RESONANCIAS DE UN TERAPEUTA FAMILIAR. Marcelo Rodríguez Ceberio. Psicólogo Clínico Terapeuta Familiar Director de la Escuela Sistémica de Buenos Aires Profesor de Epistemología Sistémica de la Universidad Kennedy de B. Aires PALABRAS CLAVE: Resonancias, Terapia Familiar, Terapia Sistémica. RESUMEN: El artículo desarrolla una crítica sobre la "disociación instrumental", concepto tan repetido por los modelos de terapia clásico-específicamente el psicoanalítico-. Intenta mostrar que a pesar de lograr mantener cierta distancia terapéutica, el profesional se haya siempre involucrado desde sus cogniciones y la cibernética de la relación, es decir, se puede ser más o menos objetivo dentro de la subjetividad que implica el vínculo terapéutico. Relaciona y analiza los términos " transferencia y contratransferencia " desde una posición crítica. Entre otras cosas habla de la importancia de la resonancia del terapeuta y de su instrumentación como intervención. Además, muestra la interpretación equivocada que se realiza de la "disociación" confundiéndola en muchas ocasiones con los mecanismos defensivos de la racionalización o negación. El artículo cierra con un ejemplo vivencial del autor acerca de las propias resonancias de su trabajo como terapeuta. Cuando todavía en este siglo XXl, escucho definir a la disociación instrumental -concepto acuñado por Bleger en la década del 60-, pienso que los profesionales han malinterpretado u ortodoxizado al extremo, lo que el autor intentó transmitir en sus Técnicas de encuadre que propone en el Método del trabajo institucional. Pero -por demás acostumbrados- estas rigideces que se establecen a partir de modelos o conceptos, son frecuentes en el ámbito de la psicoterapia (aunque también, el mismo fenómeno se produce en otros campos). Una apreciación, descripción, hipótesis, modelo de psicoterapia, definición, etc., basta que se halle en boca de un autor o profesional acreditado o reconocido en una disciplina para que sea dogmatizada por el mundo psi. Ejemplos de este tenor son numerosos y algunos resultan más Congreso Virtual de Psiquiatría. Interpsiquis Enero 1970. Psiquiatria.com -1- elocuentes que otros. Es bien sabido, en lo que respecta al diseño del modelo psicoanalítico, que la distancia extrema entre paciente y psicoanalista no fue preconizada por Freud, que sus acciones no lo dibujan en tal limitación ortodoxa. En relación a hipótesis o teorías, en el mundo sistémico la aplicación de las ideas cibernéticas a la comunicación en la psicosis dio como resultado la teoría del doble vínculo. El mundo de profesionales de la terapia familiar sistémica, explicaron y adscribieron solamente a esta versión como génesis de la esquizofrenia, cuando los autores aclararon que no desconocían los otros factores que intervenían en el proceso de la enfermedad. Más aún, el mismo título del artículo en que explican la teoría da cuenta de su no ortodoxia: Hacia una teoría de la esquizofrenia (1962). De esta manera, nos convertimos en más freudianos que el mismo Freud o mas batesonianos que el mismísimo Gregory Bateson. Por lo general, cuando se habla de disociación en la psicoterapia se da por supuesto que el profesional logra colocarse afuera de la relación terapéutica y tomar distancia, tal vez una distancia gélida -de acuerdo a la prosapia ortodoxa de la psicoterapia más conservadora- que lo vuelve inmutable de cara a las reacciones e intervenciones del paciente. Como técnica, entonces, la disociación instrumental es emparentada vulgarmente con la objetividad. Esta distancia, sugiere el no involucrarse en la problemática del entrevistado, tal como si el terapeuta tuviese la capacidad automática de activar un botón en su cerebro y mundo emocional, que lo desconecten de la experiencia de lo que cuenta su paciente. Si se pensase de esta manera, sería factible de sospecharse la instrumentación - por parte del terapeuta- de la defenza de disociación, propia de los trastornos obsesivos, donde claramente se aisla el afecto de la situación. Si la interpretación de la disociación es esta, se infiere, entonces, que la variable epistemológica que la explica, entiende a un observador fuera del campo de observación. Porque solamente concibiendo al terapeuta en esta dimensión, es posible comprender tal punto de vista. Resulta interesante -y con ánimo desmitificador de interpretaciones equivocadas- releer al mismo José Bleger, quien enuncia como primera técnica del encuadre