RAWLS Y KANT Tema: Economía y Rawls. Intromisión de la justicia

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BORRADOR: NO CITAR
RAWLS Y KANT
Tema: Economía y Rawls. Intromisión de la justicia en la lógica
económica.
Dos anotaciones antes de comenzar. La primera: quiero hacer un
esfuerzo en la presentación: tratar de pasar el mundo de los especialistas a la
comprensión de un estudiante interesado en temas de economía política para
mostrar que la reflexión sobre la base de la intervención política en economía
tiene bases racionales y que respeta el cuerpo económico teórico. La segunda:
déjenme plantear los temas en el terreno de las hipótesis que necesitan ser
comprobadas. Es de gran utilidad para mí recibir los comentarios de ustedes
que enriquezcan este comentario.
Mi punto de partida, y los expertos tanto en Rawls como en Kant me
sabrán perdonar por la simplicidad, es más pedagógico, como lo dije, que de
otro orden. Mi preocupación se puede plantear en los siguientes términos: el
planteamiento rawlsiano de indicar los principios de justicia que tengan una
incidencia en el funcionamiento de las sociedades, en particular en la política
económica, debe tener una base racional. Con esto quiero decir, que debe
cumplir con la necesidad que imponen las leyes. Y Kant es, en ese sentido, el
orientador de la reflexión. Por lo demás, es el autor al que Rawls le ha dado
mayor peso en la elaboración de sus planteamientos. La pregunta, en términos
algo más simples podría ser: ¿qué sentido tiene introducir el tema de la justicia
en la reflexión económica?
Sobre este punto, me siento obligado a dejar en claro algunos aspectos
que, sobre todo para los economistas, tienen una cierta pertinencia. Un trabajo
clásico del señor Friedman (citar), premio Nobel de economía, ha tenido
mucha influencia en los cursos introductorios y dice que la economía se puede
abordar desde dos puntos de vista: el positivo y el normativo. El primero
describe el funcionamiento de las variables económicas. En términos más
actualizados diríamos que es más técnico. El segundo presupone un juicio de
valor, cualquiera que él sea, y por lo tanto, también en términos más usados en
el lenguaje cotidiano, es más político. La conclusión desde esta perspectiva, es
fácil. Los economistas estudian el lado positivo de la ciencia y no se
inmiscuyen en temas de juicios de valor, que se dejan a los políticos. Aquí
puede entrar perfectamente el tema de la justicia que, según este
planteamiento, podría oscurecer, la lógica positiva. Pero ya sabemos que esa
separación, cuando tratamos de introducir el tema de la justicia, no es
pertinente y, así, entramos en una ambigüedad conceptual que tenemos que
aclarar.
El ejercicio mental para salir de una posible ambigüedad es prestarle
mayor atención a la formalidad de la reflexión económica y liberarla de juicios
que entorpecerían su lógica interna. Es lo que hacemos permanentemente
cuando salvamos la especificidad de las disciplinas a las que nos enfrentamos.
Sin embargo, y eso nos puede llevar a otros temas, puede generar una
conciencia falsa de la misma realidad. Para este tipo de desviaciones son más
sensibles los filósofos y los sociólogos que estarían atentos a posibles
deformaciones que podría tener un supuesto, como el que acabo de mencionar,
de la separación entre positivo y normativo. El asunto se pude complicar
cuando sabemos que la Economía es una ciencia social.
Antes de comenzar con los aportes de Rawls, o de los fundamentos
kantianos de Rawls, quiero dejar planteado el problema desde la economía
sobre la incidencia de la justicia. El cuerpo teórico fuerte de la economía se
basa en el principio utilitario: los agentes económicos actúan buscando su
propio interés. La teoría del consumidor, en particular, el punto de partida de
la función de utilidad, dice que los consumidores buscan maximizar su propia
utilidad. En los esquemas gráficos tradicionales, en un sistema de
coordenadas, el interés está en situarse en un punto lo más lejos posible del
origen. Las restricciones presupuestales impiden que la utilidad no tenga fin.
