HURACÁN1 Corría el año de 1966 cuando la carrera del púgil

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ÉTICA, RESPONSABILIDAD SOCIAL Y TRANSPARENCIA
HURACÁN1
“No estoy en la cárcel por asesinato. Estoy en la cárcel porque soy un negro
en Estados Unidos de América, donde quienes ostentan poder sólo
permitirían a un negro ser un bufón o ser un criminal.”
Rubin Carter, entrevista en 1975.
Corría el año de 1966 cuando la carrera del púgil Rubin
“Huracán” Carter subía como la espuma. Al menos dentro del
cuadrilátero, pues su condición de negro en Estados Unidos le seguía
haciendo sufrir problemas de racismo. En ese mismo año hubo un triple
asesinato en un bar cercano en donde el “Huracán” había estado esa
misma noche. Era el principal sospechoso de las autoridades. Algunas
investigaciones apuntaban a su culpabilidad. Era un ex-convicto. Era
negro.
Catorce años, y tras conocer la biografía del boxeador, un
muchachillo decide estudiar su caso. Tal es su interés y tan poderosas
las evidencias que encuentra, que sus esfuerzos abren de nuevo la
investigación.
Antecedentes
Mi nombre es Lesra Martin y estudié derecho en la Universidad de Toronto. Soy
litigante en Vancouver y me sorprendo cuando las personas me dicen que no hay nada
que hacer frente a la corrupción; que los derechos humanos son letra muerta, y que tanto
el sistema judicial como la sociedad son agentes pasivos frente a ésta.
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Este caso fue basado en la película The Hurricane, Universal Pictures, Special Edition 2000.
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Nací en Brooklyn y viví en un barrio violento y peligroso. Tuve una infancia
rodeada de alcoholismo —por parte de ambos padres—, crímenes, violencia y sobre todo
racismo. ¿Había olvidado decir que soy negro? La historia que ahora cuento comenzó
hace más de veinte años.
En 1980 yo tenía quince años y apenas a esa edad estaba comenzando a leer. Iba
en una escuela pública y aunque era analfabeta era el 3er mejor alumno de mi clase. Eso
fue lo que llamó la atención de Terry, Sam y Lisa, quienes llegaron a mi escuela gracias a
un programa de ayuda a gente de escasos recursos. Me sacaron del arrabal donde vivía,
me educaron y ahora son mis protectores y amigos. El primer libro que me regalaron y
leí era uno en cuya portada aparecía un joven negro tras las rejas. El libro se llamaba: El
decimosexto round. Del contendiente No.1 al 45472. Era la biografía de un boxeador:
Rubin “Huracán” Carter.
Rubin “Huracán” Carter
Rubin “Huracán” Carter: campeón mundial de peso medio. Leer su biografía fue
muy impactante para mí, pues me identifiqué con muchas de las cosas que el Huracán
había padecido de chico. Rubin tuvo una infancia difícil. Cuando tenía 11 años un
hombre blanco adinerado y viejo se acercó al grupo de amigos de Rubin intentando
seducir a uno de ellos —en ese tiempo era muy común que personas adineradas buscaran
cometer ese tipo de crímenes, pues los niños negros eran presa fácil. ¿Quién le iba a hacer
caso a un niño negro denunciando un abuso sexual de parte de un miembro distinguido de
la comunidad? (blanco obviamente). Rubin defendió a su amigo lanzando una botella de
vidrio que le pegó en la cabeza al acosador. Ambos forcejearon, pero Rubin huyó tras
clavarle una navaja en el brazo. Una semana después lo arrestaron; el policía que lo
interrogó —se llamaba Della Pesca—,aprovechó para amenazarlo y humillarlo por ser
negro. Llevaron a Rubin a una corte para menores y le dictaron sentencia de permanecer
en un reformatorio varonil hasta los 21 años.
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En ese violento reformatorio aprendió a sobrevivir, entre peleas y abusos
sexuales. Rubin se escapó dos años antes de cumplir su sentencia. Se enroló en el ejército
y se hizo paracaidista. Superó problemas personales como su tartamudez (por la que lo
discriminaban aún más) y se hizo boxeador profesional. Cuando volvió a su pueblo natal
era ya campeón de peso Welter europeo. En cuanto pisó de nuevo su territorio Della
Pesca, ahora convertido en Sargento, lo encarceló para que cumpliera su condena.
