“Si volviese mañana sería otro torero”

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ENTREVISTA
Chamaco:
“Si volviese mañana
sería otro torero”
“Viví una época muy bonita. Conseguí triunfar, torear en las mejores plazas y ganar dinero. También conocí a muchos de los grandes toreros, ganaderos y empresarios de la historia. Soy hijo de una figura del toreo. Y sé de toros. Nunca pasé inadvertido. Del
toreo me queda mi propia experiencia personal y, en mi fuero interno, estoy satisfecho con lo que he sido. Faltaron cosas que
resolver, pero no siento amargura o frustración. Echo de menos, eso sí, tener más contacto con el mundo taurino, y no lo descarto. Estoy abierto a todo lo bueno que la vida me pueda proporcionar. Si me llaman, siempre acudo. Pero no soy de ir buscando
nada. ¿Un bicho raro? Prefiero decir atípico. Ahora quiero que dejes muy claro que no siento rechazo por este mundo, aunque
viva tan alejado”. Antonio Borrero Chamaco.
Texto: José Ignacio de la Serna Miró
Fotos: Arjona y José Igancio de la Serna Miró
L
a primera vez que me puse delante de
un toro fue con catorce años. Era verano y acababa de llegar de Londres, donde estuve estudiando varios años, en el Saint
Edmund College. Ese día, el torero de Huelva Emilio Silvera mataba en casa un toro a
puerta cerrada. Y sin haber cogido un capote en toda mi vida, a mi padre se le ocurrió
la idea de retarme. “¿Tú eres capaz de torear ese toro?”. Aún no había tomado la decisión de ser torero, pero como habíamos hablado del tema quiso probarme, a las bravas.
El toro pesaba más de quinientos kilos. Y salí.
A penas puede pegar algún muletazo pero lo
que sentí aún no lo he olvidado. ¡Fue una descarga de adrenalina bestial! A partir de ese día
todo cambió. ¿Podría llegar yo a ser matador
de toros?, me pregunté. Tengo una foto en la
que estoy así con la mano para parar el golpe (risas). No sabía torear.
Pregunta | Su padre, Antonio Borrero
Chamaco, figura del toreo a mediados de
los años cincuenta, ¿estaba a favor o en
contra?
Respuesta | Mi padre era neutral. No estaba
ni a favor ni en contra, aunque sé que le hacía ilusión. Pero necesitaba pruebas de que iba
a tomármelo en serio y a esforzarme. Fue un
reto que me planteó y que solventé. Así que
le dije en serio que quería ser torero y a partir de ahí vino lo demás. A la vez, fui reforzando el inglés en una academia de Huelva,
pero por lo demás mi vida estaba dedicada exclusivamente al toro.
¿Se involucró su padre en su carrera?
Sí, se involucró. Lo que pasa es que mi padre
no tenía paciencia para enseñar, esa es la ver-
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dad. Por eso tuve tantas dificultades en
aprender. Me dedicaba media hora al día y
luego me dejaba a mi aire, y claro, así es muy
difícil evolucionar. Aprendí a las bravas. Lo
normal es tener a tu gente al lado. Pero bueno, no se le puede poner ningún pero a mi padre. Era figura del toreo y me apoyó al cien
por cien. Simplemente, le costaba trabajo estar encima mío siete días a la semana los trescientos sesenta y cincos días del año. Además
tenía que atender sus negocios. Si yo ahora
tuviera que entrenar a alguien sé perfectamente lo que hay que hacer para que esa persona aprenda.
Resulta curioso… un torero de dinastía
¡autodidacta! Creo que no ha sido ni será
el único caso.
Mi padre venía de otra época y tenía otra
mentalidad. Aunque no se puede comparar,
porque cada generación de toreros ocupa su
lugar en la evolución, lo cierto es que si repasas películas de los años cincuenta verás
que los errores técnicos son comunes en
todos. La técnica no les preocupaba. En ese
sentido, ahora estamos a años luz. Ese desinterés explica que grandes figuras del toreo
de otras épocas no hayan sido capaces de
enseñar, sencillamente porque no necesitaron de una técnica depurada para triunfar.
