LA NOCHEBUENA del EXPOSITO

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LA NOCHEBUENA
E sta b a ju g a n d o en el p a tio , b a jo la c a ricia de un
sol d e invierno, y cap itan eab a, con el p restig io d e sus
siete años, revu elta p an d illa d e m ocosos, cuan do le
llam ó la S u p eriora.
— ¡J e s ú s ! ¡C ó m o
a
d e c ir
EXPOSITO
le asaltab a un te m o r: A lo s siete años, ¿ s e a co stu m b ra ría a su n u eva v id a ?
L a S u p e rio ra a p resu ró la d esp ed id a p a ra no llorar.
U n d ilu v io d e . besos a l ch ico , un a d ocen a d e en cargos
te has
p u e sto !
P e ro ,
hom bre,
¡q u e no ha de haber ch a rco donde no te m e ta s !...
— em pezó
del
la
excelen te
m u jer,
en m aternal
m atern ales al a ld e a n o ... y a llá se fu ero n c o gid o s de
la m ano.
L a buena m u je r se asom ó p o r v e rle salir. ¡ E r a n
tantos los que h abía v isto p a rtir sin que v o lv ie ra n el
regaño.
L uego
se a co rd ó de que se lo llevab an , ¡a
é l !,
rostro, con la in d ife re n c ia d escu id ad a q u e hace del niño
¡a la a lh a ja que había lo g ra d o reserv a rse tanto tiem po
planta sin raíces, que el v ie n to a rran ca sin e s f u e r z o ! ...
p ara a legría d e la C a s a ! Y
P e ro aquel era el m a y o rcito de a quellos h ijo s, q u e a su
le besó con lágrim as.
— O y e , P e r ic o : te va s a m arch ar. (A q u í le tem bló
la v o z un poco). V a s con un hom bre m u y bueno, m uy
reg a zo traía el m isterio y se llevab a el a z a r ... ¿ S e r ía
com o los o tro s, o lv id a d izo
e in d ife re n te ? N o había
bueno, que te q u ie re m ucho, y te v a a lleva r a una
llorad o, ni respond id o a sus b e so s; p e ro ella a d iv in ó
casa m u y herm osa, d o n d e h a y huertas y V acas y co r-
su pena, en el im pulso q u e le h izo a p reta r su ca rita
d e r o s ...
co n tra los labios que le acariciab an .
(E sto , en el tono p o n d era tivo
con qu e las
m adres prom eten ju g u e te s al n iñ o en ferm o p ara que
A l d o b lar la esquina, el ald ean o sin tió en su m ano
tom e las m edicinas). Y a v e rá s qué bien estará s a llí:
callosa el tirón d e la m enuda m a n e z u e la ; el chico se
te darán le c h e ... ¡a ti que te g u sta tanto la le c h e !...
había v u e lto y m iraba al A s ilo con o jo s tristes de hom -
y
te
b recillo p recoz, y hubo en ellos un asom o de llanto,
subas a los á r b o le s !... V e r á s el m ar, y un cam po h e r-
m ien tras, a b rien d o y cerra n d o la m ano libre, repetía
m oso, lleno de flo res y de p á ja r o s : ¡ no les quites nunca
la in fa n til d esp ed id a que le habían en señ ado a llí dentro.
ca sta ñ a s; m uchas c a s ta ñ a s ...
¡ C u id ad ito
com o
lo s n id o s !...
Y
V e stía le con a presu ram ien to cu id ad oso el tra jec illo
n ad a m á s; y en el tren (sentado con tiesu ra de
m aniquí en el asien to, con las p ie m e c illa s colgand o)
abrigad o y fu e r te ; sobre él la la r g a b lu sa de cuadro 9
la ca rita seria, q uietud absolu ta, el estu por sin asom bro
m enudos, blancos y a z u le s ; los zap atos recios sobre
de los n iños, aco stu m b ra d o s a v e r cosas in exp licables,
la m edia gru esa, y c u b rió su cab eza con la boina a z u l :
y un silen cio hondo y p ertin a z, al q u e no arran cab a
parecía un a ld e an ito de ca se río rico. E n
el ald ean o con sus p re g u n ta s: — ¿ Q u ie re s m ás p a n ?
el recib i-
m iento esperaba el ad optan te, el tipo herm oso y tra n -
¿ P a s te l q u ie re s? ¿ F r ío
q u iliza d o r del ald ean o vasco. D ab a vu eltas, entre sus
secos, sin m over los lab ios.
m anos de gig an te , a la boina, lleno d e insuperable
tim idez, y son reía con va g u ed ad , fu e rte y bonachón
com o un H é rc u le s adolescente.
tien es?, m ás q u e : — N o , no,
C a ía la noche.
