KOESSLER, Axel

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BUENAS NOCHES ENERGÍA
KOESSLER, Axel
C.P.E.M. N° 28, San Martín de los Andes, Neuquén.
Profesor Guía: MARTINESE, Patricia Isabel Virginia
Mediaba 1920. Era una fría tarde casi noche en la ciudad de Liverpool. El frió era cortado por las
densas capas de vapor que las chimeneas de las fábricas escupían al cielo en columnas, y que chocaban
con una invisible barrera en las alturas, que las hacia achatarse y cubrir el cielo. No había viento. Llovía un
poco, una de esas tristes lloviznas que sólo mojan apenas, que sólo hacen un poco más lúgubre el
ambiente, pero no lo limpian, no le sacan lustre. Sonó una campana en el complejo industrial, y una masa
inimaginablemente extensa de obreros cansados y sucios salió de las fábricas a través de sus grises
puertas, con los hombros caídos y un gesto indiferente colgado de las cejas. Algunos entonaban
monótonas canciones de moda. Minutos después, con inusitada puntualidad, otra campana sonó y una
masa de hombres (ésta un tanto menor que la anterior) entró por las mismas puertas.
Más allá del complejo y de las casas (si es que así podían acaso nombrarse) de los trabajadores,
al otro lado del río Mersey, tras un pequeño bosque había un campo en el centro del cual se veían luces,
luces de una casa enorme y muy lujosa. Mientras la segunda campana sonaba, el señor Barton arropaba a
su niña y le deseaba buenas noches en una habitación de la planta alta de aquella mansión. Barton era el
dueño del lugar, el complejo era su imperio. La fábrica de cubiertas de automóvil más grande del planeta,
entre muchas otras cosas, era de su pertenencia. Su nombre era conocido a través de todo el mundo,
había hecho una fortuna casi de la nada, no es que antes de todo esto de los automóviles hubiese sido
pobre, pero por aquellas épocas su apellido no se conocía más allá de los límites de la ciudad. Su hija
contaba apenas seis años de edad, y no había conocido a su padre más que rico y poderoso. Sabía
algunos detalles sobre cómo fue que él había amasado su fortuna. Cuando él visitaba las fábricas, ella lo
acompañaba. Le fascinaba la profesionalidad, la exactitud y la eficacia con la que esos obreros de adusta
expresión hacían lo que tenían que hacer.
Todos o casi todos los días eran iguales para ella. Sus lecciones, visitas a la fabrica, las tareas, y
luego a dormir. Su padre la arropaba, le daba un beso y apagaba la luz, para despertarla a la mañana
siguiente con el desayuno ya preparado. Rara vez soñaba algo, pero aquella noche fue distinto, esa noche,
después de que el último paso de su padre se perdiese en el pasillo, y de que se hubo dormido, le pareció
que abría los ojos en otro lugar.
Se encontraba a orillas de un río, unas orillas apenas distinguibles. La vista no era óptima, había
un tono turbio en el aire, algo rojizo, como si el sol agonizara, pero no era el sol que se estaba ausentando,
porque miró hacia arriba y vio aquel plato luminoso alto en el cielo, en su cenit. Le extrañó que no le
cegara la vista, pero dedujo luego que entre ella y aquel disco color bronce que estaba mirando, había
algún gas, una suerte de nube homogénea que servía de filtro a los rayos. Si bien no veía mucho y no lo
hubiese podido justificar, ella estaba segura de que aquel lugar era su hogar e inmediaciones, sólo que el
momento había cambiado. Nada parecía rebosante de vida en aquel lugar, todo estaba más bien decaído,
y no se trataba nada más que de la luz. Cuando miró hacia donde tenía que encontrar el bosque no vio
más que un grupo de troncos muertos y unos carteles tirados en el suelo. No se encontraba lejos de los
troncos. Se acercó y acarició la corteza de uno de ellos, la corteza en el sentido de superficie, porque de lo
que uno llama corteza de un árbol vivo, propiamente dicho, no quedaba ni una huella.
