5 de mayo de 1862 Cuando las armas republicanas se cubrieron de

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 5 de mayo de 1862
Cuando las armas republicanas se cubrieron
de gloria sobre el mejor ejército del mundo
En 1860, a pesar de haber alcanzado el triunfo en la guerra provocada por las
leyes de Reforma, contra los conservadores, y debido a la pobreza hacendaria,
el presidente Benito Juárez publicó una moratoria de su deuda externa por lo
que en Europa se forma la llamada –Triple Alianza– por Inglaterra, España y
Francia, aunque no todos por ser acreedores sino también por otras razones
políticas. Al aprovechar que Estados Unidos estaba ocupado en su Guerra de
Secesión (1861),1 se dirigen y toman los puertos de Tampico y Veracruz para
presionar al gobierno mexicano a cumplir sus demandas. El ministro de
Relaciones Exteriores del gobierno juarista, licenciado y general Manuel
Doblado Partida logró un triunfo para la diplomacia mexicana mediante los
Tratados de la Soledad, al conseguir que los representantes de España e
Inglaterra aceptaran la moratoria y soberanía de México2, mas Francia, que
también había firmado, no los respetó con pretextos injustificables y
desembarcó a sus tropas en acción militar.
El primer encuentro entre las tropas intervencionistas francesas formadas por
casi 6,000 hombres, al mando del general Carlos Fernando Latrille, conde de
Lorencez, y el ejército mexicano fue en Acultzingo, mas no hubo acción
armada formal por lo que Zaragoza fue muy criticado, pero no podía haber
hecho otra cosa ya que sabía que sus tropas eran inferiores en número, en
disciplina, en técnica y en armamento. Pocos días después preparó la defensa
de la ciudad de Puebla para impedir el avance invasor hacia la capital, aun a
sabiendas que la ciudad por clerical era conservadora y simpatizante de la
monarquía.3
1
Zavala, Silvio (1975). Apuntes de Historia Nacional, México: SEP, SepSetentas.
“Los cancilleres de México a través de su historia”. Secretaría de Relaciones Exteriores. Consultado el 18 de
enero de 2010; y Harla (1988). El Colegio de México Historia General de México, tomo 2, México: Colmex.
3
Quirarte, Martín (1986). Visión Panorámica de la Historia de México, 23ª edición, México: Porrúa
Hermanos.
2
La batalla entre las tropas de Lorencez y las mexicanas ocurrió el 5 de mayo
de 1862, y José María Vigil4 la describió así:
Al amanecer el día 4 el Gral. Ignacio Zaragoza, Comandante en Jefe, mexicano,
ordenó al Gral. Don Miguel Negrete que con la segunda división a su mando,
compuesta de 1,200 hombres, ocupara los cerros de Loreto y Guadalupe que fueron
artillados con dos baterías de batalla y montaña: además se formaron las brigadas de
Felipe Berriozábal, Porfirio Díaz y Francisco de Lamadrid, tres columnas de ataque,
compuesta la primera de 1,082 hombres, la segunda de 1,000 y la última de 1,020,
todas de infantería; y además una de caballería con 550 caballos, al mando del Gral.
Antonio Álvarez, con una batería de batalla. En la mañana del 5 el enemigo
desprendió una columna como 4,000 hombres con dos baterías, hacia el Cerro de
Guadalupe, y otra pequeña de 1,000 amagando al frente. Este ataque no previsto por
el jefe mexicano le hizo cambiar su plan mandando inmediatamente que la brigada
Berriozábal reforzara a Loreto y a Guadalupe y que el cuerpo de Carabineros a
caballo ocupara la izquierda de los asaltantes para cargar en el momento oportuno.
