BLEULER Y LOS TRASTORNOS AFECTIVOS PUBLICADA EN EDICIÓN N° 31 DE CONTEXTO PSICOLOGICO “Trastornos afectivos”, “trastornos del humor” y “Trastornos del estado de ánimo” son denominaciones que, en psiquiatría, suelen usarse de manera indistinta. Podríamos dedicarle un capítulo especial al análisis semántico de dichos términos, para poder concluir si es correcto o no el uso que se hace de los mismos como si fueran sinónimos. “El capítulo de los trastornos tímicos y afectivos – decía Heiman en 1967- es uno de los capítulos de la psicopatología tradicional que presenta más incertidumbre y falta de precisión. Nada tiene de extraño que la lengua alemana ofrezca en la descripción de los aspectos afectivos del enfermo un número elevado de palabras, que se prestan fácilmente a una discusión semántica y que no pueden traducirse de un modo adecuado a la lengua francesa” (1) Al proponerme investigar sobre el desarrollo histórico de los conceptos de melancolía y manía desde Hipócrates a la actualidad, durante mi lectura de textos sobre el tema, hubo un comentario que atrajo mi atención. En el libro “Trastornos del estado de ánimo”, Gustavo Vazquez dice: “Fue Eugen Bleuler, discípulo suizo de Kraepelin, quien rebautizó las llamadas psicosis maníaco-depresivas de su maestro y acuñó el término “trastornos afectivos” que utilizamos en la actualidad” (2) ¿Cómo puede ser, me pregunté, que un psiquiatra de la talla de Bleuler, reconocido como uno de los pilares de la corriente psicodinámica, aparezca un tanto eclipsado, cuando no ignorado, por algunos autores a la hora de abordar el capítulo de los “trastornos afectivos”? Quizá repasar algunos aspectos teórico-clínicos y hacer algunas consideraciones políticas respecto de su obra, podrían ayudar en mi intento de encontrar respuestas a dicho interrogante. Eugen Bleuler (1857-1940) nació en un lugar llamado Zolliken, en las afueras de Zurich. No hacían todavía diez años de la entrada en funcionamiento de la constitución helvética, por lo que le tocó vivir las primeras etapas organizativas de una Suiza naciente. Vale recordar, en tal sentido, que las primeras escuelas de medicina en Suiza se crearon a fines del siglo XIX. Por la misma razón, los primeros maestros de la clínica psiquiátrica universitaria de Burghölzli fueron alemanes. En 1881, Eugen Bleuler ingresó como residente en el hospital mental de Waldaw. A los dos años realizó un viaje a París, Londres y Munich, donde estudió entre otros con Charcot, Magnan y Von Gudden. . En 1898 fue nombrado director de la clínica de Burgholzli reemplazando a Auguste Forel. Allí tuvo como ayudantes a figuras de la talla de Abraham,Binswanger, Minkowski y Jung, quien estrechamente ligado a Freud por aquellos tiempos intentó convertir a Bleuler al psicoanálisis. Es que Suiza funcionaba como una estratégica bisagra entre la prestigiosa Alemania de Kraepelin y la cada vez más gravitante Viena de Sigmund Freud. A decir de Paul Bercherie; “Como reacción contra las concepciones clásicas de Kraepelin y, en particular, contra la noción de “entidad mórbida” que heredó de Falret a través de Kahlbaum aparece en Alemania en los años 1900, una fuerte reacción “ psicodinámica” a la cual el gran alienista cederá mucho terreno en la octava y novena edición de su tratado” (…) “La segunda corriente, constituída en Zurich alrededor de Bleuler y Jung, se origina en la primera avanzada que habían efectuado las ideas de Freud en un medio psiquiátrico” (3) Podríamos decir que el trabajo de Bleuler es un particular procesamiento del material aportado por Kraepelin durante casi toda una vida de trabajo, bajo la lupa de la propia experiencia, también valiosa por cierto, en un indudable marco de influencia del psicoanálisis. Uno de los éxitos de Bleuler fue imponer la denominación de esquizofrenias, en prural, sobre el terreno de lo que Kraepelin había llamado demencia precoz, logrando que el gran clínico alemán