Casi perdiéndose ya en la nube rojiza, a unos cientos de metros, vio altos pilares metálicos que se
perfilaban hasta una altura bastante grande. Cuando sus pupilas se posaron en la parte superior de aquellas
torres, notó que tenían astas, astas largas y finas. Concluyó que se trataba de molinos, y unos segundos le
bastaron para comprobar que no se movían, el aire estaba quieto, muerto, el viento no existía y había un
penetrante olor a podrido en la atmósfera, probablemente proveniente del mar, el puerto no se encontraba
lejos de aquel lugar. Al agudizar la vista, notó que estos pilares no formaban los pequeños grupos que en
un principio ella vio, sino que más bien estaban plantados por todos lados, hacia donde uno mirase, veía
estos gigantes crecer desde el infértil suelo hasta las alturas.
Comenzó a caminar, a un par de minutos tendría que encontrar la ciudad. No tardó mucho, habría
recorrido apenas unos 400 metros a través del árido terreno, cuando tras una lomada aparecieron las
sombras de enormes moles de concreto y metal en prolija alineación con cristales que se encontraban en
ese momento sucios y manchados de herrumbre. Notó que la ciudad ya no era lo que ella conocía, que
había crecido muchísimo pero que algo había ocurrido, algo que detuvo el progreso de repente. Los
edificios no estaban destruidos de manera intencional, estaban simplemente abandonados, y por la calle no
circulaba nadie, salvo cuando cada tanto una escuálida rata o una cucaracha atravesaban a toda velocidad
las calles llenas de polvo y pequeñas piedras.
Miró con detenimiento la avenida por la que circulaba, buscó algún cartel que indicara su nombre,
y lo encontró después de unos segundos en una esquina. Recordó que conocía el nombre, pero que la
calle le resultaba absolutamente extraña. Continuó con su relevamiento. De los edificios colgaban grandes
carteles, varios de los cuales publicitaban generadores de energía, mientras que otros proponían su ahorro
"por el bien común". Siguió caminando. Uno de los edificios llamó particularmente su atención, tenía
encima de la puerta principal una enorme rueda de automóvil, un tanto diferente a las que ella conocía,
pero la reconoció, y estaba segura de que se trataba de una cubierta de auto y su correspondiente llanta.
Al ojear la puerta leyó una placa con su propio apellido. Se trataba de la empresa de su padre, no cabía
duda. Empujó una de las puertas de cristal para entrar, le costó un poco de trabajo que las bisagras
trabajaran, les faltaba lubricación. Una vez adentro, divisó una mesada de mármol, algunas pantallas y una
escalera, había también tres compuertas de metal pulido con botones sobre los laterales, pero no encontró
la manera de abrirlas. Se dirigió a la mesada de mármol, que parecía ser una suerte de recepción, sobre
ella había un periódico. Entre otros titulares cuya importancia parecía menor, leyó: "A tres días de la
inauguración del prototipo de fusión". Abrió el diario en la página indicada bajo el título. El artículo estaba
fechado un 15 de Junio de 2043. En él se explicaban aspectos generales de una llamada "crisis del
petróleo", sustancia que aparentemente era ya demasiado difícil de extraer, con los consecuentes
inconvenientes para la obtención de energía y de materia prima para la industria. Paseando la vista sobre el
informe, ubicó la foto de un molino de viento como los que había visto afuera. Había también explicaciones
sobre otros métodos de obtención de energía, desde centrales que, según se explicaba, obtenían energía
de las mareas, hasta una nueva forma de reacción que se basaba en la fusión de los átomos de un elemento
muy particular. Una nueva central estaba siendo construida cerca de Liverpool para comprobar si
realmente funcionaría a mayor escala. Su inauguración estaba prevista para tres días después de fechado el
artículo.
Cerró el diario y se retiró de la mesada. Subió las escaleras, su intención era llegar a lo más alto
para poder ver desde arriba toda la ciudad y tener un panorama más claro de la situación. Llegó arriba con
algo de dificultad, la luz no era mucha en el edificio, y por más que presionó interruptores a lo largo del
ascenso, no ocurrió cosa alguna. Tuvo que forzar un poco la vista y continuar escalando hasta alcanzar la
cúspide, que tenía paneles de cristal alrededor de toda la torre, lo que permitía apreciar la ciudad en una
amplitud de 360 grados.
Lo que vio no le gustó nada. No encontró en todo el horizonte una sola cosa que pareciese viva,
nada se movía, todo estaba teñido de ese color rojizo, no existía el verde. Hasta un mundo completamente
gris le hubiese resultado más placentero. Ni siquiera el mar y el puerto tenían movimiento, y hasta el color
del agua, si bien no se podía apreciar del todo gracias a esa niebla roja, parecía muerto. Cuando
comprobó definitivamente que sólo podría ver estúpidos molinos de viento, inertes edificios abanados y el
colorado éter o el agua ponzoñosa, bajó la escalera decepcionada y se detuvo un piso más abajo del
mirador.
