Acul y Tzalbal, el despojo de los gobiernos militares

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Acul y Tzalbal, el despojo de los gobiernos militares
Reportaje
Durante 28 años nadie, en Nebaj, Quiché,
supo que el ejército había expropiado del ejido
municipal los territorios en que se asentaban
dos comunidades y los había registrado como
Bienes de la Nación. La estrategia
antisubversiva de “polos de desarrollo”,
durante los gobiernos militares, hoy tiene
como secuela que los habitantes de Acul y
Tzalbal no estén seguros de que su tierra les
pertenezca. Pero están intentando que así
sea.
Oswaldo J. Hernández
17 06 13
Entre 1983 y 1984, cuando el Estado de
Guatemala creó los “polos de desarrollo”
como una estrategia antisubversiva, se
expropiaron terrenos de dos comunidades.
Durante 28 años, los habitantes de Acul y
Tzalbal, en Nebaj, Quiché, no supieron que la
tierra de su comunidad ya no era de ellos. El
ejército la había inscrito como un bien de la
Nación. Hoy estas dos comunidades buscan
una forma de recuperar lo que les quitaron.
Hasta antes del 9 de diciembre de 1983, la
tierra comunal del municipio de Nebaj, en
Quiché, era una sola. Un territorio compuesto
por dos fincas gigantes registradas como
propiedad colectiva e inscrita, por tanto, bajo
el título de “ejido municipal”. En suma: un área
de 1,476 caballerías con 23 manzanas
(66,436 hectáreas: una hectárea es más de
un campo de fútbol) a nombre de la
municipalidad y los vecinos.
Municipalidad y vecinos
“Fue una estrategia”, me dirán después,
“municipalidad y vecinos era para que la tierra
fuera de todos. Que el alcalde en solitario no
pudiera decidir sobre la propiedad”. Así fue
registrada la tierra municipal de Nebaj.
Sucedió entre 1886 y 1903.
Así era entonces, algo comunal, de todos,
hasta antes de los años de la guerra, en los
que el gobierno militar de Efraín Ríos Montt, y
luego el de Óscar Humberto Mejía Víctores,
necesitaron concentrar a poblaciones enteras
a su favor, en algo que los militares bautizaron
como “polos de desarrollo”. Era una nueva
medida antisubversiva. En los años más
álgidos del conflicto armado interno.
“Ésta fue la génesis de una nueva estrategia
militar que, dejando atrás el paternalismo de
la acción cívica militar, inició un complejo
proceso de ensayo y error”. Eso advierte el
investigador social, Héctor Rosada, en su libro
Soldados en el poder.
Con esa estrategia, en Nebaj, el Estado
concentraría poblaciones en terrenos
expropiados casi en secreto. Con muy poca
transparencia. Tanto que por más de 28 años
ninguno de los habitantes de Acul y Tzalbal
–las comunidades que se asentaban en el
territorio expropiado– se enteró de que su
tierra, gracias al ejército, ya no era de ellos.
Acul y Tzalbal fueron desmembradas de
Nebaj entre 1983 y 1984. La cartografía de la
comunidad –la tierra de todos– fue alterada. Y
37 caballerías del ejido municipal resultaron
inscritas a nombre de la Nación sin que se
consultara nada a los pobladores, es decir, a
los vecinos de Nebaj: los dueños.
Fue hace apenas dos años, en mayo de 2011,
cuando el Fondo de Tierras (Fontierras) hizo
un inventario de las fincas que tenía inscritas
a su nombre el Estado, que los habitantes de
las comunidades de Acul y Tzalbal se
enteraron de que no tenían nada. Sus
parcelas para sembrar, sus casas, todo lo que
creían que era suyo, en realidad había sido
construido sobre un pedazo de tierra inscrito
como parte de los Bienes de la Nación. La
noticia cayó como balde de agua fría sobre
sus existencias.
Así recuerda, no sin exudar resignación,
Pedro Brito Marcos, el actual alcalde indígena
de Acul:
–Los papeles decían eso: La tierra no era de
nosotros.
