Taller del perdón

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Reflexiones a partir del Terremoto
P. Álvaro González
Quiero compartir algunas reflexiones y experiencias que he hecho en estos días postterremoto.
Han sido días llenos de emociones fuertes de pena, dolor, rabia, temor, impotencia.
Estoy seguro que son muchos los que están emocionalmente cansados, agotados.
El terremoto ha tocado todas las dimensiones de la vida. Está en juego desde lo más
pequeño: fotos, recuerdos, afectos hasta lo grande: costo de la reconstrucción, casas, colegios,
hospitales, problemas sanitarios, etc.
Los terremotos duran más tiempo en el alma y en el imaginario de las personas que el
tiempo del movimiento telúrico. Quedan en nosotros imágenes, temores, desconciertos, recuerdos,
rabias.
Me parece importante que todos, especialmente nosotros como cristianos y servidores,
podemos ser un recurso para las comunidades donde estamos insertos. Son muchos los
especialistas en lo económico, pero son pocos los que pueden ayudar en este campo socio-afectivo,
que es algo tan central en la vida de todos.
No podemos participar en la reconstrucción de caminos, casas, escuelas y hospitales pero si
podemos contribuir en el cuidado de la salud mental y de la salud espiritual de muchos.
Lo que más me interesa es contribuir en que ninguna persona pierda grados de humanidad.
Esto es un tesoro que tenemos que cuidar porque es un hermoso don de Dios
Estamos viviendo un duelo nacional. Todos hemos perdido cosas valiosas. Algunos sus
viviendas, sus familiares y amigos, otros la estabilidad, la paz, la seguridad, el control.
Desde que nacemos hemos luchado por familiarizarnos con el mundo, con la cultura, con el
entorno físico. Cada uno ha buscado construir un nido que le es conocido con apegos
significativos que dan seguridad.
El terremoto desordenó todo, nos desmanteló y nos cuestiona la vida, los valores, las
costumbres. Hemos empezado un tiempo nuevo y tenemos que ajustarnos a una nueva realidad.
Los procesos de duelo toman tiempo. Hay cuatro momentos por los que vamos pasando y
que podemos reconocer lo que nos facilita vivir nuestro propio proceso y ser recurso en el caminar
de los que están junto a nosotros:
- Etapa de shock y de satisfacción de las necesidades básicas.
- La indignación y la culpabilización: “no compré seguros”
- La pena, la rabia, la depresión.
- La aceptación de la nueva situación y la conformidad.
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Quiero compartir cuatro palabras que cada una tiene profundas raíces cristianas. Ellas nos
pueden orientar en el emprendimiento de acciones que ayuden a las personas y comunidades que
nos han sido encomendadas.
1.
Las palabras son: vulnerabilidad, dolor, consuelo, ética.
VULNERABILIDAD
Es una realidad constitutiva de nuestra condición humana pero que nos esforzamos por
olvidar. Nuestra fe nos enseña que somos una frágil hierba sacudida por el viento.
“El Verbo se hizo fragilidad”
El contexto cultural moderno en el que estamos sumergidos, en cambio pone énfasis en lo
fuerte, en el tener, lo exitoso, la seguridad, la necesidad de control, la racionalidad.
Por eso nos cuesta tanto reconocer y aceptar que somos vulnerables, que sentimos miedo y
en estos días todos lo hemos sentido en abundancia.
“La vida de un hombre es la historia de sus miedos”
En lo profundo de todo hombre y en toda mujer hay un niño asustado. Necesitamos darle
derecho de ciudadanía al miedo que nos produce una realidad que nos sobrepasa ante la cual nos
sentimos desprotegidos, frágiles.
El miedo nos altera la percepción de la realidad y empezamos a sentirnos amenazados por
los cercanos y los lejanos, por un ruido, y se multiplican los rumores que dañan gravemente la
convivencia.
Cuando aceptamos que tenemos miedo esto nos permite entrar en comunión con nuestra
humanidad, con sus límites y debilidades. Son tantos los que en estos días creyeron que iban a
morir. (Fiesta de matrimonio donde el novio y la novia arrancaron a sus familias).
