SARA, NUESTRA DULCE HERMANA Hoy llegaste a la Casa de Dios, con tu vestido nupcial, que el largo sufrimiento ha hecho precioso. Te salieron al encuentro los santos, los hermanos y hermanas de nuestra gran familia. Ahora vivimos en un recogimiento silencioso el gran misterio de Dios que nos visita tan frecuentemente llamando a quien quiere y está mejor preparado para el encuentro con el Padre, el Hijo y el Espíritu, con la nube de testigos que forman la ciudad del cielo. Pero tú estás con nosotras, estás presente en nuestros corazones, en aquellos que han vivido contigo, en Italia y en el extranjero, largos años de estudio y de trabajo, para hacer resplandecer de clara luz el carisma paulino. Estás presente en las hermanas a quienes has manifestado las grandes intuiciones de nuestros Fundadores, orientándolas en los caminos de la vida paulina, para que realmente “Cristo se forme en todas”. Gracias, Sara, por lo que fuiste para nosotras, por lo que nos diste con tu vida y con tu testimonio de total acogida a la voluntad del Padre. Ahora te contemplamos en la luz de Dios, donde inicias el día sin ocaso, confiándote a su amor sin límites, mientras vivimos esperando verte gozosa para celebrar con nuestro Fundador que te da la bienvenida en las filas de todos sus hijos. M. Agnes Quaglini, fsp