P o r la ven tan illa, sob rad o a lta p a ra él, veía desfila r postes del te lé g ra fo , cam p an arios y te ja d o s, en
— ¿ T ie n e usted h ijo s ? — le preg u n tó la S u p eriora.
d e sa fo ra d a
E s la p regu n ta de r ig o r : se tem e que, en su n uevo
repente, y el tren ru g ía sacu d ién d ose en co n v u lsió n de
h og ar, el h ijo p o stizo ten g a que d isp u tar un sitio a los
h ijo s verd ad eros.
c a r r e r a ; #o tra s v e ce s se h a cía n och e de
espanto.
Y a l d e noche, b a ja ro n en una estación . G en te p resu -
— N o , señ o ta, no.
ro sa se aglom eraba en torn o su yo, m ás a p reta d a cad a
N o tenía h ijo s. H a b ía tenido tres y los tres se los
vez,
h ab ía llevad o D ios.
Y
a gitá n d o se
sin
avanzar
apen as,
con
oscilación
lenta. L e estrech aron tanto, q u e no p o d ía v e r ni m o-
con tab a en d esh ilvan ad as frase s, no su pena (dev erse, en cogid o en el hu eco d e v a r ia s p iern as en orm es
eso no habla nunca el ald ean o), sin o la de su m u jer,
que le em p ujab an . T u v o m ied o, y tiró co n fu e r z a de
triste y sin consuelo en el caserío solitario , que y a no
la m ano q u e a sía la suya.
a legrab an las risas de un niño.
— Y a sabe usted, pues, las m u jeres cóm o son y . . .
V ió en san charse un hueco sob re su cab eza, y p o r él,
asom aron la
cab eza p rim ero, y
los robu stos b ra zo s
— añ ad ía a m anera d e ex p licació n de aqu ella tristeza
luego, de su p r o te c to r; sin tióse levan tado en el aire,
co n tag io sa , q u e le h a cía tem er el fin del tra b a jo , por
y vió se, al fin , con
m ied o de v o lv e r a v e r a quellos o jo s en ro jecid o s en la
h om b ro h ercúleo, d om inan do las a p iñ ad as cab ezas que
c a ra pálida de D olorosa.
ya no le daban m ie d o ... ¡ Q u é buena cosa tener p a d r e !...
L a idea de p r o h ija r a un exp ósito se les o cu rrió
in e x p lica b le consu elo, sob re
el
S u bieron a un c a r ru a je , en cu yo fo n d o o scu ro se
a la v e z y se h izo en ella u n a m onom anía. E lla no
h acin ab an som bras n egras. ¡ Q u é g u sto a n d a r en c o c h e !
esp erab a aún al n iñ o : ¡q u é conten ta se iba a p o n e r !...
A llí sonaba a le gre el cascabeleo cad en cioso, m arcan d o
M ira n d o al ch ico tan g ra n d ecito y g ra v e , con su
el ritm o d e la m arch a, y n u n ca estru end o, ni silbidos.
t r a je n uevo y lim pio y su tez fin a d e n iñ o d e ciudad ,
L a lu z de la lu n a, que en u n a revu elta le bañ ó de
pron to, le cau só la g ra ta sorp resa de ro stro conocido.
Y al chico se le a le g ró el alm a cuando, en el m arco
E r a la m ism a caro ta b onach on a que lo s m iraba con tal
d e la pu erta, llen a de clarid ad , se d ib u jó una form a
d u lzu ra cuando, en el veran o, les d e ja b a n ju g a r un
fem enin a. U n niño recon o ce en toda m u je r un aliado.
p o c a d esp ués de cen ar. L a
estu vo contem plando un
buen rato. E r a la m ism a, aunque m ás fla c a ... L u e g o
no estaban tan le jo s del A s ilo com o pensaba.
S e ab raza ro n los a ld e an o s; él d ijo u fa n o :
— A q u í tienes el chico.
Y
P a sa ro n p o r pueblos d orm id o s, que alin eaban sus
casas en el cam ino. L a noch e iba ejercien d o en Pericc
ella le preg u n tó al oído.
