Los sentidos de la constitución y correlación de fuerzas en Bolivia y

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Los sentidos de la constitución y correlación de fuerzas en Bolivia y Ecuador
Daniel Sandoval Cervantes1
Resumen: La ponencia tiene como hipótesis que en Ecuador y Bolivia existe hoy una disputa no solamente por los
sentidos concretos asignados al texto constitucional, sino también por el concepto mismo de lo que es la constitución
y el derecho. Esta disputa no es una simple cuestión de técnica o de argumentación jurídica sino de un antagonismo
entre intereses de clase y modelos civilizatorios –lo que incluye conflictos en torno al desarrollo—, los cuales se
resolverán temporalmente de acuerdo a la correlación de fuerzas existente. La ponencia tiene como uno de sus
objetivos identificar los movimientos sociales que están en esa disputa, para entender la coyuntura y sus efectos en
la larga duración.
Descriptores: Crítica jurídica; Historia social del derecho; Constitucionalismo; Sociología jurídica; América Latina.
Introducción
Los procesos políticos en Venezuela, Bolivia y Ecuador alcanzaron niveles poco comunes para
nuestra región y para el mundo, al haber dado pie a la promulgación de nuevas constituciones,
cuyos textos incluían nuevos derechos fundamentales que retomaban las demandas de las clases
y sectores sociales hasta entonces incluidos. Lo anterior, sin lugar a dudas, abrió un horizonte de
esperanzas en la posibilidad de una transformación radical de las relaciones sociales y jurídicas
en nuestra región. Sin embargo, estos procesos no han estado exentos de antagonismos y
contradicciones, inclusive dentro de los movimientos, organizaciones y grupos articulados que
impulsaron los procesos constituyentes.
La presente ponencia tiene como objetivo analizar estas contradicciones, especialmente, el papel
que el discurso del derecho tiene en su desenvolvimiento, con la intención de vislumbrar una
explicación a los conflictos actuales y estar en condiciones de explorar formas de profundizar las
transformaciones abiertas en la actual coyuntura de Nuestra América. Lo anterior a través del
recurso a las categorías analíticas de la crítica jurídica, pero también de la sociología jurídica
crítica y de la historia social. Bajo la hipótesis de que el análisis del discurso del derecho es un
elemento imprescindible para la comprensión de nuestra coyuntura actual. Para lo cual consta de
dos grandes secciones, en la primera se establece el marco conceptual, desde la crítica jurídica y
la historia social; en la segunda se discuten el papel de las nuevas constituciones en Bolivia y
Ecuador y los conflictos y contradicciones entre los movimientos sociales y los respectivos
gobiernos.
1
Profesor tiempo completo “B”, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México; Asociación Nuestramericana de
Estudios Interdisciplinarios en Crítica Jurídica. Correo [email protected]
1. Crítica jurídica latinoamericana y su importancia en la coyuntura actual
Para comprender el papel del discurso del derecho en la coyuntura actual de nuestra región, hay
que comenzar por explicar al derecho como un campo de disputa, muchas veces, en la lucha
social por contar con nuevos derechos y por retomar políticas públicas redistributivas; sin
embargo en otras ocasiones, por determinar qué se entiende por sociedad y por derecho y cómo
se interpreta éste en la vida cotidiana. En el primer caso, estamos frente a la posibilidad de una
reforma jurídica o constitucional; en el segundo se trataría de una disputa más profunda, por una
transformación estructural. En ambos casos la lucha no solamente es jurídica, sino social, una
disputa entre dos formas de relaciones sociales atravesadas por intereses de clase distintos y
antagónicos.
En este sentido, el punto de partida para la explicación socio-histórica de los fenómenos
jurídicos desde un punto de vista crítico consiste en comprender que el derecho no solamente es
un instrumento de clase –en el sentido de que las diferentes clases y grupos sociales lo pueden
usar, si bien de manera desigual, para defender sus intereses—, sino que también es un campo de
disputa, un terreno cruzado por la lucha de clases (Correas, 2004: 24; Melgarito, 2012). La lucha
por el derecho, ya sea desde el reformismo o desde el pensamiento revolucionario, nunca se da
en un plano solamente jurídico sino que está vinculada a las relaciones de fuerza en una sociedad
determinada (Bourdieu, 2000: 206-212).