Necesitamos urgentemente quitarle a sentir miedo la connotación de cobardía. No tener
miedo es una enfermedad y un peligro porque no nos permite reconocer lo que amenaza nuestra
integridad física, psíquica y espiritual.
Necesitamos hablar de nuestras experiencias de miedo y hacerlo sin restricciones. Se ha
comprobado que narrar nuestros miedos es una experiencia sanadora. En las experiencias
traumáticas hay que hacerlo varias veces y cada vez se producen cambios porque vamos
digiriendo, elaborando la experiencia.
Necesitamos aceptar que todos somos personas necesitadas y podemos levantar los ojos y
las manos al Dios de la vida. Rezamos desde la pobreza, clamamos desde la necesidad.
Ejercicio:
-
¿Cómo yo manejo mi vulnerabilidad?
A menudo el sentir rabia en estas situaciones es una estrategia para ocultar nuestra
vulnerabilidad. Como también echarle la culpa a Dios, al gobierno, al vecino.
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En las comunidades pastorales podemos invitar a compartir los miedos. No lo que
hicieron, sino como vivieron esos 3 minutos que marcaron nuestras vidas, cuanto miedo sintieron,
en que parte de su cuerpo se albergaba.
Al compartir no se puede dar consejos, ni minimizar ni racionalizar el sentimiento, no se
puede discutir si es o no exagerado, inadecuado.
2.
DOLOR
Hemos visto y sentido tanto dolor junto a nosotros. Miles de personas inundadas por un
tsunami de experiencias dolorosas que al ver escenas y escuchar relatos impregnan nuestra vida
que nos producen dolores fuertes.
Necesitamos preguntarnos con una mano en el corazón
-
¿Qué van a hacer ellos con sus vidas desgarradas?
-
¿Qué podemos hacer nosotros para ayudar a que el dolor no los aplaste?
Podemos ayudar a sobrellevar tanta pena y dolor. Tenemos que entrar en el misterio del
dolor.
Es necesario tocar la finitud de lo humano, entrar en el desamparo, en la soledad, en la decepción;
primero en la propia y después en la de los demás.
“Nada sabe el que no ha sufrido”
Los consejos y recomendaciones no sirven. Ellos parten de nuestra propia realidad, de
nuestra experiencia y contexto vital y el de ellos es completamente distinto. Actualmente hay miles
de realidades y experiencias diferentes.
Nos cuesta mucho aceptar que no controlamos la vida, que somos aprendices de una
realidad que no entendemos, que nos sobrepasa, y tenemos que renunciar a entenderla.
-
Son muchas las preguntas que surgen en nuestro interior:
¿Porqué a nosotros?
¿Por qué la vida es así?
¿Por qué Dios en su bondad y omnipotencia permite esto?
El dolor se acompaña, no tratemos de entenderlo, de buscar razones que lo expliquen.
Lo incomprensible en muchas personas produce rebeldía, rabia, desconcierto, los descoloca.
Lo que necesita el que sufre es ser escuchado, ser acompañado, que respeten el misterio
del dolor tal como está presente en su vida.
Salmo 88 “Señor, Dios mío, de dia y de noche grito hacia ti”.
No podemos pedirle a Dios que nos libre de pasar experiencias dolorosas, pero sí
podemos pedirle que nos acompañe y que dé sabiduría para darle sentido a esta experiencia.
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El dolor nos presta un buen servicio, nos hace perder la idea de omnipotencia, que es
una tentación constante, nos iguala en humanidad, nos hace madurar y nos obliga a replantearnos
lo que vivimos.
Hay cuatro pasos que nos pueden ayudar a vivir el dolor propio y acompañar el dolor de
los demás.
a)
Pasar del escándalo al misterio.
El dolor nos enseña el lugar nuestro en la creación y a vivir con humildad, envueltos en el misterio.
