Volver a la tierra

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Volver a la tierra Eduardo Caccia La película futurista Soylent Green (“Cuando el destino nos alcance”) planteó un panorama distópico. Hay sobrepoblación, la comida es un alimento sintético. Se ha extinguido la vida vegetal y animal, todo está contaminado. Como premio a un “retiro anticipado” (eutanasia), las personas disfrutan un audiovisual donde ven cómo era la tierra, los lagos y praderas perdidos, las especies que nunca conocieron. La filosofía náhuatl es premonitoria: “Ten cuidado de las cosas de la tierra...” Ahora que viví unos días entre la naturaleza, me llamó la atención la sorpresa con la que los niños citadinos miraban árboles frutales y otros cultivos. Sus ojos incrédulos parecían cuestionar que un higo hubiese caído de una rama, o que la zanahoria alguna vez estuvo rodeado de tierra, como la papa y el rábano. No hablemos de descubrir el colorido de una pitaya o preguntar de dónde sale el rambután. De las piñatas de ayer caían tejocotes, hoy, dulces sintéticos “sabor fresa”. Vivimos una época en que muchos niños podrían creer que las manzanas no se bajan de los árboles sino de una aplicación en la red. Irónicamente, un líder mundial de tecnología lleva el nombre de esa fruta. La falta de contacto con la tierra, con las bases de la vida, nos ha llevado a una degradación, a una falta de sensibilidad y respeto hacia el entorno. Acaso esto explique en parte la violencia rampante de nuestros días. En el 2008, Jesús León Santos, campesino de la alta mixteca Oaxaqueña, fue condecorado con el premio Goldman, que promueve en el mundo la defensa del medio ambiente. La noticia tuvo aquí poco impacto mediático. En los 80’s, junto con otros campesinos, realizaron un estupendo trabajo comunitario de reforestación y recuperación de suelos, en una zona árida, totalmente inerte. Paulatinamente lograron restaurar la vida, detuvieron la erosión con técnicas de cultivo prehispánicas, conservaron agua de lluvia en diques y sembraron árboles nativos (hasta 200 mil por año) para promover la sanación del ecosistema. En su discurso de aceptación del premio, en San Francisco, California, Jesús, ataviado con su sombrero y una sencilla camisa blanca, habla con la humildad de la tierra a la que cariñosamente llama “madre”. El oaxaqueño ha sido invitado alrededor del mundo para hablar de su experiencia. ¿Puede la renovación del suelo inducir la renovación moral? Ron Finley, afroamericano que habita una zona marginada de Los Angeles, así lo cree. Rodeado de tiendas de licores y comida rápida, lotes baldíos y jardines secos, Finley tuvo una idea descabellada: decidió sembrar vegetales en un camellón público bajo la idea de que “la comida es el problema y la comida es la solución”. Reunió a sus vecinos y formó lo que llamó L.A. Green Grounds. Emprendió una cruzada para decirle a la gente que sembrar su propia comida equivalía a imprimir su propio dinero. “Se asombrarían de lo que la tierra puede hacer” dice, como si le hablara a extraterrestres que nunca han visto crecer nada. En cierta forma es así, la ciudad nos ha separado de la tierra. Además, tocó fibras sociales profundas. Está convencido que cada jardín es una aula para aprender, una herramienta de transformación de la conducta: “Para cambiar la comunidad tienes que cambiar la composición de la tierra”. De paso nos deja pistas para combatir la obesidad, “si los niños siembran tomates, van a comer tomates”. Hace unos días, Jesús Silva-­‐Herzog Marquez citó a Luis Barragán: “Antes de la era de las máquinas, incluso en medio de las ciudades, la Naturaleza era el compañero fiel de todos… Hoy en día la situación se ha invertido. El hombre no se encuentra con la Naturaleza, ni siquiera cuando deja la ciudad para comunicarse con ella. Encerrado en su brillante automóvil, con su espíritu sellado con la marca del mundo desde el surgimiento del automóvil, él es, dentro de la Naturaleza, un cuerpo extraño. Una valla publicitaria es suficiente para sofocar la voz de la Naturaleza. La Naturaleza se convierte en un retazo de Naturaleza y el hombre en un retazo de hombre." Los Aztecas colocaban piedras con caras hacia el centro de la tierra. Nosotros acostumbramos a ver la esperanza en el cielo; tal vez es hora de rezar hacia abajo. Si te gustó, escríbeme. Si no, también: [email protected] Sígueme en Twitter: @ecaccia Visita mis páginas: http://www.mindcode.com http://www.eduardocaccia.com Eduardo Caccia ayuda a las empresas a innovar (vender más), a partir de entender el consciente y el subconsciente del consumidor. Really? Publicado en El Norte, Mural, y Reforma el 10 de Agosto de 2013.
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