4.-OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO EN EXTREMADURA Oligarquía y

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4.-OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO EN EXTREMADURA
Oligarquía y caciquismo
El sistema canovista resultaba falsamente democrático, aún después de la implantación del
sufragio universal en 1890. Además, en el caso extremeño, una zona eminentemente rural, el
funcionamiento del sistema caciquil y oligárquico alcanzó sus mayores cotas de eficacia.
No obstante, en los primeros años el modelo canovista tuvo que hacer frente a los últimos y
residuales coletazos de algunos sectores del republicanismo, que mediante el recurso a la
sublevación trataron de subvertir la estructura del Estado. Este fue el caso de la fallida
sublevación de militares republicanos en Badajoz en 1883.
Superados estos acontecimientos, que tan escasa incidencia real tuvieron, el sistema político
siguió madurando. En 1890, como muestra del grado de consolidación, se admitía el sufragio
universal masculino. La ampliación del derecho electoral, que al dar posibilidades de
participación a los más modestos podía tener, en una sociedad tan desajustada como la
extremeña, importantes repercusiones no puso nunca en peligro las ancestrales relaciones
de dominio político, económico y social consustanciales a la región. Y es que el sistema tenía
en el caciquismo su método de supervivencia y garantía de perpetuación de aquellas
situaciones.
Con unos partidos formados por reducidos grupos de notables, de gran peso específico en la
región extremeña y con idénticos intereses que defender (así, por ejemplo en las elecciones
de 1896 fue diputado por Cáceres el conservador Conde de Torrearias y en la elección
siguiente triunfó el Conde de Campo Giro, liberal, ambos eran de los mayores terratenientes
de provincia). Junto a estos personajes de la aristocracia aparecían los más acaudalados
labradores y profesionales de la política (principalmente abogados). Por tanto, una parte
importante de la oligarquía agraria extremeña optó por la vocación política.
Por debajo de estos representantes elegidos se situaban los caciques locales, diseminados
por las poblaciones, quienes atraían el voto a la opción elegida según el turno, gracias a su
preeminencia socioeconómica y llegado el caso usando todo tipo de maniobras. El sistema
alimentaba, por otra parte, la intensa desmovilización política de la región, puesta de
manifiesto en el elevado grado de abstencionismo sino también en la fidelidad al poder. En la
Extremadura de la Restauración, como en otras tantas regiones, siempre ganaba el partido
que las convocaba, con riguroso respeto al sistema de turno pacífico de conservadores y
liberales. Y esto funcionó hasta que la crisis de los partidos dinásticos introdujo una fuerte
dispersión del voto.
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En los pueblos extremeños votaban frecuentemente hasta los muertos de los cementerios,
unas veces por los conservadores y otras por los liberales. En determinadas circunstancias,
se daba o se quitaba el trabajo a los braceros si no demostraban que habían votado a quien
les decía el “cacique”; que no solía ser el alcalde ni ningún cargo del Ayuntamiento, sino el
labrador más rico de cada localidad, que mandaba más que el alcalde; autoridad municipal,
como la de los concejales, que él ponía o quitaba a su antojo, o utilizando si era necesario al
“pucherazo” , quedando la Guardia Civil al margen de los procesos electorales por expresa
orden de los Gobernadores Civiles.
Las denuncias constantes y conscientes de esta situación de injusticia y abusos dio lugar a
una literatura expresionista y dolorosa por parte de Felipe Trigo – en “El Médico Rural” y
sobre todo en “Jarrapellejos” – que le vinculan con la “Generación de 98”; muy especialmente
con Joaquín Costa.
Fuera del sistema tan sólo los republicanos, en la provincia de Badajoz, consiguieron alguna
representación testimonial. Ni las organizaciones obreras ni mucho menos el regionalismo,
muy poco relevante en nuestra región, tuvieron cabida en estos finales de siglo.
Regionalismo
El regionalismo extremeño intentó por crear una conciencia regional. Extremadura. En 1899
surgió en Cáceres “la Revista de Extremadura” que realizó una labor de difusión de los
elementos característicos extremeños. En ella publicaron sus propuestas autonomistas
Matías Ramón Martínez, José López Prudencio, Mario Roso de Luna y otros intelectuales
tendentes a una “regionalización” basada en argumentos geográficos, étnicos, lingüísticos y
folclóricos.
Poetas como José María Gabriel y Galán o juristas como Diego María Crehuet de Amo
escribirían sus versos o sus cuentos y narraciones en un lenguaje vulgarizado, comarcano,
lleno de formas populares, imitando los “dialectos” extremeños vigentes en ciertas regiones o
comarcas: el “chinato” de Malpartida de Plasencia, el “mañegu” o “lagarteiru” de Valverde del
Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo, o del “jurdano” en el que se expresan los habitantes
de Las Hurdes; en la provincia de Badajoz, el poeta Luis Chamizo utilizaba un lenguaje
inventado por él, al que llamaba “castúo”, a base de expresiones vulgares y populares, en las
que se suprimían las consonantes finales.
Este movimiento no dejó de ser muy minoritario, reducido a los ambientes de la escasa
burguesía, pero alejado del interés de las clases populares.
El personaje que mejor encarnó el regionalismo extremeño fue Antonio Norberto Elviro
Berdeguer, médico nacido en Salorino, Cáceres, y que aunque fracasó en su intento de
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regionalizar la representación política extremeña en las elecciones de 1918, obtuvo un
importante apoyo electoral. Durante la Segunda República su ideología derivó al socialismo y
al comenzar la Guerra Civil, permaneció en su pueblo donde fue detenido, juzgado por un
consejo de guerra y fusilado
Regeneracionismo
Regeneracionismo extremeño.
El Deán de la Catedral de Plasencia, don José Polo Benito, fue uno de los que impulsó desde
sus escritos el regeneracionismo, ante la situación dramática del campo extremeño, donde
braceros y campesinos apenas podían mantener a sus familias. Polo Benito en “El Problema
social del campo en Extremadura” de 1919, refleja con datos y detalles reveladores de la
difícil situación de la mayoría de la población rural.
Continuos “memoriales” e “informes” denunciaban la situación. La “Comisión de Reformas
Sociales”, organismo
oficial que desarrollo algunas de las políticas generacionistas, en
1911 quiso ampliar la “Ley de Repoblación y Colonización Interior”, que había promovido el
conservador Antonio Maura en 1907, para facilitar tierras a los trabajadores agrícolas, a base
de comprar el Estado tierras improductivas a los grandes terratenientes, y repartirlas entre los
pobres que deseasen cultivarlas. Esta medida no era, ni mucho menos “regeneracionista”,
ya que iba encaminada fundamentalmente a favorecer los intereses de los sectores más
poderosos y conservadores, que eran los que sostenían los gobiernos “mauristas”. Pero los
sucesos de 1909 (Semana Trágica, la guerra del Rif y el asesinato del propio Presidente del
Gobierno, Canalejas, interrumpieron el proceso sin que se alcanzasen resultados positivos.
En definitiva, la mayoría de la población extremeña estuvo, aunque no formalmente si en la
realidad, marginada de la toma de decisiones políticas durante la Restauración.
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