que en menos tiempo ha logrado más boga, porque aunque el título es ya antiguo, el periódico que lo lleva no ha sido diario y político hasta hace poco tiempo, á consecuencia de la desaparición de otro periódico del mismo dueño, suprimido gubernativamente, por haberse metido á hablar de una materia que estaba fuera del alcance de un periódico literario, como lo era el que fué objeto del rigor de la ley, que allí, como en Rusia, como en Méjico, como en Alemania, como en España, no tiene nada de blanda para la prensa. Le Fígaro es buscado todas las tardes por todas las personas á quienes no interesan mucho que digamos las grandes cuestiones, que, aunque Le Fígaro las toca todas, lo hace ligeramente, y en un tono más familiar, por decirlo así, más sencillo y sin circunloquios, que los periódicos graves que tienen la pretensión de arreglar y decidir la suerte de la Europa con un artículo de fondo muy entonado y pretencioso. Es que en Le Fígaro halla el lector amenidad, instrucción, curiosidades literarias y artísticas, . hechos, noticias, to lo contado sencillamente,,- con su comentario oportuno, gracioso, y así se considera al periódico un amigo servicial y decidor, que tiene el deseo de adivinarle á V. los pensamientos, y distraerle y divertirle, haciéndole saber todo lo que pasa donde V. vive, y algo de lo que pasa en otros países. La redacción de Le Fígaro es brillante. Allí que tiene mucha gracia, que trata todas las cuestiones con singular donaire; Alberto AVolff, escritor francés-, que no es francés, pero por su talento, su buen juicio y su amor á la Francia, donde ha encontrado una segunda patria, acaso más cariñosa y benévola que la suya, ha logrado riaprecio de cuantas personas honran las letras en el imperio; Auguste Villemot, que escribe con sin igual chiste y con muy buen sentido unos deliciosos artículos, que titula La poli'ique d'un bourgeois de París, y á estos acompañan diariamente Edouard Lockroy, Francis Magnard, el compilador más escrupuloso que conozco, á quien no se le escapa ningún chiste, ninguna ocurrencia graciosa, nigun detalle curioso de los que publica la prensa de todo el m indo, y todo lo traslada á Le Fígaro, y lo comenta con la mayor oportunidad, de modo que un chiste le da pié para otro, y casi siempre el comentario que él añade vale más que la noticia, el hecho ó el chiste que copia. Jules Richard, escritor de gran porvenir, y Jules Prevel, que sabe todo lo que pasa en los teatros de París, dentro y fuera de bastidores, y la vida y milagros de las actrices, y hasta la edad que tienen,— y hasta se ha atrevido á publicarla,— y no sé cómo este atrevimiento no le ha costado muy caro, que figúrense VV. qué gracia les habrá hecho á aquellas actrices ver descubierto tan bruscamente el más importante de sus secretos. escriben Henri R< chefort, Gracias á esa señor Prevel, sabe hoy toda laEuropa culta, que la célebre Schneider, ó sea la protagonista déla Gran Duque ta de Qerolstein, tiene treinta y dos años, cuando ella no se tolera más de veinte ó veinticuatro, yque la que hace las damas jóvenes más jóvenes ha cumplido los cuarenta, yque son pocas las actrices de París que no han pasado de los veinticuatro, que es la edad en que, para las mujeres, empiezan ya los amargos desengaños Le Fígaro es un periódico que merece la fortuna que alcanza en Francia, y el lector me perdonará si me he extendido algo más de lo regular hablando de él. Es porque ese periódico es lo que yo creo que debe ser un periódico para ser popular y apreciado de todos. Si le doy la preferencia sobre los demás periódicos que allí se publican, es por el carácter popular que en él veo. y porque esa es también mi afición, y algo he hecho en ese mismo camino, aunque en la reducida escala que permiten las condiciones especiales de este país, donde la afición á la lectura ha sido hasta ahora tan poca, y donde las empresas periodísticas viven con mil trabajos,— y yo no puedo ni debo quejar-» me, porque el público me ha recompensado más de lo que merezco,— y donde no pueden ser los periódicos, por mil razones que esinútil exponer, lo que son en Inglaterra, ea los Estados- Unidos y en Francia. Así venVV. aquí periódicos d'arios que se les caen de las manos, y en los cuales, no hay más que un artículo de fondo ministerial ó d ' oposición, según que el director ó propietario del mismo esté ó nó colocado, y después de mucho fárrago de noticias que no valen dos cuartos, y sueltos copiados de los demás periódicos, y una plana de anuncios que produce poco ó nada. Así, nilos periódicos tienen interés, ni el público tiene á los periódicos la afición que el de otros países. Y luego, ¿qué ha de escribir un periodista, á quien le pagan 25 duros por un trabajo diario?... Lo que hace lo hace conlast'jeras, cortando de los otros periódicos lo que éstos á su vez lian cortado de otros, y solo de cuándo en cuándo hace algo original, demasiado para el dinero que gana. Y aquí no hay periodistas que no tengan otro oficio, y puedan, por lo tinto, ser buenos periodistas, porque el periodista tiene que ser también empleado, ó novelista, ó autor dramático, ó traductor, ó taquígrafo, tiene, en fin, que ver la manera