Eran intuitivos, autodidactas y se dejaban
llevar. Pero tampoco olvidemos que entonces salía otro toro. Lo del refinamiento técnico no lo tenían muy claro. Sin embargo,
ahora, y en los años que estuve en activo,
ese refinamiento es imprescindible para torear, para dominar al toro. No le daban importancia, vale, pero después eran los
primeros que te exigían triunfar todas las
tardes. En mi caso, la única forma de compensar esa falta de conocimientos era ponerlo todo de mi parte.
También está la exigencia del público…
Claro, claro, es que siendo hijo de quien era
y teniendo todas las facilidades del mundo
para torear, la gente me exigió desde el principio que resolviera como un matador de
toros.
¡Lo que pueden llegar a ‘pesar’ los padres toreros…!
Tienes la ventaja de que se te abren todas
las puertas, pero luego están las exigencias
de todos. Mira, yo no me encontré realmente a gusto delante de un toro hasta que
no pasaron diez años. ¿Qué te parece? Entonces, saliese lo que saliese por chiqueros
sabía que por lo menos iba a estar digno.
Esta es una profesión de fondo. Integrar
todos los factores que necesita un torero
para triunfar lleva años. De una temporada
a otra, por mucho que quieras, es imposible. Y si eres autodidacta como yo, más todavía.
¿Qué era lo más importante para Chamaco padre?
Triunfar. Nada más. Era la mentalidad de los
toreros de su época. Una máxima. Mi padre
no entendía de medianías. Sin embargo yo
pienso de otra manera. Salir a triunfar es
fundamental, eso lo sabemos todos, pero
hay que tener mucho cuidado, porque te
puedes obsesionar de tal manera que al final
caes en una espiral de insatisfacción que en
vez de llevarte al éxito te conduce, precisamente, a aquello de lo que huyes, que es el
fracaso. Por eso es primordial entender de
manera razonada por qué sí se ha podido
triunfar y por qué no se ha podido triunfar.
Cuándo se puede y cuándo no. Hay que discernir la línea que separa el éxito del fracaso.
”C
hamaco
fue un perro
de presa y quería
ver a su hijo en
el mismo plan”
Intuyo que cuando no salían las cosas
había tormenta en casa…
Yo adoraba a mi padre, y él a mí, pero no entendía que a veces es imposible triunfar. Se puede no triunfar y no pasa nada. Nada. El problema es cuando no triunfas nunca. Entonces
hay que replantearse seriamente las cosas. Las
tensiones al final no sirven de nada. Solo generan frustración, angustia… Tu espíritu artístico se bloquea a tal punto que ya ni con el
bueno eres capaz de resolver la papeleta, y eso
es lastimoso. Porque si tu entorno tiene la paciencia de esperar y de seguir trabajando al final evolucionas. Pienso que esta mentalidad es
aplicable a cualquier otro ámbito de la vida. Insisto: si no salen las cosas no pasa nada. Lo importante es perseverar y no perder nunca la
perspectiva. Todos, y cuando digo todos me refiero a todos, necesitamos apoyo en la vida. Del
primero al último. Aunque a la hora de la verdad uno tome sus propias decisiones. En la vida
hay que tener un entorno favorable. Ojo, no
se trata de bailarle el agua a nadie. No. A veces un torero no está bien por motivos extrataurinos y cuando eso ocurre hay que de buscar de dónde vienen todas esas inseguridades.
¿Apareció esa persona en su vida profesional?
Sí, con el tiempo aparecieron. El Tito de San
Bernardo y posteriormente el matador de to-
ros Paco Núñez. Pero no quiero que nadie
piense que me estoy quejando. Estoy analizando las cosas con la perspectiva que da el
tiempo. Las circunstancias me obligaron a llevar un ritmo bestial. Me daban hostias todos
los días. Iba a marchas forzadas. Sin tiempo
de asimilar. Hoy cambiaría muchas cosas.
Mira, el otro día aquí en Barcelona presentaron un video sobre la vida de mi padre y había un médico que fue cirujano de la plaza de
Figueras. Este señor me recordó que una tarde me pegaron veinticuatro volteretas. Si dispones de diez minutos desde que coges la muleta hasta que matas al toro y te dan tantas
volteretas, sin sonar un aviso, quiere decir que
cada minuto me pegaron una. ¡Es una barbaridad! Algo me estaba pasando que me impulsaba a arrimarme como una bestia dejando de lado otros aspectos fundamentales. Estaba preparado física y psicológicamente, pero
no sabía torear. Solo podía salir a la plaza a
decir ‘aquí estoy yo’. En el público influía más
mi actitud y mi personalidad artística que otra
cosa. Por la vía del conocimiento no resolvía.
