Alergia - Universidad de Granada

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EL NIÑO ALÉRGICO
M. Inmaculada Ramírez Salguero
Dpto. de Psicología Evolutiva y de la Educación
Universidad de Granada
Las ideas aquí vertidas son fruto de la reflexión acerca de la
problemática que se le plantea a la sociedad actual, quizás agravada en el
futuro por el alto nivel de contaminación de la naturaleza, y, particularmente, a
aquellos padres y profesores que a diario conviven con niños afectados por
algún tipo de alergia.
No obstante, antes de comenzar a exponer los criterios básicos al
respecto, es preciso hacer constar que no debe confundirse "alergia"
(anafilaxis) con otra enfermedad más profunda conocida por el nombre de
"asma", que reviste mayor gravedad.
Es por todos conocido que el asma es una enfermedad bronquial
paroxística que se manifiesta en forma de crisis (malestar) respiratorio con
producciones sibilantes y extertores, debidas a la obstrucción de los bronquios
por secreciones más o menos abundantes, a un engrosamiento de la mucosa
y a la contracción de la musculatura bronquial. Malestar que cede por causas
naturales en pocas horas (los hay que revisten mayor gravedad), o bien bajo
el efecto de medicamentos broncodilatadores de corto o amplio espectro.
Los más afectados por estas alteraciones suelen ser niños hasta los 16
años, siendo más frecuente entre los componentes de la población infantil de
menor edad (entre un 2 y 5%).
Las crisis suelen aparecer por las noches, de forma brusca, y alcanzan
rápidamente su intensidad máxima, siendo las estaciones más propicias para
su aparición primavera y otoño. Su manifestación se desarrolla en dos fases:
1ª. Fase de disnea (ahogo), en la que comienza el malestar, obligando
a respirar lentamente con inspiraciones cortas y espiraciones forzadas con la
intervención de todos los músculos respiratorios; apareciendo, más tarde, una
tos seca y penosa que agita y angustia a quien la padece.
2ª. Fase catarral, en la que la respiración se hace ruidosa y sibilante,
con tos blanda, aunque la expectoración sale rara vez al exterior.
La alergia se manifiesta también de forma temprana, incluso en los
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primeros meses de vida, con un cuadro clínico parecido al anteriormente
descrito, lo que hace sospechar la existencia de antecedentes familiares
(herencia). Su diferencia respecto al asma radica en que no aparecen silbidos
respiratorios.
La alergia puede surgir por inhalación de cuerpos extraños (humo,
cacahuetes, maiz tostado, etc.) o bien por la concurrencia en el organismo de
materia alérgena (agentes alergénicos) existente en el ambiente (ácaros,
mohos, pelo de animales domésticos, polen, etc.), o en la alimentación
(huevos, leche, pescado, etc.), e incluso puede que sea debido, en ocasiones,
a factores psicológicos. En realidad, lo que ocurre a nivel biológico es que un
organismo sensibilizado no tolera las sustancias alérgenas (antígenas),
mientras que para los organismos sanos no representan ninguna dificultad.
Cuando una sustancia extraña se introduce en el organismo, las
consecuencias son variables: o bien no ocurre nada, porque la tolera
perfectamente; o bien, fabrica unos anticuerpos que reaccionan
específicamente contra ella. La unión de este alérgeno (sustancia extraña) y
del anticuerpo correspondiente origina a su vez, o bien una protección, de tal
modo que cuando posteriormente la sustancia aparece de nuevo es
neutralizada (ésto es lo que ocurre con las vacunas, por ejemplo, siendo en
este caso beneficioso para el individuo), o bien se origina una reacción muy
particular que se presenta sólo en algunos individuos, los cuales muestran
manifestaciones alérgicas (hipersensibilidad), generalmente perjudiciales para
ellos.
Quede claro, pues, que para que se dé una determinada alérgia o asma
es preciso una hipersensibilidad de los bronquios, probablemente heredada;
pero cuando la enfermedad está instaurada, ya no existe posibilidad de
liberarse de los factores físicos o psicológicos que la desencadenan.
La influencia psíquica en el cuadro alérgico se detecta con facilidad
aquellos padres que tienen hijos afectados, poniéndose de manifiesto cuando
les contradicen en determinadas ocasiones, por sucesos familiares de
importancia, por problemas escolares y relacionales, o en situaciones que les
provocan ansiedad y nerviosismo (discusiones familiares, fiestas o actos de
importancia, etc.), etc..
Empíricamente, parece pues existir gran influencia recíproca entre el
psiquismo y la alergia, lo que se desconoce es si experimentalmente se ha
podido constatar significativamente.
El niño alérgico manifiesta una emotividad y carácter diferente y típico a
nivel general, reflejado en su personalidad y comportamiento, especialmente
agudizado en los momentos de crisis. No en vano le falta oxígeno. Pero, lo
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que influye además de manera concluyente es la actitud de la propia familia
que, angustiada, le transmite su inquietud. Incluso, el miedo a cuándo se
repetirá la próxima, provoca en él desasosiego. Por otra parte, hay que añadir
la influencia negativa que conlleva respecto a su escolaridad (absentismo,
retrasos, etc.).
Podríamos decir que las características más significativas observadas
en los niños alérgicos son las siguientes:
1ª. Morfológicas: Cara redonda, tez un poco pálida y configuración
corporal leptosómica (delgadez) o atlética.
2ª. Psicológicas: Inquietud, ansiedad, nerviosismo, irritabilidad, celos,
genio, agresividad, escaso autodominio, deficiente autoimagen (sentimiento
de inferioridad), tendencia a la ciclotimia (altibajos conductuales) y
dependencia.
3ª. Sociológicas: Salvo en los momentos de crisis muestran
normalmente extraversión y buenas relaciones con los demás, con ciertas
pinceladas de autoritarismo.
4ª. Escolares: Determinados retrasos, sobre todo instrumentales y
funcionales, provocados en la mayoría de los casos a causa del absentismo
por proteccionismo familiar.
Por ello, la primera conclusión clara que podemos extraer en la
búsqueda de soluciones o compensaciones al problema, es la de acostumbrar
a nuestros niños a convivir con su deficiencia de manera que sea algo natural
para ellos (sin darle más importancia de la que tiene), generando así
mecanismos propios de prevención y tratamiento.
Evidentemente, el niño alérgico es ansioso y, en cierta medida,
agresivo; probablemente por una dependencia excesiva (a veces obsesiva)
real o ficticia (generada por los propios padres o abuelos y demás familiares
cercanos) respecto a sus progenitores. Pero, ¿cómo debemos actuar en estos
casos?.
Pues, no se conoce ningún método a nivel psicológico que pueda
aplicarse pasivamente a cada niño; no obstante, puede que sea beneficioso
observar las siguientes normas:
1ª. No ser nosotros mismos generadores de inquietud para ellos. La
tranquilidad (no confundir con pasividad) en todo momento, sobre todo en los
de crisis, debe ser una máxima a observar estrictamente.
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2ª. Autoconcienciarnos padres y profesores, y, asimismo, concienciar al
niño de que se trata de una enfermedad que no impide llevar una vida normal
tomando las medidas oportunas.
3ª. Dado que el niño pasa gran parte del día en el colegio, es preciso
prevenir, concienciar y orientar al profesor (tutor) de cuál puede ser su mejor
colaboración en estos casos.
4ª. Poner en práctica técnicas de psicoterapia individual y familiar que
permitan cohesionar de manera natural el grupo primario (psicoafectivo) que
forman.
5ª. Aplicar técnicas de relajación física (muscular) y mental, lo cual
implica un entrenamiento previo.
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