Discurso de recepción doctorado honoris causa por la

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Discurso de recepción del título de Doctor honoris causa concedido por
la Universidad PUC Minas
Belo Horizonte, 28 de mayo de 2010
Excelentísimo Señor Gran Canciller de la PUC Minas, Reverendísimo Señor Arzobispo
de Belo Horizonte, Dom Walmor Oliveira de Azevedo,
Excelentísimo y Magnífico Señor Rector y Obispo Auxiliar de Belo Horizonte, Dom
Joaquim Giovanni Mol Guimaraes,
Dignísimas Autoridades Académicas
Dignísimos miembros del Consejo Universitario y del Consejo de Enseñanza,
Investigación y Extensión,
Señoras y señores Profesores y estudiantes,
Señoras y señores,
Constituye para mi un altísimo honor y una gran alegría dirigirme a Uds. en este acto
académico tan solemne, en el que las autoridades de la PUC Minas han querido
acercarme más a ella, si cabe, otorgándome la alta distinción de incorporarme ad
honorem a su claustro, al nombrarme doctor honoris causa. Con esta distinción, de larga
tradición académica europea y también latinoamericana se quiere reconocer
públicamente las vinculaciones académicas del homenajeado con la Universidad que le
da acogida tan solemne.
Con independencia del merecimiento personal de esta distinción, la cual es fruto de la
benevolencia y generosidad de la de la PUC, deseo expresar la emoción y alegría que
me embarga en estos momentos, pero ya desde que tuve conocimiento de la noticia, el
orgullo que me produce esta distinción, el compromiso de incrementar mi colaboración
con ella y, sobre todo, el profundo agradecimiento a todas las autoridades académicas
de la PUC Minas, por haberla apoyado. Y el sentimiento de correspondencia a la
fraternal acogida expresada por el Rector Dom Mol.
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No es la primera vez que se me distingue desde la PUC. En efecto, hace dos años, por
recomendación del Señor Rector y por decisión del Gran Canciller fui nombrado
miembro del Conselho Pro Vida, órgano deliberativo creado por el Arzobispado con el
fin de fomentar la reflexión sobre los avances biomédicos y las prácticas asistenciales
relativas a la salud desde los valores cristianos. Hace dos días tuve la satisfacción de
incorporarme a una de las sesiones de trabajo de dicha institución, en la que presenté
una contribución sobre los trasplantes de órganos, tema de permanente actualidad por
sus importantes beneficios al ser humano y por sus implicaciones éticas y jurídicas. El
clima amable de esta sesión de trabajo del Conselho dio lugar a una rica y profunda
aportación e intercambio de muy valiosas reflexiones, todas ellos presididos por la
prudencia y la ecuanimidad y el respeto mutuo de todos sus miembros.
Vinculación con la PUC Minas y su Facultad de Derecho.
Como jurista no puedo dejar de apreciar con satisfacción que la Facultad Mineira de
Derecho celebra este año el sesenta aniversario de su fundación. De la Facultad Mineira,
y con el apoyo de sus autoridades, ha surgido la iniciativa de proponer a los órganos de
Gobierno de la Universidad la concesión a mi persona de este doctorado honoris causa.
Desde hace ya más de catorce años, cuando el entonces Rector de la PUC, Padre
Magela, me acogió con su entrañable hospitalidad, he podido presenciar la evolución y
la modernización constantes de la Facultad de Derecho para mejorar de forma sustancial
sus ofertas docentes a un número creciente de alumnos de grado y de postgrado, así
como también los esfuerzos continuos para incrementar la cantidad y calidad de la
investigación, lo que ha dado lugar a un merecido reconocimiento en Brasil a sus
aportaciones en muy diversas materias, incluido el Bioderecho.
Hace dos años, la PUC Minas y la Universidad de Deusto firmaron un Convenio de
colaboración con el fin de estrechar más los lazos entre ambas universidades, en
particular en los ámbitos de la Bioética y el Bioderecho. En aquella ocasión tuve el
honor de representar al Rector de la Universidad de Deusto y fui gratificado con la
afectuosa acogida del Rector, Dom Joaquim Mol, y de todo su equipo rectoral.
