EL ESLABÓN MÁS DÉBIL

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EL ESLABÓN MÁS DÉBIL
Alicia Poza
Según el dicho popular, la cadena se rompe siempre por el eslabón
más débil. Cuando hay problemas, en lugar de soportarlos entre
todos, los más débiles parecen condenados a sufrir los excesos de los
más poderosos. Los leones devoran a las gacelas. La crisis económica
lo ha puesto una vez más de manifiesto: los más débiles pierden el
empleo o ven cómo se les recortan sus derechos y su salario,
mientras que los más ricos, que son los verdaderos responsables de
la crisis, siguen aumentando sus ingresos y satisfaciendo sus
caprichos, simplemente porque son más fuertes. Esto es lo que ha
defendido siempre el llamado darwinismo social, aunque ahora se lo
llame liberalismo: la supervivencia del más fuerte.
Una amiga me cuenta que un empresario visitó la feria de Arco y se
compró varios cuadros por valor de unos cuantos millones de euros,
mientras que a los trabajadores de su empresa les había rebajado los
salarios con el argumento de la crisis. Que estas situaciones se den
en la empresa privada es moralmente inaceptable, pero que se den
en las administraciones públicas es más inaceptable todavía.
Y eso es lo que está sucediendo en la Administración regional
murciana. La crisis está afectando a las condiciones retributivas de
los grupos y niveles más bajos del personal, mientras que se
mantienen los privilegios para los más altos salarios. Se pagan altas
exclusividades a profesionales a los que no se les exige exclusividad
alguna, es más, algunos trabajan en ámbitos privados haciendo
competencia desleal, cuando no utilizando recursos públicos para sus
actividades. Escándalo produce también los numerosos altos cargos y
asesores de tareas “imprecisas”. No se puede defender la congelación
salarial o el mantenimiento de salarios mileuristas para unos,
mientras que se ha sido, y se es, absolutamente irresponsable y no
se ha puesto límite ni contención a las mejoras salariales de otros.
Simultáneamente, la Administración congela las ofertas de empleo
público, apostando por la precariedad. De nuevo, se sigue el camino
más fácil: descargar todo el peso de la crisis en el más débil. El
gobierno de Valcárcel parece incapaz de reconocer que las ofertas de
empleo público no suponen coste adicional alguno, sino que permiten
garantizar una plantilla estable para ofrecer a toda la ciudadanía, y
no sólo a los privilegiados, unos servicios públicos dignos. La
congelación de la oferta pública tiene, además, un objetivo oculto:
reducir las plantillas del sector público, mediante la rescisión de
contratos de los interinos, con el objetivo final de deteriorar la calidad
del servicio y tener así una excusa para privatizarlo.
No conforme con esto, el gobierno regional dice que va a luchar
contra el absentismo laboral en las administraciones públicas. Decir
esto ahora, en plena crisis, es un acto populista e irresponsable, que
pretende desacreditar a los empleados públicos y dar argumentos a
quienes piensan que quienes trabajamos en la administración pública
nos estamos tocando las narices, cuando lo que hacemos es servir a
los ciudadanos en unas condiciones muchas veces deplorables, por
falta de unos medios que la propia administración no nos
proporciona. Las políticas de control del absentismo, que los
sindicatos somos los primeros en demandar y apoyar, han de llevarse
a cabo en todo momento, tanto en épocas de vacas gordas como en
épocas de vacas flacas. ¿O es que a la administración no le
preocupaba antes el absentismo, y ahora sí?
Sorprende el trabajo de demonización que está realizando el gobierno
regional con respecto a su propio personal. Y parece que en eso
consiste el nuevo plan de contención del gasto público puesto en
marcha por Valcárcel: en repetir mil veces la misma mentira, con la
esperanza de que así se convierta en verdad.
Y, mientras tanto, los sindicatos siguen desunidos y los propios
trabajadores no se han movilizado todavía frente a esta nueva
agresión. En lo que llevamos de año, hemos visto cómo el gobierno
regional se ha ido saltando todos los acuerdos firmados y ha
ninguneado a sus trabajadores y trabajadoras, en el ejercicio de sus
legítimos derechos sindicales.
El discurso que impera, tanto a nivel regional como estatal, es el
discurso que interesa a los más poderosos: no hay que subir los
impuestos a las rentas más altas y a las grandes empresas, sino que
más bien hay que abaratar el despido y precarizar las condiciones de
trabajo, en una palabra, hay que obligar a los eslabones más débiles
a que soporten todo el peso de la crisis. En cuanto a los demás:
“laissez faire, laissez passer”. Lo que les decía al principio: la cadena
siempre se rompe por el eslabón más débil, y siempre la rompen los
mismos.
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