Rubin salió de la cárcel el 21 de septiembre de 1961, tras entrenar mucho para
convertirse en boxeador profesional, y al salir juró nunca más volver a pisar una prisión.
Contrajo matrimonio con una joven de su vecindario, con quien tuvo un hijo, y al
siguiente año fue nombrado púgil del año.
Aún cuando era una figura pública reconocida, sufría por ser de raza negra. Uno
de los ejemplos más escandalosos sucedió el 24 de diciembre de 1964, día en que le
propinó una paliza al entonces campeón mundial de peso medio (Joey Giardello); sin
embargo, el cinturón se lo dieron a Giardello después de una deliberación de 35 minutos.
El motivo: un negro no podía ganarle a un blanco.
En 1966 ocurrió el suceso trágico que llevó a Rubin a la cárcel: Estaba bebiendo
en un bar para relajarse, donde uno de sus fans –John Artis (también negro) – lo reconoce
y más tarde se ofrece llevarlo a su casa (aproximadamente a las 2:30 de la madrugada).
Ya encaminados, una patrulla los detiene y sin interrogarlos, son forzados a acompañar a
los policías.
Después se enterarían que se había cometido un asesinato a sangre fría en otro
bar, y se reconoció a dos negros en un auto blanco como los agresores. Rubin y Artis eran
sospechosos.
Sin decirles la razón por la cual los llevaban detenidos, Rubin y Artis fueron
conducidos al bar donde estaban los testigos, quienes aseguraron que ellos no eran los
negros que habían visto. Posteriormente los llevaron al Hospital St. Joseph para que una
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de las víctimas los reconociera, y aunque estaba mal herido aseguró que ni Rubin ni Artis
habían sido los agresores2. En ese lugar estaba el sargento Della Pesca, quien parecía
inducir al herido para que los reconociera. Rubin “Huracán” Carter se dio cuenta que
aquel sargento que lo había discriminado y humillado, quería involucrarlos en el
asesinato a como diera lugar.
Ese mismo año juzgaron a Rubin Carter y a John Artis, en un juicio lleno de
mentiras y prejuicios raciales, condenándolos a tres cadenas perpetuas. Cabe hacer
mención que el jurado estaba conformado solamente por hombres blancos.
El encuentro
Al leer su vida y las injusticias que cometieron con el Huracán, vinieron muchos
recuerdos de mi vida y automáticamente me identifiqué con él, pues yo fui y sigo siendo
víctima del racismo. Me dolieron enormemente los prejuicios raciales en contra de los
negros y las injusticias que se cometen cuando alguien no aplica la justicia de igual
manera para todos.¿La policía no está para defendernos a todos?, era frustrante que ellos
mismos fueran los agresores. Me di cuenta que lo que yo había vivido en mi vida era sólo
una muestra de los alcances del odio hacia una raza minoritaria. Aunque son derechos
universales la vida, la libertad y la seguridad de la persona, hay quienes pasan sobre ellos
impunemente.
Inspirado por su vida e indignado por la injusticia que le habían cometido le
escribí al Huracán. Rubin me contestó, y entablamos una amistad por correspondencia
que duró meses. Después tuvimos un primer encuentro en la cárcel. Esa plática marcó mi
vida, y me impulsó más a encontrar la justicia para ese hombre.
No me enteré hasta después cuántas dificultades tienen los reclusos para recibir
visitas familiares, dificultades que rayan en la humillación. Por ejemplo, desnudan a
todos los presos que reciben visitas y los “revisan” minuciosamente para que no guarden
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Esta víctima murió poco después a causa del atentado contra su persona.
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nada. Sobra decir que los métodos de “buena conducta” que la autoridad administraba no
eran sino golpizas, aislamiento, privación de los alimentos, y cosas innombrables. Me
pregunto si hay alguna justificación para que se les trate así. ¿Es justicia no tratar a los
reclusos como personas? Los delincuentes cometieron un delito, pero ¿cuál es la medida
para que la sociedad pase de la justicia a la venganza? Muchas personas piensan que es
más fácil encerrarlos y olvidarse de ellos, no importando las condiciones en que vivan,
pues si son injustas o deshumanizadas, “se lo ganaron a pulso”.
