LOS COMPORTAMIENTOS REPRODUCTIVOS MASCULINOS DE LOS SECTORES POPULARES URBANOS POBRES: ALGUNOS INDICIOS ACERCA DE LA CONSTRUCCION RELACIONAL DE LA IDENTIDADES DE GENERO VARON * AUTOR: ALEJANDRO MARCELO VILLA VERSION EN ESPAÑOL DEL ARTICULO: VILLA, A. “Significados da reproducão na construcão da identidade masculina em setores populares urbanos”, en De Oliveira Costa, A. (org) Dereitos Tardios: Saúde, sexualidade e reproducão na América Latina”, San Pablo, Fundacão Carlos Chagas/Editora 34, 1997. * Una primer version de este trabajo fue presentada con el título “Fecundidad y masculinidad: algunos dilemas subjetivos en la construcción de género de los varones”, en el Segundo Taller de Investigaciones sociales sobre salud reproductiva y sexualidad, realizado en Buenos Aires en el mes de mayo de 1996 y organizado por CENEP/CEDES/AEPA ; y en el Seminario “Saúde, Sexualidade e Reproducao : Comparthilando Responsabilidades”, realizado en Rio de Janeiro el 3 de setimbre de 1996, organizado por la Faculdade de Servico Social de la UERJ. Coordinador del Programa de Procreación Responsable en el Area Programática del Hospital J. M. Penna, Secretaría de Salud/Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. 2 1. INTRODUCCION El objetivo del presente trabajo es exponer algunos hallazgos de un estudio realizado en la ciudad de Buenos Aires con hombres de los sectores populares urbanos pobres1. El estudio buscaba explorar los significados que adquieren para los hombres la fecundidad en la constitución y organización de las familias, así como el mundo cognitivo y los significados sociales en lo concerniente a la reproducción biológica y a los mecanismos de la regulación de la fecundidad. Nuestra perspectiva de estudio se sitúa en los hombres considerados como actores sociales en el ámbito doméstico, e intenta desplegar desde este contexto las significaciones imaginarias sociales (Castoriadis, 1975) que envuelven a la relación de la condición masculina con los comportamientos reproductivos. Nuestra metodología de investigación se basó en: - técnicas cualitativas de recolección de datos con el objeto de acceder a un número limitado de casos para ser estudiados en profundidad. Se utilizó la entrevista abierta y semiestructurada (Russell Bernard, 1994). Se seleccionaron 25 hombres convivientes en pareja, que tenían entre 17 y 45 años de edad, con y sin hijos (19 con hijos y 6 seis sin hijos); a los cuáles se les aplicó una de cada tipo de las entrevistas mencionadas (en total dos entrevistas para cada caso). Asimismo se diseño un dispositivo grupal de reflexión (Percia, 1991) como fuente complementaria de datos; organizándose tres grupos de diez integrantes cada uno según tres tramos de edades (17-21, 22-29 y 30-45 años). Se trabajó en dos barrios de la ciudad de Buenos Aires, en las denominadas “Villas de emergencia”, una en el extremo sur y otra en el extremo norte de la ciudad. Se accedió a los hombres a través de profesionales de centros de salud y de otras instituciones comunitarias. -técnicas de análisis de las condiciones de enunciación de los discursos: las producciones linguísticas consideradas como un proceso semiótico "intertextual", donde los sujetos elaboran y toman posiciones sobre "textos" sociales preexistentes (Kristeva, 1978), tanto como la teoría de la "polifonía de la enunciación", donde los textos son analizados como actos de diálogos de varias voces de otros que se hacen oír en los discursos (Ducrot, 1986). Nuestra perspectiva teórica incorpora además: 1- Los estudios de género de la historia social, la antropología social, la sociología y el psicoanálisis; especialmente los Men's Studies que analizan las masculinidades como construcciones sociales, siguiendo los desarrollos conceptuales de los Estudios de la Mujer. Entendemos a la categoría de género como un "sistema" que expresa un conflicto social como resultado del ejercicio de relaciones de poder entre varones y mujeres: relaciones de poder por las cuáles se ejerce socialmente un control de la capacidad reproductiva del cuerpo de las mujeres2 (De Barbieri, 1991; Villa, 1994, entre otros). Asimismo en este sistema se constituye un proceso de construcción de identidades de género. Es la interacción social mujer-varón la que configura una "dimensión relacional" del género, desde dónde se originarían las identidades y diferencias que se perciben como femeninas/masculinas (Scott, 1986 y 1990). En esta dimensión relacional se articularían atribuciones y expectativas culturales y sociales de desempeño de roles de género (Scott, 1986 y 1990; Kimmel, 1987; Kimmel y Messmer, 1989; Leal y Boff, 1994), tanto como procesos identificatorios y expectativas psicológicas en los vínculos varón-mujer (Stoller, 1968 y 1985; Dio Bleichmar, 1991 y 1992; Inda, 1994 y 1996). 2- Los estudios y las investigaciones sobre salud reproductiva y sexualidad de los desarrollos de la antropología social y médica que incorporan la categoría de género para el análisis de la 3 construcción cultural y social de modelos del cuerpo (Leal, 1995; Leal y Lewgoy, 1995 entre otros/as). 2. SEGREGACION SOCIAL MASCULINA Y FECUNDIDAD DE LAS MUJERES Una primer evidencia que constatamos nos dice que la mayoría de los hombres estudiados habrían sufrido fuertes experiencias de desprotección afectiva en el grupo familiar de origen(violencia familiar: maltratos y/o abandonos paternos y/o maternos). Esta situación determinaría en primer término un temprano distanciamiento del ámbito doméstico de origen, una necesidad de los hombres de estar en "otro lugar". En este sentido son insistentes en los discursos los términos que aluden a "ser echados" y/o "quedarse por ahí". Aún así subsiste para ellos las imágenes de una figura materna sobrevalorada como condición de existencia de sí mismos y de una figura paterna distante, ausente y/u odiada3. En segundo término, la falta de una oferta de figuras identificatorias masculinas en el grupo familiar de origen los conduciría a una socialización en un grupo de pares: es el "estar en la joda", con los "vagos" en espacios sociales de segregación de género como una posibilidad de adquirir una identidad personal, “ser machos” 4(donde se puede jugar al futbol, ir a bailar, drogarse o tomar bebidas alcohólicas, ir a prostíbulos, y hasta juntarse para delinquir en el mismo medio social). Las significaciones de vagancia remitirían a una idea de los varones como personas que deambulan y están perdidos en el medio social, sin un status social, lugar propio, o derechos positivamente valorados. Es aquí donde el inicio de la actividad sexual se constituye en un primer intento de “ser hombre”: buscar la propia “satisfacción sexual”,”buscar a la mujer”, “mandarse”, “tener relaciones (sexuales) por tener”, sin que medien intenciones de fecundidad o de prevención de embarazos. Algunos de los relatos para referirse a esta actividad sexual son los siguientes: "uno en ese momento, no piensa, esa es la verdad" ( Alejandro, 18, 1 hijo). "no, no me calentaba, yo le daba para adelante, pensaba en buscarla, nada más...." (José, 26, 2 hijos). "... es eso con 17 años, no se piensa nada todavía... no pensaba lo que podía ser después" (Norberto, 37, 8 hijos). Se trataría de la construcción de una identidad que quedaría sujetada a identificaciones con ideales sociales relativos a un ejercicio de la sexualidad masculina impersonal y que pretende erigirse autónomo5socialmente. Decimos "impersonal" porque el ejercicio de la sexualidad masculina cobraría significación en tanto una atribución social de una heterosexualidad como un gran "otro social" que tendría que imponerse a la actividades sexuales de los varones para construir una identidad: "Ser como otros hombres", que poseerían una heterosexualidad irrefrenable y desprecian a las mujeres para ser "un" hombre6. Habría aquí una primer gran dilema subjetivo inherente al mismo proceso de construcción de la identidad de género varón: dilema entre la búsqueda de una identidad personal y un sometimiento de los varones de sus propios ejercicios de la sexualidad a una cultura masculina impersonal, compartida con otros hombres. Construcción de una identidad personal que quedaría alienada radicalmente en la socialización con otros 4 hombres, ya que la fuerte adhesión de los varones a una identidad de género prescripta socialmente en términos de comportamientos sexuales, limitaría el reconocimiento y el despliegue de singularidades personales. El ejercicio de la sexualidad masculina es confrontado con una percepción de los mismos varones de supuestas "intenciones" y/o "deseos" implícitos de fecundidad femeninos. Son insistentes en la mayoría de los discursos el siguiente tipo de enunciados, donde incluso hablan las mujeres: "te dicen: *quiero tener un hijos con vos*; y vos, ¿qué les vas a decir ?” "no se si se aprovecha” (de la actividad sexual para embarazarse) "quieren tener, tener” (hijos) "Me dijo: *mirá que no me cuidé.... ¿qué hacemos si quedo embarazada...?