terapéutico a la disociación instrumental: a) La primera condición del encuadre se refiere al psicólogo mismo, quien debe cumplir con lo que llamaremos la actitud clínica, que consiste en el manejo de un cierto grado de disociación instrumental que le permita, por un lado, identificarse con los sucesos o personas, pero que, por otro lado, le posibilite mantener con ellos una cierta distancia que haga que no se vea personalmente implicado en los sucesos que deben ser estudiados y que su rol específico no sea abandonado. La actitud clínica forma parte del rol del psicólogo, y el mantenerlo permanentemente en su tarea es una de las exigencias fundamentales del encuadre; (J. Bleger. 1991) Por tanto, la disociación instrumental consiste en una especie de danza en la que el terapeuta vive las emociones, pensamientos, acciones, que le produce la relación terapéutica, por una parte, mientras que por otra, puede observar este interjuego. Esto es lo que posibilitaría la reflexión y el registro de la contratransferencia. El concepto que intenta transmitir el autor, transita por un nivel pragmático-clínico y no epistemológico (aunque ambos niveles son indisolubles). Es claro como propuesta metodológica de Congreso Virtual de Psiquiatría. Interpsiquis Enero 1970. Psiquiatria.com -2- observación clínica, pero el obstáculo se halla en el terreno epistemológico. En este metanivel, resulta dificultoso -sino imposible- abstraerse de los recursos que provienen del propio modelo de conocimiento. A nivel del pragmatismo, puede tratarse de alcanzar cierto grado -como bien lo señala Bleger- de disociación, y cierto grado no implica una afirmación categórica, sino más bien, una aproximación flexible, lejos de la rigidez. Esta misma propuesta surge del mismo texto, cuando se refiere a cierta distancia para que el profesional no se vea involucrado en los sucesos del paciente. Pero de allí, a creer que las hipótesis resultantes sean certeras existe un tramo que linda con el absurdo. La toma de distancia única, radica en que no nos encontamos inmersos en el sistema que genera el problema por el que consulta el paciente. Es decir, podemos ser más objetivos dentro de la subjetividad que implica la relación terapéutica. Más categóricamente: siempre somos absolutamente subjetivos, pero existen diferentes grados de subjetividades o distintos niveles de objetividades dentro de la subjetividad. Este desarrollo teórico nos lleva a revalorizar el término subjetividad, tan peyorativizado por las ciencias clásicas y por el pensamiento cotidiano, y a entender a la objetividad como una utopía. Epistemológicamente, no resulta posible disociarse en el sentido de salir de uno mismo y observar qué cosas suceden en el interjuego terapéutico, porque esta toma de distancia es una falacia. Siempre nos hallamos doblemente introducidos en el campo de la relación: desde una perspectiva cibernética, nuestra sola presencia pauta las conductas del interlocutor observado. Pero también, desde una óptica cognitiva, nuestra estructura conceptual (léase, sistema de creencias, escala de valores, códigos familiares, reglas de la sociocultura y hasta el mismo modelo terapéutico, etc.) va a la carga a la hora de trazar distinciones (Spencer Brown.1973), categorizaciones y atribuciones de significado en la percepción. Y, el terapeuta no está excento de este proceso cognitivo. En síntesis, nuestra persona genera una dinámica sistémica y nuestra cognición atribuye significados, razón por la cual, solamente es un mapa lo que podemos obtener de lo que sucede, el mapa de la relación. En esta dirección de la subjetividad, es el mismo Bleger, quien en el año 1962 remite al concepto de observador participante haciendo referencia a la entrevista psicológica. Concepto que fue tomado mucho tiempo antes por Alfred Adler (1930), Stack Sullivan (1938) y que el modelo sistémico -desde la cibernética de 2do. orden- ha dado por supuesto dentro de la cibernética de la relación. El autor describe, en principio, el punto de vista clásico que indica que en las ciencias de la naturaleza, la observación científica es objetiva. Es decir, el observador registra el fenómeno con abstracción o exclusión total de las impresiones, sensaciones, impresiones, sentimientos y de todo estado subjetivo. Centrándose en la entrevista psicológica, afirma: [...] el entrevistador forma parte del campo, es decir, que en cierta medida condiciona los fenómenos que el mismo va a