de ganar algunos pocos acá y allá, para reunir un todo, que nunca es una cosa del otro jueves, Los periodistas franceses, en su mayoría, no .son más que periodistas, y están cansagrados exclusivamente á su periódico , y de esta manera pueden hacer mejor su oficio. Timoteo Trim, el popular redactor del Petit Journal, no escribe mas que su artículo diarb para este periódico, y fuera de eso, ni una línea más, ni aun para el mismo periódico. Pero Timoteo Trim gana un sueldo superior al que ganan en Madrid todos juntos los redactores de cuatro ó cinco periódicos. Y no se diga nada de lo que ganan los escritores políticos, como Prevost Paradol, Duvernois, joven de grandísimo porvenir, ó los críticos como Julio Janin, Roqueplan, Saint Beuve, Sarcey y otros muchos. ¿Qué necesidad tienen esos señores de pedir empleos al Gobierno?... No pueden VV. figurarse la envidia que me daba ver en París con qué afición se acercaba toda clase de personas á los kioskos y á los puestos ambulantes á comprar los periódicos. Bien puede asegurarse, que de cada diez personas, una lo menos compra un periódico. Así el Petit Jour'nal tira diariamente cerca de 300,000 ejemplares, y levanta un palacio, y tiene una magnífica imprenta, y da de comer á infinidad de vendedores, y lo mismo El Fígaro, y lo mismo La Liberté y todos. Y en Francia cuestan los periódicos generalmente más caros que en España; pero nadie considera dinero perdido el que da por un periódico, que algo bueno le enseña, ó con algo le entretiene, y en el cual siempre encuentra algo útil y agradable. La prensa francesa merece la prosperidad en que se halla, á pesar de las trabas del timbre y el rigor de laley. Todo el favor que el público francés dispensa ásus periódicos, necesitan estos, los políticos especialmente, para realizar tan cuantiosas ganancias después de pagar la enorme contribución del timbre, que constituye una renta muy considerable para el Estado. Por eso los periódicos políticos, únicos autorizados para publicar anuncios, hacen pagar tan caros los que les llevan los cien milindustriales que fian á la publicidad el éxito de su industria. Los anuncios en los periódicos franceses se pagan á 1 franco la línea corta, á2yá 3y á 4 las que van en letra mayor que de ordinario, ó en líneas algo más anchas que las del primer precio. De manera que una cuarta plana de los periódicos más favorecidos por los anunciantes, representa un gran ingreso en la caja de un periódico acreditado, aunque no tanto como en Londres y en los Estados-Unidos, que son las naciones cuya industria se halla en más floreciente estado, y donde más dinero se gasta en anuncios. Es una gran verdad que el que más anuncia ffiás vende; pero nuestros industriales y comerciantes, con pocas excepciones, no se han convencido todavía de ella, y presumen que el dinero fue dan por un anuncio es como si lo tiraran á la calle, de cuyo error han salido algunos, que son también los que mejor librados salen en sus negoeios Los almacenes del Louvre, los de Aucoin du Au Bon dialle y Les villes de France, y otros muchos que fuera prolijo citar, pagan cada mes2 y3y4,000 francos de anuncios, como sipagasen 4pesetas, ymerced á estos anuncios venden lo nuevo, lo viejo, lo bueno y lo malo, y recaudan sumas fabulosas, que serian relativamente insignificantes, si no tuviesen otra publicidad esas casas que la de las muestras y escaparates. Un suelto, reclame que se llama allí, recomendando alguna industria, ó la ciencia de un dentista que saca las muelas y las pone como si tal cosa, ó la habilidad de una matrona, que se anuncia como capaz de hacer parir sin dolor á toda la cristiandad, ó de un sastre que hace los pantalones por principios y sin una arruga, etc., etc., vale allí muy caro. Aquí somos mucho más generosos, y, exceptuando un par de periódicos que no citaré y que se hacen pagar los sueltos, todos los demás prestan sus columnas de buen grado á todo el que les lleve alguna recomendación que le ha de valer dinero, y que, á pesar de eso, no se cree obligado á pagar. En esto de los reclamos no estoy conforme con loque allí se hace, ni con lo que se hace aquí. Allíse inserta un suelto recomendando el mayor absurdo, por ridículo y escandaloso que sea, siempre que el papelito vaya acompañado del dinero correspondiente á razón de 4 ó 5 francos la línea: aquí no se recomiendan cosas escandalosas, aunque sí muchas ridiculas, y la mayor parte de rué, las veces se insertan los reclamos á petición del reclamista, y gratis el amore. Nilo uno nilo otro me parece bien. Un periódico no debe ser nunca, por más dinero que le den, cómplice en ninguna especulación que no sea lícita y decorosa; y cuando cede parte de sus columnas á un anuncio que ha de valer dinero á su autor, no debe hacerlo de balde, porque como ha de pagar contribución, y papel, y timbre é imprenta, está muy en el orden que pague algo el que ha de utilizar todo eso que el periódico paga. Todos los dias se publica algo nuevo en París Aquí tampoco. Libros de ciencias, de artes, de religión, de política, de industria, de literatura, de viajes, de todo, se publican allí y se venden. La imprenta y la librería son dos de las más florecientes