Leer - Asociación Educar

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Monografía
Curso de Capacitación Docente
en Neurociencias
Alumna: Mariana V. Fumagalli
www.asociacioneducar.com
Mail: [email protected]
Facebook: www.facebook.com/NeurocienciasAsociacionEducar
Cerebro y Aprendizaje
Sorprendentemente explorable,
inimaginable por
momentos,
fascinante,
increíble serían solo algunos de los calificativos que podrían ser usados para
describir el trabajo incesante de nuestro cerebro. Para estar a su altura, los
docentes tenemos el desafío de hacer que a través de la educación nuestros
alumnos desarrollen la capacidad de comprensión, análisis y evaluación y que
dicha
ecuación
propicie
la
libertad
de
pensamiento
y opinión,
pero
fundamentalmente que favorezca el crecimiento de individuos con valores más
humanos y felicidad interior.
Hoy en día, transferir un determinado conocimiento utilizando la misma
metodología que hace 200, 100 o 10 años atrás podría ser considerado vintage.
Término que se adecua perfectamente a la educación ya que éste suele basarse
en varios pilares como la calidad (se necesita materia prima de primer nivel: los
docentes), la historia (el bagaje genético: cientos de genes son los responsables
de controlar nuestra capacidad de aprendizaje) y el reciclaje (todo conocimiento
puede revalorizarse y profundizarse en cualquier momento). Gracias a este último
concepto de reciclaje, la enseñanza ha logrado alcanzar, con el paso del tiempo,
metas insospechables. Fue mejorada y optimizada con creatividad del docente,
factor crítico tradicionalmente olvidado. Ningún educador en el siglo 19 que haya
adherido al “Grammar Translation Method” para enseñar inglés como segunda
lengua, hubiese imaginado hacerlo sin escribir las palabras que deseaba enseñar
con su traducción al español
para ser memorizadas por sus alumnos. Por
ejemplo, “clock” = reloj. Aplicar esta metodología hoy iría en contra del avance del
conocimiento del cerebro humano. Los estudios y la experiencia han demostrado
que uno de los grandes enemigos del aprendizaje teórico es, ni más ni menos, el
aburrimiento. Seguramente a aquel docente se le haría difícil captar y mantener la
atención de sus alumnos sin sospechar el por qué. Lo que lamentablemente no
sabía es que sin atención no hay memoria y si no hay memoria no hay
aprendizaje. Cuanto más efectivas y memorables hubiesen sido sus clases si
hubiera sabido que las sorpresas, las novedades, la variación de estímulos
sensoriales, los cambios en el volumen y ritmo de la voz, el uso de historias, el
humor o el compartir experiencias liberaban un neurotransmisor, la dopamina, que
interviene
en la motivación, el entusiasmo y fija el conocimiento. Ese mismo
docente hoy,
con toda la información que hay respecto del cerebro y el
aprendizaje, para enseñar la palabra “clock” les hubiese pedido a sus alumnos
que
cerraran
siguiente:
sus
ojos
Nota de voz 003 (1).m4a
por
un
momento
y
que
escucharan
lo
(ya que todo lo que aprendemos llega a nuestro
cerebro por los sentidos). De esta simple manera, el sistema atencional esta ya
funcionando. Esta capacidad de captar y centrar la atención es la antesala del
aprendizaje y la memorización. Pero todavía en esta etapa no podemos tener la
sensación de deber cumplido. El aprendizaje cognitivo-ejecutivo es básicamente
lento, requiere esfuerzo consciente y repetición constante. “Clock” fue acumulado
en el área de asociación temporoparietal y luego fue manipulado por los LPF (área
dorsolateral). La última etapa, la de transición, es fundamental. Pensar y repasar
repetidamente
en
lo
aprendido
produce
que
esto
se
vaya
copiando
progresivamente en las áreas laterales del cerebro. El hipocampo será el
encargado de llevar la información a la corteza para pasar de la memoria de corto
plazo, a la intermedio y finalmente a la de largo plazo. Para que ello suceda,
deberíamos pedirles a nuestros alumnos que no solamente cerraran sus ojos y
escucharan el repiqueteo del reloj, sino que trataran de recordar la última vez que
hayan escuchado tal sonido, dónde estaban, el color del reloj y la emoción que
éste les haya provocado en ese momento, por ejemplo. De este modo, estamos
desarrollando y trabajando funciones ejecutivas (atención ejecutiva, autoobservación y la habilidad para reconocer nuestras propias emociones). Dado que
pensar y moverse están estrechamente ligados, nuestros alumnos se podrían
convertir en “clocks” vivientes y mover sus brazos cual agujas del reloj, marcando
la hora que la “teacher” les indique. El movimiento nivela el estado emocional del
grupo (activamos nuestro cerebro emocional), libera tensiones, oxigena el cerebro,
libera dopamina, produce neurotrofinas entre otros efectos positivos. Considerando
que el período de atención sostenida es corto en niños (edad biológica +2) y en
adolescentes y adultos entre 20 y 30 minutos, debemos hacer “pausas”. Dichas
pausas pueden ser aprovechadas haciendo que nuestros alumnos se muevan o
haciendo un chiste. Lograremos que ellos no solo recuerden el principio y final de
nuestra clase sino también lo que pasó en medio de ésta (efecto Von Restorff).