Poco después mandó al batallón Reforma de la brigada Lamadrid, para auxiliar en los
cerros, que a cada momento se comprometían más en su resistencia; y el batallón de
zapadores de la misma brigada fue a ocupar un barrio casi a la falda del cerro, con tal
oportunidad, que evitó la subida a una columna [francesa] que por allí se dirigía,
trabando combates casi personales. Los franceses fueron valientemente rechazados en
los asaltos que dieron, y la carga de la caballería situada a la izquierda de Loreto,
evitó que se organizara un nuevo ataque. Entretanto, el Gral. Díaz con dos cuerpos de
su brigada, uno de la de Lamadrid con dos piezas de batalla y el resto de la de
Álvarez, contuvo y rechazó la columna que marchaba sobre las posiciones mexicanas,
y que se replegó a la hacienda de San José Rentería, en donde se hallaban ya las
rechazadas antes, preparando la defensa. “Pero yo no podía atacarlos- diría después el
Gral. Zaragoza– porque derrotados como estaban, su fuerza numérica era mayor que
la mía: mandé por tanto, hacer alto al Gral. Díaz, que con empeño y bizarría los
siguió, y me limité a conservar una posición amenazante”. Las fuerzas beligerantes
estuvieron a la vista hasta las siete de la noche, en que los enemigos se retiraron a su
campamento, y los mexicanos a su línea.5
4
José María Vigil nació en 1829 en Guadalajara, Jal. Fue liberal de pensamiento, historiador, periodista y
literato por actividad. Fue uno de los directores de la Biblioteca Nacional más destacados y colaboró en la
obra “México a través de los Siglos”. Muere en 1909. Tenía 33 años cuando ocurrió la batalla de Puebla.
5
Vigil, José María (1993). “El Cinco de Mayo”. En Antología de Historia de México. Documentos,
narraciones y lecturas, 2ª edición. México: SEP.
En aquella batalla las pérdidas de los franceses ascendieron a 482 hombres, el
ejército liberal mexicano perdió 227, pero quedó con 25 prisioneros
franceses.6
Este hecho levantó de golpe a la República del fango de la degradación y
cobardía en que sus enemigos la suponían hundida; un hecho que reveló el
fondo de inicuas mentiras sobre que se había construido el plan de
intervención, puesto que aquella “minoría opresiva” como habían presentado a
los liberales, un grupo conservador ante Napoleón III, era suficientemente
enérgica para mantener a raya al “gran partido monárquico” encabezado por
Juan Nepomuceno Almonte, que tanto había figurado en las intrigas de los
traidores, y para oponer tan seria resistencia a un ejército cuyo valor,
organización y disciplina nadie había puesto en duda, considerándolo el mejor
de su tiempo… El sentimiento nacional no se ha equivocado al colocarle entre
los sucesos más gloriosos de los anales patrios.7
En su reporte Zaragoza escribió: “Las armas nacionales se han cubierto de
gloria… puedo afirmar con orgullo, que ni un solo momento volvió la espalda
al enemigo el ejército mexicano, durante la lucha que sostuvo”.8
Profundamente humillado, por su parte, el Gral. Lorencez, trataría de justificar
su derrota, terminando su reporte diciendo “Tal era mi situación en Puebla, [
…], la ciudad más hostil a Juárez, según la opinión de las personas a las cuales
debía dar fe, y que me aseguraron formalmente […], que se me recibiría allí
con efusiones de júbilo y que mis soldados entrarían cubiertos de flores.”9
RS
6
Idem. pp. 230.
Vigil, José María, op. cit., p. 231.
8
Parte del General en Jefe del Ejército de Oriente Gral. Ignacio Zaragoza al Ministro de Guerra, firmado
desde el Cuartel General en Puebla, el 9 de mayo de 1862, con la rúbrica “Libertad y Reforma”, en (1983).
Porfirio Díaz. Memorias, pp. 158-161 tomo I, colección Testimonios. México: Edit. Offset.
Ignacio Zaragoza nació en 1829 y se hizo militar en tiempos del presidente Santa Anna (1853) ascendiendo
por su participación en hechos militares. En 1861 Juárez lo nombró Ministro de Guerra y Marina en 1861,
cargo al que renunció para luchar contra los franceses intervencionistas. Muere poco después de su triunfo en
Puebla, a los 33 años en el mes de septiembre.
9
Quirarte, Martín, op. cit., p.182.
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