industrias de Francia. La casa Hachette y compañía, la de Michel Levy, la de Dentu y otras muchas, por miles de miles venden sus libros en Francia, en el extranjero y América; y no es lo particular que hagan tan buenos negocios con sus libros, smo que los hacen, y no pequeños, con libros españoles, que colocan ventajosísimamente en toda la América española. Díganlo si no Hachette y compañía, Rosa y Bouret, y alguna otra librería rancesa, que todos los correos hacen envíos con- siderables á las Antillas, con los que pocos editores españoles tienen relaciones. Esto es culpa principalmente de la proverbial indolencia española. Es verdaderamente doloroso que, mientras en Francia se publican tantos libros , muchos buenos, muchos medianos y muchos malísimos, pero que todos se venden, aquí no hayamos podido llegar á publicar con algún éxito mas que novelas por entregas, la mayor parte de ellas deplorables, y libritos como El camino recto, La llave de oro y algunos otros del mismo autor y del mismo mérito, porque los demás libros que algún editor se atreve á publicar, se venden con mucho trabajo, y con 1,000 ó 2,000 ejemplares hay edición para mientras viven el editor y toda su descendencia. Aquí se dan dos reales todas las semanas por cuatro entregas de una obra que tiene ciento, y cuesta trabajo dar dos pesetas ó tres por un tomo. Ni aun los mismos libros que interesan á toda una clase, como los de medicina ó de derecho, ó de pintura, ó de farmacia, se venden bien, á no ser de texto; pero en cambio se compra todo lo que de medicina ó de otra ciencia viene de Francia, y muchos de estos libros no son, por cierto, mejores que los que aquí han escrito ó podrían escribir hombres de gran saber , solamente que aquí á los hombres de saber se les da y se dan ellos menos importancia que se dan y se da en -otros países á los hombres que saben ó se dice que saben. En París, por ejemplo, un médico de hospital es muy considerado, se le respeta dentro y fuera del establecimiento, se le paga bien, y nada se le niega de cuanto necesita en el desempeño de su profesión: que digan los médicos de hospitales en España cuántas contrariedades hallan, empezando por la inobediencia de los enfermos, y concluyendo por lo que les escatiman las administraciones, direcciones, municipalidades, etc., etc. Un escritor francés, muy entusiasta por las artes de España, y que profesa gran cariño á nuestro país, Mr. Carlos Iriarte, que no en vano tiene un apellido español, ha publicado unamagnífica obra sobre nuestro popularísimo pintor Goya, gran satírico y gran filósofo, contemporáneo de Jo védanos y del regocijado don Ramón de la Cruz; la edición del libro de Iriarte se ha vendido toda en Francia; en España, cuna del pintor, sa ha vendido un escaso número de ejemplares; en España ha sido donde menos ejemplares se han vendido. Nuestro gran poeta Zorrilla, después de largos años de ausencia de la patria, ha publicado un libro de poesías, El álbum de un loco. Se ha hecho de este libro una tirada de 4,000 ejemplares, y aunn o se han vendido todos. El dia que en Francia aparece un libro de Víctor Hugo, suele agotarse la edición, que siempre es como cuatro veces mayor que la mayor que pueda hacerse en España del libro más afortunado. Una obra análoga á la de Antonio Flores, tan prematuramente arrebatado á la literatura popular Z-Ayer, hoy y mañana/, hubiera dado en Francia una fortuna al autor. Lo mismo hubiera sucedido con obras como las de Fernán Caballero, F. Gerundio (don Modesto Lafuente), Zorrilla y Larra. Y cuenta, que hablo de los que en España han obtenido más éxito. Hace algún tiempo, no mucho, que cunde algo más la afición á la lectura en España, y á sostener y propagar esta afición debíamos acudir todos: el Gobierno, que puede hacerlo todo para este gran beneficio del pueblo, la prensa, los escritores y los editores están en la obligación de que hallen estímulo los autores, pocas trabas gubernativas ó administrativas los editores, y el público libros baratos, y se conseguirá que en España se lea mucho y que la literatura sea una profesión que permita al escritor de verdadero talento que á ella se dedique vivir independiente y reunir con su trabajo, sin empleos y sin política, una fortuna para sus hijos. Dumas sería millonario, sería rico más que Rostchild, si hubiese tenido buena conducta; Víctor Hugo es muy rico, y hay otros escritores franceses que deben á sus libros una gran fortuna; aquí todos son pobres los que viven de las letras; pero nó: hay uno que se ha hecho rico con las letras, el propietario de La Correspondencia de España. En España sucede una cosa particular: los libros españoles los compra el pueblo, que puede comprar pocos, porque aquí no se pueden hacer libros tan baratos como en Francia; pero en cambio, las personas que pueden comprar libros, los compran en francés, con lo cual la industria española y la literatura nacional hacen un negocio loco. Mucho más pudiera decir acerca de este lastimoso asunto de la librería en España, pero acaso lo hallaría el lector fuera de lugar en este libro, en el que hay que hablar de otras muchas cosas, y en el que no parece muy lógico hablar de España, siendo