registrar. Se plantea entonces el interrogante de la validez que pueden tener datos recogidos en esas condiciones. Tal summum de objetividad en la investigación no se cumple en ningún campo científico, y menos aún en psicología, en donde el objeto de estudio es el hombre mismo. Congreso Virtual de Psiquiatría. Interpsiquis Enero 1970. Psiquiatria.com -3- En cambio, la máxima objetividad que podemos lograr sólo se alcanza cuando se incorpora al sujeto observador como una de las variables del campo. Transferencias recíprocas Tan involucrado desde el lugar de observador se encuentra el terapeuta que, en este sentido, el Psicoanálisis planteó el concepto de contratransferencia, en función de los sentimientos, fantasías, figuras identificatorias, etc., que emergían en el psicoanalista en relación con su paciente. Pero, para entender este concepto, a pesar que es uno de los que más conocidos y estudiados en Psicoanálisis, es necesario comenzar -de manera sintética- a definir su contrapartida, la transferencia, como: [...] el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida entre ellos y, de un modo especial, dentro de la relación analítica (Laplanche y Pontalis.1993) J. Bleger (1964) la describe como: [...] la actualización en la entrevista de sentimientos, actitudes y conductas inconscientes, por parte del entrevistado, que corresponden a pautas que éste ha establecido en el curso del desarrollo, especialmente en la relación interpersonal familiar. [...] En la transferencia, el entrevistado asigna roles al entrevistador y se comporta en función de los mismos. En otros términos, traslada situaciones y pautas a una realidad presente y desconocida, y tiende a configurar a esta última como situación ya conocida, repetitiva. [...] aporta aspectos irracionales o inmaduros de la personalidad, su grado de dependencia, su omnipotencia y su pensamiento mágico. En respuesta a estas asignaciones, la contratransferencia puede definirse como: El conjunto de reacciones inconscientes del analista frente a la persona del analizado y, especialmente, frente a la transferencia de este. [...] Freud ve el resultado de <la influencia del enfermo sobre los sentimientos inconscientes del médico> y subraya que <ningún analista va más allá de lo que le permiten sus propios complejos y resistencias internas>, lo cual tiene como corolario la necesidad del analista de someterse él mismo a un análisis personal. [Laplanche y Pontalis.1985] A pesar de que Freud no desarrolló el concepto exhaustivamente, sus seguidores le colocaron especial atención, principalmente porque el Psicoanálisis se extendió al trabajo con niños y psicosis. Laplanche y Pontalis (1985) remarcan dos delimitaciones del concepto de contratransferencia: [...] algunos autores designan como contratranferencia todo aquello que, por parte de la personalidad del analista, puede intervenir en la cura; otros, en cambio, limitan la contratransferencia a los procesos inconscientes que la transferencia del analizado provoca en el analista. Daniel Lagache, afirma que la contratransferencia entendida en este último sentido, no se produce únicamente en el analista sino también en el analizado: Congreso Virtual de Psiquiatría. Interpsiquis Enero 1970. Psiquiatria.com -4- Entonces la transferencia y la contratransferencia no coincidirían respectivamente, con los procesos propios del analizado y del analista. Considerando el conjunto del campo analítico, convendría distinguir en cada una de las personas presentes, lo que es transferencia y lo que es contratransferencia. [Laplanche y Pontalis.1985] Resulta difícil distinguir, quien comienza la transacción de sentimientos o pensamientos a quien. Digamos que -desde una óptica circular- es imposible delimitar de manera precisa, qué del otro estimula la proyección de qué. ¿Cómo es factible asegurar que la reacción del analista se debe a las sentimientos que le transfiere el paciente de manera inconsciente?. La manera inversa, ¿no sería perfectamente potable?, es decir, ¿muchas de las reacciones del paciente no pueden ser estimuladas por el terapeuta?. Este grado de influencia recíproca de conductas, actúa en el contexto terapéutico de manera sinérgica. Recae tanto en las actitudes analógicas (gestualidades, posturas, actitudes, etc.), como también las historias que se traen a consulta son capaces de estimular, en mayor o menor medida, las sensibilidades del profesional. Pero las historias son las historias que