santa elena constantino

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La Escalera Santa
El Palacio de Letrán
SANTA ELENA
Helena, nació en Bitinia, y fue tal vez la hija de un posadero. En alrededor de 270 se casó con un general romano, Costancio Cloro, y le dio un hijo, Constantino,
quien nació en torno a 285. Ella fue repudiada por su
marido en 292, cuando se convirtió en emperador del
Imperio Romano de Occidente y se casó con Teodora, hija del emperador Maximiliano. Habiendo llegado
a los sesenta años, en torno a 312, Helena se convirtió al cristianismo y demostró una profunda devoción
por su fe. En ese momento ella se había unido a su hijo
Constantino en la Corte de Trier, donde había tomado
el poder tras el período de educación que había recibido en el Este. Habiéndose convertido en emperador y
tomando posesión de las tierras del Imperio Romano
de Oriente, Helena se embarcó en una peregrinación
a Tierra Santa. Cuando llegó a Gólgota, descubrió los
restos de la Vera Cruz. La noticia de la cruz de Cristo
se hizo eco inmediatamente por todas las tierras. Helena construyó una iglesia en el Gólgota para albergar y
proteger las reliquias sagradas, dando impulso a la construcción de la iglesia de la Natividad y el Santo Sepulcro.
A raíz de esto, se le dio una parte de la cruz a la ciudad
de Constantinopla y otra pieza fue llevada a Roma y
se mantuvo en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén.
CONSTANTINO
Flavio Valerio Aurelio Constantino, también conocido
como Constantino el Grande, fue un emperador romano desde 306 hasta su muerte, que tuvo lugar en Nicomedia en el 337. Constantino es una de las figuras más
importantes del Imperio Romano, ya que él reformó y
favoreció ampliamente la expansión del cristianismo.
Entre sus intervenciones más importantes fue la reorganización del ejército y de la administración, la creación
de una nueva capital oriental que llevaba su nombre,
“Constantinopla”, y la promulgación del Edicto de Milán en el año 313 con respecto a la libertad religiosa.
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mus para la elección y consagración de los
Papas. El Papa, por consecuencia, ordenó
la construcción de un triclinium delante
de la basílica. Además encargó restaurar y
apoyó la decoración de mosaicos y pinturas para el oratorio de San Silvestre. El
Papa construyó el “ante scrinium lateranense”, un porticus y una turris que fueron
identificados en los restos debajo de la
primera, escalera a la izquierda. Durante
la época carolingia los pontífices continuaron promoviendo importantes obras
en el Palacio de Letrán. León III (795816) donó el arca cypressina al oratorio de
San Lorenzo con el fin de proteger las reliquias veneradas de la capilla. También
construyó dos triclinios; una hacia el lado
sur-este del Palacio Patriarcal, a la izquierda de la escalera principal y el otro en la
parte occidental del edificio, posteriormente identificado como el Aula Concilii.
El primer triclinio sobrevivió como una
ruina aislada hasta el siglo XVIII, cuando
Ferdinando Fuga a instancias del Papa
Benedicto XIV en 1743 lo trasladó a la
parte sur del Santuario de la Scala Sancta,
encerrándolo parcialmente en una reconstrucción al estilo neoclásico. En su
forma original, el triclinio se componía de
tres grandes exedras y estaba decorado
con columnas de pórfido, paredes de
mármol, pinturas y mosaicos en los ábsides. La exedra principal, sin embargo, que
estaba en malas condiciones desde la época de Sixto V, fue el pórtico principal que
se conservó, dado el importante valor
ideológico y político del mosaico que lo
decoraba, ya que legitimaba el poder espiritual y temporal de la Iglesia. Hoy en día
el mosaico presenta las obras de renovación que se llevaron a cabo en el siglo
XVIII. El centro del ábside representa la
imagen de Cristo bendiciendo rodeado de
los Apóstoles, con un libro abierto en el
cual es legible la Pax Vobis. El trasdós del
arco de la izquierda representa la imagen
El Palacio de Letrán
de Cristo Coronado entregando las llaves al
papa Silvestre y el Lábaro a Constantino;
el emblema del poder imperial. A la derecha está San Pedro en el trono, dando el
palio a León III y el vexillum a Carlomagno. A partir del siglo IX, los acontecimientos históricos se hicieron cada vez
más intensos hasta el momento de la cautividad de Avignon, que marcó el abandono definitivo del palacio de Letrán, que
luego sería reemplazado por el Vaticano.
