KAABA Wenceslao Calvo (11-03-2011) © No se permite la reproducción o copia de este material sin la autorización expresa del autor. Es propiedad de Iglesia Evangélica Pueblo Nuevo Kaaba es el nombre del santuario pre-islámico en La Meca, adoptado por los musulmanes como principal lugar santo de su religión. Está situado en el corazón de La Meca, ciudad santa del islam, en un patio de aproximadamente 108 metros de ancho por 164 de largo. La Kaaba, vocablo que significa cubo, propiamente tiene una planta de 10 por 12 metros y una altura de 15. En la esquina meridional está la Piedra Negra, objeto ovalado de unos 18 centímetros de diámetro, rota en trozos unidos por cemento. Tiene una desigual superficie, aunque suavizada por las constantes caricias y besos a los que está sujeta desde hace siglos por los musulmanes. Si es una roca basáltica o un meteorito está por determinar, aunque las probabilidades se inclinan por la segunda opción. Está empotrada en el muro a metro y medio de altura del pavimento, circundada por un marco de plata. En la esquina nororiental hay otra piedra del material común en la zona, colocada horizontalmente en el muro que recibe una veneración secundaria, siendo acariciada por los peregrinos con la mano derecha, pero nunca besada. Un delgado hueco en el lado oriental en el pavimento está señalado con mármol y es reverenciado como el lugar donde Abraham e Ismael mezclaron el material con el que edificaron la Kaaba. El techo está sostenido por tres vigas cruzadas, soportada cada una en el centro por una columna cubierta con madera de áloe decorada. En la esquina norte hay una pequeña puerta que da a una escalera al techo, usada solo por los encargados. El techo está cubierto por una cortina o manto que cuelga por los lados. Está fabricada en El Cairo, por una familia que tiene el monopolio hereditario y está hecha a base de seda y algodón. En el patio que rodea la Kaaba hay varias pequeñas estructuras en diferentes puntos del pavimento exterior que sirven para varios propósitos, cubriendo una de ellas el pozo sagrado Zamzam. Vista aérea de La Meca, en el centro La Kaaba La leyenda árabe afirma que la actual estructura es la décima en el orden histórico. La primera fue edificada por los ángeles antes de la creación; la segunda por Adán; la tercera por Set, siendo destruida en el diluvio; la cuarta por Abraham; la quinta por los amalecitas, descendientes de Sem; la sexta por los Beni Jurham, hacia la era cristiana; la séptima por Kusay bin-Kilab, quinto en orden de ascendencia entre los antecesores paternos de Mahoma; la octava en el año vigésimo quinto de Mahoma; la novena en el 686 d. C. (64 del calendario musulmán) por Abdullah bin-Zubaye, sobrino de Aisa, después de que la Piedra Negra hubiera sido partida por el fuego o por las armas de un enemigo; la décima entre 1652 y 1662 d. C. tras la destrucción parcial de la construcción por una inundación en 1652. La ceremonia de circunvalación se realizó en todas ellas, según la tradición árabe. Que la Kaaba tiene una gran antigüedad lo atestigua Diodoro Sículo, quien afirma que 'hay en este país (Arabia) un templo grandemente reverenciado por todos los árabes'. La misma universalidad de la reverencia testificada aquí y apoyada por la tradición árabe garantiza un antiguo origen para la estructura. En la Kaaba se produce el momento álgido de la peregrinación a La Meca. Así describe ese instante el viajero occidental Richard F. Burton (1821-1890), en su libro Mi peregrinación a La Meca: 'Nos encontrábamos por fin ante la meta de mi largo y penoso peregrinaje, cumpliéndose así los planes y esperanzas de muchos años. La imaginación otorgaba una cualidad de espejismo al inmenso catafalco y su sombrío palio, dotándolo de un encanto especial. No nos hallábamos ante enormes fragmentos de venerable antigüedad como en Egipto, restos de una armoniosa y elegante belleza como en Grecia o Italia, o el bárbaro barroquismo de los monumentos de la India; y, sin embargo, el panorama del célebre santuario era insólito, único: algo que muy pocos no-musulmanes habían podido contemplar. Puedo decir sin faltar a la verdad que, entre todos los adoradores asidos en medio de llantos a la cortina, o apretando su acelerado corazón contra la piedra, no había nadie Peregrinos musulmanes cegándose que experimentara una emoción mayor que la que sentía yo, el haji venido del extremo norte. haber visto Kaaba en Parecía que las poéticas leyendas árabes se hicieran realidad y que fueratras el aleteo de loslaángeles, vez de la fresca brisa de la mañana, lo que inflaba y hacía mover el negro manto que cubría el templete. Aunque, a reconocer verdad, sus sentimientos eran de religioso entusiasmo mientras que en mí había el éxtasis del esfuerzo premiado.'