La coyuntura de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI en Nuestra América nos
presenta con sociedades con relaciones de fuerza muy distintas, cuyas diferencias también se
pueden explicar desde el punto de vista de la disputa por el derecho. El contraste más importante
se encuentra entre aquellos países cuyas relaciones de fuerzas son la base para una
profundización de las relaciones de explotación capitalista más salvaje, como lo son las que
conocemos como “políticas neoliberales”, constitucionalizadas a través de las reformas
estructurales. Mientras que, en el otro extremo de la situación, además de la Revolución Cubana
que data de más de medio siglo, nos encontramos con tres procesos políticos en los cuales, la
relación de fuerzas no solamente llegó a derribar o dar marcha atrás a los gobiernos neoliberales,
sino que, también colocó en la discusión nacional y regional la posibilidad de transformar
estructuralmente las constituciones de nuestra región, se trata, evidentemente, de los casos de
Venezuela, Bolivia y Ecuador (Boron, 2006).
En todo caso, en menor o mayor grado, existe en nuestra región una disputa que abarca
no solamente las relaciones sociales y las formas de comunidad política, sino también el derecho
y su interpretación. Ahora bien, para comprender la profundidad de esta disputa y, sobre todo, las
condiciones de dominación y de construcción de hegemonía en que ésta se presenta a nivel local,
regional y mundial, es importante comprender al derecho como un discurso prescriptivo y
autorizado que organiza la violencia “legítima” en una sociedad determinada (Correas, 2004:
45). En este sentido, el derecho no solamente es violento, sino es quien separa la violencia
considerada “aceptable” de aquella que no lo será (Bourdieu, 2000). Para el régimen capitalista
esta relación entre violencia y derecho es esencial en los momentos más ásperos de la
dominación, es decir, aquellos en los cuales la disputa por la hegemonía se encuentra más abierta
(Sandoval, 2014).
Ahora bien, el discurso del derecho no solamente organiza la violencia física, es decir, no
solamente justifica el uso de la fuerza física para proteger y reproducir un conjunto de relaciones
sociales que son la base para reproducción del régimen social y de las clases dominantes, de
manera que no solamente tiene un papel de prohibición de las conductas contrarias a través de su
posible represión violenta (Foucault, 1977: 163-194). El derecho también tiene un papel
ideológico en la construcción de la hegemonía de las clases dominantes, en este sentido, no
solamente es importante analizarlo como una forma de organización de violencia física, sino
como una manera de invisibilizar la violencia de la desigualdad y, por tanto, de naturalizar las
clases sociales y sus relaciones de explotación, ejerciendo la violencia simbólica (Correas, 2004;
Bourdieu, 2000: 88-94).
En el caso de nuestra región, la vehiculización de esta violencia simbólica no solamente
es importante al nivel local o intraestatal, sino que debe de tener en cuenta la división
internacional del trabajo y la manera en que Nuestra América se integra, de manera subordinada
y dependiente, al sistema-mundo capitalista, ya que está posición dentro de la división
internacional del trabajo, junto con la relación de fuerzas internas, es uno de los factores
principales para explicar la realidad social en su conjunto (Melgarito, B. 2014; Marini, 1989;
Zavaleta, 2009: 133-135).
Estas distinciones iniciales son importantes para poder comprender los alcances, las
limitaciones y las contradicciones tanto de los procesos constituyentes, como de las disputas por
la interpretación de los nuevos textos constitucionales, las cuales forman parte fundamental de
los procesos políticos que han abierto, o abrieron, horizontes de transformación, y no solamente
de reforma legal, en Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Ahora bien, la crítica al ejercicio de la violencia simbólica (Bourdieu, 2000) y a la
colonialidad del poder (Quijano, 2003) subyacente es una cuestión que ha sido objeto de las
demandas de los movimientos sociales contrahegemónicos, sobre todo, en los procesos políticos
en los cuales existe el pluralismo jurídico, que resulta ser un cuestionamiento acerca de lo que se
define como derecho. Así, por ejemplo, con mayor claridad en Bolivia, una de las demandas
recaía precisamente en el reconocimiento del pluralismo jurídico y de la plurinacionalidad: el
reconocimiento de otras formas de organización social y normativa distintas al derecho modernocapitalista, sobre el cual se erige el estado boliviano (Tapia, 2006).