La generalización del esquema concluye que, puesto que todos están actuando
con la misma lógica, para aumentar el bienestar de toda la sociedad, los
agentes económicos deben negociar con el interés de maximizar las utilidades
personales y con las limitaciones de sus restricciones presupuestales.
Un supuesto importante para pensar las relaciones entre los agentes
económicos es la competencia perfecta. Esto significa que ningún agente,
puesto que son muchos, puede actuar de tal forma que cambie la estructura de
precios. En este sistema todos los agentes aceptan los precios como dados
(citar J.F. Cataño – Walras). Sin necesidad de plantear un modelo de
equilibrio general, por medio de la interacción de los agentes se llega a la
conclusión de que en un sistema de competencia perfecta, el mercado (como el
espacio en el que se dan las transacciones en la búsqueda de la propia utilidad)
asigna óptimamente los recursos. Es decir, cada uno de los agentes logra el
máximo posible de utilidad con la limitación de sus restricciones
presupuestales (citar Pareto).
Hasta aquí pareciera que no existe ningún problema en el análisis. Sin
embargo, al confrontar esta estructura interna de la reflexión con la realidad
de la sociedad, la que los economistas analizan, se llega a la conclusión que la
tal optimización de la utilidad no garantiza el mayor bienestar para todos los
que conforman la sociedad. El argumento paretiano va a responder que otro
supuesto, además de la competencia perfecta, es la distribución del ingreso
dada. Es decir, que sin suponer cambios en la forma cómo los agentes inician
el proceso de negociación, en la forma cómo el mercado va asignando los
recursos, se parte siempre de la situación del ingreso dada para llegar a la
conclusión de la mayor utilidad para todos. Las preguntas rawlsianas cabe en
este contexto: ¿es esto justo? ¿puede la sociedad aceptar la distribución inicial
sabiendo que eso no puede cambiar? Sin controvertir la fortaleza interna de la
reflexión económica, ¿cómo se puede plantear un cambio en la distribución
inicial del ingreso?
He planteado hasta ahora la dificultad que tiene la lógica neoclásica o de
equilibrio general cuando se encuentra con el tema de la distribución del
ingreso. Puesto que en esta primera parte quiero dejar planteado el problema,
también se podría enfrentar la intromisión de cambiar la distribución inicial
desde muchas otras perspectivas. Una famosa es la del marxismo. Con el
riesgo de simplificar en exceso, la reflexión marxiana plantea que el
capitalismo es concentrador por naturaleza. La historia humana, dice, ha
llegado a un punto en el que los dueños de los medios de producción explotan
a los propietarios de la fuerza de trabajo, los trabajadores, que son los únicos
que pueden acrecentar la riqueza de la sociedad. Si los trabajadores, es la
solución, se apropian de los medios de producción, la sociedad sería mas justa.
Desde el enfoque que le he dado a este proceso reflexivo, la revolución
socialista es la que sería capaz de cambiar la distribución del ingreso inicial.
Por su parte, la intromisión en el proceso social, por medio de la revolución,
es una consecuencia del planteamiento original y de la visión de la sociedad
que existe tras él.
Desde el punto de vista neoclásico, los neoliberales de comienzo de
siglo, que utilizan como punto de partida el teorema paretiano, van a sugerir
un gobierno fuerte que se preocupe por la igualdad de oportunidades para
todos los miembros de la sociedad (citar von Hayek). El gobierno fuerte es
una necesidad para intervenir en el cambio de la distribución del ingreso
inicial. Aquí, de nuevo, la intromisión gubernamental en los procesos
económicos responden a una visión de la sociedad que se podría llamar más
justa. Me parece importante destacar que el esquema que está detrás del
planteamiento es salvar la igualdad de oportunidades para todos: una sociedad
más justa supone que todos sus miembros tengan el mismo acceso a todos los
bienes. Es un supuesto típico de competencia perfecta. Desde el punto de vista
de las políticas económicas, es el telón de fondo de cualquier decisión
gubernamental.
