diez años y llegue para ayudarle a
mi hermano con una tarea de religión, fue así
como tuve la oportunidad de escuchar muchas
historias interesantes, comer queque y hasta
aprender algunas cuantas oraciones que ellos me
enseñaron. En fin había compartido con ellos y de
alguna manera sentí que había cumplido con una
obligación moral. Esa fue mi última experiencia con
ancianos institucionalizados hasta enero del 2014
cuando volví a una de estas instituciones ubicada
en Bijagua de Upala con el objetivo de cumplir con
parte de mi trabajo comunal universitario (por esta
razón siempre estuve acompañada de un grupo
de estudiantes que junto a mí realizaron distintas
tareas en este lugar).
En el momento me fue difícil contener las lágrimas
al escuchar a este ser humano decir que su vida
era una tristeza y que deseaba volver a su hogar
con su familia. Personalmente no me puedo
imaginar vivir con tanto dolor mucho menos al final
de mi vida en un país desconocido en el cual no
sé si las personas más importantes para mí saben
en dónde estoy. Don José tenía toda la razón al
describir su situación como “una pesadilla”. Pero
no sólo él se encontraba triste, recuerdo uno que
me dijo que estaba ahí sólo esperando a la muerte.
Y es difícil decirlo pero si se está en un lugar en
el cual la mayor alegría del día es comer y no se
escucha nada más que los constantes gritos de
otro anciano que parece haber perdido su contacto
con el mundo real cualquier persona puede llegar
El viaje duró seis horas, pero justo al llegar me
recibió el llamado “Tigre” un anciano muy simpático
al cual en todo el viaje no le escuché decir cosas
que no fueran rimas y refranes. Después de esta
cálida bienvenida conocí al resto de los adultos
mayores, algunos se reían como niños, otros
tenían una gran disposición a descubrir lo que
teníamos planeado para ellos, muchos quisieron
hablar de sus respectivas vidas desde que los
* Estudiante de Psicología y del TCU-505 “Bienestar de la salud mental a través de la promoción, prevención y rehabilitación de la sociedad
costarricense” de la Universidad de Costa Rica, 2014. Correo electrónico: [email protected]
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Entonces, ¿qué podemos esperar cuando yo y
un grupo de jóvenes de repente llega a prestarles
atención y compañía? Los profesionales en
salud mental conocen la importancia que tiene
el apoyo social en una persona. Sin embargo, es
necesario preguntarse ¿Quién es una persona
sin su grupo?, ¿Qué significa no tener a nadie?
Y ¿Qué consecuencias emocionales tiene una
persona solitaria que ha perdido su red de apoyo?
Para responder estas preguntas resulta de suma
importancia entender que una persona sola va a
tener un sentimiento de desamparo, desprotección
y tristeza. Ahora, si esto lo siente una persona joven
cómo se debe sentir el anciano que al final de su
vida encuentra que todo ha servido para terminar
ahí sin nada y sin nadie, “esperando la muerte”.
a deprimirse y pensar que ya no queda nada más.
Fue por esto que antes de volver a casa tomé
los nombres de los familiares de Don José y el
lugar en el que vivían para empezar la búsqueda
de ellos. Sin embargo, me fui con un vacío muy
grande después de haber escuchado una canción
entrecortada por lagrimas cantada por este mismo
anciano en forma de agradecimiento por el poco
tiempo que había pasado con él. José dijo que
nunca iba a olvidar estos días y entre más llanto
se despidió. Él no fue el único que lloró, muchos
hicieron lo mismo, además de llenarme de
bendiciones y de buenos deseos para mi vida.
Al ver esto, me pregunté a qué se debían estas
expresiones de tristeza manifestadas por los
ancianos del asilo. Durante el tiempo de nuestra
gira compartí mucho tiempo con ellos, escuché
sus historias, jugamos bingo, pintamos y
sobretodo les canté (junto con otros compañeros)
muchas canciones. Pero todo esto, a mis ojos, no
justificaba la tristeza que vi en el momento de la
despedida. Sin embargo, después de dejar el lugar
y analizar la situación no fue difícil encontrar una
causa para esto: el claro abandono por parte de
los familiares de estos ancianos y de la sociedad
costarricense en general ha hecho que estas
personas le otorguen un gran valor al contacto y al
tiempo de calidad que comparten con otros seres
humanos. Y viéndolo de esta manera no resulta
extraño entender por qué el final de la gira les
ocasionó tanta tristeza.