La investigación
Yo era sólo un muchacho, pero les pedí a Terry, Sam y Lisa que me ayudaran.
Ellos no tenían prejuicios raciales. Dedicamos todo nuestro tiempo y esfuerzos para sacar
al Huracán de la cárcel, comenzando por las investigaciones. Visitamos también a los
abogados de Rubin, quienes nos recibieron desanimados: llevaban ya una década con el
caso del Huracán.
Descubrimos que había personas influyentes e importantes a quienes íbamos a
exponer, el tipo de persona que por un prejuicio no se tientan el corazón para destruir la
vida de un hombre inocente encarcelándolo. En la investigación encontramos todo tipo de
declaraciones falsas e incongruentes con las que se culpaba al Huracán3.
En la cárcel el Huracán volvía a recibir amenazas. En esta ocasión fue el director
del reclusorio quien le aclaró que, en caso de que alguien quisiera hacerle daño, él no
podría protegerlo. Yo mismo fui amenazado por el sargento Della Pesca, quien ahora
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Aquí mencionamos sólo algunas:
A la hora en la que se llamó para denunciar los asesinatos, Rubin y Artis estaban aún en el otro
bar; sin embargo los policías declararon que había sido antes.
Uno de los testigos que estaba en el bar, declaró esa noche que no reconocía a Rubin ni Artis como
los asesinos. Sin embargo, como tenía problemas con la autoridad, mintió en el juicio a cambio de su propia
libertad.
Patty Valentine —otra testigo—, dijo que el auto en que se alejaban los asesinos era un Dodge
Monaco; sin embargo el modelo que conducía Artis era un Dodge Polaro.
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había ido en ascenso en puestos públicos. Como ven, las presiones de las autoridades en
turno porque no se supiera la verdad eran muy grandes4.
Dilema
Reunimos pruebas de corrupción policial y ministerial, de los prejuicios raciales
de los tribunales que juzgaron el caso de Rubin “Huracán” Carter5, coerción de
declaraciones, y retención y falsificación de pruebas.
Hubo entonces que hacer una elección difícil, pues si se presentaban las pruebas
al Tribunal Estatal podrían pasar años antes de la resolución; en cambio, si se presentaban
al Tribunal Federal, el juez tendría la oportunidad de rechazar esas pruebas (por saltar al
Tribunal Estatal) y entonces se perderían para siempre. Todo dependía de si el juez se
daba la oportunidad de revisar las pruebas y de su aceptación.
Teníamos miedo, pues ya en los dos juicios anteriores se había chantajeado a
jueces, fiscales y abogados. Todos tenemos derecho a un justo proceso, pero ¿cómo
podríamos confiar en las autoridades estatales si había de por medio la idea generalizada
de la inferioridad de la raza negra?, ¿podríamos confiar nuevamente en las instituciones
judiciales, si no estatales, federales, ante el caso de un negro? No lo sabíamos…
Pero sí sabíamos que de haber justicia, el esfuerzo de civiles comunes y corrientes
en busca de la verdad daría fruto. Comprobaríamos que si la ley busca la verdad sin
prejuicios, se puede ejercer la justicia; y sobre todo, que denunciando la corrupción se
puede realizar el ideal de una sociedad justa. Cualquier persona que deje pasar una
injusticia, se hace cómplice, pues el silencio o la apatía frente a hechos injustos dañan a la
sociedad enormemente. Una sociedad callada y apática frente a la injusticia es una
sociedad corrupta.
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Durante nuestras investigaciones sufrimos un “accidente”. Al ir por la autopista inexplicablemente se
salió una llanta y tuvimos un choque fuerte; la intención era matarnos, estoy seguro.
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Todos los jurados eran personas de raza blanca.
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Conclusión
En noviembre de 1985 se le da la oportunidad a Carter de
presentar las pruebas. El juez, tras revisar las pruebas, le concedió a
Carter la libertad inmediatamente. Se reconocieron los elementos de
racismo durante el proceso penal. Se reconoció la corrupción de la fuerza
policial con la que se coercionaron declaraciones y se manipularon
pruebas.
Carter fue puesto en libertad.
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