La Iª República española Una aproximación crítica texto de Josep Casol y Antonio Santamaría E El franquismo ocupa las décadas centrales del siglo XX y supone una discontinuidad brutal respecto a las culturas y prácticas políticas que van desde principios del XIX hasta el primer tercio del XX. En los años 30 todavía se mantenía viva una continuidad con la tradición liberal-republicana, que prácticamente desaparece con el franquismo. La breve pero intensa experiencia de la Iª República ha sido desde el punto de vista ideológico e historiográfico estigmatizada, presentada como paradigma del caos, la inmadurez y la división política de las fuerzas progresistas españolas incapaces de dirigir el país y encauzar la revolución democrática. Este estigma se codifica y acaba convirtiéndose en un lugar común de la historiografía conservadora. Tampoco la izquierda, salvo contadas excepciones, reivindica la memoria de este régimen efímero y convulso donde el movimiento obrero español, a través de la Iª Internacional, realiza su primera gran experiencia política apurando el marco de la revolución burguesa. Debemos, pues, realizar una apretada síntesis histórica, antes de ensayar una reflexión sobre la revolución democrática española cuya expresión más avanzada fue la Iª República. La Revolución democrática y la República de 1873 La Revolución Gloriosa de septiembre de 1868 inaugu- 1 / El Viejo Topo ra el sexenio revolucionario (1868-1874). A juicio de Miguel Artola esta fue “la última ocasión en que la burguesía protagoniza un movimiento revolucionario”, apoyada por sectores del Ejército como los representados por los generales Prim y Serrano. Se intentó instaurar una monarquía constitucional de carácter liberal-democrático que reconociese los derechos individuales, acabase con las interferencias de la Corona y reestructurase la organización territorial centralista y despótica del Estado monárquico. Desde la caída de Isabel II, el republicanismo federal conoció una rápida difusión y surgieron importantes núcleos en Bilbao, Valencia, Barcelona o Cádiz. Las Constituyentes de enero de 1869 otorgaron a los republicanos la cuarta parte de los escaños, frente a la mayoría formada por radicales y progresistas, liderados por el general Prim y partidarios de la monarquía constitucional. El Viejo Topo / 1 Francisco Pi y Margall l 75 aniversario de la proclamación de la IIª República ha motivado la celebración de más de dos mil actos y homenajes. La izquierda española recurrentemente reivindica su memoria y la de algunos de sus protagonistas, pero la experiencia de la Iª República se ha perdido en gran parte para la memoria colectiva. Sólo permanece un vago recuerdo de algunas figuras como Pi y Margall o Emilio Castelar y de acontecimientos como la insurrección del cantón de Cartagena o el golpe del general Pavía. Proclamación de la Iª República En abril de 1849, al calor de la revolución europea de 1848, se había fundado el Partido Demócrata. En esta organización coinciden viejas figuras del ala radical de los progresistas y jóvenes demócratas de la nueva generación, llamada de 1868. Cuando cae Isabel II el Partido Demócrata se halla dividido en diversas facciones: la derecha formada por progresistas disidentes como Cristino Martos, Manuel Becerra o Nicolás Rivero, el centro republicano con José María Orense, Castelar, Figueras, Salmerón... y la izquierda de Pi y Margall; incluso existe una extrema izquierda compuesta por socialistas utópicos como Fernando Garrido o Sixto Cambra. La declaración de Rivero aceptando la monarquía constitucional provocó la escisión de la facción republicana y los 2 / El Viejo Topo disidentes fundaron el Partido Republicano Federal, dirigido por hombres del centro y la izquierda como Orense, patriarca del republicanismo español, y los jóvenes Figueras, Salmerón, Pi o Castelar de la generación de 1868. El nuevo partido articula los numerosos grupos que brotan por toda la geografía española, siendo particularmente fuertes en Barcelona, bajo la dirección de Valentí Almirall. El asesinato del general Juan Prim, el principal protagonista de la Gloriosa, en diciembre de 