UN TROZO DE BARRO DE OCAÑA, PINTADO CON PURPURINA 27 de agosto de 2016. Vicente, el taxista, desembarca en el Hotel Emperatriz, de Ocaña, al médico, dueño del Instituto Internacional de la Enfermedad Vascular, Dr. Yariv Malimovka, septuagenario, acompañado por Soledad Peña, abogada mercantilista. Ya tienen reservadas las mejores habitaciones. Limpias, con aire acondicionado, camas de 2 x 2. Duchas amplias. Con vistas al sur. El Hotel había regalado la estancia del garaje. Una avería en su automóvil, que no saben resolver en España, porque llevan esperando una pieza electrónica del Japón, ha provocado el uso del servicio público citado. Hace seis años, Dolores Coronado, muy altiva, quiso homenajear a éste médico prodigioso porque sin dolor suprimió sus varices necrosadas que tenía en su pierna derecha. Llamó al timbre de la Casa Parroquial y don Eusebio le entregó la llave de la Iglesia de San Juan. El Dr. no vio que allí existiera resto alguno de una sinagoga. ¡Ahora, Ahora!, le dice el Gorrinito Narizotas, horas antes de su viaje a Ocaña. ¡Llevan restaurando a costa de la herencia de las Escaleritas el edificio más importante, urbanísticamente hablando, de Ocaña!. Desde la calle se ve, ahora que ha sido meticulosamente retirado el yeso que cubría la fachada original, por donde pasaron la Reina de Castilla y Fernando de Aragón a comprometerse; por eso están allí las cadenas. Medio mes después se casaron, no en Ocaña, pero sí en esa España, que desde poco después empleo dos colores, rojo y gualda, para que los piratas supieran a lo que se atenían en los mares y océanos, si los españoles tenían que neutralizados por perversos. Don Eusebio tiene cara de un niño con zapatos nuevos. ¿Puedo enseñaros San Juan?. Al principio de conocerle hace muchos años creí que eran un cura pesado. Pero poco a poco fui descubriendo en él a un profesional extraordinario -al fin y al cabo no es ni más ni menos que el máximo responsable aquí de la Iglesia que Jesús fundó hace miles de años, poniendo la responsabilidad en el Vaticano, de poner allí a San Pedro un valiosísimo lugar-. Un día don Tomás, hablando por la calle, cuando aún no tenía problema de cadera, bajo los arcos de la Plaza Mayor (más pequeña pero más bonita que la de Noblejas), escuchó decir al imberbe Gorrinitos Narizotas: "Algo de Verdad habrá en la historia de ésta Compañía, cuando aún después de dos mil años, después de asesinar en tiempos de la Inquisición a personas como aquél que dijo que el planeta azul es una esfera, sigue viviendo, con religiosos que escandalizan al mundo. Pero eso sí, un Papa Francisco sin numeración; un Padre Ignacio incorrupto, un Don Tomás en Toledo y unos buenos curas en la Parroquia. Los no citados sólo son víctimas de su propia ignorancia, de sus propias debilidades, porque se creen en posesión de la verdad terrenal. No han aceptado aún que cada día el hombre sabe menos, y se conduce por peor camino. Cuando en la visita turística el párroco local abría una puerta que hay al sureste de la Capilla de los Chacón, para enseñar lo más antiguo que los arqueólogos consideran existe del edificio de San Juan, allí que el Gorrinito, como aquello parece ahora un desván, casi se dá con un pariente. Casi tropieza con un objeto duro, pequeño, frágil, con boca, de pié y pintado con púrpura dorada, pringado de telas de araña y polvo -que es lo que somos, polvo, tierra y nada según reza la lápida del Cardenal Portocarrero en la Catedral Toledana, a la entrada de la Capilla Mayor (Hic yacet pulvus, cinis et nihil, para ser más exacto)-. Lo pones sobre la tapa superior de un banco de la iglesia, polvoriento que impide ver la tumba de los Chacón, y... "Zas" ¿Pero... qué es esto?: ¡Don Eusebio!. Dice el puerco tembloroso: ¿Qué?. -Contesta él desde el interior de la siguiente dependencia, a oscuras¿Confía en mí? ¡NO! -contesta inmediatamente en tono irónico¿Me dá permiso para llevar este chisme a mi fregadero de la Plaza del Duque para ver qué hay detrás de su suciedad y seguidamente llevarlo a la mayor experta en la materia de la historia del mundo mundial, que no fue jamás a la universidad, pero que me inventó allá hace así como 66 años -ahora tiene unos 86, tiene altzheimer-, y está en el Ocaña III ?. Dice el párroco: "en Dolores sí confío -como en ti también-. ¡Anda, llévatelo, lávalo, llévalo a peritar a la Residencia de Ancianos "Virgen de los Remedios", que está en la calle Tierno Galván, en el Sector Residencial 3, de Ocaña, donde no hay un sólo centímetro de dotacional público municipal; devuélvemelo bien limpio y sin fisuras!. Y ¡no lo vayas a romper por el camino!. El cochinito, acompañado por Soledad y Yariv, así que se montan en el negro Nissan Murano, que parece ahora una