Planteamientos diferentes, frente al tema de la desigualdad, van a
sugerir otro tipo de intervenciones, más centrados en lograr una armonía de la
sociedad, como el aumento de la educación, o una sociedad con más libertades
(Smith, Mill, Sen).
Conclusión de esta sección: existe una visión de sociedad. Ya sea cómo
está construida, ya sea hacia dónde se dirige o hacia dónde se quiere que se
dirija. Los filósofos hablan de teleología. Una sociedad de fines. El
planteamiento de Rawls, que se basa en los argumentos kantianos, tienen este
punto de partida (citar Rawls Los fines parte tercera – TDJ)
1. La necesidad del conocimiento
En ¿Por qué la filosofía no es una ciencia? (citar), se plantea el señor
Kant el problema de la forma cómo conocen los hombres. Con base en los
criterios que tienen las matemáticas y las ciencias físicas, que les permiten
avanzar en sus conocimientos, da los primeros indicios hacia dónde se dirigirá
la elaboración consistente de “La crítica de la razón pura” (citar).
El punto central de su argumentación son los conocimientos a priori, es
decir, los que no dependen de la experiencia. La verdad de los juicios
dependerán, para Kant, de la fuente de conocimiento, de la subjetividad de
quien conoce, porque tiene la facultad de conocer a priori. “La necesidad y la
precisa universalidad son los caracteres evidentes de un conocimiento a priori,
y están indisolublemente unidos” (citar pág. 149), dirá Kant en la introducción
de “La crítica de la razón pura”. Al mismo tiempo, sin embargo, no existe otra
posibilidad de comprobar el tipo de juicios a priori sino en la experiencia.
No pretendo desarrollar aquí el modo en que Kant va justificando la
posibilidad del conocimiento a priori. Hay algo, sin embargo que me parece
fundamental en el planteamiento kantiano y es el concepto de necesidad, como
se titula esta sección. Dice Kant: “La necesidad, pues, concierne solamente a
las relaciones de fenómenos según la ley dinámica de la causalidad y a la
posibilidad, aquí fundada, de deducir a priori de una existencia dada (una
causa) otra existencia (el efecto)” (citar pág. 355). En la medida en que el
conocimiento pueda derivar efectos de causas se podrá decir que los
argumentos son racionales. La necesidad podría verse desde otra perspectiva y
es la de que con independencia de quién conoce la realidad de un objeto, se va
a llegar siempre a la misma conclusión sobre los objetos, porque la necesidad
de conocer permitirá llegar a los mismos resultados por parte de todos los que
conocen. Así visto, el conocimiento también es una ley.
La posibilidad de reflexionar sobre esta realidad en algunos aspectos de
la vida cotidiana, puede aclarar la dependencia necesaria de causa y efecto. Al
mismo tiempo fundamenta lo que llamamos la racionalidad. En la vida
universitaria, por ejemplo, hemos defendido que no tenemos otra fuente de
conocimiento que la razón. Cuando decimos esto estamos indicando que la
conexión de argumentos debe realizarse por medio del establecimiento de
causas y efectos. Es la única forma de entendernos en este medio. En ese
sentido, autoridades externas no existen. De la sociedad en general, Kant va a
decir que con la Ilustración (citar), es decir, con el peso de la razón en la
argumentación y la identificación de un período histórico determinado, la
sociedad, digo, ha llegado a la mayoría de edad. La razón no necesita de
agentes externos para justificar sus juicios.
La razón o el conocimiento, sin embargo, por las características mismas
que la hacen posible, no puede evitar plantearse preguntas que sobrepasan el
mundo de la experiencia. Kant se refiere a temas como Dios, la inmortalidad y
la libertad. En principio, y ese es un aporte de la modestia en el conocimiento,
propuesto por él, los juicios no pueden sobrepasar los límites que él mismo se
ha impuesto, ni desde el punto de la imposibilidad de la existencia fuera del
mundo sensible, ni la construcción de juicios contradictorios cuando no se
tiene la solidez interna de los mismos (citar II pág. 245 ss.). De nuevo, el
conocimiento tiene su ley y por lo tanto su necesidad.
