El nuevo diosmusical

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El nuevo
dios musical:
público
Dedicarse a la composición de música de concierto
siempre ha requerido apoyos financieros. Los
antiguos mecenas se transformaron en los modernos
patrocinadores; los compositores ya no viven dentro
de la categoría de sirvientes, ahora en cambio deben
rendir el culto a un nuevo dios: el público.
U
no de los primeros mecenas de los músicos fue la iglesia. Bajo las alas protectoras
de los religiosos de diferentes denominaciones se han escrito numerosas obras
dedicadas a Dios.
Compositores de talla de Orlando di Lasso, Giovanni Pierluigi da Palestrina,
Johann Sebastian Bach y Antonio Vivaldi, vivieron a expensas de la buena
voluntad de los clérigos, y fue hasta mucho más tarde en la historia de
la música, en la época de Ludwig van Beethoven, cuando surgieron los
fuertes mecenazgos de la clase feudal y también de la recién nacida
nueva burguesía.
Wolfgang Amadeus Mozart, como muchos músicos de la época, cuando
estuvo al servicio de la iglesia no solamente componía la música y dirigía
sus propias obras, sino que también realizaba trabajos propios de un
sirviente.
Se esperaba de él una obediencia sin discusiones, muchas veces bajo el
estrecho criterio o capricho del clérigo.
Karl Ditter von Dittersdorf, compositor hoy poco conocido, pero en la época de
Mozart más afamado y apreciado en Viena que el mismo Wolfgang Amadeus, tuvo
la suerte de poder refugiarse bajo las alas del obispo de Breclav, quien fue conocido
como gran amante de la música y persona con amplio criterio.
No pedía a Karl Dittersdorf trabajar en sus campos ni llevarle su comida a la cama, porque
comprendía que con el tiempo dedicado a la música le rendía mucho más.
En el siglo XIX los compositores empezaron a recibir apoyos financieros de la recién naciente
burguesía, clase que buscaba identificarse con un estilo musical nuevo: el romanticismo.
La figura del compositor, ligado a la divinidad, un genio incomprendido y románticamente
apasionado atraía poderosamente la atención de las damas de la alta sociedad, y fueron ellas
quienes en muchas ocasiones expresaban su afinidad a través de apoyos financieros.
En el siglo XX fue el estado el que retomó en parte la responsabilidad de financiar las
actividades creativas en la música, muy pronto surgió la importancia del público, que a
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través de la compra de los boletos, se convertía en patrocinador de
intérpretes y compositores.
A diferencia del romanticismo que erigió la figura del compositor
e intérprete genio, nace un nuevo culto, una nueva divinidad: el
público.
Para sobresalir en el competido mercado de la música, para poder
vivir de componer o de tocar un instrumento había que gustarle al
público.
Es decir, mientras que Johann Sebastian Bach escribía para
agradecerle a Dios, Wolfgang Amadeus Mozart lo hacía para satisfacer
a la iglesia y a los patrocinadores de la logia masónica, Ludwig van
Beethoven creaba para satisfacer su necesidad de expresión, los
compositores contemporáneos tienen que cautivar al público, agradar
a la invisible mano del mercado.
Los medios de comunicación empezaron a
marcar las preferencias en el gusto
del público y a los compositores
MOZARTEUM •
Parte de los autores de la música de concierto, también llamada
clásica, no soportó la tensión y se refugió en las universidades
y escuelas de música, otros se volvieron compositores de fin de
semana como dijo Artur Honnegger, desempeñando de lunes a
viernes trabajos extramusicales, y dedicando sábado y domingo a
su creación.
El resto de los compositores se dedicó a la música de los medios,
también llamada popular, con la única condición de caerle bien al
público.
Los antiguos mecenas dedicaban sus recursos para financiar
las obras musicales satisfaciendo su propio gusto estético, pero
en las condiciones contemporáneas los patrocinadores apoyan
a los compositores e intérpretes, esperando el interés
del mercado y, sobre todo, la satisfacción
del dios-público. •
no les quedaba otra que
cumplir y depender
de ellos, si es que
querían vivir
del arte
sonoro.
Ilustración: Carlos Rodríguez
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