un libro de Tioje a París. No se crea que en Francia todo el que se dedica á las letras hace una fortuna en menos tiempo que el que tarda en persignarse un cura loco. Allí hay muchos que luchan constantemente con la suerte, ymueren al fin vencidos, sin haber logrado salir de la oscuridad y comiéndose los codos de hambre. Pero los que tienen la dicha de llegar á ser conocidos ventajosamente, viven muy holgadamente, cosa que aquí no suele suceder. Aquí ha habido y hay muchos escritores de grandísimo mérito, que han vivido ó viven con los mayores trabajos posibles. ¡Quiera Dios que continúe el movimiento intelectual que lentamente parece se va desenvol- viendo en España! ¡Quiera Dios que ningún escritor tenga que envidiar á Francia cuando vea en París el sinnúmero de obras de todo género que todos los dias se publican y el favor que hallan en aquel público!... Yo deseo que en ese y en todos sentidos prospere Francia, pero, por Dios, que no nos quedemos nosotros tan detrás, suerte por extremo vergonzosa, siendo España la cuna de Cervantes y Calderón, de Velazquez y Murillo, de Moratin y Melendez, de Larra y Espronceda, de Zorrilla y Hartzenbusch y de tan tos otros peregrinos ingenios. VI. Teatros .Lo que es en cuanto á teatros, no tenemos nada que envidiar á París. París tiene muchos teatros, pero hasta ahora no ha tenido uno digno de la que se llama, con una modestia singular, capital del mundo civilizado. El nuevo teatro de la Academia imperial de Música, cuya fachada exterior está terminada y cuyo interior lo estará en breve, es un buen teatro, aunque en él creo que se ha cuidado más del lujo que de todas las demás importantes condiciones que debe tener un teatro. Nuestros teatros Real y de la Zarzuela, llevan mucha ventaja álos franceses, incluso el nuevo. He recorrido todos los teatros de París, y en ellos he visto cosa3 muy buenas y cosas muy ma- las, respecto de obras dramáticas, que en cuanto á actores, preciso es confesar que tenemos mucho que envidiar á nuestros vecinos. Allíno he visto» como aquí vemos siempre, uno ó dos actores notables en cada teatro, que muchas veces ni uno ó dos siquiera vemos; allí he visto que todos los actores en su clase son notables, y de aquí resulta, que las obras salen perfectamente representadas, y que hay en ellas conjunto y verdad, y el autor halla siempre en los intérpretes de sus creaciones los mismos tipos que él se ha imaginado. En España, desgraciadamente, hay gran escasez de buenos actores, y los que hay, no son de los jóvenes, sino los que por estar ya cansados, ó enfermos, ó ricos éstos son los menos han de retirarse acaso pronto de la escena. En Francia brotan cómicos que es un gusto. Acaso consista esto en que en aquel imperio hay más comedia en la vida real, y en que el carácter francés se presta algo más que el nuestro al fingimiento. Ello es que allí hemos visto muchos cómicos buenos, inteligentes y entusiastas de su arte. Tampoco distingue mucho á nuestros actores este entusiasmo. He visto allí La famule Benoiton, representada de un modo admirable. La comedia es buena, muy buena, pero ¡qué vida! ¡qué verdad! ¡qué encanto le dan los actores que la desempeñan! Cada noche sorprenden al espectador con un — — nuevo detalle, un nuevo gesto, una nueva belleza artística, resultado del profundo estudio que allí hace el actor del personaje que representa. Allíhe visto en el Chatelet una comedia de magia, Cendrillon, bastante mala por cierto, en la cual hay un rey capaz de hacer reir y divertirse grandemente al más austero anacoreta. Allíhe visto á Mlle. Shnneider, una actriz que en La Belle Helene y La grand duchesse de Gerolstein, dice de una manera inimitable las mayores tonterías, dándolas con su manera de decirlas una gracia que no tienen. No recuerdo nombres de actrices y actores; pero en todos, en todos los teatros hay actores y actrices de gran mérito Lástima es que habiendo tantos actores buenos, haya tan pocas obras de verdadero mérito, porque exceptuando á Dumas, hijo, Sardón, Augier, y pocos más.rios demás autores hacen poco bueno, y el valor literario de sus obras es igual a cero Sin embargo, aquellos buenos franceses se divierten grandemente con tonterías del más depravado gusto, con bufonadas grotescas y escenas de dudosa moralidad. ¿Qué extranjero, al ver anunciada la 300 y tantas representación de la Vie parissienne no va al teatro de Palais Royal á admirar ésta, que supone es una obra de grandísimo mérito?... Pues no hay nada de esto; es la tal obra un completa mamarracho, que no tiene otro atractivo que unos cuantos calembours, con los que se ríen á carcajadas aquellos señores, y unas cuantas muchachas guapas, vestidas con mucho lujo, que enseñan la pierna á lo mejor, y ostentan la buena estructura de sus hombros y algo más: en esta obra hay un personaje que se disfraza de general español y se llama el general Malaga et PortoRico. Este nombre hace reir desesperadamente á aquel bendito público. Obras he visto y oido aplaudir en París que España en serian silbadas sin compasión, como ha sucedido ya con muchas que allí han obtenido un éxito de 200 ó 300 representaciones , y aquí no han podido pasar, cuando se han