Por mi parte, a lo largo de estos años de vinculación constante con la PUC Minas he
tenido la oportunidad y la satisfacción de impartir clases de grado y de postgrado, de
pronunciar numerosas conferencias, de realizar entrevistas en los medios de
comunicación propios de la Universidad, de participar en Congresos nacionales (como
el Conpedi de 2007, organizado por la PUC Minas) e internacionales, de formar parte de
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una comisión para evaluar una tesis doctoral, de coordinar varias publicaciones
conjuntas con profesores de la PUC y con autores de europeos y latinoamericanos, una
de ellas con la Editorial de la propia Universidad. Y soy también miembro del Consejo
Científico de la Revista de la Facultad de Derecho. Por otro lado, en la Universidad de
Deusto desde hace muchos años hemos recibido estudiantes de postgrado que han
acudido para preparar su doctorado, algunos de ellos en la Cátedra Interuniversitaria de
Derecho y Genoma Humano.
De todas estas actividades de colaboración la que, sin duda, más me enorgullece es el ya
largo y fructífero trabajo conjunto que vengo realizando en los campos de la Bioética y
el Bioderecho con Maria Fàtima Freire de Sà, Profesora de la Facultad de Derecho. La
Profesora de Sà ha conseguido crear y mantener un núcleo de interés sobre los temas
relacionados con el Derecho y la Biomedicina, y especialmente con la Genética
humana, todavía insuficientemente estudiado en Brasil. Su trabajo no sólo es conocido
en varias instituciones federales del Brasil, sino también en Europa. La Profesora Freire
de Sà ha impartido conferencias en España y ha participado con nuestro grupo de Bilbao
y otros colegas de diez países europeos y latinoamericanos en un importante proyecto
de investigación jurídica sobre Biobancos, llamado Latinbanks, que ha sido financiado
por la Comisión Europea y ha dado lugar a un libro que dentro de unas semanas se
publicará en inglés por una editorial internacional de Bélgica. Por las mismas fechas se
publicará también una importante obra a la que han contribuido 220 autores de
Latinoamérica, Portugal y España. Se trata de una “Enciclopedia de Bioderecho y
Bioética”, ambiciosa por sus dimensiones, más de dos mil páginas, por su calidad, por
su enfoque interdisciplinar y porque quiere ser un punto de encuentro entre los
especialistas en Bioética y en Bioderecho latinoamericanos, portugueses y españoles,
que ha sido preparada por todo el equipo de la Cátedra Interuniversitaria de Derecho y
Genoma Humano. Por sus propios méritos la Profesora Maria Fátima es miembro del
Comité Editorial de la Enciclopedia, así como también autora de una voz jurídica.
Confío y deseo que ella continúe con este tipo de aportaciones académicas de gran
nivel, pues se necesitan en Brasil acciones y trabajos serios y comprometidos que
ayuden a clarificar el panorama sobre el Derecho de las Ciencias de la Vida, pues es un
ámbito en continua expansión y muy sensible, y establecer puentes con Europa, y yo
creo, en mi modesta opinión, que la PUC Minas está en condiciones de liderar este reto.
Dignísimas autoridades de la PUC Minas, me permitirán que salude ahora a algunas
personas presentes en este acto, que son especialmente entrañables para mi. Me refiero a
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mis discípulos, a los que quiero rendir aquí un sencillo homenaje, y a mis colegas
españoles y brasileños que han querido acompañarme en tan significativa solemne
ceremonia académica. Han venido de las universidades españolas de La Laguna,
Deusto, País Vasco, Zaragoza, Las Palmas de Gran Canaria, La Rioja y Autónoma de
Barcelona, de la Administración General del Estado, y de otras Universidades
brasileñas.
Y, finalmente, desde la distancia física, deseo recordar a mi familia, es decir, a mi
madre y a mis hermanos y a otras personas también muy queridas.
La reflexión ética y jurídica sobre las Ciencias de la Vida hoy.
Los medios de comunicación de todo el mundo han dado la noticia de que ha sido
creada vida artificial. Para ello se consiguió reproducir en el laboratorio el genoma
completo de una bacteria que fue introducido en la estructura natural de una de esas
bacterias, de modo que ésta pudo reproducirse. Craig Venter, su impulsor, ha señalado
que este hallazgo nos obligará a reconsiderar el concepto y la función de la vida.
