Buenas intenciones

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Buenas intenciones, buenos principios en los estudios
Llegados al segundo trimestre, quizás sea bueno leer este artículo y recordar los buenos propósitos de
septiembre.
Cuando empezamos nuevo curso, todos tenemos las mejores intenciones del mundo. Pero muchas veces nos
quedamos en eso, en buenas intenciones, pero después llega lo difícil, mantener el horario, encontrar tiempo,
etc., y al mes abandonamos.
- Hay niños que se ponen con toda su voluntad a las seis de la tarde y cuando se dan cuentan solo han hecho
una cosa y a las nueve de la noche su madre les llama para cenar (se ha pasado toda la tarde sin enterarse y
todos los deberes por hacer).
- ¡Me he quedado en blanco en el examen! Cuando llevo dos días estudiando y ahora no me acuerdo de nada.
- ¡Es que a mi hijo no le gusta estudiar, no es capaz ni de sentarse a trabajar. Se pasa la tarde en el televisor o
en el ordenador. ¡No se que hacer con él!
Todos conocemos o al menos nos suenan las técnicas de estudio: cómo nos debemos sentar ante una mesa
para estudiar (rectos, cómodos), con la higiene ambiental adecuada (luz, calor y ruido adecuado), controlar los
tiempos, saber hacer resúmenes, esquemas, etc. Pero luego no se pone en práctica.
Desde muy pequeños debemos educarlos en esta disciplina y en el estudio. En primaria, pueden ir más o
menos bien. Pero luego en Secundaria, pinchan. Esto se debe aprender y educar desde el principio, y además
desde CASA. Y digo desde casa, porque esto no es responsabilidad del colegio. El profesorado ya sabe de
memoria como hay que estudiar, y lo explican en las clases todos los años, pero luego hay que ponerlo en
práctica con el apoyo y la guía de la familia.
*Cuando se llega a casa por las tardes, hay tiempo para merendar, para hablar de cómo ha ido el
colegio, con los amigos, con los profesores, anécdotas nuevas... etc. Y a las seis de la tarde nos
ponemos a trabajar. Para esto no hay discusión. Todos tenemos responsabilidades y debemos cumplir con ellas
(si al principio cuesta, se puede poner un sistema de premios por acuerdos conseguidos). Se debe empezar ya
con los niños pequeños (les dedicamos una hora todos los días: leemos un cuento, hacemos un dibujo,
aprendemos a hacer puzzles, a recortar, a hacer los nudos de los zapatos....). Al principio significará tener que
ponernos todos los días sin excepción. Con el tiempo, veremos como podemos ir dejándolos a ellos solos y que
han adoptado esa costumbre de ponerse todos los días a trabajar. Si nos ha sobrado tiempo, podremos jugar,
ver un poco de televisión o jugar con el ordenador (siempre controlando el tiempo) y en este orden: primero
trabajo y luego distracción.
Hay padres que se quejan porque para merendar se ponen la tele y luego no hay forma de que la apaguen y se
pongan a estudiar. En este entrenamiento, para conseguir el hábito de estudio, hay que ponerse serios desde el
principio y hacerlo bien (para comer no necesitamos la tele).
*Ya con 7-8 años los podemos introducir en el concepto del tiempo de estudio. Para evitar el ejemplo
anterior de que se pasa la tarde y sin haber terminado los deberes, hay que practicar con el reloj y los horarios.
Por ejemplo, empezamos con un crucigrama al día. Controlamos el primer día lo que tarda (pongamos diez
minutos) y a partir de ese día le proponemos intentar ganarse a sí mismo y superar su propio record (9-8-7
minutos). Esto no es para agobiarles con el tiempo, sino para que comprendan como cuando nos ponemos un
tiempo, las cosas cunden de una manera y cuando no es así, pueden pasar horas para realizar el mismo
trabajo. Cuando antes terminen, más tiempo tendrán para jugar después.
Esto les sirve de calentamiento, para luego pasar a otra actividad. Leer todos los días al menos quince minutos
y también con buen ritmo.
Cuando ya van siendo mayores, el crucigrama lo podemos sustituir por algún ejercicio sencillo o alguna
asignatura fácil y breve, para luego pasar a la asignatura que más nos cueste o que tenga más trabajo del día
siguiente. No podemos dejarlo para el final ya que siempre habrá alguna excusa para no hacerlo (ya estoy
cansado, no me apetece, mejor que me lo expliquen mañana....).
*Los niños se acostumbran a hacer deberes (solo los ejercicios que les ponen en clase) todos los
días y con eso ya han cumplido. Esto no vale. Primero se estudia la pregunta y luego se hacen los
ejercicios.
Si un niño está atento en clase a la explicación (1º), lo estudia en casa (2º), lo aprende (3º), hace ejercicios
(4º), los corrige en clase (5º), hace resumen o esquema (6º) y repasa las preguntas cada cierto tiempo (7º)
hasta el día del control. ¿Cómo no se va a saber la lección para el día del examen después de al menos repasar
7 veces la misma pregunta?
Claro que si no está atento en clase, no hace los deberes y estudia el día antes del examen, ya sabemos lo que
saldrá.
*Cuando empezamos a educar a los hijos debemos tener claro que buscamos lo mejor para ellos y
en esta vida las cosas se consiguen con esfuerzo. En esa disciplina que queremos enseñarles por su bien
vamos a poder razonar que todos estamos cansados, pero que ellos tienen su trabajo por la tarde, igual que
nosotros con cenas, plancha, ayudar a los hijos en sus tareas... y lo hacemos con gusto. Al final del día, una
vez realizadas nuestras tareas, podremos descansar, leer, etc. Y nos acostaremos con la satisfacción del deber
cumplido.
María Concepción Luengo de Pino
Psicopedagoga
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