Bajo el papa Esteban VI (896-899), la basílica de Constantino cayó en mal estado
y sólo a través de Sergio III (904-911),
posteriormente se inició una campaña de
restauración compleja. A falta de paredes
defensivas, el Complejo de Letrán fue
abandonado en numerosas ocasiones por
los papas que buscaban refugio en los
pueblos vecinos o en la fortaleza del El
Castillo de Sant’Angelo. Durante un período de amargas luchas internas Letrán
llegó a considerarse como no seguro para
el Papa, quien buscó refugio fuera de la
ciudad. Fue Inocencio III (1198-1214),
de hecho, quien comenzó las obras extensas y significativas dentro del edificio en
un intento de asegurar la permanencia,
sin embargo esto no fue suficiente para
evitar las incursiones e invasiones, ya que
en 1265 las tropas de Carlos de Anjou entraron en la Roma papal. Según Nicolás
III (1277-1280), Letrán tomó la forma de
pueblo satélite, el cual estaba poblado por
numerosos pabellones que albergaban residencias papales y de la Curia junto con
monasterios, talleres, triclinios, torres, escuelas y muchos otros edificios. Las últimas obras llevadas a cabo en Letrán se
registraron bajo Bonifacio VIII (12941303) antes del largo exilio en Aviñón,
que dio lugar a la despoblación de la zona.
Durante el Jubileo del año 1300, el Papa
ordenó la construcción de una imponente
Logia de Bendición en el extremo norte
del Aula del Concilio, que de hecho se
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convirtió posteriormente en la fachada representativa del edificio. A su regreso del exilio en
Aviñón, los papas decidieron que preferían residir en el Vaticano, y esta decisión marcó el lento
pero inexorable abandono de Letrán. Fue sólo
en tiempos más modernos que algunos papas,
entre ellos León X (1513-1521) y Sixto V
(1585-1590), se dedicaron a nuevas y significativas obras que aún se pueden ver hoy en día. El
Papa Peretti en el centro de la novena década
del siglo XVI decidió demoler completamente
las estructuras pertenecientes al Patriarchio y
confió a Domenico Fontana la reconstrucción
de un nuevo complejo apostólico. El Santuario
de la Scala Sancta fue construido incorporando
el Sancta Sanctorum y las escaleras recorrida
por Jesús antes de comparecer ante Poncio Pilato. La apertura del santuario fue anunciada en
la bula papal Cum singularum rerum del 24 de
mayo de 1590 y, teniendo en cuenta sus necesidades de culto, se estableció el Colegio Sixtino
de Scale Sante ad Sancta Sanctorum. El proyecto
de Fontana fue modificado varias veces durante
el transcurso de las obras. La primera consistió
en un atrio de tres arcos sin un ático o hastial,
coronado por tres cúpulas y claraboyas que estarían flanqueadas por una torre con campanario.