En este sentido, hay que anotar que el derecho del capitalismo es solamente una de las
formas en que se puede producir e interpretar el discurso del derecho, a pesar de no ser
homogéneo en todas las sociedades y de que coloniza otras formas de normatividad, también en
el derecho se refleja el carácter abigarrado de nuestras sociedades. Una de las tareas de la crítica
jurídica consiste desmitificar las pretensiones universalistas del derecho capitalista, el cual, a
través de una definición ostensiva, pretende ser la única forma de normatividad social legítima
posible en el mundo contemporáneo. (Correas, 2004: 178-179).
Ahora bien, en este proceso de desmitificación hay un fenómeno realmente existente en
muchas sociedades contemporáneas que debe tomarse en cuenta. Se trata del pluralismo jurídico,
es decir, la existencia de sistemas normativos distintos que reclaman eficacia dentro de un mismo
territorio y aplicables a un mismo grupo de personas, en los cuales, al menos una de las normas
de ambos sistemas se contradicen entre sí. Más aún, dentro del pluralismo jurídico, el pluralismo
jurídico subversivo-comunitario, es decir, cuando uno de la eficacia de uno de los sistemas
cuestiona o implica una disputa a la dominación o hegemonía del otro (Melgarito, 2012;
Wolkmer, 2006: 199; Correas, 2009: 64-68)
Ahora bien, el pluralismo jurídico, sobre todo el denominado como comunitarioemancipatorio, implica no solamente la existencia de dos sistemas jurídicos en un mismo
territorio y población, sino que se fundamenta en diferencias irreductibles entre dos formas o
modos civilizatorios, lo cual incluye el lenguaje, la producción de cultura (en un sentido
restringido), pero no solamente estas diferencias que son reconocidas por los enfoques
multiculturalistas liberales; sino que también, de manera más importante, está cruzada por
diferencias profundas en la estructuración de las relaciones sociales de producción, lo cual
implica una diferencia en la circulación y reproducción de los satisfactorias materiales, en la
forma en que los miembros de la comunidad se relacionan entre sí y con la Naturaleza
(Wolkmer, 2006: 199; Melgarito, 2012: ; Correas, 2009). Es decir, las diferencias culturales son
también diferencias sociales y económicas (Zibecchi, 2008: 85-86). De ahí la importancia de
incluir tanto el análisis del pluralismo jurídico en las explicaciones críticas y materialistas de
nuestras sociedades, así como también, un análisis materialista y clasista en los análisis sobre
pluriculturalidad y plurinacionalidad.
La idea de la plurinacionalidad y de la existencia de comunidades políticas, distintas al
estado pero con igual importancia, implica, por un lado, el reconocimiento de la existencia del
pluralismo jurídico. Sin duda, principalmente en Bolivia, ha sido uno de los temas más
discutidos y una de las demandas más radicales que apuntan hacia la transformación estructural
de las relaciones sociales y del derecho (Prada, 2010). Entender el pluralismo desde la
perspectiva de la crítica jurídica, posibilita, como veremos, entender las contradicciones y la
coyuntura político-social actual en Bolivia y en Ecuador. Por un lado, las diferencias en las
matrices culturales son importantes para comprender, desde una perspectiva de totalidad, los
procesos políticos en Nuestra América, en los cuales los movimientos y comunidades indígenas
con derecho propio son parte importante. Por el otro, el pluralismo jurídico es uno de los
fenómenos más claros para cuestionar la pretendida universalidad de un derecho, el modernocapitalista, que proviene de una matriz cultural históricamente determinada y que promueve un
conjunto de relaciones sociales con intereses de clase, también históricamente determinados.