2. La libertad
Otras obras de Kant van a plantear el tema de la libertad (citar –
Práctica. Juicio, Historia) pero quisiera seguir con la argumentación de la
necesidad, porque nos da el sentido de lo que quiere significar Kant con el
tema de la ley. Esto no se puede separar de la visión de la sociedad.
Por un momento dejemos de lado el tema de la sociedad y tomemos el
tema de la acción humana, que sobrepasa la simple necesidad. La acción
humana cuenta con la posibilidad de que no está determinada por la necesidad
de las leyes causa y efecto. El señor Kant se plantea el tema en una “La
fundamentación de la metafísica de las costumbres” que abre el camino de la
reflexión moral (citar).
Los efectos de la acción humana no pueden determinarse a priori, como
las leyes de la experiencia. Una persona tiene la facultad de decidir y, en ese
sentido, determina por la misma acción una dirección en el mundo sensible.
Las respuestas ante esta nueva situación pueden ser muchas, Kant escoge una:
la acción humana debería estar determinada, así como lo está la razón, por
leyes. El sentido de la necesidad aparece de nuevo en un campo diferente del
desarrollo científico. Kant insinúa que esas leyes sólo pueden ser dadas por el
mismo hombre, que vive en sociedad, y que después de la contundencia de los
aportes de la razón pura, no puede argumentar sino dentro de ella misma.
En la “Fundamentación” Kant expone varios ejemplos con los que
intenta aclarar lo que quiere decir. Una lectura posterior de un psicólogo que
estudia a Kant (citar), propone un ejemplo que muestra la dificultad de la
decisión moral porque sus criterios están determinados desde muchos frentes y
no se sabe qué aspecto de la vida se debe privilegiar. Es así: un padre de
familia tiene un hijo enfermo grave y no tiene recursos para comprar el
remedio que necesita su hijo. Sabe, sin embargo, que existe en un almacén. El
dilema moral que se plantea este pobre hombre es simple: robar o dejar morir
a su hijo. En el primer caso, va a ser la respuesta cruel de Kant, la persona que
está en este dilema y decide robar rompería el sentido de la convivencia de la
sociedad. No queda otro camino que cumplir la ley, que traducida al ejemplo,
no tiene otra consecuencia que dejar morir a su hijo (para la tranquilidad de
todos lo que no han estudiado estos temas de la moral, aportes posteriores se
han preguntado si el ejemplo es correcto. Porque, partiendo de un presupuesto
kantiano, no se pueden deducir leyes morales de ejemplos prácticos.
Supongamos que sea correcto. Queda la posibilidad de plantearse la pregunta
si no existirían soluciones intermedias. Y aún si robar es lo correcto). El punto
aquí se remonta entonces, a tener un criterio de cómo debe ser la sociedad.
Recuerden cómo comencé esta breve exposición cuando mencioné a Marx, a
los neoliberales, a Smith, Mill y Sen.
Con una ligero desvío, pero que nos aclara el tema que quiero destacar,
vale la pena destacar la visión del señor Kant cuando se pregunta por el
sentido de la Historia Humana (citar: Esbozo de una historia universal desde el
punto de vista burgués-cosmopolita): en resumen (como he dicho en esta
charla cuando debo simplificar en exceso, sabrán excusarme la ligereza), su
planteamiento es el siguiente: la naturaleza humana está conformada de tal
forma que pareciera que está en el mundo para destruirse. Las envidias, los
celos, el afán de la riqueza, llevan a la propia destrucción. Al tiempo, sin
embargo, la naturaleza humana trata de responder a un fin último que
pareciera, de nuevo, que la historia tuviera un fin último. Los hombres, puesto
que viven en sociedad, quieren vivir en paz (citar: la Paz Perpetua). La
sociedad tiene el fin de vivir en armonía porque la razón podrá imponerse a
los intereses individuales. Aquí aparece el tema rawlsiano que nos va a
interesar y es el del sentido de la justicia en la vida de los humanos, y de una
estructura de sociedad que logre los fines racionales.
