L ASUTILEZA DELA ABSTRACCIÓN A PROPÓSITO DE FERNANDO GARCÍA CORREA Luis Ignacio Sáinz Luis Ignacio Sáinz es maestro en ciencia política por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM . Ensayista dedicado a temas de filosofía y teo- ría política y estética. Ha publicado diversos títulos. Sus libros más recientes son Irma Palacios: poesía de la tierra ( CNCA , Círculo de Arte, 2003) y La cárcel de la metáfora: ensayos sobre América Latina ( CNCA , Sello Bermejo, 2003). TIEMPO 49 MIRADOR El sentir se diluye en la contemplación. G. W. F. Hegel: Eleusis (1796) La propuesta icónica de Fernando García Correa (México, D. F., 1958) embona a la perfección con la afirmación hegeliana. Pues sí, el diálogo que se establece entre sus obras y quienes las observan atraviesa los territorios de la emoción hasta diluirse en esa suerte de trance que es la visión desinteresada del mundo y sus tentaciones. Pintura y dibujo que exhalan e inspiran sosiego, tranquilidad y paz, danle entonces la espalda a la realidad y sus fantasmas para desplazarse en escenarios tersos propios de lo simbólico y lo imaginario. Éstos también son reales pero su materia, aunque evidente y táctil, es de otra naturaleza: de segundo grado, creada por el artista para saciar nuestros deseos y mitigar nuestras ansias. TIEMPO 50 MIRADOR en que una mancha avanza sin que nada ni nadie la contenga o confine, como si supiera —la mácula, el arte— que en el desbordarse, en la expansión cromática, reposa su intención y, sobre todo, su redención. Depuración estilística que encuentra en las cadencias del trazo y la composición su razón de ser: ritmos visuales que nos hacen pensar en notaciones musicales, justo en armonías ópticas. Triunfo de una gestualidad reducida al mínimo y que, quizá por ello mismo, potencia sus efectos al modo TIEMPO 51 MIRADOR Abstracción acotada, sutil, que formula nuevas y originales vías de aprehensión y percepción de los fenómenos y las representaciones. Tramas que esperan ser descubiertas en la complicidad del testigo que las vivifica al observarlas. Cada una de ellas reclama su dosis de imaginación comprensiva, el empeño del sujeto que atisba por dotar de sentido a las superficies y los soportes que se le ofrecen al paladar de los ojos. Equilibrios capaces de evadir la rigidez geométrica o el trampantojo cinético, y que están allí en espera de suscitar emociones, de incitar el ánimo, con el esmero propio de la inteligencia y el buen gusto. Belleza que emerge desde su propio abismo, que asciende en busca de luz y aire desde lo profundo de su concepción: el placer de la certeza.• TIEMPO 52 MIRADOR