1870, cuando apenas había pasado un mes de la entronización de Amadeo I de Saboya, el rey-burgués, arroja negros augurios sobre la monarquía. Durante el breve reinado de Amadeo, los republicanos experimentan fuertes discrepancias internas entre unitarios y federales. En marzo de 1870 se celebró la primera asamblea nacional del partido donde se difunde la Declaración de los republicanos unitarios contra la doctrina federal de Pi que, según ellos, amenaza “la unidad nacional con sus naturales consecuencias de unidad de legislación, fueros, de poder político e indivisibilidad del territorio.” Pi replica a través de un manifiesto, suscrito por el directorio del partido formado por Castelar, Figueras y él mismo, donde se afirma: “al proclamar como forma de gobierno de su partido la república democrático-federal, aspira a constituir la nación española en un grupo de Estados unidos por un pacto federal que sea la expresión de su unidad.” (citado por Artola, p. 380) La segunda asamblea del partido fue el marco del choque entre la extrema izquierda, partidaria de derrocar por la fuerza la monarquía de Amadeo y proclamar la república federal, conocidos como los intransigentes, y los políticos o benévolos que propugnan la transformación desde dentro de un régimen que asegura el ejercicio de las libertades democráticas. El punto de inflexión se produjo en enero de 1872, tras el fracaso de la insurrección de El Ferrol, que anuncia el movimiento cantonalista. Pi condenó la intentona y apareció como el portavoz de los benévolos, cada vez más distanciado y enfrentado con los intransigentes. En un contexto de crisis nacional y de fuertes divisiones internas entre los republicanos la monarquía de 3 / El Viejo Topo La recién nacida República tuvo que afrontar dos insurrecciones armadas simultáneas: carlismo e independentismo cubano, a los que pronto se unirá el cantonalismo. insurrección y en el asesinato del alcalde, miembro del partido federal. Las exageraciones de la prensa conservadora sobre supuestas atrocidades e incendios de fábricas conmocionan a la opinión pública. Cinco días después se proclama el cantón de Cartagena, que precipitará la caída de Pi y la extensión del movimiento por extensas áreas del país. La proclamación de la República provocó la eclosión de las juntas revolucionarias que depusieron a los ayuntamientos monárquicos. La primera medida de Pi fue ordenar la disolución de estas juntas y la reposición de los consistorios hasta la celebración de elecciones municipales. Como él mismo confiesa en el opúsculo La República de 1873. Apuntes para escribir su historia, publicado en 1874 y concebido para justificar su actuación en el poder: “(...) Si me hubiera propuesto hacer la federación de abajo arriba, a pesar de mis compromisos no hubiera Don Carlos abandona el territorio español (1876) Amadeo I es inviable. El vacío institucional en la jefatura del Estado, provocado por su abdicación, conduce a que las dos Cámaras se reunan en sesión conjunta el 11 de febrero de 1873 y, a iniciativa de Pi, se constituyen en Asamblea Nacional, proclamando la República. Se encomienda a las futuras Cortes Constituyentes la concreción de las características del nuevo régimen; mientras tanto, la Asamblea Nacional elige un gobierno de coalición entre radicales y republicanos, presidido por Estanislao Figueras, del cual Pi es nombrado titular del ministerio clave de Gobernación, configurándose como el hombre fuerte del nuevo régimen. El panorama internacional no favorece su viabilidad; tras el sangriento fracaso de la Comuna de París (1871) y el carácter netamente conservador de la IIIª República francesa pocos Estados europeos reconocen a la recién nacida República española. No menos complicada es la situación interior frente a dos insurrecciones armadas simultáneas: carlismo e independentismo cubano, a los que pronto se unirá el cantonalismo. El carlismo, que al final del reinado de Isabel II casi había desaparecido, experimentó tras la Gloriosa una profunda renovación y reactivación. La proclamación de la República avivó la rebelión. En febrero de 1873 el pretendiente don Carlos levantó