ahora defiende a aranda, pero en 2005 la nacion criticaba la represa

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AHORA DEFIENDE A ARANDA, PERO EN 2005 LA NACION CRITICABA LA REPRESA
Desde sus editoriales denunciaba el riesgo ambiental del proyecto del vice de Clarín
y Soros, en Corrientes. En la actualidad, dice que los que oponen a la privatización
del río son parte de una “ofensiva contra la prensa”. Habla el ex gobernador
Colombi.
El ex gobernador de Corrientes Arturo Colombi es un enemigo acérrimo de su primo
y actual gobernador, Ricardo Colombi. Pero hay algo que los une: defienden con
uñas y dientes la represa que el vicepresidente del Grupo Clarín, José Antonio
Aranda, y George Soros quieren construir sobre el Arroyo Ayuí, para regar 18 mil
hectáreas de arrozales.
En diálogo con Tiempo Argentino, el ex mandatario provincial justificó el proyecto al
afirmar que se trata de “una actividad productiva que quiere seguir creciendo de
forma sustentable”, y que las críticas realizadas por juristas y especialistas
medioambientales “están en función de una estrategia del gobierno, ya que uno de
los socios de este emprendimiento productivo es directivo del Grupo Clarín”. Y
hasta le respondió al canciller Héctor Timerman: “no se puede decir que represar
un arroyo va a perjudicar al Río Uruguay. Eso es una estupidez, un chiste. No
entiendo de qué manera puede afectar.”
–El Código Civil establece que dos privados no pueden apropiarse de un curso de
agua que es de dominio público.
–Ellos no se apropiaron. Lo que hizo el Estado fue autorizar el manejo del curso de
agua para dos empresarios que quieren producir. Nosotros tenemos que buscar el
impulso de la producción de manera sustentable en el tiempo y que nuestros hijos
puedan seguir produciendo.
–Pero son dos privados beneficiándose con algo que es de todos.
–Lo que sucede es que todas las represas son privadas. En Corrientes no hay
ninguna construida por el Estado, tenemos más de 70 represas de este tipo.
–¿Por qué autorizó el ordenamiento territorial de bosques mediante un decreto?
¿Cuál era la urgencia?
–Interpretamos que la mejor forma era esa, y después se hizo ley. La urgencia era
una definición muy clara de los correntinos. Nosotros estuvimos tres años con ese
proyecto, y se estudió durante toda mi gestión su fortalecimiento. Firmar un
decreto de ese estilo es decirles a los correntinos que estamos de acuerdo con este
proyecto.
–Pero la ley toma como base un decreto que se declaró inconstitucional.
–Lo que hace la Legislatura es definirse políticamente en un sentido. Lo que la
justicia planteó en su momento fue una formalidad. Declaró que había no sé qué
problema legal. Yo soy ingeniero civil, no soy un experto, pero lo importante es que
la legislatura lo ratificó por ley.
Además de los hermanos Colombi, el Grupo Clarín encontró un aliado incondicional
en la batalla mediática por el tema Ayuí: el diario La Nación. En dos notas,
publicadas los días 20 de agosto y 3 de septiembre de 2010, sostienen que se trata
de “un nuevo capítulo en la ofensiva de la Casa Rosada contra la prensa”. Sin
embargo, cinco años atrás, el 30 de junio de 2005, argumentaban lo contrario.
Desde un editorial, es decir, como reflejo de la postura de la empresa periodística,
advertían que, de concretarse, el proyecto ocasionaría “la destrucción masiva de
añosos bosques en galería y pajonales de inundación a lo largo de 60 kilómetros de
costas del Ayuí”.
El diario Tiempo Argentino señala que intentó comunicarse con el matutino en tres
oportunidades para saber por qué pasaron de denunciar el proyecto a considerarlo
una embestida del gobierno contra la prensa y no obtuvo respuestas (ver
recuadro).
A las críticas jurídicas, ambientales y diplomáticas que recaen sobre el
emprendimiento arrocero, se suma una más. Los expertos hablan de una amenaza
sanitaria inminente. Advierten sobre la irrupción de la esquistosomiasis, más
conocida como la “enfermedad de las represas”.
El ingeniero Roberto Ríos, presidente de la Asociación Energía sin Represas,
considera que “lo que quieren hacer en el Ayuí es un crimen. Inundarán 8000
hectáreas con el único objetivo de plantar arroz, y no se fijan en el enorme daño
ambiental y sanitario que pueden causar.”