puesto en escena traducidas, de la primera ó la segunda, Con algunas excepciones, el teatro en París es verdaderamente escuela de las malas costumbres, aunque, á decir verdad, las malas costumbres tienen allí otras muchas escuelas. Los teatros principales de París son los siguientes Teatro imperial de la Opera, donde caben 1,700 personas. Está situado en la calle de Le Peletier, núm. 12; este teatro tiene una subvención anual de 800,000 francos del Estado y otra. de' 100,000 del Emperador. Los asientos más caros en este teatro cuestan 14 francos, y los más baratos 2,50. Teatro de la Comedia francesa, que contiene 1,405 asientos, y está situado en la calle de Richeiieu, 12. Este teatro disfruta una subvención anual de 240,000 francos. En este teatro se re- presentan frecuentemente las obras clásicas de los grandes maestros franceses en ei arte de hacer comedias. Reinan en esta escena lamayor severidad y la más escrupulosa moralidad. Los actores son muy notables, y el público es también muy notable por lo estirado y empaquetado. Los billetes más caros cuestan 12 francos 50, y los . más baratos 1 Teatro imperial de la Opera cómica, en la plaza Boildieu, nombre de un famoso compositor francés, autor de muy notables óperas cómicas. Tiene 1,500 asientos y una subvención anual de 240,000 francos. Losbilletes más caros cuestan 10 francos, y los más baratos 1. Teatro imperial italiano, situado en la plaza Ventadour; tiene 1,600 asientos, y su empresario recibe una subvención de 100,000 francos. Los asientos más caros cuestan 20 francos, y los más baratos 2. En este teatro hay siempre una compañía de ópera italiana que no excede en mérito á la de Madrid. El público de este teatro está compuesto de la gente elegante, de la aristocracia y de las más famosas y empingorotadas aventureras, que encuentran señores ó señoritos dispuestos á sacrificarlas su fortuna y la de los demás, si la suya se acaba. Teatro imperial del Odeon, en la plaza del mismo nombre, con 1,500 asientos; los más caros á 10 francos, y los más baratos á 50 céntimos. Tieneeste teatro una subvención de 100,000 francos. Este coliseo rinde también culto á los clásicos, y las obras nuevas que ea él se representan son obras formales de escritores de gran nombre, como Jorge Sand, Dumas, Bouilhet, etc., etc. El público, aunque no tan entonado yempaquetado como en la Comedia francesa, es formal y grave, y gusta del arte y de la literatura. Las señoras del demi monde no hacen gran g-asto en este teatro. Teatro lírico imperial, en la plaza del Chatelet, contiene 1,500 asientos y goza de una subvención de 100,000 francos. Los billetes más caros son de 12 francos, y los más baratos de 1 En este teatro se cantan óperas francesas. Teatro imperial del Chatelet, en la misma plaza, y frente por frente al anterior. Contiene este teatro 1,800 asientos, y los más caros son ó 10 francos, y los más baratos á 75 céntimos. En este teatro se hacen comedias de magia, alternadas con obras de otro género, pero éstas son pocas, porque cada comedia de magia da entradas á la empresa durante un año ó dos. En este teatro he visto á Mad. Ugalde, á quien ya el público español conoce. Antes de abrirse la Exposición se puso en escena en este coliseo Cendrillon, y aun no se ha quitado del cartel este título. Teatro del Vaudevilje, en la plaza de la Bol- . sa. Contiene asientos para 1,300 personas, y no tiene subvención alguna; pero ¿para qué quiere la empresa más subvención anual que la comedia que le da Victoriano Sardou en cada temporada? Entre este afortunado autor, cuyas obras obtienen 200 y 300 representaciones, y Dumas, hijo, sostienen este teatro. Teatro de Variedades, en el boulevard Montmartre, sin subvención, y con 1,600 asientos, cuyos precios varían desde 50 francos (palcos) hasta 1 franco. De este teatro se han posesionado tres autores que han caido en gracia de aquel público, y que á estas horas deben tener cada uno de ellos una fortuna muy bonita. Estos autores son los escritores Meilhac y Halevy que no sé si será pariente del ilustre compositor Halevy, autor de La Juive, ¿Hebrea en nuestro teatro Real) , y el compositor músico Offembach, cuya música ya conoce y aprecia también el público español. Estos pobrecitos han hecho juntos tres obras, Barba azul, La lella Elena y La gran duquesa deGerolsteim, además délas que han hecho para otros teatros, que han logrado número infinito de representaciones. En este teatro actuó hace tres años una compañía española de zarzuela y baile, que puso en escena dos ó tres zarzuelas populares, obteniendo gran resultado por la música de Gaztambide, sobretodo, la de este distinguidísimo compositor y el autor de este libro, titulada: En las astas del toro. Añadióse á la música de esta zarzuela la sinfonía de Una vieja y alg-una canción de otra obra del mismo autor, y las personas inteligentes y el público todo hicieron cumplida justicia á la inspiración, frescura y belleza artística de la música del maestro Gaztambide. En París aprecian mucho á este compositor, á Barbieri, que ha vivido algún tiempo en aquella capital, y á Arrieta, cuyas obras son bastante conocidas fuera de España. Si Barbieri hubiese querido