Si bien, el tema del pluralismo jurídico es de importancia para comprender la realidad
existente en nuestra región, también es cierto que también lo es comprender la relación entre
clases sociales, movimientos sociales, estado y derecho. Por un lado, porque, al igual que el tema
del pluralismo jurídico, entender esta relación implica una desmitificación del derecho y una
conceptualización del mismo como un campo de disputa y un instrumento de clase. Por el otro,
porque posibilita incorporar una comprensión socio-histórica con perspectiva clasista en torno al
derecho realmente existente, a su interpretación y su papel en la reproducción de las relaciones
sociales capitalistas, o bien en su transformación (Sandoval, 2013a).
En este sentido, como lo demuestra la historia reciente de América Latina, el estado y el
derecho no son algo externo a la sociedad ni ajeno a los intereses de clase, son relaciones
sociales y, como tales, están en una constante dialéctica con la sociedad civil. De esta manera, a
partir de la organización de ciertos sectores y, sobre todo, ciertas clases sociales, han influido,
con diversa intensidad y distintos resultados, en la transformación del derecho y del estado.
Haciéndose patente en la realidad las posibilidades de cambiar, desde los movimientos sociales,
al menos parcialmente, al derecho.
Ahora bien, para comprender la coyuntura actual latinoamericana, es importante tener en
cuenta que, además del pluralismo jurídico, existe el uso alternativo del derecho, el cual, en
términos generales, implica la utilización del mismo derecho moderno-capitalista y algunos de
de sus principios para avanzar en la transformación de la sociedad (De la Torre, 2006: 100). En
este sentido abarca tanto el positivismo de combate como mecanismo de defensa en los casos de
criminalización de la protesta social, que implica el recurso a los principios garantistas del
proceso penal moderno-capitalista; como también los casos en que se utilizan las derechos
humanos para fundamentar demandas que, en su lógica, son contrarias al régimen capitalista
mismo (Melgarito, A., 2014).
La crítica jurídica como movimiento político-académico aporta no solamente a
las praxis jurídicas revolucionarias o emancipatorias, como el uso alternativo del derecho; sino
también en la explicación de las contradicciones materiales que implica con relación al derecho y
la sociedad capitalista, y la manera en que éstos niegan sistemáticamente los mismos derechos
que dicen garantizar, con el fin de reproducir un conjunto de relaciones sociales de explotación y
desigualdad (Poulantzas, 1973). De forma que intenta explicar las funciones del derecho en la
reproducción real del capitalismo, más allá de las apariencias, y más allá de lo que el propio
derecho del capital dice sobre sí mismo, parafraseando a Marx (Marx y Engels, 1974).
2. Nuevas constituciones, derechos humanos y la disputa por el derecho en América Latina
Precisamente dichos procesos políticos no solamente han puesto en la discusión el
modelo de desarrollo capitalista, sino que también han abierto una disputa en torno a los
derechos humanos, e incluso –por ejemplo con el tema de la plurinacionalidad— del significado
mismo de lo que es el derecho. De aquí el innegable interés por analizarlos, comprender sus
condiciones, los horizontes de emancipación o liberación que abrieron, pero también sus
limitaciones.
La principal cuestión a explicar será en qué condiciones y hasta qué punto las nuevas
constituciones y los estados pueden ser útiles para profundizar los horizontes emancipatorios y
hasta qué punto lo limitan. En este sentido, si van en camino a la transformación del modelo y
régimen de acumulación capitalista, o bien se convierten en condiciones para su adecuación a
circunstancias menos favorables. El tema de los derechos humanos y constitucionales, su papel
en la transformación o la adecuación del capitalismo, es parte de esta discusión.
Para comprender estas cuestiones, hay que comenzar por entender los procesos políticos
y los procesos constituyentes por medio de los cuales se construyeron las nuevas constituciones.
En primer término, reconocer qué, a pesar de que, en los tres casos –Venezuela, Bolivia y
Ecuador— los movimientos sociales se unificaron en torno a la lucha en contra de las políticas
neoliberales, lo anterior no significo una homogeneidad, ni un acuerdo total en los intereses de
clase de las organizaciones, comunidades y personas que integraron esta articulación de
movimientos. Tampoco significó una relación pacífica entre el estado con los movimientos
sociales que los habían impulsado, como fue el caso de Bolivia y Ecuador. Así mismo que estas
tensiones y contradicciones se reflejaron en la redacción final de los textos constitucionales y,
ahora, en las disputas por su interpretación y aplicación (Sandoval, 2013b, p. 123-131).