cebra por la cantidad de arañazos blancos que tiene por todo su cuerpo, y nada más llegar ¡zas!, Dolores reconoce el chisme. ¿Ataúlfo, qué haces con eso? ¡Es mío!. De eso nada, será de alguien en la Iglesia de San Juan. O de los Chacón, o de los que se velaron, o de Jesús.... -Dijo el puerco enrojecido-. ¡No me has dejado terminar!, dice esa anciana, soltera, inventora del cerdo hucha, con muy mala leche, pero muy buena persona, generosa, riéndose a la vez que intentaba seguir dando explicaciones. Dolores: Es mío porque recuerdo que ese jarrón hace un porrón de años se lo construí para que estuviera junto a la Patrona, la Virgen de los Remedios, esa Morena que enloquece de Amor hasta a los ateos y a los agnósticos. La que sale el 8 de septiembre y hace que nadie hable, que nadie regañe, que todos se emociones, cuando por la calle de San Juan, Santa Catalina, la Plaza Mayor, la del Mayor del Villar, la Plaza de Gutierre de Cárdenas, con todos vestidos de Fiesta, deja sin respiración a la Humanidad. Y lo pinté de color oro, porque me dio por ahí. Gorrinito Narizotas: ¡No lo firmaste!; tu firma es inconfundible, la ponías cuando el barro estaba sin cocer. Y no está ¿se ha borrado? ¿lo hiciste aposta para pasar desapercibida? ¿lo recuerdas? ¿lo hiciste por RESPETO a la madre de Jesús, Hijo de Dios?. ¡Ya me estás liando! ¡Eres muy guasón!. Desde que te cambiaba los pañales en el Pilarejo, ya estabas haciendo de las tuyas. Un día Gabriel, el Matachín, te sacó, con el chupete en tu boca, de la tinaja partida, que almacenaba el agua del grifo, situada al este de la portada; y otro día tu madre te pilló masticando los cristales de una bombilla rota, que había junto a la escalera que unía las dos plantas; el la de arriba vivía la Tía Antonia ¿te acuerdas? Pues sí. Perfectamente. Como me acuerdo que me escapé por la puerta principal y un camión paró a centímetros de mí, cuando venía de Andalucía, camino de Madrid. Como de acuerdo cómo un cabezudo en la feria pasó a pedir una especie de aguinaldo y eso sí que me aterrorizó. Le pidió que se quitara la cabezota de cartón de demonio, pero como era más feo aún el hombre, le pidió que se la pusiera otra vez. Hasta mi chache mayor me acompañó con los alaridos de estupor. Bueno, también lo pasábamos a lo grande, en aquella casa, salvo cuando se escapaban las babosas por el fregadero. Eran como caracoles grandes, pero sin casa a cuestas. Odios las babosas. Y mi madre también. Por eso nos llevaron a vivir a la Plaza Mayor, encima de Tripita, en un piso de alquiler del Dr. Manzanares, sí el que tiene una calle, pero que también cometió errores muy graves que hoy le hubieran costado disgustos irreparables. Pero en fin, eso es otra historia. Solo hay un Hombre perfecto. El que nació en un establo, entre ganado, sobre paja, el 24 de diciembre. Con un padre octogenario, descendiente de Abraham y una Madre de dieciséis años, sin previa relación sexual. Hablo de La Sagrada Familia. Sin complejos el guarro del narizotas que se conoce las calles de Ocaña, pero su coche no es flexible, se queda por la tarde a unos metros de la casa de los curas y Soledad intenta hacer entrega del cacharro, ahora firmado el mismo día por Dolores Coronado Velázquez, bajo cuya firma autógrafa ha hecho constar "auténtico mío" -hasta con sus tildes. Nadie responde. Están trabajando fuera. Vuelve al mismo lugar el gorrino y como es demasiado pronto, pide al primero que se encuentra, Antonio Fernández-Montoya que en cuanto que sea una prudente lo lleve al párroco y si no está que se lo entregue al primer religioso que se encuentre. Todos son honestos y no ser van a atrever ni a dañar ni a apropiarse ni a perder algo que pertenece a nuestra madre, la Virgen de los Remedios de Ocaña, desde hace muchos años, desde hace más de medio siglo. San Juan nunca ha sido ni mezquita ni sinagoga, Tiene piedras visigóticas por capiteles, auténticas, de templos distintos, en número de cuatro y dos más de imitación. El Manto de nuestra Patrona tiene obligación de arropar a todos los pensamientos humanos dentro de éste magnífico lugar; y allí será cuando llegue la paz entre los hombres, todos los hombres de la Humanidad, los más crueles de la creación. Y entonces no habrá enfermedades incurables, no habrá regañinas, guerras ni envidias. El Mundo volverá a ser el Eden y jamás alguien volver. Y la golondrina que ya había viajado por primera vez por Ocaña, luego por Yepes, luego otra vez por Ocaña, para ver las Sillas Voladoras, empezó a pensar si surcaba el cielo, por cuarta vez para mirar el Valle Mayor, donde anidaban sus antepasados en la Fábrica de Alcohol del abuelo del Gorrinito Narizotas o emprendía su nuevo viaje a Noblejas. Tenía que pensarlo. ¡Con perdón!.