escribir obras para aquellos teatros, no le hubiesen faltado buenos librettos; pero Barbieri es muy amante de su país, y aunque el arte no produce aquí lo que produce en Francia, él cree que debe todas sus inspiraciones á su patria y no quiere privarla de ellas. Gimnasio dramático, en el boulevard Bonnc Nouvelle, con 1,030 asientos, que varían desde 10 francos á 1, y sin subvención. En este teatro se representan obras de Sardou, Dumas, Dumanoir, Barriere, y otros autores de nota. El género que en él se cultiva es el mismo del teatro del Vaudeville antes citado. Teatro del Palacio Real, situado en el palacio Real, galería de Joinville; contiene 950 asientos, y los precios son de 8 á 2 francos. En este coliseo se ponen en escena obras del género cómico, grotescas y verdes, y desenfadadas hasta el extremo. La Vié parisienne, de los afortunados Meilhac, Halevy y Ofembach, ha dado un dineral á la empresa del teatro y á los actores. Teatro de la Puerta de San Martín, sito en el boulevard San Martín; tiene cabida para 1,800 personas, y los asientos más caros cuestan 10 francos, y los más baratos 50 céntimos. En este teatro se representan obras, cuyo éxito se debe principalmente á los pintores y maquinistas y á lasfigurantas, que casi en cueros se presentan á los ojos del espectador. El director de este teatro es un autor dramático que últimamente confesaba que mientras ha dado culto al verdadero arte dramático, representando obras de los buenos escritores, ha perdido el diníro, y no lo pierde desde que ha apelado al recurso de los telones, las mujeres desnudas y los leones de Mr. Batty. Teatro de la Alegría, con 1,050 asientos, desde 7 francos á 50 céntimos. En este teatro hacen el gasto los dramones de efecto. Teatro del Ambigú cómico, en el boulevard San Martín, con 1,900 asientos. Precios, de 8 francos á 50 céntimos. Explota elmismo género que el anterior. Teatro de los Bufos parisienses, en el pasaje Choiseul, con asientos para 700 personas; los precios varían desde 8 franccos ó 75 céntimos. Este teatro tuvo su época de gran prosperidad, pero ha perdido todo su prestigio, y cuenta ya varias empresas quebradas. El género que se explota en eate coliseo es bien ínfimo literalmente considerado. Sin embargo, lo hemos imitado en España. Acaso tengan la misma suerte los Bufos madrileños que las Bufos parisienses. Al principio gran prosperidad, y después muchos trabajos y desengaños. Además de estos teatros, hay en París otros muchos, como por ejemplo, el de Folies dramatiques, en la rué Bondy; el de Beaumarchais, en el boulevard del mismo nombre; el de Fantasies parisiennes, en el populoso y bullicioso boulevard de los Italianos; el de Menus plaisirs, en el boulevard de Estrasburgo; el áe'Folies-marigni, en los Campos Elíseos, y creo que todavía hay algunos más, que es imposible retenerlos en la memoria. En los teatros de París se ve y se oye desde lo más sublime hasta lo más ridículo, extravagante, desenfadado y obsceno. El público desea, sobre todo, novedades, sorpresas, cosas no vistas, y los autores yempresarios hacen esfuerzos sobrehumanos para satisfacer la insaciable curiosidad del público. Así se ven en aquellos teatros las mayores extravagancias. , Un dia se pone en escena una obra cuyo principal atractivo es una mujer que desnuda atraviesa un bosque, atravesada ella á su vez sobre un caballo amaestrado; otro dia una aventurera muy conocida por su belleza, por su lujo ypor sus vicios, y por haber arruinado á varios inocentes, que se creen muy pillos, sin duda, consigue que un empresario la permita hacer un — .. pajjel en la Bella Elena, y lo hace, haciendo alarde de sus gracias físicas, únicas gracias que tiene, porque de actriz no tiene ninguna. Los periódicos se escandalizaron de que la escena del teatro de Variedades sirviese para la exhibición de las buenas formas de una cocotte, y gracias á esta protesta unánime, la aventurera se retiró, y si no hubiese habido tal protesta, el público hubiera continuado acudiendo á ser cómplice del escándalo —^^^^^^^^^^^^U Este y otros detalles pueden dar á conocer al lector la verdadera índole del carácter parisién, amigo de la novedad en primer término, y que no repugna un poquito, ó un muchito, de escándalo é inmoralidad. Victoriano Sardou se ha propuesto en sus comedias presentar los vicios, al desnudo, de la moderna sociedad francesa, y es justicia confesar que lo hace de mano maestra, pero no por eso consigue el laudable objeto que se propone. Todo elmundo encomia la profunda verdad de los retratos que pinta Sardou, la moralidad que se desprende de sus oportunos pensamientos, los ejemplos que ofrece en la acción y desarrollo de sus obras, pero á nadie aprovechan estos ejemplos y 1 esta enseñanza, Para convencerse de esta verdad, basta recordar un hecho. La famule Benoiton, es una comedia, cuyo un moral tiende á anatematizar el lujo excesivo y la vida despreocupada é independiente de las; mujeres. Para que el ejemplo fuera más patente, las actrices desplegaron en esta obra un luja verdaderamente escandaloso, inventando adornos extravagantes de gran precio. Pues bien, esta comedia, cuyo fin morat aplaudía todo el mundo, ha servido para