Mi padre pensó que yo era un diamante en
bruto porque tenía valor y que con el tiempo llegaría todo lo demás. Chamaco padre fue
un perro de presa y quería ver a su hijo en el
mismo plan. Pero se olvidó de que era otra
época y que el público esperaba eso que él
buscaba, pero con una técnica y unas formas
más depuradas. Algunas crónicas me hicieron
mucho daño moralmente. Me jugaba la vida
y me ponían a caer de un burro. Me afectaban porque en ese sentido era muy sensible.
Quería tanto a mi profesión que todo eso me
influía negativamente. Sin embargo, las críticas de lo profesionales apenas las tenía en
cuenta, a no ser que procedieran de gente de
mi confianza. Entendía que podían tener una
doble intención y actuar de mala fe. Yo quería torear maravillosamente bien, como todos
los toreros.
Sin embargo, creo que su deseo de torear ‘maravillosamente’ no lo transmitía
al público. Su forma temeraria de arrimarse, desprovisto de la técnica básica,
generaba en ocasiones una imagen patética. Verlo ensangrentado, a merced
del toro, no era agradable para nadie.
Tampoco algunos entendieron su puesta en escena: le acusaban de sicodélico,
de extravagante, de gestual…
En ningún caso mi objetivo era que me cogieran tanto los toros. Luego, creo que sí
había, digamos, una puesta en escena, pero
te aseguro que era algo espontáneo y sentido. Desde pequeño había oído hablar a
los toreros de cómo hacía el paseíllo Manolete, erguido, solemne… de cómo un torero tiene que andar por la plaza, de cómo
hay que sentir la profesión… De modo que
no era teatro, en el sentido más peyorativo
de la palabra, sino vivir intensamente todo
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ENTREVISTA
lo que hacía delante del toro. Se trataba de
configurar una atmósfera, un clímax, pero
con autenticidad. Y todo eso me salía solo,
innato. Aunque en algunos momentos pudiera parecer estridente o sobrecargado. Me
gustaba hacerle gestos al toro, desafiarlo,
entablar un dialogo con él… y siendo hijo
de un torero de tanta personalidad, pues
digo yo que algo llevaría en los genes. Estos
aspectos singulares de mi personalidad tuvieron gran éxito en Francia, sobre todo en
Nimes. Si te digo la verdad, prefiero ver a
un torero motivado con esos aspectos bien
integrados en su ‘personaje’ que a otro que
no le da la menor importancia a lo que
hace.
Estoy totalmente de acuerdo.
Todos los toreros de aquella época, en conversaciones que tuve la suerte de escuchar, hablaban de la importancia de sentirse torero a
cada instante. Era la forma de pensar de aquella élite. Pero qué duda cabe que mi espejo fue
mi padre, y de él recogí esos destellos. No podía ser de otra manera. Si me tengo que parecer a alguien lo lógico es que me parezca a
mi padre más que a otro. Sin embargo, si volviese mañana estoy seguro de que sería otro
torero. Más pausado, más templado, de otra
dimensión, aunque siempre con reflejos del
pasado.
De valor andaba fenomenal.
Valor siempre tuve. La falta de conocimiento solo se supera con valor. Aunque pasé momentos muy duros, porque sabía que me iban
a dar. Algunas tardes era horroroso. Yo me fijaba cómo andaban otros compañeros y
daba gusto verlos. El problema de esto del
toro, o al menos eso me hicieron creer, es que
cuando se empieza ya no se pude parar. No
puedes hacer una pausa para asimilar y reflexionar. Es como cuando enciendes una mecha, es imparable. En el año 90 toreé sesenta y siete novilladas en ese plan.
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si me iba a coger o no. Y no sé por qué pero
aquel novillo que embestía con tanta violencia se frenaba en seco cada vez que escondía la muleta detrás del cuerpo. Fue algo
impresionante. Una explosión. Al día siguiente la foto de Chamaco estaba colgada
por todas las calles de Nimes. En Francia entendieron mi forma de torear y eso hacía que
me esforzara incluso más. Pura sinergia. En
Nimes tomé la alternativa, en 1992, de
manos de Paco Ojeda, en presencia de Fernando Cepeda.