un ejército y en agosto conquistó Estella, que se convirtió en la capital de su protoestado. Al finalizar el año sitiaba Bilbao sin conseguir tomarla. También en Cataluña obtienen grandes éxitos, sitian Puigcerdà y sus avanzadas llegan hasta Mataró, a 30 kilómetros de Barcelona, lo que dispara todas las alarmas. El gobierno tiene abierto otro frente bélico en las colonias de Cuba y Puerto Rico, donde afronta una costosa guerra de guerrillas conocida como la guerra de los diez años (1868-1878) bajo la amenaza permanente de intervención armada de los Estados Unidos en favor de los rebeldes. Los primeros movimientos de carácter cantonalista aparecen en junio de 1873, cuando se proclaman juntas federales en varias ciudades andaluzas que Pi a duras penas puede sofocar. El 7 de julio de 1873 la huelga de los trabajadores de Alcoy, dirigida por los bakuninistas de la I ª Internacional, desemboca en violenta El Viejo Topo / 3 sido esa mi conducta. Con que hubiera combatido tímidamente las juntas, el movimiento se habría extendido a las capitales de provincia. El Gobierno y la Asamblea no hubieran tardado en desaparecer arrollados por el movimiento revolucionario.” En febrero el movimiento dirigido por el intransigente Baldomero Lostau proclama el “Estado catalán”. Figueras y Pi se desplazan a Barcelona y convencen a sus miembros en marzo de que depongan su actitud y esperen a la aprobación de la Constitución federal, que satisfará todas sus aspiraciones. Un situación que parece anunciar la que se producirá en abril de 1931, cuando Macià proclama la República catalana. Un mes después, disuelta la Cámara, su Comisión Permanente, dominada por los radicales, intenta un gope de Estado el 23 de abril. Esa noche Pi aborta el golpe actuando con rapidez y firmeza, disuade a los batallones de la Milicia Nacional comprometidos, disuelve la Comisión Permanente y adelanta los comicios. Oigamos su testimonio: “Es indudable que después del 23 de abril tenía yo una inmensa fuerza (...) Si yo hubiera querido que al día siguiente se hubiese proclamado la República federal, proclamada habría quedado. Todos creían entonces, que tras los acontecimientos del 23 de abril, el Gobierno habría pasado a ser una dictadura revolucionaria. (...) la noche del 25 les amenazaba un general con que iba a proclamar la federación quisiera o no el Gobierno. Los días 24 y 25 recibía yo en Gobernación numerosas comisiones, que pedían unánimes federación y reformas (...) A todo y a todos contestaba que era preciso atenerse a la ley de la Asamblea, del 11 de marzo, y dejar a las Cortes Constituyentes la definición y organización de la República.” Emilio Castelar Nos hallamos en el momento crucial para la Iª República que ha dado lugar a distintas interpretaciones. Algunos de sus contemporáneos, pero también autores modernos como Ferrando Badía, creen que Pi desperdició sus oportunidades revolucionarias al no actuar como los jacobinos en 1793, la única manera de salvar al régimen. Según esta concepción estos errores serían el claro exponente de las contradicciones ideológicas de la pequeña-burguesía radical que Pi encarna genuinamente. El teórico revolucionario, partidario en sus escritos de la federación de abajo arriba, se comportó en el poder como un político contrarrevolucionario y defensor de la federación de arriba abajo. Otros autores como Trías Bejarano y en parte Antoni Jutglar, piensan que procuró con su política conciliadora estabilizar el nuevo régimen para que fuese aceptado no sólo por los republicanos, sino por sectores sociales más amplios, desde la clase obrera a la burguesía conservadora. El respeto a las reglas del juego democrático debe interpretarse no únicamente como producto de un estrecho legalismo, reflejo de un moralismo pequeño-burgués, sino como una estrategia encaminada a consolidar al nuevo régimen. Superada la crisis del 23 de abril, se organizan unas elecciones modélicas por su limpieza, en agudo contraste con las prácticas fraudulentas de anteriores y posteriores gobiernos y regímenes. La elevada abstención provocada por el “retraimiento” de los partidos de la oposición dio a los