incorpore dicho término en las últimas ediciones de su famoso tratado. La elección de la palabra esquizofrenia no ha sido caprichosa. Se la suele traducir del griego como mente escindida, idea que transmite lo que para Bleuler estaba en la base de estos cuadros clínicos: una escisión primordial o “spaltung” que se traduce en síntomas como el trastorno asociativo de las ideas y diversas alteraciones en el plano de la acción, la volitividad y la afectividad (como la ambivalencia, el aplanamiento y ciertas incongruencias. Es llamativo, y más teniendo en cuenta el tema que estoy desarrollando, que no suelan recordarse otras constelaciones sintomáticas propuestas por Bleuler, como las llamadas variaciones “holotímicas” del humor (accesos melancólicos y maníacos). Otro término acuñado por Bleuler es el de “autismo”, en el sentido de un replegamiento sobre sí mismo, en muchos aspectos coincidente con los que Freud denominó autoerotismo. La indicaciones terapéutica de Bleuler para los pacientes autistas era “lucha contra el autismo intentando mantener o reestablecer el contacto con la realidad”. El famoso criterio evolutivo formulado por Kraepelin según el cual todos estos cuadros, aunque diversos, conducían a un particular modo de de defecto, de deterioro psíquico, es cuestionado por Bleuler, para quien una de las características esenciales de la esquizofrenia era la de ser sincrónica. Propone que no todos los casos de esquizofrenias evolucionaban a modo defectual, el pronóstico era variable y, muchas veces, se registraba una remisión espontánea de los síntomas, generando la idea de que la cura de la enfermedad era posible. “Con este desplazamiento – comentan Élisabeth Roudinesco y Michel Plon – Bleuler renovaba el gesto del alienismo de la ilustración, según el cual la locura era curable, puesto que todo sujeto afectado de sinrazón conservaba en sí un resto de razón accesible a un tratamiento apropiado: el tratamiento moral. Ahora bien, a fines del siglo XIX las diversas teorías de la herencia-degeneración habían abolido esta idea de la curabilidad, a favor de un constitucionalismo de la enfermedad mental que tenía por corolario un encierro a perpetuidad. Bajo el impulso de las tesis freudianas, que reactivaron el debate sobre un posible origen psíquico de la locura, de nuevo resultaban valederas todas las esperanzas de curabilidad”. (4) Vemos que el pasaje de demencia precoz a esquizofrenia no ha sido un mero cambio de nombres. Para algunos críticos de su propuesta, el optimismo de Bleuler tenía otra lectura, y podía basarse en el hecho de haber ampliado el campo de la esquizofrenia mucho más allá de lo que Kraepelin denominó demencia precoz, incluyendo cuadros ya descriptos y de reconocido buen pronóstico como las llamadas locuras histéricas o las psicosis cicloide, bien conocidas por los seguidores de Wernicke, Kleist y Leonhard. Las alteraciones afectivas nunca tuvieron para Bleuler un carácter primario, las pensaba como una consecuencia de la disociación. Quizás en este punto se plantee un punto de conflicto con lo que actualmente se denominan “ trastornos afectivos” o “trastornos del estado de ánimo”, cuadros que se suponen primariamente afectivos, en tanto exigen hacer un diagnóstico diferencial que permita descartar la presencia de otros cuadros, entre ellos las esquizofrenias. No obstante, también se consideran los estados de ánimo debidos a enfermedades médicas o secundarios al consumo de sustancias. Algunos aspectos políticos de la vida y la obra de Eugen Bleuler, tal vez puedan aportar algún atisbo de respuesta a mi interrogante inicial. Henri F. Ellemberger, en su libro “Historia del descubrimiento del inconsciente” nos recuerda que: “La familia Bleuler tomó parte en las luchas políticas que concluyeron en 1831 con el reconocimiento de la igualdad de derechos para los campesinos y la creación de la universidad de Zurich, en 1833, destinada a promover