Conocí personalmente al Dr Venter en Bilbao, con ocasión de un Congreso
internacional que en 1993 organizó la Fundación BBVA en la Universidad de Deusto
con la Diputación Foral de Bizkaia sobre los aspectos jurídicos del Proyecto Genoma
Humano, y fue entonces cuando se creó la Cátedra que vengo dirigiendo. Asistieron
doscientos especialistas en Bioética y Derecho de todo el mundo y varios científicos, de
ellos cinco premios Nobel. El Dr. Venter acababa de abandonar los Institutos
Nacionales de Salud norteamericanos por sus discrepancias con la dirección del
Proyecto, pues él era partidario de patentar todos los genes y las secuencias de genes
que se fueran descubriendo, asunto entonces de lo más polémico y complicado. Pocos
saben que el Encuentro de Bilbao le permitió a Venter conocer al Prof. Hamilton O.
Smith, Premio Nobel de Medicina, uno de los ponentes del mismo; desde entonces han
emprendido juntos numerosas, arriesgadas y exitosas investigaciones.
Este científico-empresario, como se le conoce acertadamente, se estableció por su
cuenta, creando para ello sucesivamente varias empresas biotecnológicas. Desde
entonces ha conseguido logros científicos muy importantes, como fue adelantar los
plazos previstos inicialmente para la secuenciación completa del genoma humano, de la
que se le considera uno de sus principales artífices. Parece ser también que no menos
importantes han sido sus éxitos económicos, y, desde luego, el acuerdo alcanzado con
Exxon por seiscientos millones de dólares no lo calificaría yo como un efecto
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devastador de la crisis económica. Por consiguiente, estamos ante un investigador
imaginativo, pero bien orientado, emprendedor y rompedor, y como demuestra este
último acontecimiento, su capacidad mediática ha quedado, una vez más, plenamente
acreditada.
Respecto a la valoración de la creación de la susodicha bacteria, que no lo ha sido del
todo, como en todos estos asuntos y en los hallazgos científicos, conviene ser cauto. Las
investigaciones de los últimos años de diversos científicos sobre biología sintética
anunciaban que algo así iba a ocurrir y es mucho más lo que nos vendrá, según estamos
viendo gracias a un proyecto europeo financiado por la Comisión Europea sobre los
aspectos científicos, éticos y jurídicos de la Biología sintética en el que participamos.
Quizá en estos momentos de analizar el hallazgo de Venter sea menos relevante su
afirmación de que ha logrado crear vida artificial –y los científicos se han encargado de
rechazarla-, aunque invite a reflexiones de gran calado, sino valorar qué supone desde el
punto de vista científico. Indudablemente, se ha puesto en marcha una herramienta
biotecnológica de extraordinarias potencialidades, sobre todo a nivel celular. Las
aplicaciones diversas que puede tener esta herramienta a medida de que se vaya
desarrollando y perfeccionando en sectores relacionados con la salud, la actividad
industrial y agroalimentaria, el medio ambiente, etc., son inmensas.
De todos modos, y con todos los respetos hacia su persona, alguna universidad debería
invitarle a recibir un curso rápido sobre Filosofía y Antropología, pues, por lo que
conocemos ahora, ni él ni nadie parece que puedan cambiarnos el concepto de vida,
aunque posiblemente en el futuro sí tengamos que aclarar qué sea vida humana, como
consecuencia de líneas de investigación como ésta y otras que pretenden crear quimeras
e híbridos a partir de materiales biológicos pertenecientes a especies diferentes, una de
ellas la humana; o qué es lo que caracteriza e identifica a la especie humana, si con
herramientas biotecnológicas diversas se logra modificar sustancialmente alguna parte
del genoma humano y dotarle así de rasgos y potencialidades expresadas en su fenotipo,
de las que carece el ser humano en la actualidad. Desde luego, a científicos como él sí
corresponde explicarnos a los ciudadanos el funcionamiento –se entiende que biológicode la vida, en particular la relacionada con los avances y técnicas que ellos han
conseguido.
