VICENTE ROJO Nacido en octubre de 1894 en Fuente la Higuera (Valencia), quedando huérfano desde muy joven, al fallecer su padre, militar de baja graduación, tres meses antes de su nacimiento, y su madre trece años después. Como huérfano de militar, ingresó en la Academia de Infantería de Toledo, donde se graduó como teniente segundo en 1914. Tras una pequeña estancia en Barcelona, donde convivió con su hermano mayor Francisco, obrero de la empresa Catalana de Gas y Electricidad, y partícipe en algunas de las huelgas que él, como militar, debía combatir, se incorporó, como voluntario, al ejército en Marruecos. Allí sirvió, a las órdenes de José Sanjurjo, entre 1915 y 1919, participando en algunas escaramuzas y acciones de guerra, que le valieron el ascenso a capitán. Tomó parte activa, también, en las Juntas de Defensa que se formaron en aquellos años para exigir una mayor moralidad y justicia en el ejército. De regreso a España, donde contrajo matrimonio, sirvió de nuevo en Barcelona y en Vic, antes de ocupar uno de los destinos que más le atraían, una plaza de profesor en la Academia de Infantería de Toledo. Allí permaneció entre 1922 y 1932. Además de la docencia, en diversas asignaturas, y de las prácticas, durante su estancia en Toledo Vicente Rojo promovió la publicación de una importante colección bibliográfica militar, donde él mismo publicó algunos estudios sobre técnicas de tiro y tácticas militares. En 1932, proclamada ya la Segunda República, ingresó en la Escuela Superior de Guerra, donde obtuvo el diploma de Estado Mayor. Ascendido a comandante fue, durante unos pocos meses de 1936, Jefe de Estado Mayor en una Brigada de Infantería de León, antes de regresar a Madrid para incorporarse al Estado Mayor Central, en junio de ese mismo año. Durante esos meses tuvo sobradas noticias de las intrigas y preparativos para el golpe militar que se estaba organizando contra la República que él, pese a su marcado catolicismo, siempre rechazó en base a la debida lealtad y disciplina. Al producirse el levantamiento de julio de 1936, se mantuvo fiel al gobierno, y fue destinado al frente de Somosierra, como comandante militar de Lozoyuela, combatiendo, pese a las reticencias de estos, al frente de las tropas de milicianos. Allí permaneció hasta finales de agosto, cuando fue destinado por Hernández Saravia para que formara parte del nuevo Estado Mayor. Con la formación del gobierno Largo Caballero se dieron los primeros pasos para la creación del Ejército Popular. Rojo, ascendido a teniente coronel, se mantuvo en el Estado Mayor, como responsable de Organización y Movilización. Poco después el avance de las tropas franquistas sobre Madrid provocó el precipitado traslado del gobierno republicano a Valencia, en noviembre de ese mismo año. El general Miaja fue nombrado Jefe de la Junta de Defensa encargada de la defensa de la capital y se designó a Vicente Rojo como Jefe de su Estado Mayor. Quedó así como responsable de la organización de la defensa de la capital. Entre octubre de 1936 y marzo de 1937 las tropas de Franco combatieron a las puertas de Madrid. Pero la sólida defensa organizada por Miaja y por Rojo, lograron contener sus embestidas, que cesaron tras los fracasos de sus ofensivas en el Jarama y en Guadalajara. El prestigio militar de Vicente Rojo se vio así muy reforzado, siendo ascendido a coronel. Cuando unos meses después, en mayo de 1937, se formó el nuevo gobierno presidido por Negrín, Rojo fue nombrado Jefe del Estado Mayor Central de las Fuerzas Armadas. Desde su puesto se encargó de preparar una serie de maniobras militares que buscaron dar la iniciativa al ejército republicano y distraer el ataque de las tropas rebeldes sobre la zona Norte. Para ello creó un nuevo cuerpo de ejército, el Ejército de Maniobra, y diseño ataques, en Segovia, en Huesca, en Brunete y en Belchite. Maniobras bien diseñadas, pero que todas ellas acabaron fracasando ante la inferioridad material y la inexperiencia de tropas y mandos. En diciembre de 1937, el ya nombrado general, Vicente Rojo, organizó una nueva ofensiva de distracción para evitar el nuevo asalto a Madrid que estaban diseñando las tropas franquistas. En esa ocasión el objetivo fue la ciudad de Teruel, que pudo ser conquistada. Supuso un importante triunfo y un golpe de moral importante para la República, que saludó con entusiasmo la noticia. Sin embargo, la contraofensiva franquista, en las semanas siguientes, acabó socavando la resistencia republicana. Teruel pasó de nuevo a manos rebeldes. Rojo presentó su dimisión, que no fue aceptada. La actitud derrotista del Ministro de Defensa, Prieto y su desencuentro con los comunistas, cada vez más presentes en el ejército y con los que Rojo, desde su dirección de la defensa de Madrid, mantuvo siempre una buena conexión, acabaron provocando una nueva crisis de gobierno. Rojo fue confirmado en su puesto por el nuevo gobierno y se mantuvo fiel a la idea de la resistencia a ultranza que este defendía. Para intentar frenar la nueva ofensiva franquista sobre Valencia, Rojo diseño un nuevo ataque, en lo que fue la última de las grandes batallas de la guerra civil. Fue la batalla del Ebro, iniciada en julio de 1938. De nuevo, pese al éxito inicial de la maniobra, que obligó a Franco o movilizar sus tropas hacia el frente aragonés, la desigualdad de material bélico frenó la ofensiva republicana. Tras duras y largas semanas de combate y resistencia, el ejército republicano quedó derrotado y debilitado. La guerra estaba perdida. Ante la ofensiva franquista contra Cataluña, Rojo diseño un nuevo plan de ataque, de distracción, el llamado Plan P, en la zona de Peñarroya y Córdoba. Pero sus planes no fueron cumplidos por la negativa del general Miaja a secundarlo, por lo que la maniobra tuvo que suspenderse. Franco atacó Cataluña, que ya no pudo defenderse. El 8 de febrero de 1939, Rojo dio la orden de repliegue de su ejército hacia la frontera francesa. Tras pasar la frontera, Rojo renunció a su cargo, convencido de la derrota, y decidió no regresar a España. Tras una corta temporada en Francia, se exilió con su familia primero en Buenos Aires y luego en Bolivia, donde vivió hasta 1957. Allí colaboró en la revista Pensamiento Español, dio clases a oficiales del ejército y publicó diversos libros sobre el arte militar y sobre España. En 1957 regresó a España, donde fue sometido a Consejo de Guerra y condenado a treinta años de prisión por el delito de «auxilio a la rebelión». Indultado, pero inhabilitado a perpetuidad, Vicente Rojo vivió sus últimos años en Madrid, donde siguió escribiendo sus recuerdos de la guerra. Murió en la capital de España en junio de 1966.