*” En este sentido, estos deseos o intenciones de fecundidad supuestos por ellos en las mujeres, operarían cuestionando la autonomía sexual masculina y provocando simultáneamente un desafío y una amenaza al poder en el ejercicio de la sexualidad. Desafío, porque el ejercicio de la sexualidad masculina buscaría convertirse ahora en un poder de fertilidad autónomo frente a las intenciones y/o deseos de fecundidad percibidas en las mujeres. En un escrito previo (Villa y Belloni, 1996) discutimos la existencia de un tiempo lógico en esta subjetividad masculina en el cual el ejercicio de la sexualidad se transforma en un poder fértil masculino, un “dejar embarazadas a las mujeres” como rasgo de la identidad, y donde las mujeres son presentadas como “seres fecundables”. De ello resultaría que si los hijos se "dejan por ahí", serían los signos sociales del producto de una sexualidad masculina impersonal, hijos como signos sociales de una esencia masculina universalmente engañosa, malvada. Como todos los hombres pueden engañar a las mujeres, estas cualidades pueden encontrarse en cualquier hombre en particular. Es decir, ellos supondrían que las mujeres buscarían embarazarse, pero son ellos mismos los que constituyen a la fertilidad masculina en una prueba del “ser hombre” en el ejercicio de la sexualidad, más allá de las actitudes de cada mujer en particular. Veamos un ejemplo que ilustra toda esta lógica: "... no es la primera mina (mujer) que quiere tener un hijo... desde los 14 descubrí que no se quedaban embarazadas y se separaban de mí y quedaban rápido embarazadas...*¿ cómo puede ser ?*, digo, ¡qué¡, *¿ yo no sirvo ?*, digo...Siempre la engañaba; le decía: *voy a acabar afuera*, y acababa adentro... A mi me intrigaba más...Nunca hablé con las chicas...andá saber si te patea...yo quería averiguar si podía tener hijos; después no, cuando hice el aborto no quise saber más nada” (Pablo, 21, sin hijos). Las supuestas intenciones o deseos de fecundidad femeninos se constituirían en una amenaza a la autonomía sexual masculina, en tanto aquéllos cuestionarían dicha autonomía y podrían convertir a la sexualidad masculina en el ejercicio de una actividad absolutamente dependiente de las mujeres. Los hijos y la maternidad se convertirían en signos sociales que utilizarían las mujeres para personalizar y singularizar el producto del ejercicio de la sexualidad masculina. Ya 5 no se trataría de cualquier hombre que puede “dejar embarazadas a las mujeres”, sino de un hombre que puede ser situado, localizado y reconocido socialmente por otras/os del medio social y familiar como autor responsable de un embarazo. Acto de imputación de una paternidad de las mujeres que personalizarían los resultados de los comportamientos sexuales masculinos, al poner un padre en la escena social 7. Es posible pensar que esta personalización de la que serían objeto los varones explique una fuerte desconfianza hacia sí mismos como hombres y la desconfianza hacia las mujeres que hallamos recurrentemente en los discursos de los varones8. Veamos algunas de las significaciones que pueden adquirir estos sentidos, donde los varones se encuentran en un diálogo con las palabras de otros del grupo de pares, o con las palabras de las mismas mujeres para definir sus propios posicionamientos subjetivos: "...Por ahí vos la mina se queda embarazada,¿ vos qué sabés si es tuyo ?; por ahí es de otro vago y te comés el garrón vos, eso me decían mucho los vagos (otros del grupo de pares), me explicaban mucho también los vagos esos...puede ser de otro, viene la mina y me dice *estoy embarazada de vos*,¡ yo qué se...!" (Carlos, 18, sin hijos). "...Me había peleado con la chica esta, estaba saliendo y me peleé con la chica esta...me quería matar porque no sabía nada..Le digo: *no voy más a tu casa, ¿y querés que vaya ahora ?* y me dice * no lo querés ver a Carlitos*, me dice..*.sí, pero yo no lo puedo ver por culpa tuya, porque vos no me dijiste nada*, *está bien, pero yo lo hice porque no te quería hacer quilombo* (ella), *está bien, gracias ( en tono ironico)*, le; *pero igual tenías que decírmelo..* ( Julián, 17, 1 hijo). "....No soy de dejar hijos por ahí, no me gusta. Hay muchos hombres que dejan embarazada a una mujer y después no se hacen cargo...las otras chicas con quienes salía, por ahí me decían *este fin de semana no voy a estar con vos por...*; yo no confiaba, tenía miedo que estuviera con otro y me dijera *el nene es tuyo*...” (Santiago, 41, 2 hijos). La autonomía individual masculina sería fuertemente trastocada, ya que se trataría de un cuestionamiento moral que operaría individualizando a los varones y confrontándolos con la posibilidad de asunción de “responsabilizarse” de la autoría de los embarazos y el destino de los hijos. Esta imputación de paternidades de las mujeres a los varones solteros los enfrenta a cuatro posibilidades frente a los embarazos: no responsabilizarse de la autoría, consentir y/o participar de algún modo en la interrupción de aquéllos, asumir la autoría y unirse en una convivencia de pareja, y asumir la autoría pero sin unirse en una convivencia. El reconocimiento de la autoría de los embarazos supondría un sometiendo la autonomía individual masculina a los valores y las jerarquías sociales de la moral de los discursos sociales de la maternidad, de modo además que, la idea de asumir reponsabilidades por los hijos, significa para los varones unirse en un convivencia de pareja para “formar una familia”, con la expectativa de asunción de rol de proveedor9. La fecundidad y la maternidad se constituirían en signos de una posible moralización de los comportamientos sexuales masculinos. Las experiencias de los mismos hombres de la posibilidad de embarazar a una mujer tanto como las posibles demanda de hijos de las mujeres harían surgir la posibilidad cierta de producir un hijo: un poder tener algo de sí, algo propio. De subsistir la oposición de sentido entre la autonomía sexual de los varones que permacen en la “joda”, y las mujeres como las supuestas actoras excluyentes de la fecundidad, los comportamientos sexuales masculinos que buscan autonomizarse no podrían lograr consolidarse ni legitimarse socialmente frente a las expectativas relacionales de las mismas mujeres, así como 6 de otros/as del medio social y familiar que confieren una valoración negativa al hombre que permanece sexualmente autónomo y segregado permanentemente en espacios sociales con otros hombres (la desconfianza social hacia el "hombre malo" que siempre está en la "joda", hombre que puede llegar a representar una suerte de "peligro social" por la posibilidad de convertirse en alcohólico, drogadicto o delincuente). Este conflicto entre "expectativas relacionales" e identidades de género cobraría significación particularmente cuando los varones mantienen cierta continuidad en la relación con una misma mujer sin unirse en una convivencia de pareja. 