También precipitadas en su momento fueron las manifestaciones de eminentes
científicos que afirmaron que lo más íntimo del ser humano estaría ligado al
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conocimiento completo de nuestros genes, que en los genes se halla el secreto de la vida
del ser humano; o que en ellos radica el secreto de su libertad, llegó a sostener James
Watson, apuntando a tesis deterministas, quien con peor fortuna todavía señaló que se
acabaría demostrando la superioridad biológica de unas etnias respecto de otras; o para
terminar esta retahíla de despropósitos, cuando se consiguió manipular las llamadas
células madre, de modo que se pudieran multiplicar en el laboratorio de forma
indefinida, se proclamara que se había logrado la inmortalidad, afirmación más
concebida para la cabecera de un periódico que para el editorial de una revista
científica. A esto se le suele llamar reduccionismo científico, y le podemos contraponer,
afortunadamente, que los seres humanos somos algo más que nuestros genes.
Con estas reflexiones no quiero que se entienda que soy contrario a estas
investigaciones ni a sus logros, pero sí que debemos verlas con cautela y cierto
distanciamiento, para comprender qué es lo que puede llegar a ocurrir realmente desde
un punto de vista científico y en qué medida pueden afectar a nuestras percepciones y
valoraciones sobre lo humano. Y esto ya no es cosa de microscopios.
Por otro lado, hoy se están desarrollando varias formas de concebir y de practicar la
Medicina, la Medicina del futuro
En primer lugar, la llamada Medicina predictiva-preventiva, gracias a los análisis
genéticos. Es conocida la capacidad predictiva que poseen los genes respecto a
enfermedades presintomáticas, aunque frecuentemente no se descartan meros juicios de
predisposición o susceptibilidad; al menos puede indicar la condición de portador de la
persona examinada, lo que significa que incluso en el caso de que no llegue a padecer la
enfermedad podrá transmitirla a su descendencia. A partir de ese conocimiento se
podrían tomar diversas medidas terapéuticas, algunas incluso preventivas, como ya
ocurre en la Medicina de la reproducción. Unas pueden ser muy sencillas (p. ej.,
administrar una sustancia de la que es deficitario el organismo del paciente), pero otras
requieren la intervención en los genes mediante diversas técnicas en vías de estudio y
ensayo, que son conocidas como ingeniería genética.
A nadie se le escapa que las intervenciones en los genes humanos, incluso si están
preordenadas estrictamente al tratamiento de enfermedades graves, incurables por otros
procedimientos, constituyen un marco adecuado para la reflexión ética y jurídica e,
incluso, si se apura, hasta para la reflexión filosófica sobre aspectos que penetran en lo
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más profundo de la esencia del ser humano, como es su identidad antropológica. De
esto último sólo apuntaré a qué quiero referirme, pues entrar en ello exigiría una
exposición con otra armazón y otro enfoque muy diferentes, cierto que muy sugestivos.
En segundo lugar, Medicina personalizada o individualizada, gracias al conocimiento
de las reacciones individuales en virtud de las características genéticas de cada persona,
podrán aplicarse medicamentos adecuados a las mismas, siendo así al mismo tiempo
más eficaces y menos agresivos, pudiendo reducir así sensiblemente la yatrogenia
(Farmacogenética).
Finalmente, se habla también de la Medicina regenerativa, conforme a la cual y a la
utilización de células madre humanas de diverso origen, se podrán reconstruir partes del
cuerpo dañadas por traumatismos o funcionalidades como consecuencia de
enfermedades degenerativas graves e incurables (parkinson, Alzheimer, diabetes).
Estas actividades no sólo demandan respuestas organizativas, económicas y de otro tipo,
sino también éticas, sea cual fuere la visión ética que uno tenga, pues en las sociedades
plurales todas están llamadas al diálogo.
Y es a continuación de estas reflexiones cuando podremos plantearnos con un foco más
preciso el tratamiento jurídico que reclamen, para poder dar satisfacción a todos los
intereses concurrentes. En efecto, no pocas de las investigaciones que puede requerir
esta medicina avanzada a la que he hecho mención más arriba y su posterior aplicación
clínica sobre los seres humanos que lo necesiten abren dilemas éticos de diversa
envergadura, algunos de ellos, además, de extrema complejidad. De ahí que en
ocasiones venga a la memoria la historia mitológica de aquella Jano griega, con sus dos
caras antagónicas, del bien y del mal al mismo tiempo.
