Cada uno a su ritmo

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Cada uno a su ritmo
Aquella tarde Leo había quedado con sus amigos cerca
del centro para tomar algo y pasar el rato. El día siguiente
tenían un examen de inglés pero a ninguno parecía
preocuparle en exceso, pensaban que con ir a clase ya era
suficiente. El bar en el que se reunían era un sitio bastante
concurrido a esas horas y era a su vez un sitio de moda
entre los adolescentes del momento: buena música, buen
servicio, buen ambiente"
‘Y va y me dice mi madre que ni se me ocurra llegar más
tarde de las doce’ les estaba contando Jack a Leo y sus
demás amigos. ‘¡Pero si es cuando empieza la fiesta!’
‘Si es que eres tonto’ le recriminó Adrian ‘Si no hubieses
llegado tan tarde el otro día no se habrían enfadado contigo’
‘No pasa nada’ medió Leo entre sus amigos ‘Nos las
arreglaremos para salir de alguna manera’ acabó diciendo
mientras daba un sorbo a su bebida y miraba la gente que
había en el bar.
En aquel momento pusieron una canción que estaba
muy de moda a un volumen suficiente para ser oída sin
molestar la conversación de los clientes. Para el gusto de
Leo la música estaba bastante baja pero, al observar a la
gente mientras sus amigos seguían charlando de las
próximas fiestas del pueblo, advirtió algo extraño: todo el
mundo, sin excepción, empezó a mover la cabeza siguiendo
la música, como aquellos muñecos que alguna gente
colocaba en los coches y que meneaban su cabeza con el
movimiento del automóvil.
‘Eh, chicos’ avisó Leo a sus amigos que también lo
estaban haciendo ‘Fijaos en la gente: todos están moviendo
la cabeza con la canción’
‘¿Ya ti qué te pasa? ¿Es que no te gusta el tema?’ le
preguntó Jack.
‘Pues normal. Todo el mundo hace eso cuando suena
cualquier música, ¿no?’ preguntó a su vez Carlos.
‘No sé, lo había visto muchas veces pero nunca me
había parado a pensarlo"’ acabó diciendo Leo.
‘Jo, tío. Cómo se te va la olla desde que hemos vuelto al
instituto’ le dijo Adrián. ‘Estás muy raro, colega’
Estaba aún hablando Adrián cuando Leo reparó en algo
más: al fondo del local, en una de las últimas mesas, había
un grupo de chicas tomando algo, riéndose y siguiendo
también la canción como el resto. Una de ellas se levantó y
fue hacia la barra con su vaso vacio, de una manera que
Leo no sabría decir si era caminar o bailar, pero no podía
dejar de mirarla.
Al llegar a la barra y apartarse el pelo, de una manera de
que Leo hubiese jurado que era a cámara lenta, pudo ver
una vez más esa sonrisa que le tenía ensimismado desde
que habían vuelto a empezar las clases. ¡Era Julia!
La música seguía sonando a una velocidad media, ni
rápido ni lento, y Leo no podía más que escuchar ese ritmo
de batería penetrante que, sin darse cuenta, llegó a fundirse
con el latido de su corazón. Sí, para su sorpresa se
descubrió tomándose el pulso y comprobando que latía a la
misma velocidad que la música; y viendo a Julia sonriendo a
sus amigas y volviendo a la mesa con el vaso lleno se
preguntó qué le pasaba al mirar a aquella chica tan tímida
de su clase"
‘¡Leo, Leo! Tío despierta, que te has quedado empanado’
le despertó de aquel momento tan extraño Jack. ‘¿Se puede
saber qué te pasa? Que nos vamos para casa, ¿Te vienes?’
‘Sí, claro" Es que" No es nada, voy a pagar y nos
vamos’
‘Nos vemos fuera ¡Y no te dejes el casco!’ le recordó
Adrián mientras salía con Jack y Carlos hacia la puerta.
Leo cogió su casco y se dirigió a la barra para pagar.
Una vez arregló cuentas con el camarero miró de nuevo a la
mesa de las chicas pero Julia estaba de espaldas a él y,
simplemente, decidió marcharse preguntándose por qué se
interesaba por esa chica que no era ni su tipo.
Aún no había llegado a la puerta del local cuando Paula
les dijo a sus amigas ‘Chicas, ¿aquél que sale por la puerta
no es Leo?’
‘Mira que ha vuelto guapo del verano’ añadió Alba entre
suspiros. ‘¿No te parece, Julia?’