En ese piso había una oscura puerta de madera al final de un corto pasillo con un alfombrado
escarlata de bordes dorados muy elegante. Curiosamente no había notado la presencia de aquella puerta
mientras subía, tal vez debido a la falta de luminosidad y a que estaba emocionada por llegar a lo alto de la
torre. Aquella era, sin duda, la oficina del director de la empresa, y sintió curiosidad por ver qué había
dentro. Abrió la puerta, ésta vez con facilidad, aún cuando notó que se trataba de una pesada plancha de
roble finamente trabajada que pesaba probablemente sus buenos kilos. La habitación era amplia, pero no
tenía muchas cosas dentro, había apenas unos sillones distribuidos sobre la superficie, que estaba tapizada
con la misma alfombra del pasillo, unos estantes con trofeos y libros y un escritorio de características
similares a las de la puerta con su sillón de cuero negro y alto respaldo, que se recortaba delante de un
generoso ventanal que ofrecía una vista amplia hacia el oeste. Desde allí se veían también el mar y el
puerto. Si bien los cristales estaban un tanto sucios, la luz era en ese lugar suficiente y la visión se hacia algo
mas sencilla que en el resto del rascacielos. Colgaba de una de las paredes una pantalla con la fecha y la
hora, 19 de Junio, 2043, tres y veinte de la tarde. Se dirigió hacia el escritorio, sobre el cual se hallaban
algunos artefactos que ella no conocía y papeles de diversas características. En el centro había una página
impresa y una taza sucia, manchada de negro, como si alguien la hubiese dejado reposar unos años con
café dentro.
Esa página atrapó su atención, el titulo era "Accidente en el prototipo de reactor de fusión. Se
ordena inmediata evacuación". El informe decía que era menester la evacuación de toda la zona en el
menor tiempo posible. El prototipo estaba ubicado 40 kilómetros al este de Liverpool, y el radio que
afectaría pocas horas después de la falla era de unos 100 kilómetros. Se recomendaba a toda la población
desplazarse hacia el sur de ser posible, pero se les aseguraba que cualquier dirección que no fuera el este
era buena. Habría, continuó leyendo, grupos de militares y barcos en el puerto para facilitar la huida.
Las cosas estaban claras, había sido aquel accidente el que hizo que su ciudad, otrora poderosa,
hermosa y llena de vida, se transformara súbitamente en aquel pálido complejo de edificios, donde el aire,
enrarecido, intoxicaba casi a cualquier ser viviente, y donde el mar tenía un color tan venenoso que al
mirarlo lo invadía a uno la tristeza... tristeza, más que ninguna otra cosa, de saber que no siempre había
sido así. Era entonces ese el destino que la ciudad había corrido, debido a aquella extraña necesidad del
hombre de construir ese prototipo, y sin duda a algún descuido en el desarrollo del proyecto. Llena de
angustia, nuevamente, pero esta vez de una manera más real que la primera, cuando viera el mar y lo que
intentaba ser un horizonte, se tiró sobre la alfombra y comenzó a llorar. Un llanto quieto, de esos donde los
ojos simplemente se dejan llenar de lágrimas que luego corren sin apuro por las mejillas mientras la mente
se enturbia en complicadas dilaciones, acaso carentes de puerto al que llegar.
Y fue así como despertó, con la mente en una nebulosa y la almohada húmeda de saladas
lágrimas. Con un miedo que no podía explicar, y con un sueño que no recordaba del todo bien hasta ver,
mientras desayunaba, la relajada sonrisa de su padre que le decía que todo estaba bien.
BIBLIOGRAFÍA:
• Revista "Deutschland", Abril/Mayo 2006, Alemania
• "Uso eficiente de la energía: el otro combustible alternativo" http://www.abb.com/mx
• Aeren, "Los retos energéticos del SXXI"
• Miró, F., "El mundo ante el cenit del petróleo", Aeren
• Revista "Fusión", Enero 2005, España
• RAM- Revista del Aficionado a la Meteorología, "Cambio Climático"
• Prieto, P.A., "Un cuento de terrorismo energético"
• Menéndez Pérez, E., "Reflexiones sobre la próxima crisis de los hidrocarburos"
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