También en su memoria tiene presente
aquella tarde de hace dos años en la que una
comisión de Fontierras, esa institución que se
encarga de regular y dar créditos para la
tierra, que desde 1992 heredó todos los
problemas del Instituto Nacional de
Transformación Agraria (INTA), llegó con esa
noticia: Acul no era ya parte del ejido
municipal de Nebaj. Los vecinos y la
municipalidad ya no eran los dueños.
“Las cuatro caballerías y 33 manzanas (203
hectáreas) que ocupaba la comunidad
pertenecían a los Bienes de la Nación. Así
nos dijeron”, explica el alcalde Brito Marcos.
En consecuencia, agrega, la comunidad no
tenía algo propio. “El ejército se había llevado
nuestra tierra”, lamenta.
En Tzalbal, a casi 10 kilómetros al norte de
Acul, sucedió algo similar hace dos años.
Fontierras, también allí, llegó para explicar
que una buena parte del área urbana de
Tzalbal había quedado fuera del ejido
municipal de Nebaj y ahora pertenecía a los
Bienes de la Nación y no a los comunitarios.
Esta vez, a diferencia de las cuatro caballerías
de Acul, en Tzalbal eran 33 caballerías y ocho
manzanas (1,494 hectáreas) las que habían
sido expropiadas por el Estado durante el
gobierno de Mejía Víctores.
Pedro Herrera Bernal, delegado de la
comisión de tierras de Tzalbal, recuerda que
quedaron pasmados con la noticia. Dice:
–Nos unimos. Acá nos unimos 14
comunidades. No sabíamos qué hacer, cómo
enfrentar esa situación en la que nos decían
que no teníamos tierra.
–¿Nadie en la comunidad fue notificado de
ese desmembramiento?– pregunto al
comisionado Herrera Bernal, mientras es
acompañado por el actual alcalde comunitario
de Tzalbal, Diego Tzoc, y por el alcalde
indígena, Baltazar Herrera.
–No, nadie. Un delito, el Estado cometió un
delito al quitar así la tierra –explica Bernal.
–Nosotros, cuando se hizo esa injusticia,
estábamos huyendo en la montaña. El ejército
había quemado nuestras casas, nuestros
animales, todo. Nadie supo lo que se había
hecho– agrega el alcalde Baltazar Herrera,
aclarando que fue imposible para ellos, para
toda la gente de Tzalbal, enterarse de que su
tierra fue tomada y luego inscrita a nombre de
los Bienes de la Nación.
Acul, la primera aldea modelo de la región, fue
desmembrada del ejido municipal el 9 de
diciembre de 1983. Tzalbal, en una parecida
circunstancia, el 11 de mayo de 1984. El INTA
había inscrito ambas aldeas como fincas del
Estado en el Segundo Registro de la
Propiedad de Quetzaltenango (Vea
documentos descargables
).
Cuando Acul y Tzalbal se enteraron de su
situación, lo primero que hicieron fue convocar
asambleas. Preguntar a toda la comunidad.
Intentar llegar a un acuerdo para resolver esa
situación.
Quizá, a lo mejor, había alguna manera de
reclamar la tierra que les habían quitado
desde hace 28 años.
–¿Qué hacer?–dice Herrera Bernal– era la
primera preocupación de Tzalbal.
En Acul, el alcalde indígena Pedro Brito
Marcos dice:
–Lo que teníamos que hacer era buscar una
estrategia jurídica para recuperar la tierra que
se nos quitó.
Y a partir de ese momento Acul y Tzalbal
tomarían, cada una, un camino diferente, un
proceso distinto para recuperar su tierra.
Así lo lograsen, y así cada comunidad iniciara
la construcción propia de un planeta jurídico
para validar su reclamo, un mismo
antecedente podía contener la situación actual
en la que ambas se encontraban: la
expropiación como estrategia
contrasubversiva del Estado, la firma de un
alcalde de facto, y la primera fase de lo que se
convertiría en los polos de desarrollo.