Después de tomar la alternativa las cosas no rodaron igual…
De matador he vivido todas las emociones posibles. Momentos buenos, regulares y malos.
La vida de un torero es como el arcoíris. Más
que triunfar, lo que me importaba como artista era estar bien. Recuerdo la tarde que le
corté una oreja en Sevilla a un toro de Juan
Pedro Domecq, un día de lluvia con el ruedo
empantanado. Fue mágico.
¿Se ha sentido respetado por los compañeros?
Siempre, y espero que ellos también por mí.
Sin decir nada, se apartó de los ruedos
en el 98, tan solo seis años después de
tomar la alternativa. ¿Cuáles fueron los
motivos?
En los últimos años evolucioné muchísimo,
gracias al maestro Paco Núñez. Aprendí mucho de él. Paco es un gran conocedor del toreo. Una Biblia andante. Ocurrió que después
de romperse el apoderamiento con la casa Balañá fui saltando de un apoderado a otro, sin
encontrar a la persona adecuada. Y luego que
el triunfo que necesitaba no llegaba. Ese año
me sentí totalmente traicionado por mi entorno, y no me refiero a mi cuadrilla. Me llevé tal decepción que, con cuarenta corridas
de toros firmadas, dije hasta aquí he llegado.
Se acabó. Y desde entonces no he vuelto a
vestirme de torero.
¿Se le fue acabando el valor de tantos leñazos?
Hombre, de goma no somos. Más que acabarse, a lo mejor fue mermando. Pero en general nunca me vi ahogado por las circunstancias.
A ver, a ver, no entiendo: ¿se retiró por
una traición? En el toreo eso ocurre todos los días. ¿No serían otros motivos?
Mi apoderado tuvo un comportamiento no
ejemplar y…
En Francia tuvo un cartelazo.
Dio la casualidad de que allí cuajaba toros.
Recuerdo que mi debut en Nimes me tocó
un novillo castaño que era un verdadero tío,
de Jandilla. Su forma de embestir era brutal,
por su fiereza y agresividad. De verdad, algo
bestial. En aquellos años todos los novilleros bebíamos de la fuente de Paco Ojeda. Y
por la vía del aguante y la quietud la faena
resultó sobrecogedora. A la salida de los muletazos le quitaba la muleta de la cara y me
quedaba metido entre los pitones sin saber
Perdone que le interrumpa, vamos a ponerle nombre a las personas.
Disculpa, pero no te lo voy a decir. De verdad, no quiero nombrarlo. Te cuento. Nunca
pensé en dejar de torear pero una traición
tan brutal no estaba dispuesto a tolerarla.
Este señor del que te hablo gestionaba algunas plazas de toros en Jaén y un día me
anunció con el Juli, que estaba en plena explosión, para matar una corrida de toros de
mi propia ganadería. Pero no la pagó. Dejó a
mi familia sin cobrar lo que era suyo. Una
falta de respeto, de ética y de educación tremenda. Si la persona que tiene que defenderme es capaz de hacer eso, ¿qué cojones
hago aquí?
¿De verdad cree que es motivo para dejar su profesión?
Sí. Fue la gota que colmó el vaso. De novillero subí y subí pero luego poco a poco comencé a bajar y cuando estaba abajo no
encontré lo que necesitaba para remontar.
Seguro que la culpa fue mía, porque los motivos no puedes buscarlos fuera. Yo me esforcé al máximo, pero no pudo ser. Le he
dado muchas vueltas al tema. Mira, en el
toreo hay un circuito que es el bueno, el de
las corridas y las ferias de categoría, en el
que todos queremos estar. Y yo estuve varios años. Pero cuando sales de ese circuito
la cosa cambia sustancialmente y es muy,
pero que muy difícil volver a entrar. La
única forma de arreglarlo es con un triunfo,
y ese triunfo no llegó, a pesar de que yo estaba más preparado que nunca, más cuajado como torero. Pero esto es muy
complicado. A veces estás en un gran momento y sin embargo te falla la suerte, o al
revés.
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¿Por qué está tan alejado del toro? Nadie sabe nada de usted. Dicen que no
mantiene relación con nadie de este
mundo.
