reflexiones ante la triste noticia del cierre de la parroquia de san

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REFLEXIONES ANTE LA TRISTE NOTICIA DEL CIERRE DE LA PARROQUIA
DE SAN CARLOS BORROMEO, EN EL BARRIO DE ENTREVÍAS (MADRID)
Ante la noticia, nos hemos sentido obligados a reflexionar sobre lo que está pasando
en nuestra sociedad y en la Iglesia Católica.
Sabemos que no somos quienes para dar lecciones a nadie (Jn. 9, 1-34); pero
tampoco esperaremos a estar libres de pecado para hacer unas reflexiones, ya que de lo
contrario nadie podría decir nada, y algo hay que decir, no para condenar, sino para
reflexionar con humildad, analizar los hechos y sacar conclusiones.
Cuando surge un problema entre las personas, el primer paso es reconocer que este
problema existe; el segundo es analizar en donde se encuentra el punto de fricción y, por
último, buscar, a través del diálogo, una solución acorde con la Verdad, exenta de
intereses particulares, partidistas y, sobre todo, de miedos amordazantes.
“En la Cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos...” Nos parece que
en la cátedra de Pedro se han vuelto a sentar los moralistas, los burócratas, los
inquisidores.
Nadie puede reconocer en ellos el más mínimo gesto de amor a sus semejantes. Son
más bien los cancerberos de un tinglado, que luchan para que no se le venga abajo, y ven
enemigos por todos lados.
Cuidado, que las prostitutas y los afeminados se nos adelantan en el Reino de los
Cielos. El Maestro fue muy duro con los usurpadores de la Cátedra de Moisés. ¡Cuidado! No
vayamos a ser usurpadores de la Cátedra de Pedro... Ya sabemos lo que les dijo a los
primeros...
Es la misma historia de hace 2000 años.
También nos llama la atención que todo esto ocurra por la fiesta de la Pascua, como
cuando condenaron a Jesús.
¿Acaso, al igual que entonces, el poder religioso se alía con el poder civil para evitar
que alguien se atreva a proclamar, con su vida, que es posible amar a sus hermanos, sin
distinción de raza, nacionalidad, categoría social...?
Entonces la excusa para condenar fue que había blasfemado por llamarse hijo de
Dios. Ahora la excusa para cerrar una parroquia es que allí no se respeta la liturgia oficial
(que dicho sea de paso en ningún momento instituyó el Maestro). Esta liturgia ha ido
creciendo como un tumor, a la vez que ha ido desplazando al Espíritu Santo y la Buena
Noticia que es, ante todo, de Salvación para los marginados.
Lo más parecido a la última cena es una celebración en la parroquia de San Carlos
Borromeo de Madrid, donde caben todos los excluidos, y no una clásica misa en la Catedral
de la Almudena, donde caben todas las autoridades civiles (“ateos y que quieren cargarse a
la Iglesia”- en boca de algunos miembros de la jerarquía eclesiástica-), que no comparten
nada... Eso sí que se aleja del espíritu de Jesús.
Quizás los que condenan no se hayan enterado aún, como no se enteraron entonces,
de qué es el Amor. Tan preocupados están (hoy como entonces) de largos rezos, de ocupar
los primeros puestos en las iglesias y codearse con las autoridades, que se les pasa por
alto descubrir y practicar el Amor entre la gente más sencilla que intenta vivir la fe.
Están tan despistados, tan lejos de esta verdad liberadora y tan metidos en su
“Liturgia” que se les escapa el verdadero sentido de lo que Jesús quiso revelarnos.
Y si hay alguien que intenta vivir como vivió Jesús, se asustan y lo expulsan de su
círculo. Cuando deberían estar orgullosos de contar en sus filas con alguien contemporáneo
que ha quemado lo inútil de la parafernalia de la Iglesia Católica actual y se ha quedado
exclusivamente con el mandato del Maestro:”Un nuevo mandamiento os doy, que os améis
los unos a los otros como yo os he amado”. “El primer mandamiento es amar a Dios con
todas tus fuerzas, con toda tu alma con todo tu corazón, y el segundo es semejante al
primero”.
De los miles de mandamientos que tenía la comunidad judía, el Maestro sólo destaca
dos, y nada más que dos. Y toda su acción se encamina a repetir este mensaje por activa y
por pasiva: El gran amor que nos tiene el Padre para que nos contagiemos de él y hagamos
lo mismo con nuestro prójimo. Toda la crítica que les hace a los sacerdotes, escribas y
fariseos siempre es la misma: Dejaos de liturgias, dejaos de tonterías; mezclaos con la
gente y amadla tal como es.