La ley antes de expropiar
El miércoles 2 de noviembre de 1983, en esa
estrategia de ensayo y error que menciona
Héctor Rosada, el Ministerio de la Defensa
Nacional, creó algo que llamó La Comisión
Nacional de Desarrollo de San Juan Acul,
Salquil, Amacbal, Tzalbal, Río Azul,
Actxumbal y las aldeas de la jurisdicción de
Playa Grande en el departamento de Quiché.
El acuerdo gubernativo era el número 771-83.
Para el investigador y cartógrafo José Alberto
Brito, de la Asociación para el Desarrollo
Integral de Multiservicios (ADIM)–institución
que media entre conflictos agrarios en el
municipio de Nebaj, en Quiché–, con esa
Comisión empieza un marco jurídico creado
por el Estado para justificar las expropiaciones
de Acul y Tzalbal. “Empezaron por Acul en
diciembre del 83 y luego Tzalbal en mayo del
84. Seguramente lo mismo se tenía planeado
para Salquil, Amacbal, Río Azul, Actxumbal y
las aldeas de la jurisdicción de Playa Grande
en el Departamento de Quiché que aparecen
en el acuerdo gubernativo. La intención era
expropiar partes del ejido municipal”,
sospecha. “Era el campo legal para la
nacionalización de las comunidades de
Nebaj”, agrega.
En el considerando de la creación de esta
comisión, el Ministerio de la Defensa
justifica“que un considerable número de
guatemaltecos de menores recursos, que se
encuentran asentados en condiciones
precarias, en jurisdicción del municipio de
Nebaj, y en las localidades de Playa Grande,
en el departamento de El Quiché, han
solicitado protección a las autoridades
militares después de abandonar los lugares
de confinamiento a donde los habían llevado
las bandas subversivas que azotaron esa
región del territorio nacional”.
Tanto los vecinos de Acul como de Tzalbal
niegan que hayan pedido alguna protección.
“Andábamos en la montaña, huyendo… ¿de
qué protección hablaba el ejército?”, comenta
Diego Raymundo de León, uno de los
ancianos principales de Tzalbal, aun si no
toda la comunidad había abandonado Tzalbal.
Pese a todo, ese acuerdo gubernativo sirvió
para que en 1983, y en menos de dos meses,
empezaran las expropiaciones. “También fue”,
explica Otto Cuéllar, director de ADIM, “un
primer indicio de crear legalidad a las aldeas
modelo que empezaron en 1982, con Ríos
Montt a cargo”.
Los encargados de llevar a cabo esa
Comisión Nacional de Desarrollo fueron los
Comandantes de la zona militar #20 de Santa
Cruz del Quiché, y el de la zona militar #22 en
Playa Grande. Pocos recuerdan hoy el
nombre de estos oficiales. No obstante, en los
archivos desclasificados de Estados Unidos ,
aparecen los nombres de Roberto Enrique
Mata Gálvez, Juan Guillermo Oliva Carrera y
el de Luis Arturo Getellá Solórzano, como
responsables de la zona de Nebaj y Playa
Grande.
Por esas fechas de 1983 y 1984, cuando se
anunciaba la próxima creación de los “polos
de desarrollo” por parte del Estado, lo que sí
recuerdan los vecinos de Acul y Tzalbal, es la
presencia del cuerpo de ingenieros del ejército
midiendo los terrenos, las colindancias. Los
Patrulleros de Autodefensa Civil (PAC)
ayudaron en ese proceso. Pero como dice
Pedro Herrera Bernal, obligado a ser parte de
los PAC en Tzalbal: “No explicaron por qué,
para qué, ni para quién hacíamos esas
mediciones. 28 años más tarde lo sabríamos”,
lamenta.
Así, el Estado diseñó un marco legal que
serviría para crear concentraciones humanas
en poblados controlados por el ejército. Lo
que pocos sabían era que dentro de la
estrategia militar se tenía contemplada la
expropiación de la tierra, la desmembración
del ejido de Nebaj. “Nuestro sentido de
comunidad, roto”, dice Brito Marcos.
