Editorial La docencia nos pone en contacto con personas a las que acompañamos en su formación. En ella - y entre otros procesos de construcción subjetiva- se expresan, se reproducen y se transforman las formas establecidas del “ser mujer” y del “ser varón”. Sabemos que la compleja trama que configura la individualidad de una persona está estrechamente tejida con hilos de expectativas, imágenes y valores construidos socialmente. Estas imágenes, esos valores, pueden parecer inmutables y necesarios. Pero sabemos también que como producto social se relacionan con procesos económicos, políticos, culturales, etc. que pueden ser discutidos porque, de alguna manera, son arbitrarios. En virtud de la Conmemoración del Día Internacional de la Mujer, parece oportuno en este editorial introducir las acciones políticas que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y en particular el área educativa están desarrollando para introducir en las prácticas docentes, contenidos y experiencias que interpelen críticamente los modelos hegemónicos de femineidad y masculinidad. La Ley 474 de la Ciudad (sancionada en el año 2000) crea el Plan de Igualdad de Oportunidades y de Trato entre Mujeres y Varones. Esta ley, que es programática, contempla políticas y acciones en todas las áreas del gobierno. Esta ley 474 no surge en forma aislada sino que recoge un marco normativo local y nacional que le da su sentido general, en el que cabe destacar: 1 La Constitución de la Ciudad de Buenos Aires que incluye como contenido escolar la Educación Sexual e incorpora los tratados sobre derechos humanos aprobados por las Naciones Unidas, entre los cuales se encuentra la Convención sobre la eliminación de la todas las formas de discriminación contra la mujer. 2 La Ley 418 de la Ciudad de Buenos Aires de Salud Reproductiva y Procreación responsable. 3 La Ley 114 de la Ciudad de Buenos Aires de los Derechos de niños, niñas y adolescentes. 4 La Ley Nacional 25673 que crea el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable. A fines del 2002 la Secretaría de Educación del GCBA, junto con todas las otras secretarías del poder ejecutivo local, se comprometen activamente en la implementación del Plan de Igualdad conformando un equipo de trabajo cuyo enfoque estratégico consiste fundamentalmente en incorporar la mirada de género en las diferentes acciones y proyectos en marcha. Con esta modalidad operativa se han delineado los “Compromisos 2003-2004": se trata de diversas iniciativas que se están llevando a cabo en todos los niveles del sistema educativo de la Ciudad y que persiguen el objetivo de mejorar la calidad de la educación de todas y todos, introduciendo la perspectiva de género para enriquecer el abordaje del problema de la desigualdad y la discriminación. Los objetivos marcados por la ley para el área educativa son los siguientes: 1. Promover la participación equitativa de mujeres y varones en todos los procesos educativos y de producción y transmisión de conocimiento. 2. Producir las modificaciones necesarias en los planes de estudio, programas, métodos, textos y material didáctico para promover la igualdad de oportunidades, eliminando los estereotipos sexistas de los contenidos y las prácticas educativas. 3. Capacitar y sensibilizar a los/las docentes de todos los niveles en esta temática. 4. Incluir la educación sexual en base a los principios de igualdad y no discriminación en los planes de enseñanza destinados a adolescentes en el sistema educativo 5. Remover los obstáculos dificultan el acceso de las mujeres a los niveles más elevados de la docencia y de la investigación en las diversas áreas. 6. Promover la investigación relacionada a los estudios de género. 7. Desarrollar programas adecuados a los intereses y necesidades de las mujeres adultas, con el objetivo de eliminar el analfabetismo, completar los niveles educativos y promover su acceso a la cultura, al trabajo, el descanso y la recreación. 8. Promover la participación de las niñas y las mujeres en todas las actividades deportivas. Cuando una chica, o una joven, no encuentra modelos identificatorios en la historia, en la ciencia o en el arte, cuando parece convencida de que “no le da la cabeza” en matemática (frase no poco escuchada en el ámbito familiar) o de que “si lleva un preservativo en la cartera la van a mirar mal”; cuando un chico, o un joven, parece seguro de que “los varones no lloran”, de que los conflictos “se arreglan en la esquina”, de que ser buen alumno “es cosa de mujeres”, se evidencia con claridad que desde nuestro lugar de educadoras-es podemos aportar al cambio. Pensar las relaciones de género en la educación se trata del reconocimiento de las diferencias y el intento de construcción de una sociedad plural y pacífica. Evidentemente, la conmemoración el Día Internacional de la Mujer implica mucho más que una reivindicación sectorial. Se trata ni más ni menos que de una oportunidad para mirar “hacia adentro” en todas las relaciones educativas, enriqueciendo el currículo real al explicitar el currículo omitido. Graciela Morgade