Ahora bien, a pesar de todas las dificultades y contradicciones que se presentaron a lo
largo de los procesos constituyentes en Bolivia y Ecuador, los textos constitucionales contienen
un catálogo de derechos y de formas de organización y participación política que son novedosos
no solamente para nuestra región, sino para el mundo entero. Así, no obstante que el sentido
ideológico a partir del cual se construyeron los textos parece contener una carga conservadora y
legitimadora del capital, lo cierto es que, al mismo tiempo, ese discurso del derecho
constitucional contiene también partes que pueden ser utilizadas de manera alternativa para
potenciar procesos políticos de liberación (NOGUERA, 2010, p. 159-174).
Un ejemplo de ello lo encontramos en los derechos de la Naturaleza, que implica
considerarla como un sujeto, lo cual está estrechamente relacionado con diversas cosmovisiones
indígenas para las cuales la Tierra no una mercancía, lo cual, a la vez, implica una forma de
socialidad distinta y antagónica con la capitalista. En este sentido, los derechos de la Naturaleza,
inexistentes en los textos constitucionales hasta el momento, pueden servir para defender los
derechos de comunidades frente y en contra de la lógica capitalista. Es decir, posibilitan un uso
alternativo del derecho, al confrontar las estrategias extractivas de acumulación de capital,
predadoras de la naturaleza por antonomasia, a los derechos de ésta (Noguera, 2010, p. 159-174).
De igual manera, el derecho a la soberanía alimentaria, vinculado tanto con las relaciones
sociales comunitarias y también con amplios sectores campesinos y poblaciones, implica la
posibilidad de utilizar alternativamente el discurso del derecho, al imponer constitucionalmente
limitaciones a la importación de alimentos básicos y buscar la promoción de la producción de
estos a través de los pequeños y medianos campesinos, facilita una forma de producción
agropecuaria distinta a la impuesta por la división internacional del trabajo, la que, sobre todo en
países con políticas neoliberales como el caso mexicano, parece diseñada para favorecer el
dominio, a través del control de precios de los países denominados como desarrollados y
fomentar la importación de granos y alimentos para los países que no lo son (Rubio, 2006, p. 46).
Hay, al menos, otras dos innovaciones que son importantes: la primera, presente en la
constitución de Bolivia, la encontramos en la inversión de la jerarquización tradicional de los
derechos constitucionales, a partir de la cual se consideran como nucleares los derechos políticas
y de libertad; mientras que los derechos sociales, económicos y culturales, en general todo los
derechos que no son de libertad, son considerados como subordinados a los primeros. En este
sentido, la constitución boliviana afirma una jerarquización distinta incluyendo la categoría de
fundamentalísimos, la cual abarca derechos que son considerados necesarios para la vida
humana, como la alimentación. De esta manera se ofrece una base constitucional para cuestionar
la jerarquización tradicional de los derechos constitucionales impuesta por el derecho moderno
liberal burgués (Noguera, 2010, p. 164-191).
Asimismo, en las constituciones de Bolivia y Ecuador se fortalecen los medios de
garantía de los derechos constitucionales, incluyendo entre ellos varios que resultan, si bien no
completamente nuevos para América Latina –por ejemplo, la constitución colombiana representa
ya un avance notable en este tema—, si representan un catálogo poco común en las
constituciones de nuestra región. Además, de resaltarse es la idea detrás de la inclusión y
regulación de los medios de garantía: no hay derechos sin posibilidad de exigencia, una vieja
premisa de la teoría del derecho que, muchas veces, parece ser olvidada por los juristas
contemporáneos, quienes se han encargado de desligar la existencia de los derechos a su
posibilidad de exigencia (Noguera, 2010, p. 208-221).
La intención de este apartado no tiene como objetivo una numeración detallada de las
innovaciones constitucionales que parecen abrir horizontes transformacionales, para lo cual hay
una amplia bibliografía producida por juristas y especialistas tanto de Bolivia como de Ecuador.