federales la victoria y la oportunidad de aplicar su programa, pero también agudizó sus 4 / El Viejo Topo fuertes divisiones internas en cuatro facciones: la derecha, liderada por Castelar, que se orienta hacia una república unitaria, burguesa y de orden; el centro de Salmerón; la izquierda federalista de Pi, que procuró mantener una postura conciliadora; y la extrema izquierda representada por intransigentes como el diputado Roque Barcia o el general Contreras. Las Cortes Constituyentes se inauguran el 1 de junio. Ese mismo día el presidente Figueras presenta la dimisión y se encomienda a Pi la formación del nuevo gabinete, que encuentra grandes dificultades ante la oposición de los intransigentes y el retraimiento de los benévolos. Para complicar aún más las cosas Figueras, que continúa ostentando la primera magistratura del Estado, huye precipitadamente a Francia. El 11 de junio Pi puede superar estos obstáculos y es nombrado presidente de la República, conservando el ministerio de Gobernación. Sobre él recae, casi en solitario, la tarea de salvar al régimen. El 13 de junio de 1873 pronunció el discurso donde definió un programa de acción claro y preciso: aprobar urgentemente la Constitución federal para sofocar la insurrección cantonal y apaciguar a los rebeldes cubanos; disponer de facultades extraordinarias para restablecer el orden y la disciplina militar para combatir a los carlistas; aplicar de inmediato una serie de reformas en favor de las clases trabajadoras, como la ley que regula el trabajo infantil y obliga a escolarizar a los niños de ambos sexos, la creación de jurados mixtos de arbitraje para dirimir los conflictos laborales o la redención de los foros y censos para mejorar la situación de los campesinos. Pi no tendrá tiempo para desarrollar este programa y su política de conciliación entre las facciones republicanas, a las que invitó a formar un gobierno de concentración, no prospera. También fracasa su determinación de aprobar inmediatamente la Constitución federal ante las diferencias insalvables entre unitarios e intransigentes que defienden sus respectivos proyectos. Aunque consigue desbaratar, a duras penas, los conatos cantonalistas de Sevilla, Écija y Málaga, no puede impedir la 5 / El Viejo Topo Disolución del Congreso de la Iª República La Restauración de los Borbones puso punto final al ciclo revolucionario de la burguesía española. proclamación, el 12 de julio, del cantón de Cartagena, fortaleza militar donde se concentra el grueso de la marina de guerra. Intentó inútilmente que los alzados, dirigidos por el general Contreras, depusieran su actitud. Dolido por las acusaciones de doble juego y connivencia con los insurgentes y ante la imposibilidad de aprobar la Constitución, presenta su dimisión el 18 de julio. Tras su dimisión, la Asamblea elige a Nicolás Salmerón tercer presidente de la República por 119 votos, frente a los 93 diputados que votan por la continuidad de Pi. Salmerón, en el centro del partido, cuenta con el apoyo de la derecha de Castelar, que encarna los valores de una república conservadora y de orden. La caída de Pi provoca la extensión del movimiento cantonalista a muchas ciudades de Andalucía, Valencia, Extremadura y Castilla. Estas insurrecciones son objeto de una enconada polémica entre marxistas y bakuninistas. Engels defiende la estrategia de Pi de consolidar la revolución y descalifica duramente a anarquistas e intransigentes a El Viejo Topo / 5 quienes responsabiliza de su hundimiento. El principal objetivo de Salmerón y Castelar, ya en el último tramo de la República, es aplastar el movimiento cantonalista. El general Pavía, próximo a los radicales, se encarga de destruir los cantones andaluces y el alfonsino Martínez Campos los valencianos, los mismos militares que derrocarán la República. A mediados de septiembre habían caído todos excepto el de Cartagena. Mientras tanto, los carlistas multiplican su éxitos sin que se tomen las medidas militares y diplomáticas más elementales. Es decir, la política contraria de Pi que propugnaba mano dura con los carlistas y negociaciones con los cantonalistas que volverían al