¿Pero cuál es el verdadero objetivo de la educación? ¿La transferencia de
conocimientos? La respuesta es rotunda: NO. Tal como dijo Aristóteles: “Educar la
mente sin educar al corazón no es educar en lo absoluto.” La felicidad de nuestros
alumnos es la base y fin último de cualquier educador. El aprendizaje es un
proceso personal que no solo depende de la carga genética, sino también del
entorno próximo y del contexto socio-cultural. Nosotros, los educadores somos ese
entorno próximo a copiar. Nuestros alumnos deben ser esos espejos que nos
imitan. En los seres humanos este tipo de mecanismos de espejo se cree que
participan directamente en la comprensión de las conductas de los demás,
intervienen en el aprendizaje por imitación y en el procesamiento del lenguaje. La
capacidad de imitar son los cimientos de la cultura humana y de la transmisión del
conocimiento.
El Dr. Giacomo Rizzolatti en 1996 descubrió lo que
se llamó NEURONAS ESPEJO, aquellas que se activan indistintamente cuando
llevamos a cabo una acción o simplemente cuando la vemos o escuchamos de
otros, haciéndolas propias. Como las regiones cerebrales que las contienen se
comunican con el sistema límbico, centro cerebral de las emociones, y como este
sistema guarda una relación directa con la empatía, capacidad para ponerse en el
lugar del otro y saber lo que siente o incluso lo que puede estar pensando, los
docentes, sin dudas, debemos generar climas emocionales positivos. Nuestros
cerebros primitivos si detectan amenaza (malas caras o tonos de voz, información
que considera supera sus capacidades) se defienden o huyen. La dopamina,
neurotransmisor que ya ha sido mencionado, genera un circuito anticipatorio,
haciendo que la UCCM se anticipe a considerar que si algo fue atractivo lo volverá
a ser la próxima vez. Por dicha razón, para no activar el modo supervivencia, el
aula debe ser un lugar ordenado, limpio, con objetos agradables y conocidos y a
cargo de un capacitador asociado al placer por el aprendizaje, inspirador de
confianza y colaborador en la superación de desafíos.
Seguramente hay un camino largo a recorrer en el conocimiento del cerebro y sus
respuestas respecto del aprendizaje pero hay algo que es indiscutible, solo un
docente va a poder hacer entender y cambiar la mirada de cualquier ser humano
hacia el exterior e
interior de sí mismo. Somos los responsables no solo de
impartir conocimientos sino fundamentalmente que nuestros alumnos mejoren y
desarrollen
la
resiliencia,
la
destreza
de
la
inteligencia,
aprendan
a
neurosicoentrenarse (lograr frenar los impulsos que la bomba de tiempo que es la
amígdala produce), sean alfabetizados emocionalmente (enseñarles a entenderse)
y que sientan ganas de volver, al bien llamado, segundo hogar. En conclusión,
debemos darles el vestido de gala, los conocimientos, para participar en la fiesta
de la vida y que esa fiesta sea colorida y animada por las propias experiencias de
vida.
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