EPISODIOS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN YEBENES La Guerra de la Independencia fue el episodio consecuente a las apetencias sobre Portugal de Francia y España -promovidas por el Tratado de Fontaineblau-, y la incompetencia y nulo patriotismo de sucesivos reyes que consintieron en entregar el trono a Napoleón. En ese estado de cosas, el país, desolado, se resiente del vacío de poder, mientras el pueblo poco a poco se organiza para expulsar al extranjero. Dos son las principales fuerzas españolas en la zona manchega: Por una parte un total de 16.000 hombres y 3.000 jinetes, el grueso de efectivos de la Mancha, al mando del Duque de Alburquerque, general D. José María de la Cueva, los cuáles se disponían al avance sobre el sur de la provincia. De otra parte, otro destacamento español, acampado en el entorno de la Carolina, que debía emprender avance hacia Ciudad Real, donde quedaría el Conde de Cartaojal en misión de reserva con parte de las tropas. Las marchas desde entonces se fueron sucediendo y tomaron como eje principal el camino de Ciudad Real a Toledo, via Malagón‐Fuente el Fresno‐Orgaz, llegando a Los Yébenes, el 17 de febrero. Aquí no había presencia alguna del enemigo, sin embargo, en la vecina villa de Mora, se encontraban algunos destacamentos de la brigada de dragones del general Digeon en misión de ataque desde Toledo. Un guerrillero, Ventura Jiménez, oriundo de Mora, era la única fuerza que se les contraponía como conductor de una parte de los efectivos españoles que vigilaban el tramo comprendido entre las Ventas de Juan de Dios y Mora. El duque de Alburquerque, protegido por la superioridad numérica de las tropas españolas, e impaciente por cosechar éxitos ordenó el ataque sobre Mora, sin aguardar a la llegada del total de las fuerzas, precipitándose en un combate que en primera instancia fue decisivo para nuestro ejército, pues se produjo la evacuación de Mora y la retirada general de Toledo de los ejércitos del General Digeon. En esta acción, los efectivos españoles, mandados por los coroneles Gámez y príncipe de Ánglona, llegaron a capturar más de un centenar de prisioneros y hasta el mismísimo general Digeon, cayó en manos de estos coroneles. Sin embargo, el contraataque no se hizo esperar. El Rey José y sus consejeros enviaron al las tropas del General Sebastiani contra los efectivos del Duque de Alburquerque. La maniobra se realizó en dos direcciones envolventes desde Aranjuez y Toledo. El avance francés fue rápido y los ejércitos de artillería y caballería españoles se replegaron hacia el Castillo de Consuegra, aprovechando las inmejorables posiciones de este lugar. Las discusiones habidas en el seno del mando español a la hora de evaluar los resultados conseguidos, pusieron de manifiesto las divergencias existentes entre el Duque de Alburquerque y el Conde de Cartaojal, zanjándose la disputa con la peor de las soluciones, y así el Conde de Cartaojal distribuyó sus efectivos en dos grupos: el principal bajo el mando directo, distribuido entre Ciudad Real y Manzanares, compuesto por unos diez mil infantes y 2.500 jinetes, y el otro como reserva al mando del general Lapeña, desplegado sobre el área de Santa Cruz de Múdela en misión de taponar y defender los pasos a Sierra Morena. Después de numerosas escaramuzas que resultarían harto provechosas, el Conde de Cartaojal se dispuso nuevamente a reanudar las operaciones a través de la intrincada comarca de las Guadalerzas, atravesando por caminos y senderos intransitables en varias jornadas, con el objetivo de proporcionar seguridad a sus fuerzas y escapar a la observación de los enemigos, llegando a situarse el 24 de marzo en las inmediaciones de Los Yébenes. Es en nuestra villa donde se produjo uno de los episodios más terribles de esta guerra. El cuerpo de lanceros polacos, mercenarios del ejército de Napoleón, los mismos que habían formado parte de los contingentes acampados en el Puerto de Somosierra, se encontraban en las inmediaciones de nuestro pueblo, en el lugar conocido como la Zanja de los Polacos, con el propósito de detener cualquier movimiento por parte del ejército español. Así se confirma en el diario de guerra de uno de los militares del mando español:"Las precauciones mantenidas y el esfuerzo de observación desplegado permitieron a Cartaojal descubrir los primeros destacamentos franceses, constituidos