Algo que sin el respaldo de la municipalidad
de Nebaj, no hubiese podido suceder.
La firma de un alcalde
Hubo un alcalde, en Nebaj, que, de 1982 a
1985 ocupó la municipalidad, seleccionado a
dedo por los militares. En el municipio, desde
hace dos años, cuando salió a luz la
expropiación de Acul y Tzalbal, su historia se
ha convertido, poco a poco, en una leyenda.
Hay quien dice, en el pueblo, que el ex alcalde
Jacinto de Paz Pérez firmó los documentos
que cedían gratuitamente al Estado los
terrenos de Acul y Tzalbal voluntariamente.
Hay otros, la mayoría, que le han escuchado
decir que lo hizo bajo amenazas, que no pudo
hacer mayor cosa, que autorizó la
desmembración con los comandantes
apuntándole a la cabeza.
Jacinto de Paz Pérez, el exalcalde que
autorizó las desmembraciones de Acul y
Tzalbal, está vivo. Hoy tiene 60 años. En
Nebaj, todos saben dónde vive, dónde trabaja.
Todos saben que fue el alcalde impuesto por
los militares luego del golpe de Estado del 23
de marzo de 1982. En 2011, Jacinto de Paz
competía por una nueva elección a la alcaldía
cuando se supo que, durante su
administración de 1982 a 1985, Acul y Tzalbal
habían sido expropiados. Su derrota fue
rotunda. Muy pocos votaron por él.
“Para elegirme como alcalde en 1982 el
ejército tuvo que hacer cuatro rondas”, dice
hoy Jacinto de Paz en su pequeña oficina en
el Instituto Mixto Diversificado Ixil (IMDI). Allí
trabaja en la actualidad como coordinador
académico. “El ejército tenía a su preferido en
ese momento”, recuerda, “no era yo”. “La
primera ronda fue entre cinco candidatos,
luego cuatro, luego, tres. De esos últimos tres
yo gané. La elección, con varios vecinos
enfrente, duró toda la tarde antes de que me
dijeran que yo iba a ser el alcalde”.
La voz de Jacinto de Paz es extraña, muta de
la seriedad, de lo muy solemne, al desgano, a
lo realmente cansado. En lo solemne, por
ejemplo, su voz narra cuando el comandante
de la zona #20 de ese entonces, le dijo, recién
electo alcalde de facto, y a modo de broma:
“Prepárate porque te voy a dar a uno para que
lo tirés desde el campanario”.
Y en el desgano cuando cuenta lo que parece
que ya le cansa repetir y repetir: “De lo de
Acul y Tzalbal yo nunca me enteré. Un día me
llevaron en una avioneta, lista solo para mí;
me vendaron los ojos y me trasladaron a
Quetzaltenango. Cuando aterrizamos, tenían
unos papeles para mí. ‘Firmá’, me dijeron,
‘firmá o te atenés a las consecuencias’. Así
fue desmembrado Acul, en diciembre del 83.
Si mi firma aparece en la escritura de Tzalbal,
ésa la falsificaron”.
–¿Pudo leer los documentos?
–No. Hasta meses después ya me dijeron lo
que había firmado. Que iban a poner
drenajes, que iban a buscar desarrollo para
las comunidades. Yo pensé que era igual a
cómo hoy el Estado podría necesitar de un
terreno a su nombre para construir, por
ejemplo, una escuela, un hospital.
–¿Por qué no se informó a los vecinos que las
comunidades habían sido inscritas como
Bienes de la Nación?
–Porque no leí los documentos. En realidad,
la municipalidad no tenía control de nada, el
ejército mandaba. Los jefes de Estado daban
órdenes, órdenes que sobrepasaban a la
municipalidad. Nunca tuvimos capacidad de
acción, ni poder político ni nada –dice en su
defensa.