Es cierto, no mantengo relación con nadie,
pero no por nada. Simplemente he seguido mi
vida y eso me ha llevado a conocer a otras personas. En la vida hay más cosas además del
toro. No todo es adrenalina. Cuando me quité hice cosas que por mi profesión no pude
hacer. Desde hace dos años vivo en Barcelona, dedicado al negocio del aceite.
El nombre de Chamaco está ligado taurinamente a esta ciudad. Tras la prohibición de los toros en Cataluña, viviendo en Barcelona ¿se siente un bicho raro?
No, porque no he permitido que el torero
esté por encima de la persona. Quien quiera
saber de mi vida como torero aquí estoy
para contarla. Pero no voy de torero por la
calle. Respecto a la prohibición y al cierre
de la Monumental, creo sinceramente que
la gente no sabe el esfuerzo que ha hecho
Balañá por mantener la plaza de toros
abierta.
”E
l mundo del
toro le debe un
monumento a don
Pedro Balañá”
Muchos toreros han sido capaces o les
ha compensado aguantar esa travesía
por el desierto, incluso algunos triunfaron. Creo que usted lo sabe mejor que
yo. ¿Por qué no aguantó el tirón?
Hubiera aguantado el tipo si hubiese tenido
un equipo que no me traicionase. Y a lo
mejor llega el triunfo que esperaba. Nunca
se sabe. Pero ya te digo que no soy de estar
sentado en casa esperando a que suene el
teléfono.
En fin, me quedó algo contrariado…
Te estoy contando mi verdad. Mi gran fracaso
fue que engañaran a mi familia. Hubiera sido
un error continuar. Siempre queda la duda de
‘y si’ pero… ¿y si no? Cuando dejé de torear me dediqué de lleno a la agricultura, a la
finca, a mi ganadería, y me llenó.
¿Qué dijo su padre?
Bueno, en aquel momento mi padre y yo no
hablábamos de estas cosas. Son asuntos personales que ahora no vienen al caso…
¿Nunca ha querido volver?
No. Pero quién sabe, lo mismo no es un adiós
sino un hasta luego. En la vida hay que estar
abierto a todo, aunque de momento no tengo esa necesidad. No depende de la edad.
Ahora todos envejecemos más despacio.
Antes tú veías a un señor de cuarenta años por
la calle y parecía un viejo.
Nos lo parecía porque también nosotros
éramos más jóvenes…
(Risas) Cierto. Pero yo me siento como si tuviera treinta años.
¿Y si después de esta entrevista le ofrecen una exclusiva para reaparecer?
Las cosas no suceden así porque sí. Pero escucharía la oferta y me probaría en el campo.
¿Usted cree?
Absolutamente. El adoctrinamiento político
de los nacionalistas catalanes le ha dado la
vuelta a la tortilla a la sociedad catalana. En
Barcelona hay muchísima afición, más de la
que te puedas imaginar. De hecho siguen
yendo a los toros a Francia. Sin embargo,
miles de personas no van porque aquí está
mal visto. Porque es español, no catalán,
dicen. Eso lo ha sufrido don Pedro Balañá.
Por desgracia, el mundo del toro o no vio el
problema que subyacía en la sociedad catalana o no quiso verlo. Y cuando reaccionaron lo hicieron tarde. Había que haber
actuado antes y en bloque. En Cataluña
tampoco contaron con el apoyo de los grandes medios de comunicación, que denunciaran lo que se estaba fraguando poco a poco.
Medios que alentaran a la gente a acudir a
los toros y a quitarles el miedo a ser libres. El
resultado fue que el público dejó de ir a la
plaza, y don Pedro tuvo que soportar de su
bolsillo un año tras otro un espectáculo que
no era rentable. El mundo del toro no ha
apoyado a Balañá lo suficiente. A don Pedro
y a su hijo habría que hacerles un monumento. Solamente aguantar lo que aguantaron tiene un gran valor. En los años
cincuenta la plaza de toros de Barcelona estaba llena hasta la bandera de catalanes, y
no todos han muerto. ¿Dónde están ahora?
La gente le ha dado la espalda a los toros en
Cataluña por un tema político, exclusivamente. Pero muchos han preferido pensar
que perdieron la afición solo porque aquí los
carteles eran muy malos. No es cierto. Eso
es una manera muy cómoda de justificar un
grave problema.
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