lo llevan al paciente a consultar, a pesar que éstas, de alguna manera, son impulsadas, guiadas o si se quiere provocadas por la interacción de la relación terapéutica. Más aún, las historias que cuenta el paciente son impulsadas por las historias que devuelve el profesional en función a las historias contadas por el paciente, componiendo así, el repertorio de un juego sin fin. Desde cualquiera de estas aristas, parece dificultoso hablar de estímulo (transferencia) y reacción (contratransferencia). Más aún, hablar de estas polarizaciones es sostener un punto de vista lineal, aunque desde un metanivel la linealidad solamente queda reducida a un tramo o secuencia parcial de un proceso sistémico, razón por la cual, parece sumamente intrincado reconocer quien nació primero si el huevo o la gallina. Más aún, podríamos quedar entrampados e inmóviles buscando descifrar la primacía. Con este sentido, E. Pichon Riviere (1995) prefiere utilizar el término transferencia recíproca, dejando inútil el de contratransferencia: En cuanto a la transferencia recíproca, inadecuadamente llamada contratransferencia o conjunto de reacciones inconscientes del operador frente al grupo, la tarea y los procesos transferenciales que en él se cumplen, constituyen un elemento de trabajo de inestimable valor, ya que alimentará en el operador la capacidad de fantasía para establecer hipótesis acerca del acontecer implícito del grupo. Con el mismo significado E. Pichon Riviere (1995), no solamente adscribe los procesos de transferencia y contratransferencia a la díada terapeuta paciente sino: Nos encontramos, entonces, en el campo grupal con transferencias múltiples. Las fantasías transferenciales emergen tanto en relación con los integrantes del grupo como en relación con la tarea y el contexto en el que se desarrolla la operación grupal. Se entiende, entonces, que tal intercambio de adjudicaciones no debe resumirse únicamente a las personas, sino al contexto donde se desarrolla la psicoterapia. Espacio de consulta, persona del paciente y del terapeuta, tipo de problema, historias contadas, gestualidades, acciones e interacciones, ciclos evolutivos, son algunos de los elementos que componen el todo transferencial. Pero cabe preguntarse, si en toda relación humana no es factible que se jueguen diferentes Congreso Virtual de Psiquiatría. Interpsiquis Enero 1970. Psiquiatria.com -5- fantasmas que se depositan en figuras reales. Después de todo, como afirman los constructivistas y cibernetistas (P. Watzlawick.1976, H. von Foerster.1988, E. von Glasersfeld.1988, entre otros), el mapa no es el territorio, razón que justifica por demás, que los que vemos de la realidad es un espejo que moldea imágenes creadas por nosotros mismos y que lejos están de reproducir de manera fidedigna aquello que llamamos mundo externo. El hecho que las transferencias exceden el perímetro de la psicoterapia, ya es referido por J. Bleger (1964) que señala: Transferencia y contratransferencia son fenómenos que aparecen en toda relación interpersonal y por eso mismo también se dan en la entrevista. La diferencia reside en que en esta última deben ser utilizados como instrumentos técnicos de observación y comprensión. Este mismo sentido es definido por Freud, y el mismo Pichon Riviere (1995) hace referencia a que la relación transferencial no es patrimonio único de la situación de psicoterapia, sino más bien en mayor o en menor grado en cada situación en que un individuo encuentra a otro. Resonando resonancias El modelo sistémico trae a colación el concepto de Resonancia (Mony Elkaim. 1992) acerca de los sentimientos, voces internas, experiencias, que se detonan en el terapeuta a partir de los temas, interacciones y persona del paciente. Voces que se remiten a su historia, en entrecruzamientos de isomorfismos, en identificaciones con figuras parentales, en reinstauraciones de dinámicas de otros contextos en otros tiempos, otros lugares, etc.. Y aquí nuevamente la imposibilidad de disociación. En lo que respecta a los contenidos que se vuelcan en la psicoterapia, resultan el ejemplo más evidente en términos de las resonancias. Escenas, cuentos que cuenta el paciente, versiones de su historia que se superponen como negativos de fotografías con las propias escenas del terapeuta, conforman condensaciones de sutil delimitación, con lo cual, es válido cuestionarse si la intervención terapéutica es dirigida hacia el paciente o hacia uno mismo (esto