‘No sé, si tú lo dices"’ contestó Julia a su amiga sin dar
muchas explicaciones. Entonces decidió girarse hacia la
puerta, como sin querer, para echar un último vistazo a
aquel chico que, como poco, le parecía mono. Fue justo
antes de cerrar la puerta cuando Leo se giró y vio como
Julia, aquella chica tan rara y tímida, le estaba mirando.
Ambos, sin saber lo que le pasaba al otro, se dieron cuenta
de que su pulso se aceleraba más allá del de la canción que
acababa de terminar.
***
La clase de música empezaba aquel día tras el segundo
patio. Los chicos y chicas entraban a clase más bien con
pocas ganas y con mucho calor; cuando llegaba la última
hora de la mañana daba igual música, matemáticas o lo que
fuera, sólo tenían ganas de irse a casa. Si bien, pudiendo
elegir, se quedaban con la de música.
‘Venga, nos vamos sentando que hay mucho que hacer y
yo también estoy cansado’ les recordó Luis a los muchos
que olvidaban que el profesor, a última hora, también está
cansado y tiene casi más ganas de irse a casa que muchos
de los allí presentes.
En la puerta del aula coincidieron Leo y Julia tras
haberse visto por última vez la tarde anterior, en aquel bar
del centro. Al cruzar sus miradas sólo acertaron a pedirle al
otro que pasara antes por la puerta. Estaban decidiendo
tímidamente quién entraría primero cuando, por en medio de
los dos se coló Raquel y otros dos chicos que llegaban
tarde.
‘Venga Leo, pídele una cita o entra, tío’ le apresuró Jack
con cierta sorna mientras Leo le devolvía una mirada
asesina y Julia pasaba definitivamente y con la cabeza
gacha hacia su sitio.
‘Perdona Luis’ siguió diciendo Carlos mientras Leo se
sentaba avergonzado ‘Es que aquí la gente va a su ritmo’
‘No me digas"’ contestó Luis poniendo esa voz que le
gustaba tanto y que solía enlazar con algo más.
‘Precisamente de eso quería hablaros hoy’
‘¿De que Leo se nos ha enamorado?’ preguntó Nico
desde la segunda fila provocando las risas y los
“Uuuuuuhhhhh” de sus compañeros hacia Leo y Julia, que
creía estar muriéndose literalmente de vergüenza escondida
entre sus amigas.
‘Sí’ contestó Leo entre el alboroto. ‘Me estoy
enamorando del boxeo y de tu cara’ A lo que siguieron otros
“Uuuuuuhhhhh” pero más en plan “Pelea, pelea”
Después de unos segundos de alboroto que a Leo no le
hicieron ninguna gracia –tenía reputación de conquistador,
pero no porque él se enamorara– y que a Julia le parecieron
días, Luis retomó las riendas de la clase.
‘Hay que ver cómo estáis a última hora. Me refería a lo
del ritmo’ Concluyó dando tiempo a la clase para que se
adaptara al silencio. ‘Vamos a hacer algo muy sencillo: voy a
ir dando golpes con esta baqueta en la mesa y vosotros sólo
tenéis que contarlos
‘Jo, Luis. Al menos podrías ponernos un reto’ contestó
quejándose Ángel desde la segunda fila.
‘Vosotros contad en voz baja Ángel, tiene truco’ dijo por
último Luis antes de comenzar a dar golpes con una de las
baquetas que utilizaba para, precisamente, dar golpes
cuando necesitaba que sus alumnos siguiesen la velocidad
de una canción.
“Toc, toc, toc, toc”
Algunos segundos más tarde Luis miró a sus alumnos y,
sin dejar de dar golpes, les fue pidiendo que contaran en voz
alta mientras los demás lo seguían haciendo en voz baja.
‘Leo, ¿cómo estás contando?’ preguntó el profesor sin
dejar de dar golpes mientras el resto de la clase espera la
respuesta contando.
‘¿Cómo quieres que cuente Luis? Pues Un, dos, tres,
cuatro, cinco’ fue contando Leo en voz alta mientras unos
compañeros asentían, otros negaban con la cabeza y
Julia" Sólo le observaba.
‘Veo que algunos no estáis de acuerdo con Leo’ dijo Luis
dirigiéndose a aquellos que negaban con la cabeza mientras
seguían contando los golpes que el profesor no dejaba de
dar. ‘Paula, ¿cómo lo cuentas tú?’