orden en cuanto se aprobase la Constitución federal. Salmerón dimite el 6 de septiembre al negarse a firmar el decreto que restablece la pena de muerte en el Ejército, como exigen los mandos militares que cuentan con el apoyo de Castelar. Pi realizó el último intento o EL VIEJO b l e t í n d TOPO Deseo suscribirme a El Viejo Topo por un año empezando a recibir el número .................................. El importe lo haré efectivo con: q Adjunto cheque bancario. q Recibo domiciliado en Banco o Caja de Ahorros sita en España (en este caso rellene el boletín adjunto). ----------- ----------- ----- ------------------------------Entidad Agencia Dg Núm. cuenta q Contra reembolso (más gastos de envío). q Por giro postal núm ........... de fecha ...................... q Transferencia bancaria* q Tarjeta Visa q Tarjeta 4B ................... ................... ................. ................. 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Finalmente, Castelar fue elegido por 133 sufragios contra 67 de Pi que perdió el apoyo de una veintena larga de diputados que le habían votado dos meses antes. La situación caótica del país y los excesos cantonalistas les condujeron a las filas de la derecha. Aprobado el decreto que restablece la pena de muerte en el Ejército, las Cortes Constituyentes deciden suspender sus sesiones hasta el 2 de enero de 1874, lo que s u s c r i p c i ó Nombre .................................................................................................. Dirección ................................................................................................ Población ................................................................................................ Distrito postal ...................................... Provincia ................................................................................................ Teléfono ......................................... Si Ud. renueva su suscripción o se suscribe antes del 30 de abril recibirá este libro como obsequio. GOBSECK HONORÉ DE BALZAC Gobseck es, a pesar de su brevedad, una de las más poderosas y dinámicas obras de BALZAC. Una pequeña joya que se lee de un tirón. n Llegada de Alfonso XII a San Sebastián, por el camino de Hernani el 18 de febrero de 1876 7 / El Viejo Topo Francisco Pi y Margall significa de facto la dictadura de Castelar. El cuarto presidente de la República intentó por todos los medios conquistar Cartagena antes de la apertura de la Cámara, así que procedió a reorganizar el Ejército, apoyándose en sectores conservadores a los que situó en puestos clave. Sin embargo, Cartagena continuaba resistiendo con la esperanza que, cuando se reanuden las sesiones, Castelar caería y sería sustituido por un gabinete federalista. En efecto, el 2 de enero volvieron a reunirse las Cortes y se produjo la esperada reacción contra Castelar. La Cámara impugnó su política de mano dura y su república conservadora y unitaria. Los tres hombres fuertes del republicanismo Pi, Salmerón y Figueras llegan a un acuerdo y anuncian que no le apoyarán. En la madrugada del 2 al 3 de enero, las Cortes se niegan a ratificar el voto de confianza al gobierno que parece anunciar el triunfo de la izquierda. Esto precipita el golpe de Estado del general Pavía, cuyos preparativos estaban muy ade- lantados. A primera hora de la mañana del 3 de enero, sus tropas irrumpen en las Cortes, expulsan a los diputados de sus escaños y cierran la Cámara. Pi nunca perdonará a Castelar su actitud equívoca durante estas jornadas y siempre sospechará que estuvo implicado en el golpe de Pavía, a quien había nombrado comandante de la guarnición de Madrid. El Ejército secundó un golpe que no tuvo prácticamente oposición. Los militares designaron presidente de la República, con poderes dictatoriales, al general Francisco Serrano, uno de los figurones del sexenio, héroe de la batalla de Alcolea, donde se decidió el destino de Isabel II y que contaba con grandes apoyos entre la burguesía conservadora. Perdidas las últimas esperanzas, el 12 de enero capituló Cartagena. Durante casi un año Serrano intentó consolidar una república