— ¿ C ó m o se llam a ?
C om p ren d ía con fem enil d elicad eza que la m adre
la acción d ep rim en te con que so b reco ge a los niños y
de un n iñ o no pued e ig n o ra r su nom bre, y que era
a los p á ja ro s. Iba tan q u ietecito que el aldean o le
m en ester recib irle com o a un ausente a quien se espera
c re y ó d o rm id o ; pero al inclinarse p a ra a b riga rle m ejo r,
con a fán .
le v ió con los o jo s fijo s y abiertos.
S ería p reciso poner en so lfa el m u sical “ P e r ic o o ! . . . ”
E l ald ean o dió u n a vo z, go lp ean d o los vid rio s, y
se d etu vo el coche. Y
b a jó : ¡q u é m iedo de qú ed arse
sin él! Y p id ió el p a r a g u a s ... y un lío ... y o tro lío ...
¿ L e d e ja ría allí, entre aquellas som bras n egra s?
p alab ra can tad a lo d ecía to d o : “ ¡C u á n to has tardado!
¡Q u é guapo eres! ¡C u á n to te q u ie ro !” ... esas ternezas
que g u a rd a el pecho d e m adre ausente, y p u gn an por
A l fin d i j o :
— Y a harán
de la aldeana al co ge r al n iño en sus brazos. A q u e lla
sa lir a la vez, entre besos apretados.
ustedes el fa v o r de d arm e el chico,
¿ e h ? D o rm id o o así d ebe de estar. C on cuidado, ¿ e h ? ...
U n a s m anos le asieron suavem ente, y p asó a otras,
y a o tras luego, que le d ep ositaro n en los b razos del
aldeano.
Y a en el suelo, o y ó re sta lla r el látigo, y los caballos
a rr a stra ro n el coche, entre c ru jid o s y cascabeleo, por el cam in o b la n co ...
C u an d o trasp u so la lom a, les c a y ó encim a un silen cio enorm e. T o m a ro n p o r un sen dero a la izq u ierd a,
y se h un d ieron en una oscu rid a d tem erosa, que rom pía
apenas, en el cielo, y a sin nubes, el p a rp a d e a r de las
A r d ió cru jien d o en v iv a s llam arad as la leña seca
en el h o g ar lam iendo con len guas r o ja s , feston ead as
de hum o, la enorm e cam pana.
¡O u é
a legre,
a su
luz, la
cocin a del c a s e r ío !...
A un lad o el “ a z p iri” (artesa de m a d e ra en la q u e la
ald ean a
am asaba
ven tru d o
los
sabrosos
“ ta lo s” )
se
apoyaba
en dos c ab a lletes; al otro, el “ escapolote”
(a rm a rie jo encim a y ga llin ero d eb ajo), y en la “ b ald a ” ,
a p a ra d o r cam p esin o relu cien te de puro lim pio, la lo za
basta, que la d e cerem on ia ad orn a, p o r inm em orial
costum bre, la alcoba con yu gal.
D el techo colgaban sartas de chorizos y “ ch arri
estrellas.
¡ Q u é triste aquel a n d a r entre som bras, tropezan do
siem pre, vien d o, con
los o jo s m u y
espanto, gig an tes que resultan
abiertos po r
el
árboles, y a n im á le jo s
q u is” ; todos los sabrosos d esp o jo s de la m atan za reciente.
La
ald ean a a rrim ó a la lum bre la m esa de dos
sin fo rm a que se a g a rran a la blusa con g a rra s de
palm os de alto y tan estrecha que la llenaba la fuen te,
e s p in a s ...!
y se sentaron en torno, en tabu retes, com iendo len ta-
cu an d o al v o lv e r del sen dero, en la cresta de-m ente, todos d el m ism o plato, acom p añand o con el
pan la cu ch a ra llena, p a ra d e fe n d e r el suelo del
una lom a, sa lió de la n egru ra un ru id o sordo y a co m ch o rrea r de la salsa.
pasad o com o la resp iración de un g ig a n te asm ático,
Y
le fa ltó m u y poco p a ra ech arse a llorar.
¡Q u é fe s tín !...