‘Un, dos, un, dos, un, dos’ respondió Paula mientras
seguía concentrada cada golpe de la baqueta.
‘Un, dos, tres, un, dos, tres’ se sumó de repente Carlos
desde su mesa.
Entonces Luis dejó de dar golpes a la vez que sus
alumnos contaban en voz alta, otros seguían dando golpes y
otros discutían sobre quién tenía razón.
‘Entonces la pregunta del millón sería’ comentó Luis
haciendo callar a su vez el alboroto de la clase. ‘¿Quién
estaba contando bien?’
Entonces una tormenta de respuestas estalló de repente:
“Pues yo, uno-dos uno-dos” “En todo caso será un-dos-trescuatro” “No tenéis ni idea, es un-dos-tres-cuatro-cinco ¿es
que no os enseñaron a contar en el colegio?” “Pero si tú no
sabes ni contarte los dedos de las manos” “Te los voy a
estampar en la cara y si eres tan listo te los cuentas” y otros
comentarios que siempre nutren la clase de diversidad de
opinión y variedad verbal.
‘Bueno, bueno" que no cunda el pánico’ tuvo que
intervenir Luis como siempre. ‘Julia, ¿tú quién crees que
tiene razón?’ Acabó Luis por preguntar a Julia que, como
siempre, se había limitado a observar las peleas de sus
compañeros sin meterse de por medio.
‘No sé" La verdad es que todo lo que han dicho tiene
sentido así que" ¿Todos?’ contestó en forma de pregunta
con cierta inseguridad.
‘¡Sí señora! Todos tenéis razón así que no hace falta que
os peleéis por ver quién sabe más, sois todos igual de listos’
les dijo su profesor mientras algunos decían a sus
compañeros “Ves, ves"”
‘Lo que estoy haciendo dando estos golpes de forma
regular es marcar el"’ dijo en forma de pregunta abierta a la
clase.
“Ritmo” “Tiempo” “Golpes” “¿Cómo van a ser golpes?”
“Ritmo” “Pulso” “Tiempo” Empezaron todos a contestar.
‘¡Tenemos un ganador! Bueno, más bien una ganadora
porque ha sido Paula quien ha acertado con lo del pulso,
aunque no ibais mal encaminados. El pulso es ese latido
regular y constante que tiene la música mientras que el
tempo es la velocidad de ese pulso’
‘Entonces Luis, ¿el pulso está sólo en la música?’
preguntó Ana porque algo le rondaba la cabeza.
‘¡Yo también tengo pulso Luis!’ dijo Adrián desde detrás
tomando sus pulsaciones en la muñeca.
‘Claro Adrián, el pulso lo podemos encontrar en varias
cosas: el latido de nuestro corazón, en una persona
caminando, un grifo que gotea, el segundero del reloj"’
contestó el profesor.
‘Luis, perdona’ le interrumpió Laura levantando la vista
de la libreta en la que apuntaba todo lo que los profesores
decían y que le servía para que algunos compañeros se
metiesen con ella por apuntarlo todo y otros en cambio
acudiesen a ella para todos los exámenes. ‘¿Has dicho
tempo o te has equivocado al decir tiempo?’
‘Buena pregunta, ¿alguien sabe la respuesta?’ preguntó
de nuevo a la clase hasta que Jessica, una alumna que
había llegado el curso pasado de Italia contestó.
‘No se ha equivocado, en música se utilizan muchas
palabras en Italiano como tempo, allegro, adagio, presto,
forte y otras así ¿Verdad Luis?’
‘Así es. En música el italiano ha sido como ahora el
inglés para otras cosas, un lenguaje universal. Por eso
conservamos esas palabras en italiano. Casi todas las
palabras que ha dicho Jessica se refieren a indicaciones de
tempo, de velocidad aproximada, y por eso a veces las veis
escritas al principio de las partituras. Si en la partitura pone
“presto” significa que la velocidad es muy rápida; “allegro”
sería rápido; “andante” es una velocidad intermedia;
“adagio” equivale a lento mientras que “largo” sería muy
despacio’
‘Pero Luis’ dijo Jack levantando la mano ‘Si dices que la
velocidad es aproximada, ¿cada uno hace la que quiere?’
‘Pues si sólo pone la palabra hay cierto margen y cada
intérprete hace la velocidad que mejor le parece dentro de
este margen. Si yo compongo una canción y quiero que se
haga a una velocidad exacta pondría la velocidad de
pulsación con una figura y un número. Por ejemplo’ dijo y se
giró para escribir en la pizarra.