que digo, ¿a quien se lo digo??). Pero el tema no se centra en que la intervención sea apropiada para el paciente, el punto es que también resulta apropiada para el terapeuta. Los profesionales deberían escucharse más acerca de lo que le devuelven a sus pacientes. Más de una prescripción, redefinición o connotación positiva e inclusive una provocación, resultaría apropiada para los progresos personales del terapeuta. Estas resonancias, son factibles no sólo en los contenidos de los temas que puedan traer los pacientes. También se infiltran en manerismos y estilos de las interacciones. Cuántas dinámicas y juegos familiares, se le movilizan a un terapeuta durante y a posteriori de una sesión. A quien no lo triangularon alguna vez, o descalificaron hasta lindar con sentimientos de abandono; cuando no, pudo presenciar y ser partícipe de alguna coalición en pos de una rivalidad o una alianza en mancomunión de cara una crisis severa. También, ciertas características de personalidad, figuras que se identifican con personajes significativos de la historia del terapeuta, remueven viejos sentimientos o activan talones de Aquiles, socavando la autoestima, cercenando la creatividad, rigidizando los músculos como la verdadera expresión de la tensión que genera el vínculo. A mí, por ejemplo, la manipulaciones y conductas psicopáticas me generan bronca. Con el tiempo he aprendido a manejar tales Congreso Virtual de Psiquiatría. Interpsiquis Enero 1970. Psiquiatria.com -6- situaciones, me son un importante indicador diagnóstico para saber, además, si continúo el trabajo con tal paciente o simplemente lo derivo a otro profesional que se muestra más idóneo que en estas lides. No son pocas las ocasiones, en las que los terapeutas compran el chaleco de la omnipotencia y hasta llegan a creerse que son autoinmunes a cualquier tipo de relato que emerja del vínculo con sus pacientes, más bien, a veces ni se lo cuestionan. Esta actitud, tiene mucho de lo que mencionábamos al comienzo: el terapeuta cree disociarse a tal extremo, que se muestra lejano, frío y con una distancia defensiva en la relación con los pacientes. En la tríada de la impotencia, potencia y omnipotencia, han escogido -por así decirlo- esta última, en el deseo de mantenerse perfectibles frente a la comunidad psi y a sus pacientes. Si bien, la ominipotencia es producto de una defensa cognitiva, interaccionalmente se encuentra sostenida por los pacientes que colocan al profesional en una posición up, más allá de que el modelo terapéutico que la sostenga convoque a una relación circular e ideológicamente horizontal. ¡Objetivamente doctor!!!, Ud. que nos puede decir... ya es una frase que ubica al terapeuta en un lugar de semidios. El problema radica que el profesional adopte esa función. Tampoco se trata de navegar por el polo de la impotencia, ya que se crearía un vínculo en donde la suceptibilidad o labilidad a ser desvalorizado en el profesional genera la demanda de reconocimiento. Son los terapeutas que no se atreven a realizar indicaciones que se alejen de la connotación positiva, se vuelven complacientes y no objetan ciertas actitudes de los pacientes. Son ayudadores e hiperprotectores, por tanto, se alejan de la finalidad terapéutica, recreando una relación de dependencia extrema: tanto del paciente hacia el terapeuta como del terapeuta hacia el paciente. Resulta difícil encontrar la potencia. La potencia sugiere una autoestima saludable, valoración personal y por sobre todo, tener en claro cuáles son los límites que demarcan el hasta dónde el terapeuta puede. La potencia es el equilibrio, implica el reconocimiento de las limitaciones personales, pero también, apreciar lo que se es capaz de realizar. No obstante, estas distinciones son netamente gráficas. A la hora de intervenir, tanto los contenidos, interacciones o persona del paciente, trasbasan la cognición del profesional con escasa discriminación de cual de los tres puntos es el efector del isomorfismo: si la historia contada es la que produce ciertas sensaciones y reacciones en el profesional, o la gestualidad o el todo analógico que la acompaña o el juego que se desarrolla, etc. Es factible, también que el terapeuta no sea consciente de tal isomorfismo. Por esta razón, debe remarcarse la importancia de la terapia personal, como parte de la formación y fundamentalmente la supervisión. Trabajando el self del terapeuta Más allá de la formación teórica y la práctica