3. UNA DEMANDA SOCIAL A LAS MUJERES10 Las dificultades descriptas para que los comportamientos sexuales de los varones solteros se conviertan en signos privilegiados de una identidad de género tendrían dos consecuencias fundamentales en los varones: 1- Ellos mismos parecerían requerir para sí mismos una moral familiar que podría brindar la posibilidad de resignificar el ejercicio de la sexualidad masculina ligándolo a la producción de fecundidad de fecundidad en un ámbito doméstico. - Surgiría un deseo de establecimiento en un lugar valorado socialmente, un deseo de "ser alguien" personalmente diferenciado de los otros hombres, un tener cosas propias, un "tener hijos" como un producto de sí, una descendencia masculina para la reproducción social. Pero la posibilidad de realización de este deseo se les presentaría más como una acción de las mujeres que deberían inducir a los hombres a establecerse en un ámbito doméstico, que como una voluntad propia de los mismos varones. Ellas deberían exigirles un abrupto distanciamiento de la pertenencia social masculina a los "otros hombres" y ellos mismos deberían aceptar una "gobernabilidad" femenina implícita en el hecho mismo de unirse en pareja11. Se trata de lógicas de siguiente tipo, donde los varones se debaten entre sus pertenencias a el grupo de pares y al ámbito doméstico: "Yo cambié porque yo quise, ella no me dijo ni *no, no vayas* ni nada, si ella me dejaba hacer lo que yo quería, yo nomás no quise ir, aparte me estaba destruyendo yo solo, ella me hizo ver eso y listo, aparte me siento feliz así. Ellos me decían *gobernado*, no pueden ver una familia felíz * yo no los veo más a uds. porque uds. siguen en eso todavía, y ahora están peor que yo, andan tirados por ahí* (discurso dirigido a otros varones del grupo de pares); yo por ejemplo duermo en casa y ellos tienen que dormir de casa en casa, yo me siento bien así” (Alejandro, 18, 1 hijo). Este autorequerimiento de una moral familiar tanto como ese deseo de establecimiento en un ámbito doméstico partiría de dos demandas sociales dirigidas a las mujeres, como condiciones en los hombres para entrar a formar parte de un ámbito doméstico: 1- El reclamo de atención y comprensión de los hombres a las mujeres según las expectativas relacionales de desempeño de roles de género de la "mujer de la casa" y el "hombre proveedor". Aquí la palabra y los comportamientos de las mujeres son referidos como objetos de las necesidades individuales de los hombres(compañía, atención, lavado de ropa, preparación de la comida, etc.); así como una demanda de una fecundidad femenina como posibilidad explícita o implícita de que la mujer de hijos al hombre para configurar una familia. 7 2- El reclamo a las mujeres de que ellas dominen, "domestiquen" los comportamientos y actitudes individuales de los hombres relativos a su autonomía extradoméstica. Se trataría de un "traer a la casa" a los hombres que se podrían quedar siempre "por ahí". Aquí las mujeres aparecen referidas como sujetos de conocimiento de una acción moralizadora. Mujeres como poseedoras de una suerte de "pedagogía familiar", que enseñan a los hombres como desempeñarse en tanto marido y padre. Estas necesidades y reclamos se traducen en expectativas relacionales de rol que se esperan de una "mujer de la casa". Es la mujer que se espera que exija y limite al hombre las salidas extradomésticas, a un varón que para adquirir una identidad personal no dispone de más alternativas sociales que dedicarse a trabajar (posibilidad seriamente cuestionada por el desempleo existente), estar con otros hombres y hacer ostentación de su sexualidad. El siguiente es un ejemplo de este proceso: "...quiero cambiar, así me digan que soy un gobernado los pibes... yo estaba cinco minutos en la cancha y ella me iba a buscar. Me empezaban a gritar *gobernado* y no me gustaba y empezabamos a discutir por eso... preferible que me digan gobernado antes que me vean tirado por ahí, borracho, en todos lados hecho mierda, o no tener a mi familia... prefiero estar acá, siempre... Si ella me va a buscar me vengo... me quedo en casa y no pasa más nada." (José, 26, 2 hijos). Más allá de las cualidades morales de las personas-mujeres elegidas por los hombres se trataría de una fuerte atribución social de saber de género en las mujeres: "hacen ver", "hacen pensar", enseñan, son mujeres que hablan transmitiendo valores sociales. Muy cerca de la misma amoralidad socialmente legitimada que constituye a cualquier hombre en un ser malo sin ninguna cualidad personal que lo diferencie del resto de los hombres se erigiría una única moral autónoma de mujeres que podría transformar a los hombres, dándole signos valorados socialmente al ejercicio de la sexualidad. Existiría así un segundo dilema subjetivo en el desarrollo de género de estos varones, por el cual ellos operarían una atribución social de saber de género en las mujeres: dilema entre la autonomía social en el ejercicio de la sexualidad de los hombres como signo de poder sobre las mujeres y una identidad de género varón que necesita reducir a las mujeres a fuentes emisoras de discursos sociales que puedan moralizar los comportamientos masculinos, pero para someterse ellos mismos a una ley que les permita la posibilidad de ser valorados como varones. De ello resultaría una identidad personal de género que quedaría alienada radicalmente en una moral social de "mujeres de familia". Ello explicaría que la mujer-pareja se presente en los discursos de ellos bajo una fuerte ambivalencia subjetiva: como un otro del que se habla mal, y se rechaza porque condena moralmente la autonomía social y sexual masculina, pudiendo incluso convertirse en objeto de la violencia física y emocional masculina, pero también como un otro al que hay que respetar como única ley posible a la que se está sometido, otro al que se está sujetado si ellos quieren adquirir un valor reconocido socialmente12. “Yo era el típico macho de la casa, digamos, cosas de boludo...Me echó, me dijo: *andate*. Yo creo que es querer ser más fuerte en la casa. Es tratar de imponer , el decir *bueno, si te gusta bien y sino...*. Después que me mandaba las cagadas, venía la tipa y me cagaba a puteadas, y el tipo se quedaba mudo. Ella me decía *si vos no hablás yo no te puedo ayudar*, y así ella me fue domestizando” (Fernando, 24, 2 hijos). 8 Cuando se agudizan conflictos en la relación de pareja, pareciera que para los varones la manera privilegiada de evitar la disolución de la unión es conservar y someterse a la imagen de la mujer como madre. Es recurrente en los discursos relativos a esta situación la frase: *la tengo que respetar porque ella es la madre de mis hijos*. Entónces aquellas dos demandas de los hombres a las mujeres dejarían entrever una reaparición de la figura materna: Un requerimiento social de los hombres de la moral de los discursos sociales de la maternidad y un retorno de cierta representación psíquica de las experiencias de los varones como hijos (una madre sobrevalorada a la que se le debe la vida y un respeto incondicional). Una reaparición de la figura materna que recubre justamente una sexualidad masculina en falta moral con las mujeres: un quedarse con una mujer-madre para no estar siempre con cualquier otra mujer, con la posibilidad de "dejar hijos por ahí". 4. EL DOMESTICAMIENTO DE LA SEXUALIDAD Y LA TRASCENDENCIA MASCULINA EN LOS HIJOS El valor simbólico del ejercicio de la sexualidad masculina en el ámbito doméstico se presentaría como una respuesta alternativa al problema de poder apropiarse del producto de la actividad sexual como capacidad fecundante, producto que quedaría "por ahí", alienado en otros: los hijos "de" las mujeres o para otros padres no-biológicos. Si las mujeres son supuestas como portadoras de intenciones o deseos de embarazarse y una amenaza a la autonomía sexual masculina ( "quitan", "sacan" hijos de la actividad sexual masculina), sería preciso controlar el cuerpo de ellas restringiéndolo al ámbito doméstico para que la fecundidad femenina no adquiera cualidades extractivas de la sexualidad masculina y evitar la posibilidad que las mujeres les atribuyan embarazos de otros hombres 13. Es así como unión del poder fecundante de los varones y la fecundidad en las mujeres devendrían en una valoración de los hijos por el recubrimiento de una "idea de familia" como significaciones que tratan de restringir las prácticas sexuales al ámbito doméstico. Veamos un ejemplo: "Si ella queda embarazada...le tengo que reconocer yo si está conmigo, si está conmigo...una vez se que era una (mujer) que estaba en Misiones, me dijeron que estaba embarazada, después yo fuí y dijo que el hijo era mío, lo que pasa que yo calculé los meses ... anoté todo y el día, todo, y hacían dos meses antes que ella estaba embarazada..." (Ignacio, 20, sin hijos). Asimismo dicha valoración de los hijos se presenta como expectativas de asunción de responsabilidades de padre y marido bajo el desempeño de rol de proveedor. De este modo la apropiación de la fecundidad de las mujeres y los