‘Poniendo esto estoy diciendo que la canción se debe
interpretar a 120, 60 o 90 pulsos por minuto’ concluyó el
profesor.
‘Eso es lo que haces a veces con el “metromero”, ¿No,
Luis?’ preguntó Carlos de nuevo.
‘Se dice metrónomo, tío’ contestó Leo que se había
quedado medio dormido desde hacía unos minutos.
‘Sí, el metrónomo sirve para medir la velocidad del pulso’
dijo Luis mostrando un viejo metrónomo que tenían en el
aula de música. Los nuevos metrónomos digitales y las
aplicaciones de Smartphone los habían dejado obsoletos
años atrás.
‘Luis, en algunas de las canciones que escucho oyes
que la velocidad acelera poco a poco o, en otras, va cada
vez más despacio. ¿Con qué indicas eso en una partitura?’
preguntó Jack.
‘Buena pregunta Jack’ le dijo su profesor que sabía que
Jack estaba aprendiendo a tocar la guitarra por su cuenta.
‘Con la palabra accelerando para acelerar y con ritardando
para ir poco a poco más despacio’
‘Oye Luis, nos estamos “ritardando” y se nos acaba la
clase’ le dijo Adrián haciendo que sus compañeros se riesen
y volviera la guerra de comentarios otra vez: “Tú sí que
estás ritardado, payaso” “te voy a dar con el metromero en la
cabeza a ver si te allegras un poco” “en esta clase no se
puede decir ná, enseguida os liais a tonterías”
Mientras Luis intentaba poner un poco de paz en los
compases finales de la clase de aquél día Julia se sentó de
medio lado de forma que podía ver a Leo sin que él se diera
cuenta. Allí estaba ella, mirando a aquél chico que estaba
montando jaleo en la última fila, aprovechando el cruce de
comentarios de otros compañeros, sin saber muy bien qué le
atraía de él. No sabía bien si le gustaba porque iba de duro
o porque era guapo, pero intuía que era más bien por el tipo
de persona que era debajo de aquella apariencia de “chico
guay” que sin duda le hacían mantener sus colegas y el
resto de chicas que, como ella, le prestaban demasiada
atención.
Cuando el profesor hubo calmado un poco los ánimos se
dispuso a terminar la explicación de aquél día.
‘A ver, que nos liamos y no avanzamos nada. ¿Os
acordáis de que antes os dicho que todos teníais razón al
contar el pulso? Pues es porque cada uno ponéis un acento
en un sitio diferente de la pulsación. Si acentuamos cada
dos pulsos tenemos compases binarios, cada tres ternarios
y cada cuatro cuaternarios. Cuando hacemos los ejercicios
de batería utilizamos siempre compases cuaternarios, por
eso contamos Un, dos, tres, cuatro o Un y dos y tres y
cuatro y si queremos hacer corcheas en el plato’
‘¡Anda! De eso salen entonces los compases"’ pensó
Alba en voz alta. ‘Aquello que nos contaste de las cestas y
los melones y todo eso’
‘¡Es verdad!’ corroboró Lorena a su lado ‘Nos dijiste que
un compás era la manera de organizar los tiempos de una
forma regular. ¿Te acuerdas que nos dijiste que las figuras
de las notas eran como melones y que en cada compás
había que separarlas de la misma manera?’
‘Claro que me acuerdo, chicas’ respondió Luis aliviado
de que las cosas que decía en clase, a veces, se les
quedaban grabadas a sus alumnos y alumnas. ‘Los melones
serían los pulsos que habéis visto antes todos en fila: si
decido hacer cajas con cuatro melones cada una tendré un
compas de 4/4, si las hago de 3 será un compás de ¾ y si
las hago de 2 pues 2/4’
‘¡Qué fácil!’ saltó Carlos desde detrás ‘Entonces es muy
sencillo’
‘Bueno, como siempre no todo es como parece"’ siguió
el profesor. ‘Esto funciona así si entendemos que un pulso
equivale a una figura de negra. ¿Recordáis las figuras?’
preguntó a la clase mientras unos contestaban que sí y otros
miraban desesperados el reloj, al que le quedaban sólo 7
minutos para marcar el final de la jornada.
‘Realmente un compás de 4/4 nos indica que en cada
compás caben 4 negras, 4 melones según hemos dicho
antes; pero si caben 4 negras debemos entender que caben
4 tiempos, que pueden no ser sólo negras sino combinar las
figuras y los silencios como nos parezca hasta completar 4
tiempos. ¿Esto está claro?’