Algunas reflexiones finales
La comunidad científica, el sector privado, los poderes públicos y los interlocutores de
los ciudadanos están realmente comprometidos por abrir las puertas a nuevas terapias
que, de conseguir sus objetivos, serán revolucionarias, pues contribuirán de forma
decisiva a la mejora de nuestra calidad de vida, modificarán sensiblemente la práctica
sanitaria asistencial y afectarán a nuestra percepción actual sobre la salud y la
enfermedad.
En algunos casos habrá que salvar los escollos técnicos con los que se pueden encontrar
los investigadores en sus trabajos. En otros, además, será necesario resolver algunos de
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los problemas éticos, jurídicos y sociales que he apuntado anteriormente, lo que no
siempre habrá de ser fácil, pues hemos visto cómo pueden verse comprometidas ciertas
concepciones y valoraciones que se suelen aceptar en la actualidad; otras, sin embargo,
han sido sometidas a revisión por diversos sectores sociales.
Necesitamos, por consiguiente, una metodología que permita lograr encuentros básicos
en materias esenciales.
En primer lugar, ha de fomentarse un diálogo interdisciplinar, en el que los científicos
son tan sólo una parte, sin perjuicio de su importancia, pues ha de darse cabida al
encuentro con otros discursos que vendrán de la Filosofía y la Ética, el Derecho y la
Economía, la Teología, las Religiones y las Culturas y la especial tarea que corresponde
a la Iglesia Católica, desde la aportación de los valores cristianos. Ese diálogo, para que
sea participativo, tendrá que ser, asimismo, plural y respetuoso con los demás.
Entre las diversas medidas que parecen recomendables se encuentran la potenciación de
órganos de control externos, plurales e independientes.
Otro punto de partida será prevenir cualquier forma de discriminación basada en el
patrimonio genético de una persona, como ya proclamó el Convenio de Oviedo, sobre
derechos humanos y biomedicina. En todo caso, nos encontramos también ante otros
retos de signo diferente, como será evitar la discriminación, las desigualdades sociales,
no sólo en virtud de las características biológicas (genéticas) de las personas, sino
también y sobre todo por las mayores o menores posibilidades de acceso que se tengan a
los nuevos avances por las condiciones económicas, sociales, geográficas, culturales o
políticas de las personas.
Habrá que fomentar, asimismo, la solidaridad entre las personas y con las colectividades
más vulnerables, con los habitantes del planeta que por las condiciones socioeconómicas de su entorno no pueden acceder a los grandes logros de la ciencia y de la
tecnología.
Habrá que pensar, asimismo, sobre las obligaciones que las generaciones actuales
tenemos contraídas respecto a las generaciones futuras, como ya proclamó la UNESCO
en 1997. No nos estamos planteando si las generaciones futuras, entes inexistentes e
imposible de individualizar, tienen o no derechos, sino, tan sólo, y ello parece
suficiente, si nosotros tenemos obligaciones morales y jurídicas respecto a ellas.
Las reflexiones éticas y jurídicas sobre las ciencias de la vida, de la salud y de los
ecosistemas han de asumir las pluralidades culturales y las tradiciones de las
colectividades y de los pueblos del planeta, sin perjuicio de la prevalencia que han
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adquirido en la época contemporánea los derechos humanos en sus sucesivas
generaciones, como expresión del respeto al ser humano en cuanto tal.
Ojalá no sea cierta la afirmación de que el proceso de globalización se manifiesta
trasladando los riesgos y perjuicios de la producción científica y tecnológica a las zonas
geográficas más desvalidas, mientras que sus beneficios y lo que puedan aportar éstas
(p. ej., materias primas inorgánicas y orgánicas, incluyendo aquí el perfil genético de
algunas comunidades humanas: piratería biológica) se reservan para los países más ricos
y desarrollados.
El interés de las organizaciones gubernamentales internacionales por estas materias es
evidente y también necesario, como ponen de manifiesto varios instrumentos jurídicos
de la UNESCO y del Consejo de Europa.
Señor Gran Canciller, Señor Rector,
Den por seguro que tengo a la PUC Minas en mi corazón.
Muchas gracias.
Carlos María Romeo-Casabona
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