introduccion - Universidad de Murcia

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PRÁCTICA ARTISTICA Y POLÍTICAS CULTURALES
INTRODUCCION
La democratización de la cultura y el libre acceso de los ciudadanos a la misma ha sido probablemente el principal objetivo de las políticas culturales de los países occidentales durante la segunda mitad del siglo veinte. Se entendió que no sólo el acceso a la cultura era un derecho ciudadano, sino que la extensión de las prácticas culturales contribuiría
a la cohesión social y constituiría un índice del bienestar de determinada población. Democratizar no es, sin embargo, sinónimo de masificar y, aunque la cultura de masas sea un
fenómeno paralelo al proceso democratizador, su potenciación no puede constituir el objetivo de ninguna política democrática. El retraimiento de la inversión pública en cultura, el
abandono de políticas culturales activas o la aplicación de criterios extemporáneos están
provocando una creciente invasión del sector cultural por parte de la industria del ocio y,
con ello, una creciente confusión de lo democrático y lo masivo.
La Universidad tiene una responsabilidad ineludible en este ámbito. No sólo como l ugar donde pensar, desde la cultura y el arte, los cambios que a nivel geopolítico, micropolítico, social o medioambiental están transformando nuestra experiencia y condicionando
nuestro futuro, sino como lugar desde donde proponer políticas culturales activas que
incidan en la ciudad, recuperen la herencia crítica y estimulen a una participación de los
agentes culturales en la gestión de la colectividad.
Con este objetivo se realizaron, organizadas por el Aula de Debate y el Servicio de
Actividades Culturales de la Universidad de Murcia (en colaboración con diversas asociaciones profesionales e instituciones relacionadas con la dinamización de la cultura) unas
Jornadas de reflexión sobre “Práctica cultural y acción ciudadana”, cuyos resultados ahora
presentamos.
Se trataba de reflexionar sobre las prácticas artísticas y culturales contemporáneas y
sobre los modos de actuar desde la gestión cultural para conseguir una mayor incidencia
en el contexto ciudadano. Desde el principio teníamos claro que no podía ser una reunión
de especialistas en gestión cultural. Se trataba más bien de reunir a una serie de personas
comprometidas en la creación, el pensamiento y la acción cultural para tomar el pulso a
las tensiones que actualmente atraviesan este campo. Siendo muy conscientes de que el
ámbito de la acción cultural está siempre estrechamente enlazado a las transformaciones
sociales y políticas que nos afectan, y de las que no podemos desentendernos.
La propuesta de este ciclo de conferencias tenía, por tanto, una dimensión transversal,
y apuntaba directamente hacia la corrección de la especialización excesiva que en las
últimas décadas ha caracterizado el tratamiento universitario de la cultura tanto en sus
planteamientos docentes como en el ámbito de la extensión universitaria. Ya a principios
del siglo veinte, Antonio Machado advertía por boca de Juan de Mairena: “Cuando el
saber se especializa crece el volumen total de la cultura. Ésta es la ilusión y el consuelo de
los especialistas. ¡Lo que sabemos entre todos! ¡Oh, eso es lo que no sabe nadie!” En las
zonas más privilegiadas de la actividad social, la investigación científica o la gestión empresarial, resula difícil concebir procesos de investigación o trabajo sin equipos multidiscplinares o compuestos por personas formadas en más de una disciplina. En cambio, en el
ámbito de la cultura humanista y la gestión de las artes, seguimos manteniendo compartimentaciones obsoletas.
Si el tratamiento de la cultura está así de especializado, resulta comprensible que al
mismo tiempo se encuentre aislado de las problemáticas sociales y de las preocupaciones
políticas que afectan a la ciudadanía. Y por preocupaciones políticas no nos referimos
exclusivamente al ámbito de la política institucional, sino a la ordenación del espacio
público en su totalidad y a los ámbitos de responsabilidad ciudadana. Es precisamente la
abdicación de nuestras responsabilidades ciudadanas la que contribuye en muchos casos a
la pauperización del ámbito cultural o a la concepción de la cultura exclusivamente como
una herencia, como algo del pasado y no como algo vivo, que se mantiene vivo gracias a
la intervención presente, incluida la acción artística, y que, al estar vivo, afecta a los modos de organización de lo público.
En el ámbito de las ciencias experimentales, la investigación universitaria no se limita
o no puede limitarse a alimentar los proyectos institucionalmente predeterminados, sino
que plantea constantemente retos morales, subraya deficiencias tecnológicas o propone
alternativas más eficaces o menos dañinas para el ser humano o la naturaleza. ¿Por qué en
el ámbito de las humanidades la Universidad no puede disponer de espacios para el ejercicio de la reflexión y el pensamiento crítico, que no sólo alimenten los proyectos o las
inercias políticas, sean del signo que sean, sino que contribuyan a la construcción de la
convivencia? Estamos convencidos de que en la Universidad son posibles esos espacios,
porque es en la Universidad donde como en ningún otro espacio social debería está garantizada la libertad incondicional de palabra y cuestionamiento.
Los textos recogidos en esta publicación remiten a experiencias y a proyectos tanto
como a ideas o teorías. Confiemos en que puedan contribuir a la elaboración de propuestas de acción que permitan nuevas orientaciones en la concepción de la actividad cultural
a desarrollar desde la Universidad, desde instituciones privadas, desde diversas instancias
administrativas, sin olvidar el necesario diálogo entre la administración y los ciudadanos a
través de los numerosos colectivos artísticos y culturales.
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