por un regimiento de lanceros polacos de observación sobre los Yébenes, siendo atacados por sorpresa. En su retirada, las tropas francesas se encontraron con las unidades españolas de regimiento de caballería Borbón, al mando del vizconde de Zolima, lográndose un auténtico éxito traducido en la captura de más de un centenar de prisioneros, la huida generalizada del resto y las consiguientes bajas francesas. Ante esta situación de desesperación, el general Sebastianí movilizó a los cuerpos franceses mantenidos en el cantón de Madrid, dejando tras de sí un destacamento de protección sobre Toledo, ordenando que el resto de las tropas avanzaran en doble dirección; de una parte, sobre el eje Mora‐ Consuegra, y de otra sobre la vía principal de Madridejos‐Manzanares, con evidente intención de cortar la retirada a nuestras tropas, que se movían entre Los Yébenes‐Orgaz‐Mora, con un avance rápido, adelantándose a las tropas de Cartaojal. Los efectivos españoles fueron sorprendidos y esta vez no pudieron acercarse a las excelentes posiciones de Consuegra, viéndose obligado a retirarse por la única ruta de Fuente el Fresno‐Malagón. En su retirada utilizaron caminos secundarios, para evitar en todo momento la amenaza enemiga. Según declaraciones del Coronel Ignacio de Garciny, llegó a rehusar el combate con los franceses, al comprobar que habían ocupado el castillo y la villa de Consuegra, y podían fácilmente ocupar el boquete de las Ventas de Juan de Dios, que era la única retirada que teníamos, interceptando nuestra comunicación. Había para ello dos soluciones: una, era retroceder rápidamente y pasar el boquete de las ventas antes de que el enemigo lo ocupase, el otro, atacar la división enemiga, que se dirigía de Mora a Consuegra. De ahí la orden de ejecutar el repliegue con rapidez, y el grueso español tuvo que encauzar su retirada desde las llamadas Ventas de Juan de Dios hacia Urda, siguiendo la cañada que discurre por el puerto y la casa de la Gineta, para llegar al término de Malagón y poder proseguir camino a Ciudad Real. Este alargamiento por caminos secundarios, benefició la marcha del ejército francés que discurría por la vía de Los Yébenes‐ Fuente el Fresno y Malagón. El contraataque de las tropas francesas en la zona manchega fue irremediablemente un éxito, que condujo al ejército español a la derrota, las bajas personales fueron numerosas, entre muertos, heridos y prisioneros. La destitución de Cartaojal no se hizo esperar, siendo sustituido por el General don Francisco de Venegas, bajo cuyo mando se iniciaron nuevas acciones sobre tierras toledanas, para conseguir un mayor acercamiento y la recuperación de Madrid, en combinación con las fuerzas del general Cuesta y de las inglesas al mando de Wellington, cuyo desenlace finalizaría con la Batalla de Talavera. La situación en Toledo y la provincia: La posición geográfica y política en Toledo, hace que sea un punto clave de dominación, tanto por su cercanía a Madrid, como por ser nudo de comunicaciones con Extremadura, Levante y Andalucía. Ello motiva el que sus poblaciones y tierras se vean ocupadas una y otra vez por los mariscales y generales franceses. Frente a esta situación en la provincia, se crean tres grupos bien diferenciados: Los patrio‐ tas, que se mantienen en las comarcas abruptas de los Montes y de la Jara; son la inmensa mayo‐ ría en nuestra provincia. Otros,‐más o menos afrancesados, los que conviven con los invasores, colaborando desde los cargos públicos. Y por último, los llamados sevillanistas y gaditanos, que salen de Toledo y siguen en su retirada a la Junta Central suprema del Reino, tal es el caso de nuestro Blas Garoz. En los Ayuntamiento toledanos se mantiene la estructura del Antiguo Régimen, seguida por la municipalidad que van imponiendo los invasores, jurando la Constitución de 1812, volvién‐ dose a los absolutistas al regreso de Femando VIL Todos los municipios españoles reciben la orden de leer la Constitución y deben hacer el propósito de jurarla. Todos sin excepción cumplieron el mandato. Y así fue, el 6 de septiembre. Rafael de Águila y Josef Fructuoso López escribanos de los Ayuntamientos de Los Yébenes, "de estos adjuntos pueblos", certifican la lectura de la Carta Magna, la cual tuvo lugar en la Plaza de la Constitución y la jura en cada una de las parroquias, por separados ambos feligreses de la villa y el lugar.