Siglo nuevo NUESTRO MUNDO que frases tan contradictorias como “la guerra es la paz” o “la esclavitud es libertad” son aceptadas sin reservas por las personas que las escuchan de forma reiterada. Una de las falsedades que a fuerza de repetirse insistentemente ya es tomada como sólida verdad es la de que las mujeres siempre se dejan mover más por sus sentimientos románticos que los varones. Hasta la saciedad se ha repetido que el romanticismo se manifiesta con mayor fuerza en las conductas y actitudes femeninas que en las masculinas. Sin embargo, la biología evolutiva contradice esa creencia generalizada. Esta nueva disciplina científica sostiene que las mujeres, así como las hembras de otros primates, por naturaleza están más vinculadas a sus hijos que los varones y procuran por lo mismo mayor estabilidad existencial para asegurar así la subsistencia y desarrollo de su prole. Su condición maternal les lleva a rechazar riesgos innecesarios y a oponerse con firmeza a aventuras que pongan en peligro a sus familias. Para ellas, la seguridad y la protección importan mucho más que los ideales románticos y el espíritu de aventura. Abundan los ejemplos históricos que respaldan la tesis de que la estabilidad familiar es más importante para las mujeres que sus sentimientos. Por citar un caso célebre, san Agustín -siendo obispo de Hipona- se sintió feliz al convencer a los hombres de esa diócesis de la necesidad de poner todos sus bienes en común para vivir como vivían las primeras comunidades cristianas. Su dicha se vino abajo cuando las esposas de aquellos entusiastas individuos reaccionaron airadas y pararon en seco las tentativas episcopales de convertir los bienes privados en un fondo colectivo cristiano. La proverbial elocuencia de Agustín nada pudo ante aquellas aguerridas mujeres que a pesar de ser más asiduas a la Iglesia que sus cónyuges, defendieron por todos los medios el patrimonio de sus familias. El famoso santo fue apabullado por una de las primeras manifestaciones cacerolistas de la historia. Zick Rubin, investigador de la Uni44 • Sn versidad de Michigan, afirma que aunque los hombres tienden a ser menos expresivos y detallistas que las mujeres, de todos modos las superan en romanticismo. Él aplicó una encuesta a millares de personas en la que la mayoría de los varones estuvo de acuerdo con enunciados como ““Si los miembros de una pare- del que no estuvieran enamoradas mientras éste fuera ‘un buen partido’. El 65 por ciento de los hombres no dudó en contestar que jamás se casaría sin haber amor aunque la mujer tuviera abundantes cualidades. Hasta Gabriel García Márquez en sus novelas y cuentos presenta a las mujeres como seres realistas que procuran la estabilidad y son fuente de equilibrio para los suyos, mientras los hombres son poseídos y arrebatados por diversas locuras que trastornan su existencia. El romántico José Arcadio Buendía no vacila en arriesgar su vida y en comprometer todo su patrimonio en pos de las aventuras más disparatadas, como buscar con imanes tesoros enterrados o montar muy costosos laboratorios de alquimia. Por contraste, la realista Úrsula Iguarán centra todos sus afanes en la preservación de su familia. Correo-e: [email protected] ¶ Palabras de Poder Rubin informó que el 72 por ciento de las damas aceptaría casarse con un sujeto del que no estuvieran enamoradas mientras éste fuera ‘un buen partido’ ja realmente se quieren, no enfrentarán inconvenientes graves para llevarse bien en el matrimonio”, pero discrepó tajantemente de enunciados como “una “ persona no debería casarse si sus padres manifiestan razones contra ese matrimonio”. Las mujeres, en cambio, dieron gran importancia a las consideraciones sociales y prácticas. De hecho, Rubin informó que el 72 por ciento de las damas aceptaría casarse con un sujeto Nadie puede llamarse feliz si está fuera de la verdad Jacinto Faya “E l primer paso en la búsqueda de la felicidad es aprender, aprender las emociones y conductas que nos hacen sufrir y las que nos hacen sentir dichosos,” así lo escribió el Dalai Lama, en su obra El arte de la felicidad felicidad. Identificar los factores que nos hacen felices y los que nos producen sufrimiento, es un paso esencial que muchas veces no tenemos definido. La verdad, entendida como la realidad, constituye la premisa fundamental. Si pretendemos identificar con precisión las emociones y conductas que nos causan sufrimiento, tenemos necesariamente que asumir la posición más fundamental de todas: ser valientes pa-