el desarrollo intelectual de la joven generación campesina”. (5) Cuando Eugen Bleuler regresó a Suiza, después de sus viajes de formación, comenzó a trabajar en la prestigiosa clínica del Burghölzli, en un tiempo de cambios y de búsquedas de nuevas formas de pensar y abordar la locura. Ya como director del lugar publicó un artículo titulado “Mecanismos freudianos en la sintomatología de las psicosis”. Se cuenta que la noticia generó asombro y entusiasmo en Freud, quien vio en el interés de respetados psiquiatras por su obra, la posibilidad de ampliar geográficamente el campo del psicoanálisis, nada más y nada menos que hacia el terreno dominado por la psiquiatría de lengua alemana en los tiempos de Kraepelin. Se abría, además, la posibilidad de cambiar el perfil de disciplina exclusivamente judía que el psicoanálisis llegó a tener en Viena. Carl Gustav Jung, asistente de Bleuler en Burghölzli, cumpliría un rol fundamental en esta estratégica batalla. Con el envío de una de sus obras a Freud en abril de 1906, Jung tira la piedra inicial en un intercambio epistolar de muy ricos matices y de gran valor como documentación histórica. Ya desde las primeras cartas se registra una explosiva mezcla entre un singular coqueteo y profundas discrepancias conceptuales. “Mi honorable colega – le decía Freud a Jung en enero de 1907- le ruego que abandone rápidamente ese error de que su escrito sobre la dementia praecox no me ha gustado mucho. El simple hecho de que haya emitido críticas puede probárselo…” Por aquel entonces, en el entorno de Bleuler, la demencia precoz comenzaba a llamarse esquizofrenia, y Jung fundaba la Sociedad Sigmund Freud de Zurich y en 1910 era elegido el primer presidente de la IPV que luego advendría IPA. La relación tensa y amorosa continuaba dando sus frutos. Hacia 1912, a partir de un completo desacuerdo en relación a la teoría de la libido, se inicia un momento de retirada progresiva de Jung para formar su propio movimiento. Esta ruptura también llevó a Bleuler a desprenderse del psicoanálisis y poner más énfasis en, planteos organicistas que nunca había abandonado. Más allá de esta crisis, el espíritu de la clínica surgida a principio de siglo en esa influyente comarca europea, siguió recorriendo el mundo y, a muchos, nos marcó a fuego en nuestra formación. En el terreno de la psiquiatría actual, las posiciones sobre el tema son discrepantes. Están los que quisieran borrar todo vestigio de este momento, como los egipcios intentaron hacer con el nombre de Akenaton en todos los templos, los que desean que los hallazgos en el campo de las neurociencias terminen sepultando estos valiosos aportes. Pero también están los que investigando con tecnologías de última generación, a menudo más humildes, terminan concluyendo que, en muchos planteos, el viejo Freud y sus aliados estaban en lo cierto. (1) Fundamentos de la psiquiatría actual. Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernández. Tomo I. 3ra. Edición. Editorial paz Montalvo. (2) Trastornos del estado de ánimo. Gustavo Vázquez. Editorial Polemos. (3) Los fundamentos de la clínica. Paul Bercherie. Editorial manantial. (4)Diccionario de psicoanálisis. Elisabeth Roudinesco y Michel Plon. Editorial paidós. (5) Idem. Bibliografía: - Fundamentos de la psiquiatría actual. Prof. Dr. Francisco Alonso-Fernándes Tomo I. Editorial paz Montalvo. - Los fundamentos de la clínica. Paul Bercherie. Editorial Manantial - Enciclopedia Iberoamericana de Psiquiatría. Vidal. Alarcón. Lolas Stepke. Tomo I. Editorial médica panamericana - Diccionario de psicoanálisis. Elisabeth Roudinesco y Michel Plon. Editorial Paidos. - Psicosis y psicoanálisis. Varios autores. Editorial Manantial. - Trastornos Bipolares. Varios autores. Editorial Médica Panamericana. - Trastornos del estado de ánimo. Gustavo Vázquez. Editorial Polemos. - Psicosis Cicloides. Norma Derito. Gabriela Martínez R. Alberto Monchablón Espinoza