Si se le pregunta al ex alcalde de Paz, a los
actuales alcaldes indígenas y comunales,
también a los principales o a los alcaldes
auxiliares de Acul o Tzalbal, o a los
investigadores de ADIM, por qué pararon las
expropiaciones, por qué ya no continuó esa
estrategia en Salquil, Amacbal, Río Azul,
Actxumbal y las aldeas de la jurisdicción de
Playa Grande en el departamento de Quiché,
la respuesta no es una sola. Una posibilidad,
dicen los líderes de Tzalbal, es que al ejército
ya no le diera tiempo, que lo alcanzó 1985 y el
paso a la democracia.
“Acul y Tzalbal quizá sólo fueron el ensayo
para crear los polos de desarrollo”, argumenta
Otto Cuéllar, de ADIM.
Los “polos de desarrollo” fueron creados tan
sólo seis meses después de la
desmembración de Acul, y dos luego de la
expropiación de Tzalbal, en el decreto-ley 6584, en julio de 1984.
La Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, en su informe sobre Guatemala de
1985, indica que “los Polos de Desarrollo,
cuyo inmediato antecedente son las
denominadas ‘Aldeas Modelos’ –creadas por
el Gobierno del General Efraín Ríos Montt–,
fueron instituidos legalmente por la
administración del General Óscar Humberto
Mejía Víctores”.
Se justificaba su creación declarando que
“gran cantidad de guatemaltecos se han visto
obligados, por razones de fuerza mayor, a
abandonar sus lugares de origen,
encontrándose actualmente asentados en
condiciones precarias en algunos municipios
de los departamentos de Huehuetenango, El
Quiché y Alta Verapaz, lo que obliga a tomar
medidas urgentes con el propósito de resolver
las necesidades de los referidos grupos
humanos”.
Se argumentaba que el respaldo jurídico de
los polos de desarrollo era el Estatuto
Fundamental de Gobierno, ese documento
que sustituyó a la Constitución de la
República luego del golpe de Estado de
marzo de 1982 y hasta 1985.
A diferencia del acuerdo gubernativo que creó
la Comisión Nacional de Desarrollo para San
Juan Acul, Salquil, Amacbal, Tzalbal, Río
Azul, Actxumbal y las aldeas de la jurisdicción
de Playa Grande en el departamento de
Quiché, el decreto-ley 65-84 de los polos de
desarrollo era más completo. Consideraba,
por ejemplo, un plan de acción para los
proyectos de diversas aldeas, la vigilancia, la
fiscalización, la regularización y una
coordinación nacional de las instituciones del
Estado para atender los procedimientos del
ejército y otras instituciones para administrar
la concentración de poblaciones.
Ese decreto-ley, más ordenado, más
específico, significó el fin de las
expropiaciones. Únicamente, Acul y Tzalbal
quedarían afectadas. Pero nadie lo sabría
sino hasta 28 años más tarde, cuando
Fontierras se dedicaría a crear un inventario
de los Bienes de la Nación.
Una comunidad indígena, 30 años después
Es el martes 2 de junio de 2013. En Acul, la
comunidad entera, ansiosa, espera una visita
importante. Fontierras llegará a conversar con
la comunidad que fue desmembrada en los
años ochenta. No como lo hizo hace dos
años. No. No para decir de nuevo que la tierra
ya no le pertenece a la comunidad. En Acul
han decidido, entre todos, una solución legal a
lo que se hizo durante el gobierno de Mejía
Víctores. Una manera de recuperar lo que era
suyo, lo que fue expropiado.
“Fontierras quiso darnos varias soluciones”,
dice el alcalde indígena de Acul, Pedro Brito
Marcos. “Ninguna nos parecía la correcta.
Ninguna la más apropiada para nuestra
realidad cultural, comunitaria”, añade. “Hasta
ahora… hasta hoy que vemos una posibilidad
de reclamar lo nuestro”.
Tanto para Acul como para Tzalbal, la
propuesta de Fontierras en 2011 consistía en
tres soluciones. Todas en función de que las
dos comunidades perjudicadas adquirieran,
como grupo, personería jurídica. Es decir,
existir ante la ley para reclamar un derecho.
En este caso la finca nacional (las cuatro
caballerías y ocho manzanas) sobre la cual
Acul ha construido una vida.