que lasseñoras, y las que no lo son, pero se visten como tales, se vistan con trajes y adornos iguales á los que las actrices ostentan en la comedia. La vida del teatro en Francia, tiene los mismos sinsabores y las mismas ventajas que en todas partes. La moralidad de bastidores adentro no es muy edificante que digamos, y á este propósito podría referir mil anécdotas, que no me permitiré contar, porque este libro ha de andar en manos de muchas jóvenes que no necesitan saherías En los teatros de París hay una clase de actrices de ínfima categoría, de mérito escaso ó nulo, que se contratan gratis, y que esperan hallar otra clase de contrata con solo presentarse en escena con su hermosura y su lujo. Y no es raro ver hoy en los Campos Elíseos, |ó en el Bosque de Boloña, en un coche magnífico, á la que ayer salía en una comedia á dar un vaso de agua á la primera dama, ó á la que en la Biche au lois aparecía en calidad áefguranta, vestida poco más que nuestra madre Eva. No pueden estas mujeres hacer carrera con el atractivo de su 1 \u25a0 1 ' «"«> ~-;:' % ¡si m <i mérito artístico, y la hacen de otra manera. Regularmente, estas mujeres tienen mucho y no tienen nada con grandísima facilidad, y cada año la justicia tiene que intervenir en los neo-ocios de muchas de ellas, y hacer pública venta de lo que les queda de su lujo para pago de tapiceros, modistas, perfumistas y proveedores de otros géneros, industriales todos que no tienen, por lo visto, una idea muy exacta déla instabilidad de las cosas humanas. Los autores dramáticos en Francia ganan mucho dinero cuando caen en gracia; pero para llegar á ser autor dramático, hay que pasar el sino, como vulgarmente se dice. Los empresarios se atiene a á los autores ya probados, y que saben que hacen obras que dan dinero. Victoriano Sardou ha sufrido la mayor miseria antes de llegar á ser un autor mimado por las empresas y por el público. Con perseverancia todo se consigue; pero hay muchos que no pueden soportar las fatigas, desengaños, humillaciones y trabajos, que son otros tantos tropiezos insuperables en la vida literaria, y desisten de su empeño, ó venden sus obras, como ya he indicado, ó las ahogan con ellos en el Sena, en cuyas profundidades acaso haya más de una obra maestra que se le caería del bolsillo al autor al dar éste el -tremendo salto desde el puente nuevo. Si en París hubiera pocos teatros, los autores ticos se morirían de hambre todos, menos ramá cinco ó seis que tienen todo el favor del público,. y escriben obras que se representan durante años enteros. Aforunadamente, hay muchos teatros, de segundo y tercer orden, en los que tienen cabida las obras que no son de aquellos privilegiados ingenios, y á las que no se desdeñan de llevar las suyas Dumas, padre, á quien en losteatros principales hacen gran competencia las obras de Dumas, hijo, que es la mejor obra de Dumas, padre, y Mr. de Girardin, el propietario de La Liberté, gran escritor de claro y enérgico talento, y de muchísima más soberbia que talento. Una cosa he visto en los teatros de París, que desdice de la cultura y cortesía que tanto ufanan á los parisienses. En los intermedios, se venden á voces en la sala periódicos, programas,. los ejemplares de la comedia, y además dulces, bombones, naranjas y otros comestibles, y en alguno he visto mozos de café con bandejas de sorbetes, pregonando á voz en cuello. Y pasan los vendedores por entre las fitas de los espectadores, y los pisan y estrujan, y mucho es si na los manchan. Y también he visto señoras mondando naranjas y comiéndoselas con mucha desenvoltura ,y con riesgo de manchar á las personas que tienen al lado. Esta costumbre de vocear dentro del teatro,. y la de que todos los teatros teng-an ouvreuses (acomodadoras), que piden á los espectadores propina, como que no tienen otro sueldo, me pa- rece que debieran suprimirse, aunque, á decir verdad, á mime tienen completamente sin cuidado, toda vez que yo pienso ir á los teatros de París raras veces, á no ser que tenga que emigrar, no por conspirador, Dios me libre, sino porque Madrid se ponga tan estrecho, que no quepamos todos aquí, y el público no nos pueda atender á todos los que de escribir para el público vivimos En resumen, he aquí mi impresión de los teatros de París. Los locales son, en general, incómodos; las localidades caras. El sistema de billetes, acomodadoras, venta á gritos de periódicos, naranjas, dulces, comedias, etc., indigno de una capital de tanta importancia. Las obras en los principales teatros, buenas, literariamente consideradas, pero pocas de ellas se distinguen por su moralidad. En cambio , el adulterio y otros vicios sociales, cuya presentación en el teatro puede ser conveniente y también puede ser muy inconveniente, son los fundamentos de la acción dramática, que con más frecuencia se presentan á la consideración del público. Ahí están las obras de los primeros es- critores. En literatura dramática, España no tiene que envidiar á Francia, ni en lo antiguo ni en lo moderno. Si Francia se gloría, con razón, de autores como Corneille, Racine, Moliere, Víctor Hugo, Dumas, Feuillet, Ponsard, Dumas (hijo), Sardou, Bouillhet y otros esclarecidos