(*1) en la historia. En consecuencia pasó á Sevilla, llevando consigo sus libros, su herbario, y sus preciosos manuscritos, entre otros los de la Flora española, que estaba ya en disposición de darse á la prensa, y dejó en poder de su amigo Clemente los manuscritos y ejemplares relativos á la Ceres, en la que trabajaban juntos. Hizo su viaje herborizando , bien ajeno de la suerte que le esperaba en Sevilla; pues que todos los intervalos que le dejaron las arduas tareas de la lejislatura, los ocupó, entonces como siempre, en el examen de los vejetales, en cuyo estudio encontró el medio de mitigar los disgustos anejos á la nueva carrera, y de consolar su inocente ánimo aílijido por las infamias y maldades de los hombres. Son bien sabidos los horrorosos sucesos del día 13 de junio de 1823 en Sevilla: un populacho desenfrenado y atizado por el fanatismo relijioso y político se entregó á todos los escesos, y arrojó á las llamas ó sumerjió en el rio los equipajes de los diputados y empleados del gobierno, que se dirijian precipitadamente á Cádiz como al último baluarte constitucional. Entre estos equipajes se hallaba el de La-Gasca: casi toda su biblioteca y herbario, preciosísimos manuscritos, que pesaban 317 libras, y unos-f de este peso pertenecían á la Flora, todo quedó consumido en aquel mar de fuego; perdióse sin recurso un tesoro de la ciencia, perdiéronse los materiales de la gran obra, fruto de 30 años de trabajos y observaciones. Una plebe feroz que en medio de los mayores desórdenes mezclaba con sus alaridos el grito horrible de muera la nación, ¿ podia respetar un bello monumento de gloria y utilidad nacional? La-Gasca perdió su tesoro, y no se sabe como no perdió su vida. Hasta el último instante de su existencia espresó siempre el sentimiento que le causó tan irreparable pérdida; solo el que tenga el entusiasmo botánico de La-Gasca es capaz de conocer, mas nunca espresar, la intensidad de su dolor. Oigamos con