clínica, el trabajo con el self del terapeuta es uno de los recursos más sustanciosos para generar profesionales responsables y auténticos a la hora de intervenir. En este trabajo intervienen los talleres de genograma, por ejemplo, en donde se revisan exhaustivamente las dinámicas de las familias extensas y de origen, como también la creada. Esta exploración, posibilita alcanzar claridad acerca de los distintos juegos que se desenvolvieron en las familias del terapeuta y que pueden reinstaurarse en otros contextos. El análisis de las reglas, pautas, mandatos, figuras significativas, crisis, ritos, dinámicas familiares, etc., concientizan al profesional acerca de los códigos de los que es portavoz. Congreso Virtual de Psiquiatría. Interpsiquis Enero 1970. Psiquiatria.com -7- La terapia personal, por otra parte, como un espacio de reflexión, permite revisar los archivos del pasado y del aquí y ahora en el intento de redefinir versiones de la historia contada. Historia que cobra vigencia día a día en la vida cotidiana del consultorio, ya que la sesión puede concebirse como un contexto donde suceden diversas narraciones del paciente, algunas de las cuales calzarán con las versiones de la propia historia del profesional. Cuanto menos un terapeuta haya trabajado consigo mismo o sea consciente de sus grandes temas, será más factible que se funda y confunda con el caso. En este sentido, la poca consciencia de sí es inversamente proporcional a la tendencia a isomorfizarse. Cuando un isomorfismo se produce, es que existe superposición de historias (del paciente y del terapeuta) y en tal entrecruzamiento, el terapeuta es incapaz de reconocer cual es la versión de quien. La duda en el profesional, no surgirá si opera con la certeza y la omnipotencia, es decir, si el terapeuta no es consciente estará convencido que su discurso se dirige a la versión del paciente.. Pero hemos señalado otro punto primordial: la supervisión. Tema que no compete solamente a la formación profesional, sino también responde a la ética y responsabilidad en la psicoterapia, tema que fue desarrollado de una manera exhaustiva por William Doherty y que Mara Selvini, en sus últimos años, se dedicó a teorizar . La supervisión, en manos de un profesional acreditado por su formación y experiencia, le proporciona al terapeuta un espacio donde pueda plantear tanto las estrategias clínicas de sus casos y su rediseño, como sus repercuciones cognitivas y emocionales actuales e históricas. Un lugar, donde hacen ecos sus dudas e inseguridades, sus hipótesis, sentimientos, sus reflexiones y defensas, etc., en la búsqueda de la contención y guía en el trabajo terapéutico. Un supervisor es un referente. Un maestro que incentiva a la creatividad, que como tal enseña, introduciendo ideas germinales, que apoya académica y afectivamente. La supervisión, entonces, es el espacio donde el terapeuta puede llevar sus resonancias, ir a su historia, apelar a sus rincones más sensibles. Pero, además, las resonancias pueden ser traducidas como intervenciones terapéuticas. La emoción que se detona en la relación con los pacientes, tanto la bronca, el miedo, el bloqueo, la felicidad, etc., son sentimientos que al ser evaluados por el profesional, pueden tener su peso específico si son explicitados. Siempre recuerdo en mis comienzos de terapeuta, a aquella paciente que se quejaba permanentemente de su soledad. Pero, además de este sentimiento, sus quejas se extendían a un radio muy extenso y su estilo de narración era teñido por lo caótico, aunque lo sucedido fuese de tenor positivo. Todo cambió, el día que le hablé de lo tediosas que me resultaban las sesiones que compartíamos. Después de varios bostezos míos que intenté, como tantas veces, disimular, ella me dijo: ¿está aburrido Dr.?, y yo le contesté: ¡Aburrido, aburrido, no Eliza, estoy realmente cansado de sus quejas!!!. ¡Ahora entiendo porque se queda sola y nadie la aguanta, no se da cuenta que agota a la gente, Ud. maltrata con sus quejas a las personas que quiere y se maltrata a si misma!!!!. Cuánta culpa y cuánto miedo de herirla, que no me quiera más o que no me valore como su terapeuta, o que deje de asistir a las sesiones, sentí. Sin embargo, después de un profundo silencio, Eliza me miró con sus ojos grandes y saltones, casi líbida, se le cayeron dos lágrimas. Yo, más paralizado que ella por semejante transgresión al manual del terapeuta correcto, no atiné a decirle nada. Inmutable, ella, agachó