Lectio Divina viernes 19 de julio, décima quinta semana Tiempo Ordinario -Ciclo –C- Lecturas: Éxodo 11,10-12.14; Salmo 115; Mateo 12,1-8 PALABRA QUE DA VIDA -Reflexionemos- ¡NO CONDENEMOS A LOS QUE NO TIENEN CULPA! 1. Hagamos las LECTURAS Un sábado de aquellos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos, al verlo, le dijeron: «Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.» Les replicó: «¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no han leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa? Pues les digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendieran lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenarían a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.» Y lo comerán así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y se lo comerán a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. 2. MEDITEMOS la lectura a. ¿Qué dice el texto? Recoger espigas era una de las treinta y nueve formas (!!) de violar el sábado, según algunas escuelas fariseas. Un día que Dios había elegido para que todo hombre (esclavo o libre; incluso los animales) tuviera un espacio libre de obligaciones para encontrase consigo mismo, con las personas queridas, con la comunidad, y con Dios, pero que fue «debidamente» regulado por los «sabios y entendidos» hasta convertirlo en ocasión de agobio, exclusión y condena para quienes no se atuvieran a sus criterios. Ya no era un día para el hombre. b. ¿Qué nos dice el texto a nosotros hoy? «Si comprendiéramos lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio"…»: No condenaríamos a los que son distintos de nosotros o a los que no entendemos porque quieren vivir seriamente su vida desde otra perspectiva. No daríamos más importancia a las cosas que a las personas. No perderíamos la esperanza con nadie; tampoco con nosotros mismos. Como si hubiera algo tan terrible que no permitiera recomenzar de nuevo. No viviríamos agobiados por el peso de culpas, pecados, omisiones, soledades, desafectos, mentiras, envidias, odios, calumnias… No nos dejaríamos aplastar por quien nos quiere mal y además intenta sobornarnos con prácticas y rituales que más parecen magia que fe en nuestro Señor Jesucristo. No dejaríamos de sentir compasión (en el sentido más entrañable y profético) ante todo lo humano de cada día. No nos escandalizaríamos por unas pocas espigas ni tampoco tendríamos la manga ancha del que poco ama y por eso, poco discierne y vive. En definitiva…. Cada uno podemos completar la frase. El lamento de Jesús es el mismo: nos falta misericordia y nos sobran sacrificios. Parece muy claro, ¿no? Todo cuanto hagamos por disimular este lamento evangélico, estará distorsionando su mensaje. Ayudémonos unos a otros a vivirlo en la práctica, no en la teoría, desde Dios y con los hermanos. 3. CONTEMPLEMOS - Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón Es mucho más fácil seguir normas, leyes y ritos que ejercer misericordia y dar amor… Es mucho más fácil querer leyes y normas escritas en un libro (que muchas veces nos ayudan a manipular a otros) que querer a las personas con sus virtudes y defectos. Es mucho más fácil autodenominarnos buenos y creerlo que reflexionar sobre nuestras actitudes y a quienes hacemos daño con nuestra manera de ver y hacer “el bien”. Naturalmente, hay mandamientos. Pero el Señor nos dice que nunca deben interponerse como obstáculo en el camino de la misericordia y del cariñoso servicios a los hermanos 4. OREMOS - ¿Qué nos hace decirle el texto a Dios? Padre bueno y misericordioso, tu Hijo Jesús nos enseñó que ni el tiempo, ni los lugares, ni las cosas se pueden colocar por encima de la vida. Ablanda nuestros corazones para que entendamos que ellos existen en función de servir y de mejorar la vida, nunca para oprimirla o disminuirla. Graba en nuestras mentes que nadie se hace más bueno o más malo por cumplir o dejar de cumplir con las prescripciones religiosas. Que acabemos por comprender que nuestra medida es la capacidad de tener misericordia y de ser justo con los demás. Amén. 5. ACTUEMOS – ¿Cómo puedo vivir este texto hoy? Motivación: Recordemos: el “cumpli-miento” de la ley sin sentido humano y social se convierte en un cumplimiento vano, inútil. Nosotros en la casa, en la calle, en el trabajo, en la comunidad, en la iglesia, necesitamos afianzar la misericordia como regla de vida. COMO TÚ, PADRE Sobre buenos y malos, Padre, haces salir el sol y mandas la lluvia. A todos sostienes, a todos ofreces tu regazo y susurras palabras de vida y ternura, independientemente de sus méritos, de su dignidad, de su bondad o malicia, de su credo, de su autoestima. Amas a todos, mas no eres neutral. Amas al injusto, pero detestas la injusticia. Amas al pobre, pero aborreces la pobreza. Amas al engreído, pero te hastía el orgullo. Amas al pecador, pero odias toda maldad. Graba en nosotros las claves de tu corazón, y da a nuestras entrañas los ritmos de tu querer para respetar a los que son diferentes, ser tolerantes con los que no coinciden, dialogar con los disidentes, acoger al extranjero, prestar sin esperar recompensa, defender al débil, saludar al caminante, y amar a todos por encima de nuestros gustos y preferencias. Enséñanos, Padre, a ser como Tú. Que todos puedan decir: Son dignos hijos de tal Padre.