Iba así, d e já n d o se rem olcar, con el corazón hecho
P rim e ro
la
ensalada
cocid a
a b rilla n tad a
po r
el
un o v illo , cu an d o a trein ta pasos b rilló un a luz, y el
a ce ite ; lu ego b aca la o
ald ean o d ijo a le g re :
besugo y pollo asado. Y d esp ués, a los postres, el “ in-
fr ito esp olvoread o con a zú car,
— M ir a , ¿ v e s ? ¡N u e s tr a c a sa !
ch o rsaltza ” (pasta de nueces con filam en to s de b a ca -
L u e g o lla m ó :
lao, a zú ca r y can ela), a rro z co n leche, castañ as asad as
— ¡ M a r i- J u a n a ...!
en el “ tam bolín ” , y m an zan as “ m a tr» lla g o rris” colofifís iiíww^MMMMMywMWW I
¡ ALMACEN
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DE
•:
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M A T E R IA L E S
DE
CO N STR U C CIO N
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8
Q f
rj>C,aptra¿n a té rm a n o s
|
J
Viteri,
núm. 17
Teléfono
61-84
D E K I T P D I A
K t IN I t
K I A
I
Almacén: Capitanenea, 28
Teléfono
6 2 - 64
raclotas com o m ejilla s cam p esin as, o fin a s y arom o sas
b a jo la m ira d a g r a v e y d u lce de la va c a (proto tipo
reinetas d e a risto crá tica palid ez.
de serena d u lzu ra en tre los b u có lico s grieg o s) viendo
El
niño
com ió
conteniéndose
al
p rin cip io ,
con
r e g o cija d o b ro ta r la leche de las h en ch id as ubres hasta
la
reb osar espum osa en la escud illa, la m u je r y el niño
aldeana. A l fin a l de la com ida, la reacción de la con-
se un ieron en m u tu o am or. E l chico, a ca ricia n d o a la
fia n z a tras el tem or pasado, el g ra to calo rcillo de la
va ca, se a tre v ió a p reg u n tar con ansia c o d ic io s a :
fra n co
llam a
apetito
y
lu eg o ,
a lgu n o s
anim ado
tra g o s
de
por la
chacolí,
ch arla
de
d ev o lviero n
— ¿ P a r a m í es ?
el
le n g u a je de la risa a sus o jo s se rio s; pero tod os los
— S í, q uerid o, p a ra t i... T ú la lleva rás al cam po,
e sfu e rzo s de la buena M a ri-J u a n a no lo g ra ro n hacerle
¿ e h ? , y la o r d e ñ a r á s ... Q u e s o s “ tam ién ” a “ h a ser” y o
sa lir de sus m onosílabos. E l m atrim on io, a flig id o por
te e n señ a ré...
P o r p rim era v e z el chico corresp o n d ió a las c a ri-
tal silen cio, cam biaba m irad as de d esco n su elo ...
D e pronto, a trav és d el tabiq u e de tabla, se o yó un
m ugid o su ave y' prolon gad o, lleno de sin g u la r d ulzu ra.
¡L a
cias de la ald ean a
m inó de súbito, y d ijo con v o z a le g r e :
¿ya
quieres
— T ú , ¿ có m o te llam a s?
M ari-J u a n a , a legre com o un as P a scu a s, le contestó
entre dos b e s o s :
•
ve r?
¿Leche
cuando,
— D im e “ ¡ am achu !” (¡ m ad recita m ía !).
— ¡ B e y e !... ( ¡ L a v a c a !).
— S í, 'P erico ,
son oro; y
d esp arp a jad o y resuelto, la p re g u n tó :
fie ra am enaza del toro sa lv a je , hecha suplicante
p o r d om esticid ad secu la r! L a ca rita d e P e ric o se ilu -
con un beso
q u ie re s?
¡Q u é N och eb u en a p a ra P e r ic o !...
¡Q u é bien d urm ió, p erd id o en la enorm e cam a de
— d ijo la ald ean a, en tusiasm ad a ante el b ru sco d e s -
m adera, entre las ásp eras
p ertar de la in fa n til alegría.
soñando q u e tenía m adre, y q u e co rría po r los cam pos
— ¡ S í !— d ijo g o zo so el chico, con la vo z y con el
gesto, sacudiendo la cab eza y saltan d o de la silla.
Y allí, en el tibio establo, ju g a n d o con el te m erillo ,
sában as d e lienzo casero,
ve rd e s, p ersig u ien d o a las v a c a s que, al
ser alcan -
zad as, lam ían la m ano de su p a s to r ...!
/. A .
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