El especialista hace hincapié en el grave precedente que puede marcar la
concreción del emprendimiento: “si se aprueba esta obra, cada vez habrá más
proyectos como el del Ayuí. Y las consecuencias serán nefastas. El ambiente que se
crea por la construcción de la represa es muy peligroso. En Brasil, que tiene la
población más grande de infectados por la cantidad de represas que construyó, la
esquistosomiasis ya está presente. Sólo es cuestión de tiempo para que la
enfermedad se instale definitivamente en el país.”
En el Litoral argentino hay una realidad incontrastable. Según advierten los
especialistas consultados, ya están dadas las condiciones objetivas para que
prolifere el vector esta enfermedad, que se transmite por un caracol de agua dulce
lenta. La esquistosomiasis proviene del norte de África, y en Brasil los afectados se
cuentan de a millones. Las larvas del gusano penetran en la piel, por el sólo hecho
de entrar una persona en contacto con el agua. Después, pasan al torrente
sanguíneo, llegando hasta los pulmones e hígado. Finalmente se localizan en las
venas del intestino, donde depositan sus huevos. Y hasta pueden causar cáncer de
vejiga.
Al ex gobernador Arturo Colombi el tema no parece preocuparle demasiado. Ante la
consulta de este diario sobre los riesgos de que “la enfermedad de las represas”
llegue a Corrientes, contestó:
“Eso lo tenemos en Yacyretá, al norte, pero ese es otro tema. ¿Pero usted qué me
quiere decir? Nosotros no nos vamos a quedar de brazos cruzados por las dudas.
Fíjese que Río Grande do Sul tiene la misma superficie que Corrientes, y plantan 1
millón de hectáreas de arroz. Y nosotros apenas tenemos 100 mil, y estamos en las
mismas condiciones de producción. Y ahora estamos discutiendo por 20 mil. Habría
que producir 1 millón de hectáreas: tenemos tierra suficiente para eso.”
Si bien ahora resurge la preocupación, el problema es de larga data. Fue el propio
gobierno correntino el que durante 2006 encargó un informe para evaluar la
situación en la provincia. Se lo pidió, mediante el Instituto Correntino del Agua y el
Ambiente (ICAA), al Centro Nacional de Parasitología y Enfermedades Tropicales de
la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional del Nordeste. Las conclusiones a
que arribaron los especialistas fueron alarmantes. Los estudios determinaron que
“se ha demostrado la existencia del caracol de agua dulce, transmisor de esta
enfermedad, pero no fue detectada infección natural en ninguno de los moluscos
colectados”.
No obstante, el informe advierte que “nunca antes se había observado la existencia
de colonias tan abundantes de esta especie de caracol, tanto en la Argentina como
en las zonas visitadas de Brasil”.
Tiempo intentó comunicarse en tres oportunidades con el director del ICAA, Mario
Rujana, pero fue en vano. Las dos últimas veces, atendió el teléfono y, cuando nos
identificamos, dijo: “está equivocado, señor”, y cortó.
Lo que determinaron los estudios fue que el molusco que provoca la enfermedad
habita en el Río Miriñay y sus afluentes Yuquerí, Ayuí Chico y Ayuí Grande,
precisamente donde quieren construir la megarrepresa que inundará 8 mil
hectáreas para regar otras 18 mil de arrozales.
Cuando Tiempo Argentino le preguntó al ex gobernador Arturo Colombi acerca de la
ilegalidad que supone construir la represa, este prefirió evadir la respuesta.
–¿Qué piensa cuando hasta el constitucionalista Daniel Sabsay, a quien no se puede
acusar de defender al gobierno, dice que el proyecto es “jurídica y ambientalmente
inaceptable”?
–Son frases. Si hay dos propietarios a los que les pasa un arroyo por su campo y
piden autorización para represar, están en todo su derecho de hacerlo. Todas las
obras de estas características tienen esta estructura legal. El agua pasa por un
campo privado, y ese privado utiliza el agua con autorización del Estado.
–Pero el agua es de todos, no de dos personas.
–Pero el Estado es el que autoriza su uso para la producción. Si usted me dice eso,
acá nadie va poder utilizar una gota de agua para regar. Dígame cómo se puede
plantar arroz sin usar agua, es imposible. Que me lo expliquen.
No obstante la postura de Colombi, los especialistas en materia sanitaria y
ambiental consideran que no es casual que la multiplicación de represas y canales
de riego en la zona del Río Miriñay y sus afluentes hayan incrementado
notablemente la formación de colonias y la dispersión del caracol en toda la cuenca.