Fredy Giménez, asesor jurídico de Fontierras,
explica esta mañana en Acul que el
procedimiento para dar una solvencia jurídica
sobre una propiedad, a un grupo de personas
organizado, es largo. “La propuesta de
Fontierras en un principio era que Acul y
también Tzalbal se constituyeran como una
asociación civil, o una cooperativa, o una
empresa campesina asociativa. De las tres
maneras –dice Giménez– se podía iniciar el
proceso de adjudicación de la tierra que fue
quitada de los ejidos municipales de Nebaj;
regresarla a los comunitarios. Hay una
intención de parte del Estado para devolver lo
que se expropió”.
Sin embargo, en Acul se encontró una cuarta
forma. “Acul”, dice el alcalde indígena Brito
Marcos, “será inscrita en la municipalidad de
Nebaj como una comunidad indígena. De tal
cuenta tendremos personería jurídica y
podremos reclamar la finca de la Nación”.
“El código municipal los respalda, en su
artículo 20, para constituirse como comunidad
indígena y poder reclamar su propiedad”,
secunda Giménez. Añade que para Acul, esta
solución es viable. “Es su organización
natural. Será únicamente otorgar un respaldo
legal a lo que ya ha existido”.
El caso de Acul también tiene una
peculiaridad en el aspecto técnico. Alberto
Brito, de ADIM, explica que Acul no fue
únicamente desmembrado de Nebaj en 1983,
sino que en 1985, ya como finca individual del
Estado, a nombre de los Bienes de la Nación,
tuvo otro desmembramiento interno. “De las 4
caballerías y 8 manzanas, de Acul se extrajo
una sección de una caballería para
cuadricular, en 901 secciones, el lugar de
habitación de los pobladores”.
En noviembre recién pasado, Fontierras logró
reunificar esta sección y constituir a Acul en
una sola finca en el segundo registro de la
propiedad de Quetzaltenango. “Había que
reintegrar el terreno que se iba a reclamar
antes de proponer la solución legal de
inscribirse como una comunidad indígena”,
explica Giménez.
Pedro Brito Marcos, al ser el alcalde indígena,
ha logrado obtener los documentos de
titulación de Acul. Los sostiene en su mano
mientras se dirige a la comunidad.
–Estos papeles son importantes, porque acá
está la evidencia de que se nos dio, de
manera provisional, un título de la finca que
desmembró el ejército.
Firmado por Óscar Humberto Mejía Víctores y
Juan Humberto Donis Mencur, director del
INTA en 1983, lo que Brito Marcos tiene en su
mano es un Título Provisional para Dotación
de Patrimonio Familiar. En ese documento se
menciona que el territorio extraído de Nebaj
fue inscrito, desde la perspectiva militar, como
“Área para el asentamiento de la comunidad
de Acul”. Ese es el nombre de la finca que el
Estado, a través del INTA, quiso otorgar a 273
campesinos de Acul como “Patrimonio Agrario
Colectivo”, la primera aldea modelo de la
región ixil.
Acul –casi todos los vecinos han salido a
recibir a Fontierras– escucha, atenta, el acta
que fue redactada durante dos horas entre
Fontierras y los líderes locales.
Será éste el mismo documento que horas más
tarde firmarán las 3 mil familias que viven
actualmente en la comunidad. Una vez
aprobado este documento por el actual
alcalde municipal de Nebaj, Acul será
reconocida como una Comunidad Indígena.
“Es el inicio de un proceso largo”, dice el
abogado Giménez de Fontierras. Añade que
“constituidos como Comunidad Indígena, Acul
podrá reclamar la finca que les fue
expropiada. Al mismo tiempo invalidar el título
provisional que el INTA les dio al momento de
declararlos como aldea modelo a finales de
1983”.
Sin embargo, a partir de allí, dependerá de la
comunidad si decide individualizar cada una
de las parcelas en las que vive cada familia.
“Fontierras dará seguimiento a la parte de la
propiedad colectiva. Lo demás dependerá de
Acul”, dice Giménez.