la cabeza y sin mirarme me dijo: Tiene razón Marcelo, pero Congreso Virtual de Psiquiatría. Interpsiquis Enero 1970. Psiquiatria.com -8- ahora me quiero ir a casa. Me asusté. Cuando intentaba llamarla al final de mi día, me sorprendió su voz en el teléfono y me dijo que la disculpara, que no quería maltratarme, que yo la ayudaba mucho y me pedía que la siguiera ayudando a cambiar. No está mal que un terapeuta sienta cosas que remiten al ámbito humano. Si bien, muchos pacientes lo pueden construir como un semidios y muchos profesionales se autoconstruyen con este diseño, nada más alejado de las deidades y más humano que un terapeuta. Humanización que coincide con la circularidad y la horizontalidad en el vínculo terapéutico, a pesar que los pacientes se posicionan en un down relacional. La resonancia demuestra, que el modelo sistémico en psicoterapia no trabaja -como se lo difundesolamente en el aquí y ahora. Falacia que nació en el intento de diferenciarse del Psicoanálisis que se centraba en el pasado de la persona buscando, de manera lineal, las causas del malestar actual en su historia. Mientras que el modelo sistémico se focaliza en el aquí y ahora, es decir, qué le está sucediendo a la persona. Pero trabajar una secuencia de interacciones a partir del problema, no implica no ingresar en la historia. Resulta otra utopía recortar únicamente el presente, ¿cómo es posible?, si somos sujetos históricos. Si en este presente se activa en un juego dialéctico, el pasado y el proyecto. Tal sinergia de los tres tiempos, crea una narración que es la que intentamos redefinir. La terapia transita en un entrecruzamiento de circularidades, mediatizadas por los ejes de la sincronía y la diacronía. O sea, cuando se focaliza el qué le sucede a la persona, el terapeuta recorta un tramo de una secuencia de la sincronía analizando la dinámica cibernética del juego desarrollado. Si ese juego remite a resignificar otros juegos, hablamos de isomorfismo. Pero estas repeticiones, pueden producirse en tiempo presente en otros contextos, como también, en otros contextos o en los mismos pero en tiempo pasado. Con lo cual, se efectúan interjuegos de circularidades que adquieren sentido influenciándose recíprocamente. Si estas redundancias no se logran interrumpir, la vida de la persona tiende al no crecimiento con la posibilidad de repetir los mismos esquemas interactivos en el futuro. En síntesis, resonancias, contratrasferencias o transferencias, transferencias recíprocas, más allá del rótulo con que deseen llamarse y del modelo que la sostengan teóricamente, muestran sobradamente el feed-back de las relaciones humanas, más aún, son el feed-back. El feed-back, como unidad primigenia de las interacciones, se halla impregnado por los marcos semánticos de los interlocutores, como también, se encuentran influenciados por el pragmatismo de la cibernética que se establece entre las personas que integran el sistema. Lo que diferencia la retroalimentación de las relaciones humanas cotidianas, de las del contexto terapéutico,es que éstas se utilizan al servicio del crecimiento del paciente y la resolución de problemas. Pueden esgrimirse como herramienta técnica de intervención. En cualquiera de sus versiones y formas, lo conclusivo es que tales efectos y causas, provocan en una relación tan humana como la terapéutica, una serie de complejidades que desentraman o que intentan desentramar complicaciones. Terapeuta y paciente, entonces, en un todo recursivo, tratan dentro de la subjetividad de la relación alcanzar niveles de mayor objetivación de lo observable. Congreso Virtual de Psiquiatría. Interpsiquis Enero 1970. Psiquiatria.com -9- Confesiones de resonancias Es la primera semana del mes de Julio y Charito está internada. Su artritis reumatoidea que la aqueja hace 8 años, ha alcanzado niveles de gravedad. Su esposo y sus 5 hijos deben prepararse para lo peor como dice su médico de cabecera. Unas escaras a causa de la posición horizontal, se han infectado y sus defensas están muy bajas. Lo peor. Cuando se trabaja con enfermos terminales o moribundos, se sabe que esta frase típica implica que la muerte esta muy pero muy cercana. No obstante, ella siempre está de buen ánimo. Dolorida, pero de buen ánimo. Desde la cama del sanatorio, continúa dirigiendo a la familia. Charito, ahora tiene 70 años, es una mujer sólida, furte, sensible. Guarda su garbo y seducción de artista internacionalmente reconocida. La