07/04/2015 Tirada: 29.087 Categoría: Islas Canarias Difusión: 24.373 Edición: Regional Audiencia: 59.414 Página: 27 AREA (cm2): 340,3 OCUPACIÓN: 30,2% AQUÍ TITULADOS MERCANTILES Y EMPRESARIALES Cervantes, don Quijote de La Mancha y la extinguida letra de cambio ace algunas semanas, y en las columnas de ABC, el catedrático y escritor José Manuel Otero Lastre, publicaba un artículo que por su evidente interés en nuestras ramas, aparte de su probada originalidad, vamos a intentar reflejarlo en sus facetas más interesantes. El título del citado trabajo es el siguiente: “Cervantes, brillante mercantilista.” El propósito del aludido y reputado docente no era opinar sobre la genial figura de don Miguel de Cervantes sino simplemente referirse a un episodio que le llamó poderosamente la atención en la novela Don Quijote de la Mancha, sin duda, por su dedicación al Derecho Mercantil. El episodio en cuestión es H aquel narrado en el Capítulo XXV (Primera parte), en el que Don Quijote, en plena penitencia en Sierra Morena, entrega a Sancho, junto con una carta para Dulcinea del Toboso, una letra de cambio (“libranza pollinesca” la llama Sancho) por importe de tres pollinos. La letra tenía el siguiente tenor: “Mandará vuestra merced, por esta primera de pollinos, señora sobrina, dar a Sancho Panza, mi escudero, tres de los cinco pollinos que dejé en casa y están a cargo de vuestra merced. Los cuales tres pollinos no se los mando librar y pagar por otros tantos aquí recibido de contado, que consta, y con su carta de pago serán bien dados. Fecha en las entrañas de Sierra Morena a veinte y dos de agosto deste presente año” “La redacción del documento, analiza Otero Lastre, demuestra que Cervantes conocía perfectamente los requisitos de validez de la letra de cambio, ya que los contiene todo. Así, hay una “orden de pago”(mandará dar) del librador o creador de la letra, Don Quijote, al librado o sujeto que está llamado a pagarla, que es su sobrina. Designa al tomador o creador cambiario, Sancho Panza. Menciona también la relación jurídica entre el librador y el librado, llamada “provisión de fondos” ( los cinco pollinos que dejé en casa y están a cargo de vuestra merced) en virtud de la cual aquél puede impartir la orden de pago a este, que es característica de este documento mercantil. Además, de las tres modalidades de provisión de fondos (crédito, autorización o cobertura real), la de esta letra es una cobertura real; es decir, bienes del librador( los pollinos) que tiene el librado en su poder y que lo cubren suficientemente del pago del tomador. V.PUB.: 714 Aunque no contiene la mención “letra de cambio” el documento hace visible la relación de “valor”, que es la que explica la atribución patrimonial que recibe el tomador del librador y que este declara ya “recibido” (los cuales tres pollinos se los mando). La letra contiene también la data; es decir, el lugar y fecha del libramiento: fecha en las entrañas de Sierra Morena a veinte y dos de agosto del presente año (que sería el de 1605). Finalmente, al no especificar la modalidad de vencimiento la letra es pagadera “a la vista” (en el momento de su presentación a la sobrina). Sigue narrándonos José Manuel Otero que “al entregar Don Quijote la letra a Sancho le responde que no es menester firmarla, “sino solamente poner mi rúbrica, que es lo mismo que firma, y para tres asnos, y aun para trescientos, fuera bastante” Sobre la circunstancia de la sustitución de la firma por la rúbrica, en la edición del IV Centenario efectuada por la Real Academia Española y la Aso- NOTICIAS PROPIAS ciación de Academias de la lengua Española, se cita la opinión de Torrente Ballester de que si la letra de pollinos llevara “Don Quijote” como firma el documento sería “inútil y sin valor”. Y el catedrático y escritor Otero Lastre termina diciéndonos que “la letra no tenía valor, cualquiera que fuera la firma, por otra razón. Su gran singularidad y lo hace de ella una pieza literaria es que la suma cambiaria no es una cantidad de dinero, sino de animales: tres pollinos. Defecto que implicaba, por sí solo, que la letra no surtiera, en cuanto tal, efecto en juicio, porque para ello tenía que versar necesariamente sobre una suma dineraria. Pero dado el altísimo nivel de honorabilidad de Don Quijote, estoy seguro de que habría cumplido lo rubricado. En cualquier caso, este pasaje literario acredita la enorme sabiduría de Miguel de Cervantes al que cabría calificar como mercantilista por su demostrado conocimiento de este instrumento mercantil, la letra de cambio, hoy caído en desuso.