Regresar todo a como estaba antes
A diferencia de Acul, Tzalbal ha sido reacio a
decidirse por alguna de las opciones que
Fontierras sugiere para recuperar su
propiedad. No quieren ser ni una cooperativa,
ni una empresa campesina asociativa, como
tampoco organizarse como sociedad civil. Les
parece también extraño organizarse como una
comunidad indígena y reclamar la finca de la
nación.
–Lo que queremos únicamente es que todo
regrese a como estaba antes –reclama el
comisionado de la tierra, Pedro Bernal Herrera.
Lo apoya el alcalde comunitario de Tzalbal,
Diego Tzoc:
–Nebaj es uno, uno solo. El ejército lo dividió.
Eso no era así.
Y Raymundo de León, el alcalde indígena:
–Nuestros abuelos dejaron esta tierra para
nosotros. El ejido municipal es de Nebaj. Es
del pueblo ixil. Es de todos.
Pero Tzalbal, en contraste de Acul, tiene otros
problemas. Ponerse de acuerdo acá no será
tan sencillo. Lo que más se comenta de esta
comunidad es su polarización política. Los
partidos electorales mantienen una división
que se percibe al nada más hablar con cada
grupo por separado.
En el otro extremo político, contrario a los
alcaldes indígenas y comunitarios, está el ex
síndico primero de la recién pasada
administración municipal de Nebaj, Santos
Pablo Álvarez. Para él, ha habido intentos
desde la municipalidad estatal para resolver el
problema de la propiedad de Tzalbal. “No han
caminado porque hay oposición desde los
otros partidos políticos, distintos al Partido
Patriota, en Tzalbal”, dice.
Lo curioso es que Santos Álvarez no pide otra
cosa que la misma, exactamente la misma
que los alcaldes comunitarios e indígenas:
“Queremos que la tierra vuelva a ser la de
antes a 1984. Que se borre la
desmembración. Eso es lo que queremos”.
–¿Si ambos grupos políticos piden lo mismo,
por qué no hay un acuerdo, alguna cohesión
para resolver el problema de la propiedad de
Tzalbal, a nivel comunitario? –le pregunto a
Santos Álvarez.
–El problema de Tzalbal siempre será político.
No quieren dialogar –responde.
El asesor jurídico de Fontierras, Fredy
Giménez, explica que lo que pide Tzalbal es
imposible. “Retrotraer una desmembración
hecha hace 20 años no es técnicamente
viable. No jurídicamente. Tendríamos que
volver a inscribir en el Registro de la
Propiedad a todo el municipio de Nebaj.
También todas sus desmembraciones.
Tzalbal, por eso, no puede regresar a ser
parte del ejido. Además, el reclamo de una
desmembración anómala prescribe luego de
20 años. Aquí ya pasaron casi 30”.
Fontierras no se ha presentado a Tzalbal en
más de dos años. La comunidad no los quiere
cerca. Para nada cerca. “Con Fontierras
rompimos el diálogo”, dice el comisionado
Herrera Bernal. “No queremos nada con ellos.
El ejército abusó de nuestros derechos, y hoy
queremos que nos los restituyan. Si no, otra
vez, y como ha sido siempre, seguirán
atropellando a nuestras comunidades”, exige.
El asesor legal de los alcaldes comunitarios e
indígenas de Tzalbal es la Asociación de
Juristas Internacionales (AJI). Ramón
Cadena, abogado director de AJI, delegó a
Jessica Vásquez este caso. Sin embargo, al
preguntar a esta asociación de abogados si
era posible refutar a Fontierras, si en realidad
es viable que el territorio de Tzalbal vuelva a
integrar el ejido municipal de Nebaj, se
abstuvieron de dar alguna respuesta sobre el
tema.
El actual alcalde de Nebaj, Pedro Raymundo
Cobo, en una breve entrevista dice que la
municipalidad respetará la decisión de cada
comunidad. “Lo que pida Acul, en eso se le
apoyará. Lo que pida Tzalbal, en eso también
se le apoyará”. El alcalde se abstiene de dar
una opinión sobre cuál de los dos procesos le
parece el más conveniente. Sin embargo, le
preocupa la forma en que en un futuro Acul
maneje una autonomía desde su propiedad
cuando le sea devuelta, fuera del ejido de
Nebaj. Y de Tzalbal sólo ve que solucionar la
reintegración de esta comunidad tomará
mucho, mucho tiempo.