No hace falta decir aquí que muchos pensadores se plantearon y se
siguen planteando el tema de la vida en sociedad, de las características de los
humanos, del fin último, si existe, de la historia (citar: Hobbes). Un
economista, como Adam Smith parte del principio de la armonía de la historia
y de la sociedad.
Kant, en este breve resumen, le va a dar una ponderación destacada a la
legalidad, en un sentido de la estructura constitucional, de las leyes, del orden
jurídico de los pueblos. Como he argumentado, no requiero recurrir al sentido
de la necesidad que imponen las leyes. Pero éstas ya no son leyes a priori,
pero sí tienen su origen en la razón. Las personas, con el afán de buscar la
convivencia se imponen leyes razonables, es decir, que responden a la
generalidad de toda ley, a la necesidad de su imposición y de su cumplimiento
obligatorio. La Ilustración en Europa, a la que hice referencia con
anterioridad, es la muestra de que el género humano busca darse leyes para
vivir en paz.
Aquí surgirán muchas preguntas a las que el mismo Kant y
posteriormente otros filósofos, entre los que quisiera destacar a Hegel,
alrededor del tema del Estado, de las características coercitivas que puede
tener, o de apoyo en el desarrollo de la razón para toda la sociedad. Este tema,
sin embargo, aunque podría ser tratado con mayor profundidad, procuro, más
bien dejarlo de lado por ahora.
3. La moral
El conocimiento que tiene características de necesidad. La historia que
se impone sus propias leyes para responder a sus propios fines, y que en la
historia se traduce en que los humanos vivan en paz, pareciera que termina
aquí su ciclo.
Había dicho que, con la reflexión de la historia, para los hombres, se
postula el sentido de la legalidad y de su obligación por ser racional. Kant,
continuando con la determinación de la razón sobre la acción humana va a
plantear que si la razón existe, la juridicidad está de sobra. Es el mundo de los
ideales, que la razón se puede plantear como un último fin. En este campo
retomo la consecuencia del ejemplo que anteriormente había citado sobre el
papá que su propia ley le había impedido robar. Kant va a hablar del
imperativo categórico. Es una buena síntesis de la necesidad a las que las
categorías del conocimiento a priori llevan a la razón, al mismo tiempo que es
un mandato que el mismo hombre se impone. Una de las definiciones del
imperativo categórico kantiano dice: “obra según aquella máxima por la cual
puedas querer que al mismo tiempo se convierta en una ley universal”
(Fundamentación 104).
Aquí termino los puntos que quería destacar del pensamiento kantiano.
Vale la pena recordar los trabajos sobre filosofía moral que Rawls expone en
su “Teoría de la Justicia” (citar) y, especialmente en “Lecciones sobre la
historia de la filosofía moral”, en la que desarrolla su visión sobre los aportes
kantianos.
4. La teoría de la justicia
En esta última parte quiero destacar dos aportes de Rawls en la
reflexión, por una parte, sobre el sentido de la sociedad y, por otra, por el
método racional para plantear una intervención desde fuera en la reflexión
económica.
Rawls habla en su “Teoría de la Justicia” de dos principios de la justicia
que, de forma preliminar, como él mismo los llama son los siguientes:
“Primero: Cada persona ha de tener un derecho igual al esquema más
extenso de libertades básicas que sea compatible con un esquema semejante de
libertades para los demás.
Segundo: las desigualdades sociales y económicas habrán de ser
conformadas de modo tal que a la vez que a) se espere razonablemente que
sean ventajosas para todos, b) se vinculen a empleos y cargos asequibles para
todos” (págs. 67-68).
El punto de partida rawlsiano, para presentar estos postulados, es la
situación de desigualdad de la sociedad. Parece que es importante una
intervención exterior para que el ideal kantiano de libertades plenas y del
dominio de la razón tengan posibilidades de llevarse a la práctica. En este
camino Rawls va a destacar los criterios de valores que tienen las personas, las
instituciones y el derecho internacional. Estos criterios van a tener al final su
reflejo en los principios institucionales y en los principios individuales para
lograr una sociedad más justa. En este campo bien vale la pena resaltar el
sentido de la democracia y del liberalismo al que lleva el planteamiento
rawlsiano.