posibles hijos se transformarían para los varones en la vida de pareja en un modo de sentirse hombres en tanto padres que asumen un rol de proveedor del grupo familiar. Las expectativas de asunción de paternidades se convertirían en la única alternativa de trascendencia personal, cultural y social, un intento de dejar la pertenencia social al grupo de pares, así como un intento de trascender sus propios pasados como hijos en el grupo familiar de origen. Estas expectativas se destacan en los varones menores de 25 años con hijos: “Yo cuando tenía 15, 14 años y veía un chico de 18, 19 años que de repente se juntaba, y al año, dos años, era papá. Veía que era diferente la vida de él, era...ya se quedaba en la casa, no salía, la que más valoraba para él era la criatura, ya no era más la joda ni salir, era otra clase de vida 9 ya... cuando iba a la casa, le preguntaba que es lo que sentía con el bebé y el me decía que no...que es algo hermoso, es algo que te lo dan una sola vez y es para toda la vida... Lo que más quería era una criatura, era lo que más buscaba, y no me la dió, la primer chica no me la dió...La segunda chica era muy chica, tenía 14 años... y encontré a mi señora ahora, pero lo que pasa que yo no terminé de salir de un problema y le di tiempo...yo le levanté la mano a mi señora... pero yo lo viví de pendejo, esto... yo pienso que viéndole tantos golpes a mi vieja, a mi hermana, y que mi vieja nos pegaba tanto cuando era chico...sí.” (Luis, 20, 1 hijo). Las significaciones de los/as hijos/as que se produciría según dos lógicas de sentido14: - Se podría imponer en tanto una significación impersonal, alienada en los discursos sociales: "hijos para una madre", "dar hijos a la madre", "tener hijos". Sería un hacer hijos para otros, sometido a las significaciones relativas a los ideales sociales de la maternidad. Contenidos de paternidad que aparecen exclusivamente sujetados a expectativas sociales de desempeño de rol de género, reproduciendo los emblemas varoniles que prescribe la cultura. Este sentido de la construcción de paternidad se destaca en los hombres mayores de 25 años. Se trata de frases en los discursos del siguiente tipo: "... No quise tener una compañera de pareja, sino que quise tener hijos, quise tener una mujer que sea mamá, siempre quise tener...” (Antonio, 33, 4 hijos). - Como una posibilidad efectiva de realización personal de una paternidad. El ejercicio de una paternidad como una construcción singular de una identidad de género, un "ser padre" en la identidad que busca apropiarse de las determinaciones sociales para el logro de una trascendencia personal. Este deseo de realización de una paternidad se destacaría en algunos hombres menores de 25 años. Aquí la paternidad aparece más vinculada a una autorealización masculina en sí misma más que algo diréctamente vinculada a “otros”: madre, prescripciones sociales, etc. No obstante, la valoración positiva de los/as hijos/as permanecería en tensión con: 1- La autonomía sexual y social que los varones podrían conservar en la extradomesticidad (particularmente en los hombres menores de 25 años y en aquellos sin hijos). 2- Los deficientes ingresos monetarios, así como el desempleo de los varones operaría una fuerte crisis en el desempeño de las expectativas relacionales de los roles domésticos que prescribe la cultura. Crisis que provocaría una preocupación por regular la fecundidad de algún modo por los costos económicos que acarrearía un hijo. 5. LOS RECURSOS COGNITIVOS Y LA REPRODUCCION BIOLOGICA Nuestra indagación de los recursos cognitivos de los varones acerca de la reproducción biológica, nos presenta a los varones como sujetos de conocimientos problemáticos, en tanto los hombres estudiados intentan responder ubicándose: - Como objetos de requisa de la ciencia médica. Esto se evidencia en que la mayoría de las opiniones vertidas son referidas directa o indirectamente a palabras de médicos, lectura de revistas y libros "científicos" como fuentes de justificación . - En una alteridad subjetiva los deslegitima como poseedores de saber en lo concerniente a la reproducción biológica ya que los conocimientos sobre la fecundidad son presentados como "saberes de mujeres". Se sienten soprendidos, como si no fueran temas que tendrían que saber 10 ellos: "no sé... pienso que", "creo, pero no sé", "me dijeron que", "escuché, pero no sé...", "puede ser que...", "qué se yo!". Al mismo tiempo se sienten extraños hablando de esto. Se observa una ambivalencia subjetiva en todos los discursos entre un interés masculino por incorporar conocimientos sobre salud reproductiva y una suposición de que todos estos conocimientos son objetos de preocupaciones que tienen como protagonistas a las mujeres y a los médicos/a; una alianza de sujetos de conocimiento que podría dejar a los varones en posición de objetos de espera de una recepción de saberes tanto femeninos como médicos, o en una actitud de desentendimiento de los varones de las temáticas relativas a la fecundidad. Pero en realidad, cuando nosotros les hacemos saber que suponemos que ellos saben algo y que nosotros lo podemos legitimar surgen sus saberes. ¿En qué momento los hombres perciben que pueden embarazar a las mujeres? La mitad de los hombres estudiados, y en particular todos los mayores de 30 años, refieren a la menstruación de la mujer o a sus cercanías cómo el momento más fértil: "10 días antes y días después” "los tres días después del período” "primeros días del período” "un día antes y un día después que termina la menstruación” "8 días antes y 8 días después de la menstruación” Las explicaciones de esta fertilidad aluden a la "ovulación" de la mujer durante la menstruación, la abertura del útero como condición de fertilidad femenina: "la mujer está ovulando”, o "despide sus óvulos” "el semen puede sostener la menstruación” "el útero es como que se da vuelta, es como una flor que se abre” o "después de tener familia el útero se abrió”, "es como abrir una canilla". Estas explicaciones aparecen asociadas a: "la debilidad/fortaleza de la matriz” " la sangre fuerte/débil” (de la mujer). Estas significaciones se integran en complejos sistemas representacionales, en los cuáles la fertilidad supone la necesidad de la unión de la sangre femenina y el semen masculino como un par de homólogos, así como un sistema de cañerias que permite u obstruye la circulación de estos líquidos 15. En casi la mitad de los hombres, en especial casi todos los hombres menores de 25 años, hallamos al semen y/o a las características de la actividad de la sexualidad masculina y en algunos casos de la femenina (bajo la forma de la cantidad, la intensidad, la frecuencia o la 11 potencia presentes en las relaciones sexuales) como determinantes de la fertilidad sobre el cuerpo femenino en cualquier momento: "ganas", "fuerza", "energía". Se trata de expresiones tales como: "siempre, en cualquier momento si tenés ganas”, "cuando estás caliente” o "si no tuviste relaciones mucho tiempo y estás para descargar” "si le acabaste primero o acabar juntos, cagaste”, o “cuando los dos están con ganas y gozan” "si lo hago seguido puede quedar embarazada” , o “después de tener relaciones varias veces” "el impulso, la energía del hombre”, "cuando estás fuerte” Las causas más referidas son el poder de contacto del semen con la matriz, el encuentro de líquidos femeninos y masculinos en la matriz ( leche, esperma de la mujer, óvulo); teniendo como condiciones favorables/desfavorables en algunos casos los estados de ánimo de la mujer y el hombre: "le puede agarrar a la matriz", "el útero le puede rechazar", "se juntan las leches, la de ella y la mía", "el semen le ataca a la matriz", "tenés que hacerlo con ganas y tranquilo", "si la mujer está histérica puede quedar embarazada". Estas significaciones aparecen integradas en un sistema representacional que pareciera estructurarse en torno al ejercicio de la sexualidad y al semen como sustancia fértil y signo de poder masculino16. En algunos casos coexisten las explicaciones basadas en la "menstruación" o sus cercanías y las "ganas" tanto como la frecuencia de relaciones sexuales como momentos más fértiles. Sólo en unos pocos hombres menores de 30 años, hallamos una idea de representación del ciclo ovárico femenino como determinante de la fertilidad: "Depende de los días que está ovulando la mujer” "la mujer tiene su periodo fértil a los 14 días, si la mujer no ovula no puede quedar embarazada", "a mitad del mes”. En algunos de éstos últimos coexiste la idea de la menstruación o sus cercanías como momento fértil. En cuanto al conocimiento de métodos para regular la fecundidad y los mecanismos de acción, todos los hombres refieren conocer los anticonceptivos hormonales, el condón y el coito interrumpido (el cual es designado como “tirar afuera”, “acabar afuera” o “terminar afuera”). La mayoría de los hombres refieren que los anticonceptivos hormonales actuarían sobre los espermatozoides masculinos: "contaminándolos", "disolviéndolos", "matándolos", "frenándolos” e incluso en algunos casos limitando la excitación sexual masculina . En muchos hombres (en particular mayores de 30 años) este modo de acción aparece asociado a las explicaciones de la menstruación y/o sus cercanías como momentos fértiles tanto como a la "sangre débil/fuerte" de la mujer17. Sólo algunos hombres aluden a que estos anticonceptivos actuarían separando la unión de la sustancia fértil masculina ("leche", "espermatozoide", "semen"), y la femenina ("leche", "óvulo", "matriz"): "no se juntan", "corta unión", "barrera". Estas representaciones cognitivas nos abren interrogantes sobre las formas de uso de la anticoncepción hormonal; nos 12 preguntamos si todas estas representaciones no determinarían un uso extendido de la anticoncepción hormonal ligado exclusivamente al ejercicio de la sexualidad. Unos pocos hombres afirman que los anticonceptivos hormonales actuarían sobre la mujer "matando el óvulo" o "debilitando la matriz". Sólo unos pocos refieren no-conocer o haber oído hablar del DIU. La mayoría de los hombres que lo conocen aluden a que el DIU "mataría" o "no permitiría el paso de los espermatozoides". Nos llama la atención que algunos hombres asocian el intervalo entre la aplicación de inyectables ocho o seis días antes y la misma cantidad de días después de la menstruación; tanto como el intervalo comprendido entre la finalización de la toma diaria de pastillas y el recomienzo de la toma a los 5 días de la menstruación; con la menstruación o sus cercanías como momento fértil; momento fértil que es percibido como propicio para que el hombre se preocupe por el uso de condones o coito interrumpido. Se destacan además la referencia de malestares físicos y psíquicos y temores como consecuencia del uso de la anticoncepción hormonal y el DIU, que provocarían el rechazo o la interrupción de la utilización de estos métodos . En los discursos de casi la mitad de los hombres estudiados, la utilización de estos métodos son asociados a consecuencias negativas en la salud de las mujeres: "infecciones", "cáncer", infertilidad: "no pueden tener más hijos", "dolores" en el cuerpo, cambios de estados de ánimo y carácter; o incluso en la actividad sexual masculina: las pastillas que podrían no excitar sexualmente al hombre y/o le pueden cambiar el carácter a la mujer cuando ellos desean tener relaciones y el pene de los hombres que puede tocar el DIU. 6. ¿ REGULAR LA FECUNDIDAD O SACRIFICAR LA SEXUALIDAD ? En la mayoría de los hombres las preocupaciones iniciales por la adopción de métodos anticonceptivos en la pareja partirían de las mujeres, si bien en casi todos los hombres sin hijos es en quienes se observa las mayores preocupaciones, iniciativas y adopción de métodos en la pareja, con respecto al resto de la población estudiada. En los hombres menores de 25 años con hijos se destaca una preocupación propia por adoptar algún método en la pareja y hablar el tema con la mujer para tomar una decisión compartida luego del primer o segundo hijo. En la mayoría de los hombres mayores de 25 años si bien pueden tener preocupaciones por regular la fecundidad la adopción de métodos es atribuida en general (explícita o implícitamente) a las mujeres, ya que la práctica de la regulación de la fecundidad es considerada como algo de lo cual deberían ocuparse las ellas, informando y proponiendo alternativas al varón; aún cuando al mismo tiempo algunos de estos varones refieren a las prácticas anticonceptivas de las mujeres como motivo de desconfianza por posibles infidelidades femeninas ya que dichas prácticas alentarían una autonomía sexual femenina. El inicio de una regulación de la fecundidad permanente en la pareja se caracteriza por una práctica de uso de métodos hormonales. Según nuestros informantes estas prácticas se convertirían en ineficaces por: 1) Los "olvidos" de las mujeres en el uso de la anticoncepción hormonal. 2) Los malestares físicos y/o psíquicos atribuidos a la utilización de estos últimos referidos por las mujeres que se hacen oir en los discursos de ellos: "me ponen histérica", "me engordan", "me hacen dormir". 3) Cambios o abandonos de métodos referidos a supuestas contraindicaciones médicas transmitidas a las mujeres: "le dijo el médico que..." 4) La falta de recursos monetarios en la pareja para la adquisición de métodos o problemas de accesibilidad a los servicios de salud reproductiva existentes en los mismos barrios. 13 En los hombre con hijos, luego del primero, segundo o tercer hijo y a medida que aumenta el número de hijos posteriores (particularmente en los mayores de 30 años) ante las ineficacias y/o abandonos de métodos en las prácticas anticonceptivas de las mujeres, estos hombres parecerían someterse a las indicaciones de ellas de utilización masculina de métodos; aún en disconformidad: abstinencia, condones y coito interrumpido, según los recursos cognitivos descriptos anteriormente. En este contexto de los cambios y/u olvidos en el uso de métodos ya descriptos, la mitad de los hombres estudiados refieren que al momento de por lo menos un embarazo (en general el segundo y en muchos casos el tercero inclusive), ellos "creían" que ellas estaban utilizando algún método hormonal ó que ellos estaban utilizando condones o coito interrumpido. Los menores de 25 años muestran más actitudes de preocupación: "se olvidó de tomar","se descuidó", "me descuidé"; y los mayores de 25, de mayor indiferencia: "yo no sé qué pasó", "tomaba y no tomaba, qué sé yo". En un escrito previo (Villa, 1996) analizábamos la complejidad de las perspectivas de estos varones ante posibilidad de interrumpir un embarazo según tres dimensiones de significaciones coexistentes en los discursos: los mandatos morales y el hijo como sujeto de derecho como motivos para no decidir o aceptar la interrupción, el tipo de relación del hombre con la mujer y la responsabilidad económica por los hijos así como la actitud de las mujeres frente a el embarazo y la evaluación de las consecuencias en la salud de ellas como criterios en el proceso de toma de decisiones sobre interrumpir o continuar con el embarazo. Más arriba análizábamos como los valores morales de la idea de familia operaban en el valor simbólico de la sexualidad masculina en el ámbito doméstico. Esta sexualidad supondría una ligazón muy estrecha entre la actividad sexual y las posibilidades de producción de fecundidad, mediante la consecución de un placer genital entre el varón y la mujer. Asimismo las representaciones cognitivas de los cuerpos relativas a la fertilidad descriptas más arriba reforzarían las expectativas de desempeños de roles de género en el ámbito doméstico: el encuentro de sustancias o líquidos fértiles femeninas/masculinas que se homologarían entre sí, o el poder de la actividad sexual y el semen masculinos como desencadenantes exclusivos de la fertilidad. La insistencia de las voces de las mujeres que hablan en los discursos de los hombres, quejándose de malestares físicos y/o psíquicos (cambios de carácter y estados de ánimo) o refiriendo contraindicaciones médicas como consecuencias del uso de la anticoncepción hormonal, podrían constituirse en indicadores de interferencias en la actividad sexual que los varones desean realizar. Las significaciones relativas a las explicaciones de la acción de la anticoncepción hormonal denotarían un cuestionamiento del valor simbólico que posee el semen y la actividad sexual en el ámbito doméstico, al actuar aquélla como eliminadora del semen masculino o separadora de líquidos fértiles masculinos/femeninos. La preocupación masculina por regular la fecundidad en la pareja