308817. . Primera Sala. Quinta Época. Semanario Judicial de la Federación. Tomo LXXI, Pág. 3703. MIEDO COMO EXCLUYENTE. Como el miedo es la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o mal que se advierte la imaginación del poseído por esa emoción, no es menester la realidad del peligro para que exista la excluyente, sino la simple representación subjetiva en el infractor; pero para el examen de dicha excluyente, es necesario que el juzgador se coloque en referencia al tipo psicológico medio y que acredite la existencia de ese estado emocional y su intensidad en relación a sujetos de reacciones psíquicas normales; no al extremo de igualar al pusilánime con el temerario, pero de no conceder exagerada importancia a una u otra característica. En otras palabras, debe distinguir entre lo que normalmente intimida de aquello que, en iguales condiciones de normalidad, no puede producir ese efecto. La acción ejecutada por el medio, disminuye la voluntad haciendo poco libres o espontáneas las acciones produciendo muy distintos resultados, según el sujeto; las reacciones van desde el estupor, con total abstención de todo movimiento, hasta el acometimiento no querido; pero hasta en aquellos casos en que el miedo no haga que desaparezca la libertad de acción que por el se realiza, si es grave, puede hacer que la misma acción que en estado normal de las cosas no estaría permitida, lo esté ante la amenaza del peligro que engendra el miedo. Si el temor llega a perturbar la razón, anulando la voluntad del sujeto, el acto ejecutado en ese estado especial no puede engendrar demérito alguno; las acciones de cuya validez se puede dudar son las que se ejecutan por miedo, que no perturbe la razón; de ahí la exigencia de que se trate de una emoción intensa de un miedo grave derivado de un peligro, porque hay muchas acciones ocasionadas por miedo en que en nada se deprime su valor moral. Ejemplo de éstas, es la observancia de la ley por temor a la sanción; por tanto, el problema principal que engendra la excluyente que se estudia, dirige fundamentalmente a la prueba del constreñimiento de la libertad en el sujeto, y a la validez de los actos realizados por la presión de este sentimiento. Así, el miedo como causa de exención, tiene muy especiales contornos, no bastando para definirlo, los perfiles que le da la psicología, siendo menester acudir a los peculiares de la ciencia jurídica; así, para los fines incriminatorios importa primordialmente que la emoción, llámese temor o miedo, derive de causa fundada y que además sea irresistible; es decir, que no este al alcance del infractor dominar el miedo. El código español usa el término "insuperable" para dar a entender que la intimidación ha de ser tal, que el sujeto no pueda sobreponerse a ella, y es obvio que contribuyen expresamente a forma una atmósfera propicia a un estado de alarma y estupor en cualquier sujeto de reacciones normales, la noticia de anteriores atentados cometidos en el lugar del suceso, la hora y la soledad del rumbo y el hecho de que al acudir al lugar donde se desarrollaban los sucesos que provocaron su alarma, hubiera visto una linterna sorda que contribuyó a que se hiciera la representación de que se trataba de malhechores que querían enfrentársele, para llevar adelante sus propósitos delictuosos, tanto mas, si el que portaba la linterna echó mano al bolsillo posterior del pantalón, lo que hizo suponer al infractor la inminencia del ataque. Amparo penal en revisión 7127/41. Romo Ruiz Enrique. 5 de marzo de 1942. Unanimidad de cinco votos. La publicación no menciona el nombre del ponente. -1-