El dolor nos transforma y nos hace madurar. A veces nos endurece, nos rebela, pero a la larga nos
acerca a la verdad de la vida y de nosotros mismos.
Tenemos que cambiar nuestra pregunta a Dios ¿Por qué nos haces esto? a “Tu conoces nuestra
debilidad, ayúdanos”.
No es resignación sino complicidad.
b)
Pasar de la imagen de Dios poderoso al Dios amoroso.
Necesitamos replantear la imagen que tenemos de Dios. El es un misterio, el gran desconocido, el
imprevisible. Creer en un Dios poderoso no significa que es capaz de cualquier cosa. El poder de
Dios dice relación a la vida, al bien, no lo emplea para dañar.
Normalmente esperamos en un Dios que salva desde el poder, que nos evite el dolor, la muerte.
Este no es el Dios de Jesucristo.
Dios no salva a su Hijo del dolor sino desde el dolor. El Padre no salva a su Hijo Amado de la cruz
sino aceptando esta realidad y con-padeciendo con El.
Is. 53,13-43
c)
Pasar del dolor sufrido al dolor ofrecido.
Siempre el dolor es un absurdo. Para los cristianos el dolor no es algo bueno pero tampoco es
malo.
Solo adquiere sentido por el amor y lo ofrecemos poniéndonos en las manos de Dios para el bien
de otros.
Solo hay una manera de soportar nuestro dolor, necesitamos comprender y adherirnos al dolor de
Cristo
d)
Pasar de la indiferencia a la compasión.
Estamos llamados a evitar, aliviar y compadecer el dolor de los demás y esto le da sentido a
nuestra vida. No podemos quedar indiferentes ante el dolor. Es el enemigo común de todos los
hombres y por tanto en vez de evitar las situaciones de dolor, salgamos al encuentro con un
corazón acogedor
Ejercicio:
¿Cómo vivo el dolor propio, qué manifestaciones me produce?
(Comer, insomnio, inapetencia, desatención, irse para adentro, algunos se inmovilizan, otros se
ponen creativos)
-
¿Cómo vivo el dolor ajeno?
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3.
CONSUELO:
-
Isaías 40, 1-8
“Consuelen, consuelen a mi Pueblo…
Aquí está nuestro Dios, aquí está el Señor que apacienta su rebaño y amorosamente los
reúne”
-
2 Cor 1, 3-12
“El Dios de todo consuelo. El nos conforta en nuestras tribulaciones para que gracias al
consuelo que recibimos de Dios podamos nosotros consolar a todos los que se encuentran
atribulados”.
Consolar es un arte y un ministerio. Es una tarea indispensable que no podemos
descuidar.
Es dejarnos alcanzar por el dolor de los demás para que despierte en nosotros la
misericordia y el calor humano que habita en nuestra profundidad. Desgraciadamente son muchos
los que tienen temor de dejarse alcanzar emocionalmente por temor a confundirse, a perder
objetividad.
No podemos aceptar que el dolor y la pena se enquisten en el alma de una persona, en el
trasfondo de la vida de muchos.
Ellos necesitan y tienen derecho a ser acompañados por un corazón compasivo que entra
en comunión con el dolor de ellos.
Necesitamos creer que un oído atento o un abrazo apretado curan mucho más que los
consejos que podemos dar (experiencia de Don Manuel para la muerte del Padre Hurtado).
Cuando queremos consolar siendo fuertes los otros se van a sentir disminuidos. Es una
situación asimétrica. En la situación actual nosotros no somos ajenos, estamos también afectados.
-
Cinco actitudes que facilitan el consolar:
a)
Escucha activa que es la capacidad de recibir sentimientos sin juicios y comentarios de
manera que el otro se sienta respetado y digno de ser escuchado.
b)
Empatízar que es reconocer y seguir los sentimientos y la manera en que el otro percibe la
realidad. No basta seguir las ideas, lo que otro dice, ya que el dolor altera la lógica del discurso.
c)
Mostrar afecto que son pequeños gestos que expresen el cariño y la aceptación, la cercanía
y la delicadeza de alma.
d)
Contener que es tener un espacio y brazos resistentes para albergar la pena, el desgano, sin
tener que justificar porque siente eso.
e)
Formular una palabra comprometida que no brota de la razón sino desde todo nuestro
ser.