está motivada principalmente por dificultades económicas, por valorizar la crianza de los hijos y por antecedentes de riesgos gineco-obstétricos en las mujeres y ello determinaría la utilización de métodos por parte de ellos, aún cuando al mismo tiempo son experimentados como limitantes o inhibidores de diversos modos de la actividad sexual, fundamentalmente en los varones mayores de 25 años con hijos. En el caso del condón, aún cuando más de la mitad de los varones refieren haberlo utilizado en forma ocasional o momentánea, las significaciones fuertemente negativas con que es recubierta dicha práctica limitarían las posibilidades de eficacia, así como de erigirse en un método valorado positivamente por ellos mismos: "es casi la mitad del placer", "no sentís calor", "da asco", "es 14 incómodo", "es para las otras mujeres, no es para la mujer de la casa”. Dicho método cuestiona inmediatamente las expectativas relacionales de género relativas a la "mujer de la casa" que debe brindarse sexualmente sin limitaciones al "hombre proveedor"; el uso del condón es para las "otras" mujeres, no para la "mujer de la casa": Aún así, en algunos hombres menores de 25 años se producirían ciertos cambios, en la medida que los varones pueden redefinir en la pareja los comportamientos de género prescriptos socialmente, el condón podría ser valorado positivamente como método anticonceptivo: “te acostumbrás”, “cuidás a tu señora”, “te sentías seguro”. Más de la mitad de los varones estudiados refieren el uso de coito interrumpido. Dicho uso se presenta como la práctica anticonceptiva en la que los varones se perciben con mayor responsabilidad, en tanto un control masculino en la pareja. Los discursos referidos a la utilización de este método se presentan bajo una fuerte ambivalencia subjetiva entre un mandato de la conciencia: "tener que sacar", "tener que hacerlo", por un lado, y por otro lado la significación que "acabar afuera es como hacerse una paja” (masturbarse). Si bien la práctica del coito interrumpido les conferiría poder a los varones sobre la regulación de la fecundidad, este poder es difícil de situar ya que se torna inmediatamente ambivalente, frágil e inestable en la dimensión relacional de la pareja. Dicha práctica plantearía los siguientes problemas que deberían ser profundizados18 : Las posibilidades efectivas de autocontrol masculino del cuerpo. En los varones menores de 25 años se podría efectivizar dicho autocontrol. En los mayores de 25 años si bien existiría un intento de dominio sobre el propio cuerpo, este intento parecería más recubierto por cierta significación de que la excitación sexual haría perder a los hombres la conciencia que podría provocar la eyaculación afuera de la mujer, un lograr separarse y soltar el cuerpo de la mujer. Excitación que imposibilitaría el control del propio cuerpo, y que aceleraría la posibilidad de la eyaculación. Se trata de preocupaciones del tipo: "...varias veces intenté, cuando lo hacíamos así, acabar afuera, pero no pude acabar, si la meto acaba adentro, intenté, si, pero no pude...(en tono de preocupación)" (José, 26, 2hijos). Las experiencias de ineficacias con el uso del coito interrumpido. Analizando las perspectivas de mis informantes, encuentro que habría una dificultad para percibir los embarazos no-previstos por ellos mismos como un resultado de una “falla” de aquel uso. Esto podría desencadenar en los varones una pérdida de control y una sentimiento de indefensión frente a la fecundidad de sus mujeres, incluso generar desconfianzas con respecto a la propia autoría de los embarazos (incrementándose en muchos casos la violencia física y emocional masculina hacia las mujeres). Esta dificultad masculina en reconocer los embarazos como resultado de una falla en la práctica del coito interrumpido también se encuentra asociada a los recursos cognitivos legos con que los varones se explican la fertilidad19 . La interferencia en el intercambio sexual, y el valor simbólico de este intercambio para la construcción de las identidades de género en la dimensión relacional de la pareja. En cuanto al intercambio sexual hallo como una evidencia relevante para los varones la expectativa relacional de “hacer gozar” sexualmente a la mujer, si bien subsiste simultáneamente una preocupación por el “goce” sexual unilateral masculino20: “Yo termino y listo”, “Yo quiero acabar y chau”. 15 El problema que impondría el coito interrumpido, es si con esta práctica ellos perciben que pueden: - Hacer gozar sexualmente a la mujer. - Lograr el propio goce sexual masculino. - Lograr gozar sexualmente juntos mujer y varón, “acabar juntos” para el logro de las expectativas relacionales de género en la pareja. De poder cumplirse estas expectativas relacionales con el coito interrumpido es posible pensar que ello reforzaría la autonomía y el control masculino sobre la regulación de la fecundidad. Pero ello no es tan sencillo.En un escrito previo (Villa, 1996) discutimos el problema teóricometodológico que presentó la indagación del uso del coito interrumpido, en tanto casi todos los varones estudiados evitaron hablar de la práctica del coito interrumpido, y que cuando abordamos diréctamente este tema, encuentro poca disposición a hablar y reticencias tanto como exajerados rechazos y cuestionamientos a dicha práctica. Aún así, analizando las perspectivas de mis informantes, el coito interrumpido supondría simbólicamente una separación de las sustancias femeninas/masculinas que provocarían el goce sexual y la fertilidad, así como una pérdida del poder simbólico del semen masculino sobre el cuerpo femenino, que haría perder a éste su capacidad simbólica de producir goce sexual. Esto cobraría relevancia ya que existirían dificultades en los varones para simbolizar el placer sexual de otro modo que no sea mediante el encuentro de líquidos, sustancias o cuerpos físicos; es el “acabar juntos”. Es así como con el uso del coito interrumpido se destaca una marcada preocupación masculina por la posibilidad de que la mujer “se quede sin gozar sexualmente” y/o que ella pueda procurarse placer sexual con “otro hombre”. Quizás por ello el uso del coito interrumpido aparezca asociado en la mayoría de los hombres a un trabajo durante el acto sexual de provocar el orgasmo femenino: "hacer acabar primero a la mujer”, previamente a retirar el pene21. En un trabajo previo (Villa y Belloni, 1996) discutíamos la existencia de fantasías masculinas sobre “otro hombre” y las consecuencias en celos y desconfianzas hacia las mujeres como un problema de ellos para poder separar la fertilidad del goce sexual en tanto un poder exclusivo de la sexualidad masculina, así como para considerar a las mujeres como sujetos eróticos más que como “seres fecundables”. Este autocuestionamiento del varón que no podría hacer gozar a la “mujer de la casa”, desencadenaría en muchos varones que “prueben” su capacidad de hacer gozar manteniendo relaciones sexuales con otras mujeres del medio social. Los problemas subjetivos que supondría para los varones la práctica del coito interrumpido, lo podríamos pensar como un paradigma de las significaciones que envuelven la práctica de la regulación de la fecundidad en general. El mandato impuesto al cuerpo con el coito interrumpido trataría de eliminar concientemente la posibilidad de la fecundidad y guardaría relación en su lógica con nuestros hallazgos relativos a mandatos morales que se imponen los varones ante la posibilidad de interrumpir un embarazo (Villa, 1996). Estos mandatos morales parten del supuesto que la actividad sexual en sí misma significaría la posibilidad de embarazar, entónces por ello el varón tendría que responsabilizarse de los embarazos: “Ya sabés que si tuviste relaciones puede quedar embarazada, entónces tenés que hacerte cargo” . Y además el surgimiento en la conciencia de la posibilidad de interrumpir un embarazo provocaría culpa. Para no producir un embarazo habría que negar la sexualidad como fértil y sustraerle una parte importante del placer genital. Pero, ¿no subsistiría aquí una culpa porque interrumpir la sexualidad genital sería contravenir el mandato social de "darles hijos" a las mujeres ?, ¿Qué valor social le queda a una sexualidad masculina que no produciría embarazos ?. Se entrevee aquí una posible vinculación de la