presidencialista y conservadora, al estilo del general Mac Mahon en Francia, pero, incapaz de ampliar sus apoyos, no pudo impedir el éxito de las conspiraciones de los El Viejo Topo / 7 cuales aún estaban en sus manos y sólo se permitió la existencia legal de los unitarios de Castelar. Los sucesivos ministros de Gobernación, García Ruiz y Sagasta, les trataron con dureza y muchos federales y cantonalistas fueron desterrados a Cuba y Filipinas; incluso se llegó a considerar aplicar esta medida a los ex presidentes Figueras, Salmerón y Pi; este último fue confinado temporalmente en Andalucía hasta que se le permitió regresar a Madrid. En la década de 1880 muchos de los protagonistas de la Iª República buscaron acomodo en la monarquía y algunos acabaron pasándose al otro bando. Como señala Badí, los jefes militares del cantón de Cartagena, Juan Contreras y Félix Ferrer, reconocieron la autoridad de Alfonso XII. El diputado Roque Barcía, líder los intransigentes, publicó bajo la protección de la Corona un diccionario y Navarro Prieto, periodista incendiario y jefe de los federales cordobeses, acabó como director de un diario monárquico. Alfonso XII, 1877 políticos y militares alfonsinos. El 29 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos se pronuncia en Sagunto y proclama rey de España a Alfonso XII. Al día siguiente Serrano dimite y Cánovas del Castillo asume la presidencia del gobierno; a principios de enero de 1875 el joven monarca entra en Madrid. La Restauración de los Borbones puso punto final al ciclo revolucionario de la burguesía española que durante el sexenio democrático había ensayado sin éxito casi todas las fórmulas posibles: monarquía constitucional, república federal, unitaria, dictadura militar... Entre 1874 y 1875 se desencadenó una dura represión contra los federales que prácticamente los hará desaparecer como fuerza política organizada hasta su reconstrucción en la década de los 80. Durante la dictadura de Serrano se ilegalizó al partido, se disolvieron los ayuntamientos y diputaciones provinciales, muchos de los 8 / El Viejo Topo Ensayo de valoración El conocimiento histórico se desvanece de la memoria colectiva a medida que nos alejamos de 1931, un ámbito reservado a los historiadores especializados. Aunque se observa un creciente interés por este periodo, éste no parece trascender los círculos académicos. El hundimiento de la Iª República y la Restauración monárquica señalan el punto final del ciclo revolucionario de la burguesía. Desde entonces, abandona los componentes democráticos que se manifestaron en la Gloriosa y recompone un régimen semi-liberal, pervertido por el caciquismo, las prácticas oligárquicas y la represión del movimiento obrero. La caída de la Iª República en 1874 marca el pasaje hacia el ciclo conservador y da paso a un periodo de relativa estabilidad con un régimen que sobrevive, entre agudas crisis, hasta la proclamación de la IIª República. En la Iª República se esbozan las tareas de la revolución democrática y social en España, que están en la base de los graves conflictos que dominarán buena parte de la historia del siglo XX. Es entonces cuando se plantea la instauración de un régimen de libertades democráticas plenas, la separación Iglesia-Estado, las reformas sociales y la organización federal del Estado. El fracaso de la Iª República tiene múltiples consecuencias: favorece la evolución hacia el nacionalismo de sectores federalistas, como el representado por Almirall, y anuncia la implantación del movimiento libertario en la ver- El fracaso de la Iª República favoreció la evolución hacia el nacionalismo de sectores federalistas. tiente mediterránea del país, pues la insurrección cantonal es a su vez una revolución social todavía poco estudiada. La IIª República retoma estos grandes problemas, aplazados durante el régimen de la Restauración, en un contexto histórico muy distinto. Han transcurrido casi 60 años, el movimiento obrero no está ya dando sus primeros pasos, ha madurado y levantado potentes organizaciones de masas, curtidas en una dura lucha política y social. Por otro lado, en esos años se han formado y