Este Amor que Jesús quiere que nosotros vivamos tiene una expresión muy
concreta: “Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve
desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, estuve en la cárcel y me visitaste...
Cada vez que le hagáis esto a cualquiera de ellos, a mi me lo hacéis...”
Este Amor que viene de Dios Padre, que pasa a través de nosotros (si nosotros
queremos) y que se dirige al prójimo, tiene el sello de la realidad, de la aceptación, de la
unidad.
Y produce un efecto real para quien lo recibe: la liberación. Liberación de los
miedos, de las preocupaciones, de los rencores, de las enfermedades, de la desazón,...
Y como consecuencia renace el hombre nuevo, lleno de paz, de serena alegría,
dispuesto a abrazar a su prójimo en el más amplio sentido de la palabra. Estas
experiencias liberadoras a través del Amor, se están dando en el seno de la comunidad de
San Carlos Borromeo (en el barrio de Entrevías de Madrid), y con esto se quiere acabar en
nombre de “la liturgia” y de la “catequesis” (como si fuera más importante el Catecismo
oficial que el Evangelio vivido, que pasa a ser, inmediatamente buena noticia para los
excluidos y, por lo tanto, peligroso para el poder que siempre excluye).
Preocuparse más por la liturgia y la catequesis que por la atención al prójimo es, a
todas luces, un indicador de que los niveles del miedo están muy altos. Miedo a perder
prestigio social, miedo a la autoridad, miedo al futuro, miedo a apartarse de unas normas
cuanto menos asfixisiantes. Esto da pena porque así piensan se están perdiendo el Reino.
En cualquier rincón de España las iglesia están, de ordinario, semi-vacías: sólo
algunas personas mayores con mucho miedo de condenarse, porque no se han enterado
todavía de que Dios es, ante todo, Padre, y que por decirnos eso murió Jesús.
En San Carlos Borromeo la gente no está por miedo ni por obligación, sino por
necesidad de vivir su fe en comunidad. Pero es normal que al poder (civil) le preocupe que
allí, como cosa natural, se rompan los esquemas del “enfrentamiento entre culturas y
entre religiones”.
Lo que artificialmente se proponen en Asís, cada cierto tiempo, en Entrevías ocurre
de manera natural. Y es que, como dice la canción, donde hay Amor, allí está Dios. El Amor
borra todas las diferencias entre la gente. El Amor hace milagros que no pueden lograrse
de otra forma. Pero es que el Amor de verdad no se previene, es entrega total e
incondicional...
En realidad no tenemos otra prueba que la de Jonás. Jonás no quería predicar en
Nínive porque pensaba que no serviría de nada. Sin embargo fue llevado a la fuerza y su
palabra surtió efecto.
Enrique de Castro no fue por su gusto a trabajar a una parroquia de marginados. Su
obispo lo envió allí hace más de 30 años. Allí tuvo que ir cambiando sus esquemas mentales
para anunciar el Evangelio a los excluidos de la sociedad. Lo mismo le hubiera pasado a
usted o a mí, si hubiéramos estado en su lugar y hubiéramos sido tan valientes como él. Lo
mismo le pasó a Oscar Romero y le ha pasado a todos los grandes santos de la Iglesia.
Y es que los pobres, los indefensos, los marginados, los excluidos... hacen que el
Evangelio resuene en nuestras conciencias de “otra forma”, que no son palabras bonitas,
sino Palabra del Amor para con ellos... Y eso nos cambia a la fuerza. Creo que eso es
Espíritu Santo.
Creo en el Padre que Jesús nos mostró. Creo en Jesús, porque sus palabras son de
vida, y porque hay todavía personas que se atreven a demostrar que es posible vivirlas y
que no son para que se queden sólo en palabras. Creo en el Espíritu Santo (de Amor), y aún
podemos creer el la Iglesia-Comunidad-Pueblo de Dios, porque hay personas que, como
Enrique, Javier y toda su comunidad, se atreven a oír la Palabra de Dios y ponerla por
obras.
Que el Espíritu del Señor le conceda discernir desde la obediencia a Dios antes que
a los hombres y a los poderes... Se lo pedimos al Padre, en nombre de su Hijo, nuestro
hermano Jesús. Amén. Que así sea.
MC Fredeni
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