cinco lineas, y, sobre todo, por los rejoncillos calicinos puntiagu

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cinco lineas, y, sobre todo, por los rejoncillos calicinos puntiagudos, desiguales y más largos, pasando siempre los inferiores, de
una línea, cuando apenas llegan jamás a media, los del chamorro
lampiño, y excediendo a veces los superiores a la longitud de dos
lineas. Compite por su bella apariencia, su buen rendir y el bulto
de su dorado grano, con las mejores variedades de la anterior y
del candeal velloso, entre las cuales forma como el paso o intermedio natural. Ni dudamos que en cuanto a sus demás calidadesagrarias y económicas, participará también de entrambas especies.
Por lo que hasta ahora hemos logrado averiguar, es una de lascastas comunes de la Sicilia, tan famosa por sus cosechas de trigo
y de las más estimadas de los labradores en Suecia y Normandia.
10.
C A N D E A L LAMPIÑO (Tr. aeslivum. Lin.). Tremesino, tremesón, tremes!, tremés. Hembrilla en la Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña alta; jeja, guija y xeija en Cataluña, Aragón, Valencia y
pueblos limítrofes; jijar en Murcia; ptriñan, barbilla, piche, pichón,
y de mella o emella en Extremadura y las Andalucías. Difiere del
chamorro común por las aristas desparramadas que erizan las espigas, implantándose no solamente en el ápice de las ventallas interiores o de los flósculos, sino también en el de los cálices, es
decir, en el punto mismo que dijimos ocupaba el rejoncillo del
chamorro.
Por no reparar en estas diferencias o no saber valuarlas, han
hermanado bajo una especie botánica ciertos sistemáticos, a los
candeales y chamorros, fundándose en experiencias propias y
ajenas, de transformarse los unos en los otros, con sólo perder
Jas aristas, y al revés. Nosotros jamás hemos conseguido de nuestros innumerables experimentos, unas aberraciones tan extrañas;
ni esperamos ya ver nunca nacer de un verdadero candeal otro
sin aristas, o a un chamorro legítimo, procrear hijos barbados.
Pero supuesta por un ' momento esta metamorfosis, casi tan increíble como la del trigo en cebada o centeno, y la del mismo y
la avena en ballico, aún no admitiríamos como demostrada la
identidad primitiva de las dos razas en cuestión, mientras no se
nos hiciese palpar, que la pretendida pérdida de las aristas en los
flósculos de los candeales, iba acompañada de un decrecimiento
tal en las de sus cálices, que llegasen a igualarse con el cortísimo
a
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