consolidado grandes partidos nacionalistas en Euskadi y Cataluña que exigen el reconocimiento de su identidad cultural y lingüística y un régimen de autonomía política. El intento de reformas democráticas y sociales impulsadas por ambas repúblicas, fracasa, derrocadas manu militari. No obstante, la represión ejercida a la caída de la Primera no alcanzó las proporciones, intensidad y duración que sigue tras la derrota de la Segunda. Uno de los objetivos centrales del nuevo Estado franquista es el de erradicar política, social y culturalmente todas las corrientes democráticas, socialistas y nacionalistas del país. Se trata de destruir incluso la memoria de esas tradiciones e impedir que vuelvan a arraigar en la sociedad. La intensidad de la represión y la larga duración de la dictadura provocaron una ruptura sin precedentes con los nexos de continuidad que se retrotraen a las Cortes de Cádiz y los orígenes de la revolución burguesa. La IIª República aún pudo reivindicar la memoria de los héroes de la revolución liberal y democrática como Riego, Torrijos, Prim, Castelar o Pi y Margall... Tras la muerte de Franco la operación de amnesia ha sido ya tan profunda e intensa que el recuerdo de la República de 1873 se ha desvanecido casi por completo. Sin embargo, en la Iª República no sólo se apuntan estos grandes problemas de fondo sino que irrumpen nuevas corrientes políticas y se esboza la alianza entre la pequeña-burguesía radical, la clase obrera y el campesinado. Una alianza que posteriormente será la base 9 / El Viejo Topo política y social de la II República. El proceso de radicalización de la pequeña-burguesía y la acción de masas de la clase obrera organizada rebasan el marco político y social de las reformas posibles en la segunda tentativa republicana. La negativa de los sectores conservadores y oligárquicos de la burguesía a aceptar estos cambios contribuye a exasperar las posiciones y a agudizar los enfrentamientos entre ambos bloques sociales, en una espiral que desemboca en la guerra civil. Entre las dos experiencias republicanas se tejen múltiples lazos de continuidad. El potente movimiento anarco-sindicalista se forja en las enseñanzas de Pi, la Iª Internacional y la insurrección cantonalista. El partido federal se reconstruye en la década de los 80 y existen muchas conexiones ideológicas entre federalistas, socialistas y anarquistas. A pesar de la división entre las diferentes fracciones republicanas durante la Restauración y desde los 90 los partidos republicanos van ganando lentamente posiciones, llegando a gozar de una notable presencia pública, particularmente en las grandes ciudades. Algo que no sucede a la muerte de Franco. En esta suerte de segunda Restauración las formaciones republicanas son prácticamente inexistentes, además el PSOE y PCE renuncian a la República en aras de la reconciliación nacional. Hacia el final de la dictadura cristaliza una especie de mito político en torno al fracaso de la revolución burguesa en España. Buena parte de la izquierda antifranquista está convencida de que la burguesía está incapacitada para instaurar un régimen democrático. A nuestro juicio, no es que la burguesía impida las reformas liberal-democráticas sino que, temerosa de verse desbordada por el movimiento popular, retrocede ante las demandas sociales y nacionales de la clase obrera y la pequeña-burguesía radical. La negativa de la burguesía a integrar estas reivindicaciones en el marco de su propia revolución impide, durante un largo periodo histórico, la consolidación de un régimen democrático. Una de las condiciones del pacto entre vencedores y vencidos de la guerra civil, al inicio de la Transición, fue descartar sin muchos miramientos la solución republicana. Esto ha contribuido, merced a un proceso de compensación simbólica, a idealizar el legado de la IIª República que, en cierto modo, viene a condensar la memoria de las dos experiencias republicanas. Ello provoca un efecto de saturación, en detrimento de la singularidad de la Iª República y su significación histórica para la recuperación de las tradiciones democráticas de este país ■ El Viejo Topo / 9