Si bien el tema vuelve a cobrar notoriedad ahora, la preocupación ya había llegado
al Congreso de la Nación. El diputado nacional Diego Sartori solicitó en 2006 que se
establezca un programa preventivo a esala nacional para la esquistosomiasis, ya
que la “enfermedad de las represas golpea las puertas de nuestro país”.
Y en agosto del año pasado, la diputada nacional por Misiones, Julia Perié volvió a
insistir con el mismo proyecto de ley, que aún duerme en los cajones de las
distintas comisiones legislativas. En dicho texto Perié explica que “al no existir una
vacuna antiesquistosomiasis, la única acción de control y siempre bajo la
supervisión de OMS (Organización Mundial de la Salud) está dirigida sólo a las
grandes manifestaciones de infestaciones muy intensas.”
La diputada insiste en que “el peligro para nuestro país se presenta por el ingreso
de los cauces de agua limítrofes con Brasil. Existen ciento un represas en
Argentina, y alrededor de seiscientas en Brasil. Este número demuestra la
importancia de prevenir las infecciones provenientes del parásito antes
mencionado.”
Además, los especialistas advierten que la enfermedad es muy difícil de controlar.
Para hacerlo hay un medicamento muy antiguo, que no resulta rentable para los
laboratorios. Al respecto, el ecologista Ríos agrega que “el problema es que esta
vieja droga genera inmunidad. Uno se puede curar la primera vez, pero si el
parásito se vuelve a desarrollar ya la droga no causará efecto.”
El integrante del grupo ambientalista Energía sin Represas, que denunció en febrero
de este año las graves fisuras en la estructura de hormigón que estaba
experimentando la represa hidroeléctrica Yacyretá, concluye: “Soy un afectado
directo por Yacyretá, pero mi lucha es por convicción. Esta represa nos condenó a
la miseria y también nos puede enfermar. Todos debemos oponernos a este tipo de
construcciones, que son muy peligrosas para la salud y provocan un daño social
irreparable”.
El médico infectólogo Jorge Aníbal Rojas, un estudioso del tema, es otra voz
autorizada que se suma a los que alertan sobre el riesgo de la esquistosomiasis. “El
verdadero problema radica en la situación de emergencia sanitaria a la cual nos van
a exponer. A todas las enfermedades infecciosas que tenemos en la zona, como el
dengue, el hantavirus, ahora se les suma esta enfermedad. No estamos en
condiciones de agregar otro factor de riesgo sanitario que puede llegar a colapsar a
nuestro sistema de salud que ya se encuentra muy precarizado.”
El doctor Rojas asegura que es posible combatir la enfermedad si se la detecta a
tiempo, pero para que eso ocurra el Estado debe hacerse cargo del problema. Y
todavía no parece dar señales en ese sentido. “El combate de esta enfermedad es
una tarea ardua y desgastante, dada la ineficacia de todas las medidas de control.
Una vez que se radica en la zona cuesta muchísimo controlarla, menos aun
erradicarla”, sostiene Rojas.
–¿Cuáles son los síntomas?
–La fase aguda de la enfermedad se caracteriza por escalofríos, fiebre, debilidad
general y diarrea. Ocasionalmente, suelen manifestarse urticarias, hepato- y
esplenomegalia, y sintomatología pulmonar.
–¿Alcanza con el medicamento que existe?
–Aun si nos referimos a la forma crónica tardía, existen medicamentos que pueden
eliminar el parásito, pero nada pueden hacer sobre los efectos irreversibles que ya
provocaron en el organismo.
-¿Puede que el paciente no sepa que tiene la enfermedad?
–Esto es lo más común. Cualquiera de las manifestaciones de esta parasitosis
puede confundirse con otras enfermedades. La forma clínica crónica habitual es la
intestinal, que se caracteriza por dolor abdominal, diarrea sanguinolenta y
anorexia. Y existen casos en que la forma crónica ha evolucionado tanto por
muchos años, que el paciente se encuentra completamente desmejorado, en estado
de desnutrición severa. En Brasil ya son 20 millones de infectados, y se convirtió en
la segunda gran endemia parasitaria del mundo. En la Argentina no hay cifras
oficiales. Pero el parásito ya está en el agua de nuestros ríos. Y la aparición de
nuevas represas, como la que quieren construir Aranda y Soros sobre el Arroyo
Ayuí, es una invitación a que se quede para siempre.
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