En consecuencia, el despojo que hizo el
Estado como una medida contrasubversiva,
evidencia la forma en que los militares
operaron durante la guerra. En el área ixil,
luego de muchas masacres y
desplazamientos, también se tenía
contemplada la expropiación de este territorio.
Hoy Acul espera ser reconocido legalmente
como Comunidad Indígena.
Tzalbal apenas inicia su proceso.
Lema pintado en una pared del Palacio de Gobernación de Santa Cruz del Quiché. En los años 80 fue l
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Lema pintado en una pared del Palacio de Gobernación de Santa Cruz del Quiché. En los años
Fotografías de Simone Dalmasso
Corporación Municipal de Nebaj entre el 1982 y el 1986. A lado del alcalde Jacinto de Paz Pérez, al cen
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Rótulo en el cantón Xecax, periferia de Nebaj.
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Placa conmemorativa a las víctimas del conflicto armado, cementerio de Acul.
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Miguel Brito, alcalde indígena de Acul, enseña el título de tenencia de las cinco caballerías pertenecient
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https://www.plazapublica.com.gt/sites/default/files/styles/nota_interior/public/conflictividad_agraria_nebaj05.jpg?itok=KYKDoKLX
Corporación
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conmemorativa
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Asamblea comunitaria en Acul con representantes de Fontierra.
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Pobladores de Acul convenidos a la asamblea comunitaria.
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Juan Raymundo, de 73 años vivió dos años en las montañas. En 1983 regresó a Acul, convertida en “al
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Juana Cobo, izquierda, y Manuela Raymundo, de pie, se refugiaron en las montañas durante años. Reg
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Asamblea
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De izquierda a derecha: el alcalde comunitario Diego Ángel Tzoc, los delegados de la Comisión de Tierr
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Santos Pablo Álvarez, síndico primero de la anterior Corporación Municipal de Nebaj, enseña el mapa d
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Vicente de León, de 68 años. Permaneció escondido en la montaña por cinco años. Regresó a Tzalbal
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Francisco López, de 62 años, con su esposa Petrona. López fue secuestrado por el ejército a los 23 año
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Vista del camino que lleva a Acul desde la localidad de Xecoxó, en los alrededores de Tzalbal.
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Lema pintado en una pared del Palacio de Gobernación de Santa Cruz del Quiché. En los años 8
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Corporación Municipal de Nebaj entre el 1982 y el 1986. A lado del alcalde Jacinto de Paz Pérez,
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Rótulo en el cantón Xecax, periferia de Nebaj.
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Placa conmemorativa a las víctimas del conflicto armado, cementerio de Acul.
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Miguel Brito, alcalde indígena de Acul, enseña el título de tenencia de las cinco caballerías perten
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Asamblea comunitaria en Acul con representantes de Fontierra.
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Pobladores de Acul convenidos a la asamblea comunitaria.
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Juan Raymundo, de 73 años vivió dos años en las montañas. En 1983 regresó a Acul, convertida
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Juana Cobo, izquierda, y Manuela Raymundo, de pie, se refugiaron en las montañas durante año
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De izquierda a derecha: el alcalde comunitario Diego Ángel Tzoc, los delegados de la Comisión d
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Vista del camino que lleva a Acul desde la localidad de Xecoxó, en los alrededores de Tzalbal.
Santos Pablo Álvarez, síndico primero de la anterior Corporación Municipal de Nebaj, enseña el m
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Vicente de León, de 68 años. Permaneció escondido en la montaña por cinco años. Regresó a T
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Francisco López, de 62 años, con su esposa Petrona. López fue secuestrado por el ejército a los
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Vista del camino que lleva a Acul desde la localidad de Xecoxó, en los alrededores de Tzalbal.
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