práctica del coito interrumpido con 16 una autopercepción de varón infértil. Si controla su cuerpo, además interrumpiría la descendencia de sí para la reproducción social22. La pérdida del poder simbólico del semen que supondría el coito interrumpido guardaría relación lógica con nuestros hallazgos de explicaciones cognitivas relativas a la anticoncepción hormonal y el DIU como desintegradora del semen o como separadora entre las sustancias fértiles masculinas/femeninas. El problema que se le impondría a toda esta lógica de sentido masculina sería el de una imposibilidad de regular la fecundidad en la pareja sin que esta regulación comprometa limitando el intercambio de goce sexual entre el varón y la mujer, y cuestionando el poder simbólico que tiene el ejercicio de la sexualidad y el semen como sustancia fértil sobre las mujeres. La regulación de la fecundidad supondría un tercer dilema subjetivo inherente al desarrollo de las identidades de género varón. Dilema entre una preocupación por practicar y controlar la fecundidad en la actividad sexual, y por otro lado una identidad masculina sujeta a un ejercicio de la sexualidad que para ser reconocido y valorado socialmente tendría que producir fecundidad en el ámbito doméstico. Este dilema subjetivo tendría dos consecuencias en los varones: 1) La regulación de la fecundidad se convertiría en un cuestionamiento del ejercicio de poder que les confiere la sexualidad a los varones en el ámbito doméstico. La sexualidad masculina quedaría "echada afuera" de la domesticidad. La dimensión del placer de la sexualidad sería reenviada al mundo social extradomético, reintroduciéndose la disociación y oposición entre la autonomía sexual masculina y las mujeres que se ocuparían de la regulación de la fecundidad. Además al no existir la posibilidad de la fecundidad femenina, la desconfianza de los varones haría reaparecer a las mujeresparejas como posibles sujetos sexuales fuera del ámbito doméstico, o asimismo como madres ocupadas de sus hijos que limitan o rechazan la actividad sexual con los varones. Estas razones justificarían la actividad sexual con otras mujeres; mujeres con las cuales incluso puede aparecer la posibilidad de la fecundidad, con hijos que las mujeres podrían atribuir a otro hombre distinto al padre biológico23. Este cuestionamiento del poder del dominio masculino en la pareja que operaría la anticoncepción explicaría una desconfianza hacia las mujeres en cuanto a sus posibles comportamientos abortivos unilaterales o sin el consentimiento masculino; y también podría reforzar la imposición de mandatos morales contrarios a la interrupción de embarazos. 2) Una valoración positiva de las prácticas de la regulación de la fecundidad en la pareja como resultado de un reconocimiento por parte de los hombres de las diferencias en los intereses personales de la mujer tanto como del varón. Reconocimiento masculino que redefiniría la rigidez de las expectativas relacionales de desempeño de los roles domésticos y permitiría conservar la dimensión del placer de la sexualidad en el ámbito doméstico. Posibilidad de regular la fecundidad que privilegiaría un respeto de las decisiones de las mujeres, y que en los varones permitiría la construcción de una paternidad como contenido de las identidades de género. Este respeto de necesidades individuales podría explicar la consideración de la posibilidad de interrumpir un embarazo no esperado por los varones o las mujeres, tomar una decisión en pareja, respetar las decisiones femeninas en disconformidad o preocuparse por la salud femenina. 7. CONCLUSIONES 17 1) En el inicio del desarrollo de las identidades de género de los varones se destacan experiencias de una importante desprotección afectiva, así como una escasa presencia de ideales positivamente valorados en las figuras parentales. Se les impone un "hacerse solos". 2) Los varones se distancian tempranamente del grupo familiar de origen para permanecer en espacios sociales de segregación masculina (el grupo de pares), donde se les impondrían fuertemente prescripciones culturales de roles de género, relativas a un temor,desprecio y un dominio de las mujeres en el ejercicio de una sexualidad autónoma. Dominio que se ve confrontado con intenciones o deseos de fecundidad percibidas en las mujeres. 3) Los discursos sociales que valoran la maternidad les impondrían una condena moral que limita el accionar del poder autónomo del ejercicio de la sexualidad. Los varones responderían intentándose apropiar simbólicamente del producto de la sexualidad a través de la producción de fecundidad en las mujeres y uniéndose en una convivencia de pareja. Las mujeres-parejas serían demandadas simultáneamente como objetos del dominio masculino tanto como sujetos moralizadores, que podrían imponer una ley social a los comportamientos masculinos. 4) No se observan ideales sociales varoniles positivamente valorados que no sea el ideal materno. La apropiación de la fecundidad de las mujeres y los hijos se presentan como una alternativa privilegiada de trascendencia personal, cultural y social. Los contenidos de la paternidad podrían permanecer sujetados a las prerrogativas maternas que prescribe la cultura, los que se destacan en los hombres mayores de 25 años; o podrían transformarse en la búsqueda de realización de un deseo personal de "ser padre" que se ve confrontada o en conflicto con los ideales sociales maternos, que se destaca en hombres menores de 25 años. 5) La fecundidad y el número de hijos aparecen fuertemente recubiertos por las expectativas relacionales del desempeño de los roles domésticos que prescribe la cultura. Aún así la regulación de la fecundidad se convertiría en una preocupación masculina(especialmente en los varones menores de 25 años, asociada al reconocimiento y el respeto de intereses individuales de la mujer y el varón). 6) Aunque los varones reconocerían la necesidad de regular la fecundidad ésta operaría un cuestionamiento al poder simbólico del ejercicio de la sexualidad en el ámbito doméstico. Las prácticas anticonceptivas y en particular el coito interrumpido, podrían reenviar la actividad sexual masculina a la extradomesticidad, en cuanto obtención de mayor placer sexual con otras mujeres. 8. BIBLIOGRAFIA BADINTER, E. ¿ Existe el amor maternal ?. Barcelona: Paidós, 1981. --------------------- XY, la identidad masculina. Bogotá: Norma, 1993. CASTORIADIS, C. La Institución imaginaria de la sociedad. Barcelona: Tusquets, 1975. DE BARBIERI, T. Sobre la categoría de género. Una introduccion teórico metodológica. En: AZEREDO, S.; et al. (coord.). Dereitos Reprodutivos, PRODIR I, San Pablo: Fundación Carlos Chagas/PRODIR, 1991. p. 25-46. DIO BLEICHMAR, E. El feminismo espontáneo de la histeria. Estudios de los trastornos narcisistas de la feminidad, Madrid: Siglo XXI, 1991. ------------------------------ Del sexo al género. En Rev. Asoc. Esc. Arg. de Psicoterapia para Graduados Nro. 18. Bs. As., 1992. p. 127-152. DUCROT, O. El decir y lo dicho. Polifonía de la enunciación. 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NOTAS 1 Se trata de la investigación "Subjetividad y Salud Reproductiva: un estudio sobre las perspectivas de los hombres de poblaciones urbanas de extrema pobreza" del Programa de entrenemiento en investigación social sobre Derechos Reproductivos en America Latina y el Caribe(PRODIR II) de la Fundación Carlos Chagas(Sao Paulo), con el apoyo financiero de la Fundación Mac. Arthur. La investigación se realizó durante los años 1994-1996, y con el apoyo en Buenos Aires del equipo del Area de Salud y Sociedad del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES). 2 Distinguimos conceptualmente la categoría de género, de la noción de "sexo", que entendemos que engloba los complejos componente biológicos de los cuerpos que comienzan a desarrollarse desde el momento mismo de la fecundación biológica (Stoller, 1968), tanto como de la noción de "intercambio sexual" (Dio Bleichmar, 1991 y 1992), a la que designamos indistintamente "comportamientos sexuales" o "ejercicio de la sexualidad", y que aluden a : el tipo de elección de objeto sexual tanto como a las características de la actividad sexual misma. 