muerte -como lo he presenciado en otras situaciones personales y profesionales- vuelve a hacerse presente. Voy a la clínica casi siempre tarde, cuando termino mis consultas. Hablo con ella, con los hijos que son la presencia infaltable, con algún yerno, con la enfermera privada. Tejo una red de contención. Realizo una sesión con su esposo y sus hijos en el sanatorio. Todos se hallan muy angustiados. Todos están cansados y desgastados por los 9 años de enfermedad. Hablamos de la muerte. De la concepción de muerte de cada uno. De qué sucederá si mamá se muere. También hablo de mi punto de vista acerca de la muerte intentando compartirlo. En un determinado punto de la reunión que duró más de dos horas, tengo la sensación que estamos en los prolegómenos del duelo de Charito. Hay llanto, rostros tristes, algunos se abrazan, otros se ensimisman. En esa misma semana, Carlos me pide una consulta. Es su primera entrevista. Destrozado pero sostenedor, me cuenta que su hermana querida tiene un cáncer terminal. Son cuatro hermanos de familia italiana, muy unidos y ella es la única mujer. El proceso es largo y doloroso. Como es de esperar, de cara a la situación crítica, en su familia se desarrollan las más variadas reacciones: un hermano se evade, otro se pone rígido con su armadura a cuestas y Carlos es el que carga con el mayor peso de las responsabilidades, tanto en las decisiones como en las emociones. La muerte nuevamente está presente. Sus relatos transitan en los recuerdos: familiares, la amiga-hermana, los juegos de la infancia, las primeras salidas adolescentes. Todo un recorrido coronado con afecto. Carlos es simpático pero duro, de vez en cuando se le escapa un lagrimón que se detiene en medio de su mejilla. Estoy finalizando la semana extenuado. Llego tarde a casa y solo me queda un resto de energía para jugar con Franco, mi bebé de 6 meses y cenar con mi mujer. Tuve, momentáneamente, que abandonar mi aerobismo en los bosques de Palermo, esperando que solo por esta semana. Es extraño, porque siendo invierno en Bs. As. aún no recibí los embates de la gripe a pesar de que toda la gente anda asomando sus pañuelos de papel y voces gangosas. Pero mi cuerpo cede el jueves y me quedo afónico, me sube la temperatura que me obliga a suspender parcialmente las consultas del viernes y algunas del sábado. Por primera vez, después de muchos años, hago reposo en cama, con té, tostadas y antigripales. Necesitaba esas caricias afectivas. Es sábado a la tarde, no tengo nada que hacer. Me cuesta leer, no puedo escribir, ni siquiera jugar Congreso Virtual de Psiquiatría. Interpsiquis Enero 1970. Psiquiatria.com -10- con mi hijo por miedo a contagiarlo. Es entonces cuando enciendo la TV y haciendo sapping me atrapa la atención el programa de cierre de Gran hermano. Detesto ese programa, me es intrascendente y vulgar, pero, sin embargo, me quedo adherido a las imágenes. Imágenes de despedida, de adiós. Lloro. Lloro y lloro más, me emociono. Pero al mismo tiempo me pregunto: ¿de qué estoy llorando, porqué estoy llorando?. Pienso y pienso. En ese momento multiplicidad de escenas se me presentan, me aparece la palabra muerte, las situaciones de terapia familiar, el sanatorio y Charito, la hermana de Carlos. Cuando, me doy cuenta que el próximo 9 de Julio mi hijo cumple 7 meses. A los 7 meses, falleció mi Gran hermano Carlos de un virus en las glándulas suprarenales. Yo era casi un niño-bebé de 18 meses. Siempre sufrí esa muerte en silencio, era un tabú para mi familia. No existe nada más doloroso sobre la tierra que la muerte de un hijo: esta frase la repetí de manera automática porque me la repitieron mis padres desde muy pequeño. Ahora, más que nunca, que se que el amor más puro que existe es el que sienten los padres por sus hijos, comprendo el mensaje en toda su profundidad. Mi angustia se rebeló en mi cuerpo, cuando me di cuenta que mi hijo comenzaba a transitar lo que fue para mí la edad de la catástrofe. Al día siguiente, mágicamente, me desapareció la gripe. . Bateson G., Haley, J., Weakland, J. Hacia una teoría de la esquizofrenia. 1962. En Jackson, Donald (Comp). Communication, Family, and Marriage. Science and Behavior Books, Inc., California, 1968. Versión cast. Comunicación, familia y matrimonio. Nueva visión. Bs. As. 1984. . Bleger, Jose. Artículo publicado por el departamento de Psicología de la facultada de Filosofía y letras. 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