El segundo proyecto presentado, aún más grandioso, consistía en un pórtico con siete arcos
incluyendo frontones, balaustradas y una torre
con campanario más voluminosa. El tercer proyecto, que más tarde se convirtió en la versión
definitiva que todavía puede verse hoy en día,
concebía un santuario con cinco tramos, en el
centro de los cuales estaba la Scala Sancta, donde se dice que Jesús dejó manchas de sangre en
los peldaños 2, 11 y 28. Según la tradición,
Helena, la madre de Constantino, recuperó la
escalera del pretorio del palacio de Poncio Pilato y la madera perteneciente a la Cruz, junto
con otras reliquias que pertenecían a Cristo. La
Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén fue construida para la propia Cruz. Sin embargo, es más
difícil determinar la historia de la tradición de la
Scala Sancta; a partir de 1531 hubo numerosas
series de diseños modernos que colocaron a las
escaleras en medio del pasillo que conectaba el
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extremo oriental del Palacio Patriarcal a la
Logia de Bendición y al Aula del Concilio,
a la que se accedía a través de un pórtico
frontal con cuatro columnas. Durante el
pontificado Sixtino, se declaró la venerabilidad del sitio junto con información
que detallaba que debía ser recorrido de
rodillas. El traslado de la Escalera al Sancta Sanctorum fue motivado por la oportunidad de atribuir al nuevo santuario
con una posición escénica indudablemente mejorada, en relación con su trazado
urbano. Su orientación, que en el Patriarchio se había distribuido en una dirección
norte-sur, se giró entonces en una dirección oeste-este, en conformidad con la
orientación del altar del oratorio. Esto
significaba que aquellos que llegaran desde el Coliseo se encontrarían con las Escaleras justo en frente de ellos, en las proximidades de la nueva logia del Palacio
Apostólico y cerca del transepto derecho
de la Basílica de Letrán, que por el contrario se presentaba a los que llegaban desde
Santa Maria la Mayor. El santuario completaba simbólicamente el camino de los
peregrinos a lo largo de la Vía de San Giovanni. “[...] Los Canónigos de esta Iglesia,
crearon procesiones nocturnas con extrema dedicación, manteniendo el orden,
que se inició con la eliminación de la última etapa anterior, siguiendo con la de
abajo manteniendo el mismo orden al ponerlo en práctica, en contraposición a lo
que se hace ordinariamente, al caminar en
ellas con los pies, ya que los propios Pontífices las suben con devoción de rodillas y
todo el trabajo se llevó a cabo en una sola
noche “(Dictámenes 5 de octubre de
1589). Durante el transcurso del siglo
XVII se renovó el interés en Letrán, tras la
renovación de la Basílica de San Giovanni
que se había encargado a Borromini. Alejandro VII (1655-1677) autorizó a la Cofraternidad del Santísimo Sacramento a
construir un oratorio, una sacristía y coro
El Palacio de Letrán
en los espacios debajo de la Escalera Santa, sin embargo, la excavación amenazaba
la estabilidad de los primeros peldaños de
la Escalera Santa en el lado derecho, que
se fijaron posteriormente. El oratorio
consta de una sola nave dividida en tres
tramos. La decoración original de los pilares, que incluía la representación de ocho
santos con dos pertenecientes al pintor
Plautilla Bricci, fue cubierta por placas de
mármol en la segunda mitad del siglo XX.
El altar mayor está dedicado a Nuestra Señora del Refugio de los Pecadores y deriva
de San Juan a la Puerta Latina, que alberga
una pintura del siglo XII que representa a
la Virgen con el Niño. En el santuario se
hizo necesario realizar una serie de trabajos de mantenimiento para la conservación de la Escaleras. En 1724 las Escalera
se cubrieron con tablones de madera de
nogal que aún hoy continúan in situ.
A mediados del siglo XIX, después de vicisitudes administrativas, la custodia de la
Scala Sancta fue confiada a perpetuidad a
los Padres Pasionistas. En esta ocasión el
Papa Pío IX (1846-1878) permitió que
se realizaran una serie de donaciones para
la restauración y modernización del complejo. La obra fue confiada a Giovanni
Azzurri, un estudiante de Raffaele Stern y
profesor de la Academia de San Lucas. Sus
obras tenían por objeto proteger el Santuario de la intemperie y la humedad, y
permitir la construcción del convento pasionista. En un corto espacio de tiempo,
el monasterio fue erigido al lado de la capilla de los Padres Pasionistas y el pórtico
que daba acceso a la Escalera fue cerrado,
bloqueando cuatro de los cinco arcos. Se
encargaron proyectos ricos e imponentes
por el Papa Pío IX, que pronto fueron
abandonados por su sucesor Pío X (19031914) quien, junto con los Pasionistas, se
limitó a conectar las dos capillas de San
Silvestre y San Lorenzo a través de un pasillo detrás del Sancta Sanctorum.
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