Un punto importante que tiene su entronque necesario con la necesidad
de imponerse leyes en la reflexión moral es el papel del “velo de la
ignorancia”, como un método para buscar las leyes universales. Cito: “La
intención de la posición original es establecer un procedimiento equitativo
según el cual cualesquiera que sean los principios convenidos, éstos sean
justos”. El objetivo es utilizar la noción de la justicia puramente procesal
como base de la teoría”. De alguna manera tenemos que anular los efectos de
las contingencias específicas que ponen a los hombres en situaciones
desiguales y en tentación de explotar las circunstancias naturales y sociales en
su propio provecho. Ahora bien, para lograr esto, supongo que las partes están
situadas bajo un velo de ignorancia. No saben cómo las diversas alternativas
afectarán sus propios casos particulares, viéndose así obligadas a evaluar los
principios únicamente sobre la base de consideraciones generales” (pág. 135).
Aquí vale la pena plantear en líneas generales el aporte rawlsiano, en
una sociedad que no es justa porque existe desigualdad. La justicia es la
equidad, va a decir. Y en esa búsqueda está el criterio del “velo de
ignorancia”. Es como si los hombres que viven en sociedad se plantearan, en
una especie de paréntesis de la vida, cómo diseñarían una sociedad si no
supieran dónde les tocaría nacer, ni qué capacidades tendrían, ni en qué clase
social vendrían al mundo. El criterio, en ese esquema de pensamiento, para
lograr una sociedad ordenada es, según Rawls, el de buscar el máximo
beneficio para el menos aventajado.
Con el perdón por cansarlos con otra cita: “Se supone, entonces, que las
partes no conocen ciertos tipos de hechos determinados. Ante todo, nadie
conoce su lugar en la sociedad, su posición o clase social; tampoco sabe cual
será su suerte en la distribución de talentos y capacidades naturales, su
inteligencia y su fuerza, etc. Igualmente nadie conoce su propia concepción
del bien, ni los detalles de su plan racional de vida, ni siquiera los rasgos
particulares de su propia psicología, tales como su aversión al riesgo o su
tendencia al pesimismo o al optimismo. Más todavía, supongo que las partes
no conocen las circunstancias particulares de su propia sociedad. (…)
Entonces, en la medida en que sea posible, los únicos hechos particulares que
conocen las partes son que su sociedad está sujeta a las circunstancias de la
justicia, con todo lo que esto implica. Se da por sentado, sin embargo, que
conocen los hechos generales acerca de la sociedad humana” (pág 136).
La elaboración rawlsiana, utiliza muchos elementos básicos de la
reflexión económica para llegar a la conclusión que a partir de los que más
limitaciones tienen, se puede llegar a formular una ley general para toda la
sociedad.
5. Algunas conclusiones
En primer lugar, he querido casi marginalmente citar a Rawls, porque
me parece que su reflexión responde a la búsqueda de leyes a las que Kant le
ha dado todo el peso de su reflexión.
Desde el punto de vista de la economía, como una ciencia social, el
aporte rawlsiano permite postular una situación en la que la intervención
externa, es decir, diferente del cuerpo teórico que da razón de las
interconexiones entre las variables económicas, puede incidir en una reflexión
en donde el sentido moral tiene su puesto. Sin embargo, el esquema planteado
por Friedman de resaltar el sentido de la descripción de los hechos, en este
contexto, tiene una justificación racional.
La mirada, con un cierto escepticismo, de la formalidad de las ciencias
sociales, cuando se sabe que en último término, la moralidad marca los ideales
de la sociedad, es algo que debemos agradecérselo al señor Kant. Rawls, por
medio del análisis de la justicia, las instituciones y el punto de partida
económico, permite traer a una reflexión condicionada a gran parte de los
determinantes de las variables sociales, el sentido de universalidad y
necesidad de las leyes.
Luis Ignacio Aguilar Zambrano
Abril 2006
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