Setenta años de Cuadernos Americanos Por Jesús SILVA-HERZOG FLORES* N O ES FRECUENTE QUE UNA REVISTA CULTURAL cumpla setenta años de existencia. Son muy pocas las que lo logran. Cuadernos Americanos es una de ellas y eso la hace ya importante. Por razones familiares desde muy pequeño tuve contacto con Cuadernos Americanos. En los libreros de mi casa resaltaban los volúmenes de la revista, con sus olas de diferente color en la portada de cada número. Mi padre, el maestro Jesús Silva Herzog, había sido uno de sus fundadores en aquel lejano año de 1942. Junto con los poetas españoles Bernardo Ortiz de Montellano, León Felipe y Juan Larrea, decidieron lanzar una nueva revista, “la revista del nuevo mundo”, como lugar de encuentro intelectual entre españoles trasterrados y escritores mexicanos y latinoamericanos. El primer número, correspondiente a enero-febrero de 1942, se entregó a los asistentes a una cena en el Restaurante Prendes de la Ciudad de México, el 29 de diciembre de 1941. En aquella ocasión Alfonso Reyes, León Felipe y mi padre pronunciaron palabras alusivas. El nombre de la revista fue sugerido por el propio Reyes; el atractivo formato fue una contribución de Juan Larrea y la sugestiva división en cuatro secciones —Nuestro tiempo, Presencia del pasado, Aventura del pensamiento y Dimensión imaginaria— fue producto de conversaciones entre los iniciadores del proyecto. El problema inicial fue encontrar los recursos financieros para hacer realidad la idea. Se adoptó la estrategia de buscar muchos apoyos de poco dinero y no la de caer en manos de un mecenas grande que pudiera influir en la línea editorial, totalmente libre, de la revista. Hubo casos extraordinarios de personas que ante la petición de mi padre de apoyar la empresa cultural le firmaron un cheque en blanco para que él pusiera la cantidad. Poco a poco se reunieron los fondos necesarios y, después, se obtuvieron algunos apoyos institucionales importantes que le aseguraron su continuidad. Se decía, con justa razón, que la revista era producto del milagro de la amistad. Desde el punto de vista formal, se suscribió un contrato de fideicomiso en Nacional Financiera y se estableció que pasados treinta años * Economista y político mexicano. Jesús Silva-Herzog Flores la revista y todos sus activos pasarían a manos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Esta disposición fue adoptada con flexibilidad y no fue sino poco antes de la muerte de mi padre, ocurrida en 1985, que tuvo efecto. Desde hace más de un cuarto de siglo la revista tiene en la UNAM un hogar seguro e inspirador. En esta nueva época, Leopoldo Zea fue el director entusiasta y renovador. En la actualidad, el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe lleva el timón con rumbo seguro. En el contrato de fideicomiso se estipuló la formación de una junta de gobierno constituida por distinguidas personalidades de México y España: Pedro Bosch Gimpera, Daniel Cosío Villegas, Mario de la Cueva y Alfonso Reyes, entre otros. Su función era más de carácter formal que operativo. En aquellos primeros años se estableció una tradición que duró mucho tiempo. La celebración de cada nuevo año de vida de la revista con una gran cena a la que asistían más de ciento cincuenta destacados intelectuales y en la cual se pronunciaban tres discursos: de un español, de un latinoamericano y de un mexicano. Entre los que participaron en aquellos eventos puede mencionarse a Alfonso Reyes, Octavio Paz, Isidro Fabela, Rómulo Gallegos, Raúl Roa, Andrés Eloy Blanco, José Gaos, Adolfo Sánchez Vásquez y Jesús Silva Herzog, entre otros. En mi adolescencia tuve la oportunidad de disfrutar varias de esas cenas. Las oficinas de Cuadernos Americanos ocupaban el modesto segundo piso de un edificio viejo en la calle de Guatemala, en pleno centro histórico de la Ciudad de México. El edificio ya no existe pues debajo de él se encontraron partes importantes del Templo Mayor, descubierto hace apenas un par de décadas. Junto con la publicación bimestral de la revista, Cuadernos incursionó en los primeros años en una modesta labor editorial. Publicó libros de poesía de León Felipe, ensayos políticos de Germán Arciniegas en contra de las dictaduras; poca gente sabe que la primera edición de El laberinto de la soledad de Octavio Paz lleva el sello editorial Cuadernos Americanos. Cuadernos Americanos ha sido siempre una revista plural, abierta a todo aquel que tenga algo que decir y sepa cómo hacerlo, con una orientación progresista y una profunda convicción latinoamericana. En 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, toma partido en contra del totalitarismo y el fascismo y a favor de la libertad y la democracia. En reiteradas ocasiones se manifiesta en contra de las dictaduras que asolaron nuestra región y de la intervención de la potencia imperial. En su 176 Cuadernos Americanos 139 (México, 2012/1), pp. 175-177. Setenta años de Cuadernos Americanos credo político reza “lo humano es el problema esencial” y reitera con terquedad que la historia es una hazaña de la inconformidad. Hace setenta años el mundo estaba sumido en una gran conflagración bélica con repercusiones en todos los rincones de la tierra. Hoy, el mundo está envuelto en una densa nube de incertidumbre con presagios nada alentadores. Hace poco leí la expresión de un intelectual inglés que llamaba al 2011 “el año de la indignación global”: ahí están las protestas sociales en el norte de África, las manifestaciones sociales en el Reino Unido, los indignados de Madrid y las muestras de insatisfacción de la juventud chilena. Además, en la atmósfera social de muchos países existe un reconocimiento de inequidad que prevalece y se agudiza. En esas circunstancias, Cuadernos Americanos es una revista dedicada a la discusión de temas de y sobre América Latina que busca el acercamiento cultural entre nuestros países, ocupa un lugar relevante y constituye un foro necesario para orientar el futuro. Concluyo. Mi padre sirvió a Cuadernos Americanos, como a él le gustaba decir, con un profundo interés desinteresado. En su larga vida —murió a los 93 años— resaltaba tres contribuciones importantes en su recorrido por la tierra: 1) haber formado a decenas de economistas mexicanos a quienes les inculcó amor a México y honorabilidad; 2) su labor en Cuadernos Americanos; y 3) su participación en la expropiación petrolera de 1938. Cuadernos Americanos 139 (México, 2012/1), pp. 175-177. 177