María Kodama - El Intransigente

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María Kodama: "Borges me dio la fuerza
para luchar todos estos años"
Una evocación del autor de Ficciones a 30 años de su muerte en el stand de LA
NACION
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Pablo Gianera
LA NACION
SÁBADO 07 DE MAYO DE 2016
Foto: Santiago Filipuzzi
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El padre le enseñó la idea de la belleza con una foto de la Victoria de
Samotracia. La niña María Kodama objetó que no tenía cabeza, pero el padre
le dijo que la belleza no era una cabeza y que la túnica estaba agitada por el
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viento que llega del mar; detener para la eternidad la brisa del mar, eso es la
belleza. Muchos años después, Kodama lloró cuando la vio en el Louvre, y
Borges, al lado de ella, también lloraba. Borges le dijo que lloraba porque
sentía lo que ella estaba sintiendo.
La charla pública que Kodama ofreció en el stand de LA NACION fue desde
ese grado de intimidad hasta proyecto más públicos, como el premio de
cuento para estudiantes secundarios que acaba de lanzar justamente con el
nombre de Jorge Luis Borges. "Lo hacemos a 30 años de su partida." Kodama
prefiere siempre ese verbo, "partir", a cualquier otro.
-Muchos lo habrán visto a Borges en las firmas de ejemplares acá
mismo en la Feria del Libro. Usted guiaba la mano de Borges a la
portadilla de cada ejemplar. Ese gesto se repetía cientos de veces.
Pensaba que la vida cotidiana habrá estado colmada de gestos de
ese tipo, mínimos y acaso ya imperceptibles para usted, de los que
él dependía
-Pero no había sacrificio. Yo supongo que cuando alguien está enamorado de
otra persona y esa persona de uno, ésa es la felicidad. Y todo lo que hacés es
motivo de felicidad. La ayuda no es una carga sino un placer.
-¿Piensa que por esa época la figura se había impuesto al escritor?
-Yo creo que sí, y él decía que notaba que no lo leían por errores que cometía
la gente cuando nombraba sus obras. Por ejemplo, "El jardín de los senderos
que se bifurcan", con el artículo. Borges decía: "¿Se da cuenta? No entienden
nada o no lo han leído. Si no, se darían cuenta de que omití el artículo para
indicar el infinito".
Atlas es una especie de libro en colaboración de textos y fotos.
¿Cómo recuerda ese trabajo compartido?
-Yo tomaba fotos, como hace cualquiera cuando viaja por el mundo con su
marido. Además, Borges era muy fotogénico cuando estaba relajado. No
posaba. Tengo muchísimas fotos que le saqué durante los viajes. El libro
surge cuando nos encontrábamos para comer con ese gran poeta argentino
que fue Alberto Girri y con Enrique Pezzoni. Ahí yo mostraba las fotos. Y a
Girri se le ocurrió que hiciéramos ese libro.
-¿Quedaron muchas fotos?
-¡Sí! No te imaginás? Pero ésas son para mí.
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-Como encargada de la administración de la obra de Borges, usted
tomó decisiones muy interesantes en su momento. Por ejemplo, la
publicación de El idioma de los argentinos, Inquisiciones y El
tamaño de mi esperanza, que Borges había excluido de la edición
de las Obras completas. Sin embargo, hay quienes opinan también
que no contamos todavía con una edición crítica.
-Escuché eso muchas veces. Pero yo digo: "¿Quién es la persona que pueda
hacer la edición crítica de Borges?". Estoy dispuesta a revisar antecedentes
para encontrar a la persona adecuada. Lo que pasa es que la gente no sabe
nada, inventa y difama.
-¿Cuál es el origen de esa antipatía?
-Muy simple: querrían haber estado en mi lugar. Es la envidia que subyace.
-¿No le pesa?
-No. Más bien me divierte. Si me dijeras que quien me tiene antipatía es
Einstein, me sentiría mal, pero como no es así, me divierto. Yo fui criada por
mi padre, que se formó en el Japón. Mi reglas son el respeto a la palabra dada
y a la intimidad del otro. No mentir, no calumniar. Mi educación japonesa
coincidía con la que Borges recibió de sus padres, formados en los valores del
siglo XIX.
-¿Queda algo inédito?
-Sí, hay dos cosas inéditas. Pero como él habría trabajado mucho todavía,
porque era perfeccionista, no pueden salir. Son de la última época, y una
quedó incompleta porque era un guión que le pidieron para una movida que
había para salvar a Venecia de hundirse. Pero después él partió.
-Usted insiste en que se divertían mucho juntos. ¿Es eso lo qué
más extraña de Borges?
-El está dentro de mí. Siento que me acompaña espiritualmente y que me dio
fuerza para luchar todos estos años. Sí, extraño cuánto nos divertíamos.
Hacíamos juegos raros, por ejemplo imaginar, con lógica, cómo habría sido el
mundo dominado por los griegos en lugar de por los romanos. Extraño
mucho esas cosas.
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