3 Para un análisis del papel ambivalente que juega la figura materna en la constitución psíquica de género de los varones puede consultarse las investigaciones psicoanalíticas de Stoller (1968 y 1985), de Dio Bleichmar (1991 y 1992) y de Inda (1994). 4 Para un análisis más amplio de la problemática, puede consultarse a Badinter (1993). 5 El concepto de autonomía lo empleamos en su sentido común, no como es empleado por Castoriadis (1975), para quien un sujeto autónomo es aquél que puede reconocer en sí mismo las determinaciones sociales. 6 Para un análisis de la problemática de de la transformación histórica en la modernidad de Occidente de los comportamientos sexuales en equivalentes de identidades, puede consultarse Badinter (1993). La problemática del sometimiento de los hombres a ideales sociales varoniles para construir una identidad psíquica ha sido discutida en Argentina desde perspectivas psicoanalíticas de género por Inda (1996); también existe una abundante literatura etnográfica que incluye estudios comparativos entre diferentes culturas que discuten esta misma temática (Leal y Boff, 1994; Godelier, 1986; Gilmore, 1994; entre otros). 7 Es importante destacar que desde la perspectivade los mismos hombres estudiados, ellos sólo aluden insistentemente a los deseos y/o intenciones de fecundidad en las mujeres como causa exclusiva que motivarían los embarazos; pero aún cuando ellas se conduzcan de este modo, ellos omitien las imputaciones de paternidad que operarían las mujeres. Estas ideas surgieron de una discusión con Juan José Llovet. 20 8 Puede encontrarse una discusión similar en los análisis de la construcción relacional de las identidades de género de varones y mujeres, de Leal y Lewgoy (1995) y Leal y Boff (1995) en torno de las nociones de individuo considerado como sujeto "independiente" de las reglas sociales", constituido por una" dimensión interna", y persona como un sujeto sometido a jerarquías sociales y dependiendo a sí mismo de acuerdos intersubjetivos. 9 Para un análisis de la exaltación social y cultural de un "amor maternal" en las mujeres, y la moralización materna de los comportamientos sexuales, puede consultarse Badinter (1981). 10 Las nociones de "requerimiento social" y "demanda social" fueron desarrolladas por Lourau (1971). 11 Este proceso coincide en parte con los hallazgos de Scott (1990) en barrios populares de Recife (Brasil) en lo relativo a la importancia social para los varones de una condición "matrifocal" de las mujeres como vía privilegiada de acceso a a una socialización masculina aceptada socialmente; así como con los hallazgos de Leal y Boff (1995) en los hombres de los sectores populares de Porto Alegre, en lo relativo a la importancia social de la condición matrifocal para la fijación de una residencia masculina con un reconocimiento social positivo. 12 Estas ideas surgieron de una discusión personal con Norberto Inda, al analizar el sentido que adquieren las palabras de las voces de las mujeres en los discursos de los varones estudiados. 13 Esta percepción de las cualidades extractivas sobre el producto de la actividad sexual masculina que operarían los embarazos de las mujeres merecería una comparación transcultural con el valor simbólico que adquiere el semen en los estudios de Herdt y Stoller (1982) y Godelier (1986) sobre varones en Nueva Guinea, para quienes los requerimientos femeninos de semen practicarían una suerte de debilitamiento de los cuerpos masculinos. 14 Estas dos lógicas de la construcción de la paternidad le deben mucho a una discusión con Norberto Inda sobre la categoría de género y su relación con la construcción de la paternidad en los hombres estudiados. Asimismo puede encontrarse una discusión similar en las opciones de paternidad de los varones jóvenes de los sectores populares de Santiago de Chile estudiados por Palma y Quilodrán (1995). 15 Estos hallazgos coinciden con las explicaciones referidas por mujeres de estas poblaciones y discutidas por nosotros previamente (Villa y Belloni, 1994; Villa y Marchini, 1992); así como con los hallazgos de Leal (1995) y Leal y Lewgoy (1995) en mujeres y varones de los sectores populares pobres de Porto Alegre. 16 Esta capacidad autónoma del semen como sustancia fecundante la hemos hallado previamente en las explicaciones sobre la reproducción que realizan las mujeres en estas poblaciones (Villa y Marchini, 1992). Asimismo la recurrencia en los discursos de los varones de los términos “leche” o “semen de la mujer”, nos hace pensar en un líquido femenino similar al masculino y no en la sangre femenina. Aún siendo similares, se trataría de un par de contrarios, donde el semen masculino intenta erijirse en sustancia autónoma dadora de vida que debe rechazar los peligros que envuelve la sangre femenina. Se pueden encontrar hallazgos en esta dirección en Godelier (1986) y en Herdt y Stoller (1982). 17 Es muy llamativo que las explicaciones sistemáticas de la acción de los métodos hormonales como causantes de la eliminación del semen masculino tengan como vehículo contaminante a la sangre femenina en el útero, refiriéndose que las hormonas actuarían sobre dicho semen, pero mediante una relación de aquéllas con la sangre femenina que la convierte en “sangre contaminada”. Asimismo existiría en la mayoría de los varones un rechazo a la actividad sexual durante la menstruación. Ello se explicaría por una ambigüedad entre un temor a la sangre como foco privilegiado de contagio de enfermedades y un temor a la sangre como sustancia fértil. Se han obtenido hallazgos similares en Leal (1995) y Gogna (1995). 18 Esta discusión en torno al papel del coito interrumpido para los varones surgió de algunos comentarios de Axel Mundigo. 21 19 Esta asociación entre conductas violentas, desconfianzas en cuanto a la propia autoría de los embarazos y los recursos cognitivos legos masculinos, surgió de una discusión con Sergio Flavio Barbosa del Programa de Sáude do Homen en el Centro de Educacão para a Sáude (CES) de Santo André/São Paulo. 20 Es importante destacar que sólo unos pocos hombres refieren prácticas sexuales no-genitales (coito anal y/u oral) en la unión de pareja. Aún así podría ser posible un uso más extendido de estas prácticas. De cualquier manera la fuerte asociación entre el desempeño de roles domésticos y prácticas sexuales genitales, actuaría significando negativamente otras prácticas (un caso particular lo constituye el rechazo de las mujeres a tener coitos anales, referido por unos pocos hombres que les reclaman estas prácticas). Esta discusión surgió de algunas observaciones de Mabel Bianco y Daniela Riva Knauth en el Seminario de Encerramento del PRODIR II, realizado en Sao Paulo el 8-10 de noviembre de 1995 21 Si bien con las mujeres de la extradomesticidad la problemática del goce sexual estaría centrada en la preocupación "individual" del goce masculino, es importante destacar esta preocupación del goce sexual de la mujer "de la casa" como articulación de las expectativas relacionales de género en el ámbito doméstico, que puedan eliminar las posibilidades que la mujer/pareja pueda buscar el goce con "otro" hombre. Preocupación por el goce femenino que supondría un replanteo y modificaciones de los comportamientos sexuales individualistas de los varones en la dimensión relacional de la pareja. Leal y Boff (1994) han encontrado hallazgos similares en hombres y mujeres de sectores populares urbanos de Porto Alegre. 22 Estos interrogantes, al igual que las significaciones del coito interrumpido como un equivalente de una masturbación, tienen una vinculación dirécta de sentido con el origen del término onanismo en el Antiguo Testamento de la Biblia cristiana. Onan era hijo de Judá. Al morir su único hermano mayor, Er, y quedar su cuñada sin esposo, su padre le pide que se una conyugalmente con su cuñada (apoyándose en una ley de la época, el levirato, por la cual los hermanos tenían que tomar por esposa a la del primogénito muerto y darles hijos en su honor como si fueran de éste). Onan sabiendo que la descendencia no sería suya, al tener relaciones sexuales con su cuñada practicó el coito interrumpido: "desperdició su semen en la tierra", y Dios lo castigó dándole muerte (Génesis 38: 6-10). 23 Es pertinente aquí la discusión que realiza This (1982) entre "genitor" como el productor biológico de un hijo, y el "padre" como una construcción simbólica de una relación parental.