El silencio tiene un valor sanador al permitir que otro se exprese como sabe y como puede.
-
Es importante mencionar que hay algunas maneras de consolar que son inadecuadas:
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a)
El consuelo de tontos: “Esto ya va a pasar”, “Hay gente que sufre mucho más”, “A ustedes
no les pasó tanto”
b)
El consuelo que invita a evitar: “Hagamos un asado para pasar la pena”, “Vamos a
vitrinear al Mall”, “No hay mal que por bien no venga”.
c)
El consuelo arrogante: “La fe me hace fuerte, invulnerable”.
Ejercicio:
-
Formen grupos de a tres.
Uno del grupo entra en comunión con su dolor, se pone en posición física recogida.
Los otros dos después de unos momentos buscan como hacerlo que se abra al consuelo.
Análisis: ¿Qué recursos usaron: palabras, cariño, fuerza?
Conclusiones: ¿Qué aprendí con esta experiencia?
4.
Ética
- En este tema son mucha más las preguntas que las constataciones.
En situaciones de gran inseguridad sale a luz lo mejor y lo peor de las personas, de las
sociedades. Todos tenemos en nuestro interior un bárbaro y un noble pero, curiosamente, vemos en
nosotros lo noble, en los otros lo bárbaro.
“Nada es mas tortuoso que el corazón humano.¿Quién puede conocerlo?”
Jeremías 17
- Mientras unos lloran, otros se aprovechan de las necesidades y escaseces de los demás. Unos
roban y otros que se sobre aprovisionan o que suben los precios a niveles desmedidos. Es la ley de
la selva donde sobreviven los fuertes o los astutos.
- Es la competencia despiadada donde lo importante es ganar, controlar el mercado no importando
los medios que se utilicen.
- El bien común no está en el horizonte de muchos. Lo primero es mi bienestar, la suerte de otros
es problema de ellos, no mío.
El consumir, mi tranquilidad, mi propio interés está por sobre el cuidado de otros.
- Salen a la luz los desórdenes valóricos que son más extendidos que lo que alcanzamos a
imaginar y que en lo corriente de la vida no resaltan, están latentes, pero actuantes.
- Hay una sed insaciable de dinero y de posesiones, de prestigio, de poder. Lo importante es la
satisfacción de las propias necesidades y cubrir las propias inseguridades y la vulnerabilidad.
El individualismo impregna casi todo lo que hacemos, es un postulado básico de nuestra
cultura, es casi un culto. No tenemos conciencia que es profundamente destructivo, nos hace
solitarios y lleno de temores, desconfiados, nos hace ciegos. Esto daña a miles de personas con las
cuales convivimos.
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- Está en la vida familiar, en la vida laboral, en los negocios, en los barrios y comunidades, en cada
uno de nosotros.
- Es otra lógica que hemos adquiridos sin darnos bien cuenta pero que no responde a las
invitaciones del Evangelio. Lo nuestro es la pertenencia, la creación de vínculos, el servicio.
Estamos llamados a ser hombres y mujeres que nos formamos para ser novedad, vivir
contraculturalmente, tenemos tradición de subversivos.
- ¿Cómo estamos enseñando a realizar los sueños cristianos de ser una familia de hermanos y
hermanas que tenemos un Padre amoroso y que nos juntamos a compartir la mesa?
- Hoy tenemos ante nosotros una posibilidad, un momento privilegiado de invitar a construir un
Chile novedoso, a desarrollar una cultura solidaria, fraternal, más justa y más hermosa. El Señor
nos da posibilidades inmensas de evangelizar al acompañar en estos procesos.
- El Señor nos acompañe en estas aventuras locas que han marcado los siglos y de la cual nosotros
somos herederos y continuadores.
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