Teniendo esto en mente al llegar a San José, me
puse en contacto con la embajada de Nicaragua
en los Chiles y después de explicar el motivo de
mi llamada me pasaron a hablar directamente con
la cónsul de Nicaragua. Esta escuchó todo lo que
yo tenía que decir, me dio las gracias por haber
reportado el caso de este anciano y me aseguró
que en un mes iban a ir a Bijagua para hablar con
él y ayudarle a recuperar a su familia. Durante la
llamada la cónsul expresó lo importante que era
ayudar a la población adulta mayor que puede ser
tan vulnerable e ignorada. Sin embargo, un mes
más tarde cuando llamé la conversación fue muy
diferente, ya que me dieron a entender que aún
no habían ido a Bijagua y que me llamarían para
informarme los avances de la situación. Después
volví a llamar para dar algunos datos extra que
había logrado conseguir de la familia de José, pero
lamentablemente no escuché nada más de ellos.
Esta conclusión se justifica en el hecho de que en
todo el tiempo en el que estuve ahí (se hicieron
dos giras) fui testigo de dos familiares que llegaron
a visitar a algún pariente. Nadie más aparte de
los empleados, mis compañeros y yo estuvimos
durante esos días.
Entonces si la embajada de Nicaragua no puede
ayudar a este adulto mayor a localizar a su familia
qué otra institución o persona puede hacerlo.
Yo puedo seguir llamando e insistiendo, pero
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anuncios en televisión nacional y el día contra el
abuso y maltrato marginación y negligencia hacia
las personas adultas mayores.
cualquier intento que se haga probablemente
seguirá siendo ignorado porque hay asuntos
considerados más importantes que ayudar a una
persona desesperada. Esto me conduce a una
pregunta: ¿En qué momento hemos dejado como
última de nuestras prioridades a la humanidad y la
empatía? Tal vez en el momento en el que nos dejó
de importar lo que no produce ganancia, lo que
“ya no sirve”, lo viejo y lo que puede representar
una carga. Y es por esto que, lamentablemente,
casos como el de Don José en donde una familia
decide abandonar a un anciano en una institución
se repiten día con día.
Entonces por qué no nos hemos interesado tanto
en esta población como en las demás. ¿Será que
Costa Rica está mal informada acerca del estado
de vida de muchos adultos mayores? ¿Será que
no les importa? Puede que la sociedad occidental
no refuerce los esfuerzos para cuidar a personas
que posiblemente no estén buscando un objetivo
material en sus vidas, sólo paz y estabilidad. Y
por lo tanto nuestra cultura no está acostumbrada
a valorar la sabiduría de una persona con tantos
años de vida. Sea cual sea el motivo del olvido
hacia los ancianos debe de haber un cambio en la
educación que damos a las futuras generaciones
del país para que estos seres humanos dejen de
ser invisibilizados.
Al igual, resulta de gran importancia recordar que
el olvido al adulto mayor no se da sólo cuando se
le deja en un asilo. Este también se manifiesta en
forma de negligencia por parte de los familiares
de estos cuando el anciano aún vive con ellos.
Resulta que después de años de cuidado y amor
muchos hijos llegan a olvidar lo que un día hicieron
sus padres y los dejan abandonados en sus casas
durante todo un fin de semana, les quitan lo que
una vez fue de ellos, los maltratan y hasta se
olvidan de proporcionarles los cuidados de salud
que cualquier persona a esta edad necesita.
En conclusión, la población adulta mayor tiende
a ser menospreciada e ignorada. Parece que nos
resulta muy cómodo pretender que la dura realidad
de las personas en asilos de ancianos no existe o
que está muy lejana. Sin embargo, no se puede
seguir huyendo de la responsabilidad que tenemos
de velar por el buen trato y la buena calidad de
vida de seres humanos que hace algunos años no
fueron distintos a nosotros.
¿Pero qué pasa cuando vemos que diariamente los
derechos básicos de estos adultos se irrespetan?
He visto muchos movimientos sociales que
defienden los derechos humanos de la sociedad.
Por ejemplo, los encaminados a lograr la igualdad
de sexos, a erradicar la violencia doméstica, el
bullying en las escuelas y defender los derechos
de estudiantes para obtener una educación
pública de calidad. Estos, por dicha, han logrado
concientizar a la sociedad y cada día vemos que
avanzan en sus objetivos, sin embargo, cuántos
proyectos hemos visto que vayan orientados a
defender los derechos de los adultos mayores.
Yo he visto pocos, en donde incluyo, algunos
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