‘Siiiiii’ respondieron a coro a la vez que algunos casi se
levantaban de la silla con la mochila al hombro.
‘No os olvidéis de que si queréis practicar todo esto
tenéis ejercicios en la web’ les recordó observando que tan
sólo tres o cuatro le estaban escuchando. ‘No os vayáis aún
que sólo me queda una cosa’ intentaba decir Luis entre el
alboroto de los pasillos con los alumnos que ya se estaban
marchando, los que se asomaban por las ventanas de la
clase haciendo el bobo a los que quedaban dentro que
contestaban con gestos obscenos y la desatención de sus
propios alumnos que hacía unos minutos habían cerrado el
cerebro para hoy.
En aquel momento sonó la música y se inició la
estampida general “Adiós Luis” “Nos vemos el próximo día”
“Cuídate” “El próximo día seguimos” El profesor se sentó en
la mesa cansado despidiéndose de sus alumnos: también
había sido un día duro y largo para él y hacía mucho que
había aprendido a elegir sus batallas. Se giró para recoger
sus cosas cuando una voz le sorprendió por detrás.
‘Profe, ¿qué es lo que te ha quedado por decir?’ le
preguntó Julia rodeada de sus amigas que estaban
colocándose bien la mochila.
‘No os preocupéis chicas, iba a decir qué es el ritmo pero
lo diré la próxima clase’ contestó el profesor con la alegría
que a veces le daban sus alumnos con ganas de saber algo
más.
‘¡Sí hombre!’ replicó Sara ‘No nos dejes con la duda Luis’
le animó a que lo contara.
‘Pues ritmo es esa combinación de sonidos de diferentes
duraciones que se desarrollan sobre la base de un pulso’
contestó finalmente el profesor colocando el metrónomo en
velocidad de 60, que significa que hay 60 pulsos en un
minuto, con lo cual va a pulso por segundo. Con el
metrónomo en marcha se sentó en la batería y empezó a
tocar el rimo 2.
‘¿Veis? El pulso va sonando y yo toco este ritmo por
encima’ aclaró Luis sin dejar de tocar. Poco a poco fue
cambiando al ritmo 3, al 4 y otros que sus alumnas ni
siquiera conocían mientras intercalaba golpes con los toms y
los platos.
‘Entonces el pulso no ha cambiado pero puedes hacer
cantidad de ritmos diferentes encima’ casi le gritó Julia sobre
el ruido de la batería haciendo que Luis parase.
‘Eso es. Pero ya os digo que lo repetiré la próxima clase.
Aún así, muchas gracias por preguntar y pasadlo bien lo que
queda de día’
‘Igualmente Luis’ respondieron las chicas a coro saliendo
del aula mientras su profesor recogía para marcharse a
casa.
Las chicas avanzaron por el pasillo, casi desierto ya
porque los adolescentes vaciaban el instituto a una
velocidad de vértigo a mediodía, y se dirigieron a la puerta
de salida charlando de sus cosas: las clases, algo de quedar
para hacer un trabajo por la tarde, chicos"
‘¿Habéis visto qué guapo iba hoy Jack con esos
pantalones?’ preguntó Sara a sus amigas.
‘¡Pídele una cita ya!’ le aconsejó Alba ‘Como te duermas
mucho se la va a pedir Isa y te vas a quedar como una tonta’
‘¿Y tú, Julia? ¿De verdad no te gusta nadie?’ le preguntó
Paula. ‘Yo diría que a Leo le gustas"’ dijo entre sonrisas.
‘¿Leo?’ preguntó Julia sin esperar respuesta ‘No sé, es
guapo pero no creo que le interese para nada’
‘O sea, ¡¡¿Qué te gusta?!!’ le insistió Paula entre
comentarios de sus amigas.
No había contestado cuando llegaron a la calle para
coger el autobús de vuelta a casa. Subieron entre rogativas
para que les contestase y se sentaron en los asientos de
siempre mientras Julia se hacía la loca, volviendo a sacar
esa timidez que la hacía tan especial y que, a su vez,
detestaba en ocasiones. Entonces Julia miró por la ventana
del autobús pensando en todo aquello del pulso, el ritmo, los
compases y todo lo que había contado Luis en clase cuando
se dio cuenta de que Leo miraba en dirección a su autobús.
Entonces, sin previo aviso, notó como su pulso se aceleraba
mientras el autobús arrancaba y emprendía el camino a
casa.
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