Su objetivo principal es resaltar el hecho de que sus textos incorporan normas y enunciados
jurídicos que antagonizan, en varios de sus puntos, con la lógica constitucional capitalista
contemporánea, es decir, que abren espacios para el uso alternativo del derecho.
Dejado sentado lo anterior, como es importante reconocer las innovaciones
constitucionales, resulta importante también recordar dos cosas: la primera es que, estos mismos
textos, contienen o mantienen, muchos de los contenidos básicos de las constituciones liberales
burguesas, por tanto, las novedades no dejan de ser incorporaciones progresistas a una
constitución, mayormente, liberal; en segundo lugar, recordar que la enunciación, la
constitucionalización de un derecho, así como de nuevas formas de garantía, no implica ni su
cumplimiento ni el cambio de las políticas públicas ni de las relaciones sociales, de manera que
es perfectamente posible, que los derechos constitucionales no reflejen las condiciones reales de
producción de vida de los países. En este sentido, hay que tener en cuenta que el establecimiento
del sentido del discurso del derecho y, por tanto, de los contenidos reales, por decirlo de alguna
manera, de los derechos constitucionales, no es algo que se designe de una vez y para siempre en
los textos constitucionales sino que depende de la interpretación cotidiana, principalmente de la
jurisdiccional, la cual es producto de las relaciones sociales imperantes y, por tanto, surge en el
marco de una correlación de fuerzas. De manera que el sentido de los textos constitucionales
constituye uno de los puntos de disputa de la lucha de clases.
En este sentido, analizar las innovaciones constitucionales implica también analizar cuál
ha sido el uso de los derechos establecidos en sus textos en la construcción y ejecución de
políticas públicas y en la relación entre movimientos sociales, principalmente aquellos que
pueden reconocer como de izquierda, y gobierno. Aquí hay dos temas que deben plantearse: el
primero versa sobre la cuestión si la inclusión de nuevos derechos y el reconocimiento de nuevas
formas de democracia ha implicado una ruptura o una transformación en el régimen de
acumulación y, por tanto, una transformación del sentido político de las acciones
gubernamentales; el segundo gira en torno a la pregunta si, en los hechos, en la toma de
decisiones políticas a nombre de la comunidad política se ha modificado el papel de la
participación de los movimientos sociales que representan a las clases y sectores hasta entonces
marginados y quienes fueron las piezas fundamentales de los procesos políticos que posibilitaron
los procesos constituyentes (Sandoval, 2013b, p. 123-131).
Estas dos cuestiones son importantes representan una pregunta de mayor envergadura, la
cual, como todas las cosas, será resuelta con el transcurso de la lucha de clases, motor de la
historia: ¿a partir de estas nuevas constituciones se han transformado, o superado, el régimen
capitalista?, ¿se puede hablar de constituciones revolucionarias?, o bien, ¿es posible plantear la
hipótesis de que son constituciones de transición, constituciones que posibilitan la
profundización de la movilización social transformadora, la cual deberá alcanzar nuevos niveles
revolucionarios, aún por verse? Sin duda, todas estas preguntas tienen valor no tanto por su
capacidad explicativa, sino por su capacidad de sintetizar la contradicción estructural de nuestra
región respecto con los países centrales, así como, específicamente, la coyuntura política abierta
por la resistencia a las cada vez más profundas políticas privatizadoras y marginalizantes que aún
imperan en nuestra región. Su respuesta es una cuestión política, siempre resolviéndose.
Conclusión
La crítica jurídica, con ayuda de la historia social, puede aportar un análisis materialista acerca
del papel de los derechos humanos, específicamente los derechos sociales, en la reproducción de
los regímenes capitalistas, así como también, en la apertura de horizontes emancipatorios o
liberadores. Una explicación de este tipo no es algo ocioso en la época actual de nuestra región,
pues serían útiles para comprender los alcances y las limitaciones de las nuevas constituciones en
la acumulación de fuerzas liberadoras en Nuestra América, posibilitando, también, explicar la
posibilidad de que estos textos legitimen una adecuación y profundización de las relaciones
sociales capitalistas.
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