ingenios, nunca éstos podrán eclipsar la gloria de Calderón, Lope, Moreto, Alarcon, Tirso, Rojas, Moratin, Vega, Bretón, Hartzenbusch, Zorrilla, García Gutiérrez, Tamayo, Ayala, Hurtado, Eguilaz, Serra, y algún otro que no recordaré en este momento. En los teatros de segundo, tercero y cuarto orden, se ponen obras de que no se puede hablar en serio. Muchas de ellas se traducen en España, y pocas, muy pocas, obtienen buen éxito. Los actores, buenos en general, estudiosos, inteligentes, esclavos del arte y entusiastas. Las actrices, muy buenas algunas, bastantes por cierto, y las demás muy bellas, como que allí es condición indispensable para suplir la falta de mérito artístico tener mérito personal. Las empresas de los teatros suelen pagar poco ó nada á las actrices cuyo mérito artístico no es cosa mayor, ni aun menor, pero eso no impide que estas desdichadas ganen mucho más que aquellas artistas de gran mérito, á quienes el empresario ofrece contratos ventajosísimos. Sin embargo, la fortuna que hacen presentándose en el teatro, no tiene nada de envidiable. La mise en scene, ó sea el decorado y todo aquello que contribuye á hacer completa la ilu- sion en los detalles y accesorios de una obra, es objeto en los teatros de París del mayor esmero, y en esto aun no hemos llegado aquí al grado de perfección que se advierte en aquellas escenas Ybasta de teatros i I VIII. — Las Catacumbas. —Los ómnibus. Los soberanos ex— — tranjeros en Paris. Los ladrones. Y lo que verá el curioso lector. Vamos ahora, lector mió, á dar un paseo por las calles de París, y luego nos dirigiremos á la Exposición, á donde ya debes tener deseo de llegar. Quizás te llevo un poco tarde, pero antes me ha parecido oportuno darte una ligera idea de algo de lo que hay en París, que de todo, sería materia imposible en los veinte pliegos que tú y yo hemos convenido que tenga este libro. Además, como tú has de irallá, si no has ido e.ste año, el que viene ó el otro, porque ya ir á París es, pongo por caso, como ir á Carabanchel ó á Leganés, y aun se hace más cómodamente el viaje en el ferro-carril que en diligencia ó tartana á e.stos dos pueblos vecinos de la corte, quie- 140 VIAJE CÓMICO de muchas cosas de París, dejarte el placer de la sorpresa, que no será floja la que experimentes viendo, por ejemplo, las Catacumbas, ó sea París subterráneo, donde hay acaso más gente que andando por las calles, gente callada ,y discreta, que no hace gasto alguno, ni se mueve jamás, ni se preocupa de si es bueno ó malo el gobierno, ni le ha importado un comino la Exposición, como que es gente, no de medio pelo, -sino sin pelo alguno, perfectamente mondada, y -que ni siquiera necesita ropa alguna para cubrir las carnes por la decencia, toda vez que no tiene mas que huesos, colocados allí con el mayor orden A muchas consideraciones se presta la vista de tantos esqueletos y calaveras, apiñados y revueltos en aquellos subterráneos. Allí están los revolucionarios, allí las víctimas y los verdugos, allí los buenos y los malos, allí los pequeños y los grandes, todos confundidos. El espectáculo tiene más de curioso que de agradable, y no se lo recomiendo á las mujeres impresionables ynerviosas. Tampoco te hablaré del Decapitado que diabla, ni de los chinos que se tragan sables de caballería y carbones encendidos, ni de Eldorado, teatro-café donde se cantan canciones francesas y españolas en francés, alguna de las cuales he oido, que estaba dedicada á torreros de la Cátala gne, y en otras se encomiaba la belleza ío, respecto VIAJE CÓMICO, líl de las andaluzas ele Castilla, y en todas se manifiesta la profunda ignorancia en que están respecto de España muchos de los que tienen la manía de hablar de España; recuerdo que, por otra parte, les debemos agradecer, porque prueba que Francia no tiene á España el odio que la Inglaterra, pongo por caso, y que, si en otro' tiempo hubo guerra encarnizada entre ambos países, Francia, convencida ya de aquella sin razón, no nos guarda rencor, y desea que España. no la mire con prevención. En los dias en que hay revista, ó llega á París algún rey, ó hay fiesta por el Emperador, ea cosa curiosa ver una de las principales calles de aquella Babilonia. ¡Qué ruido tan infernal de coches! Cruzan á la vez seis ú ocho pesados ómnibus, largos, enormes, con su conductor en el pescante, un pescante muy alto, donde va completamente aislado el cochero, que debe ser un íilosofomuy concienzudo y hacer muy curiosas observaciones acerca déla gente de á pié desde la altura en que el destino le ha colocado. Job, si Viviera,hubiese venido á parar en ómnibus en París, porque es el oficio de más paciencia que yo he conocido. Figúrense VV., amados leyentes míos, que este severo personaje monta por la mañana en su pescante, y allí está hasta las doce de la noche, con muy cortos momentos de descanso, los -estrictamente precisos para qUe el ÜOQibre, á pesar de su paciencia, no se conductor'de 142 VIAJE CÓMICO, desespere y le dé ganas de arrojarse sobre el empedrado. Toma las riendas de los dos caballos, y durante todo el dia, recorre el mismo sitio siempre, las mismas calles, y esto ayer, y hoy, y mañana, y todo el año. Eso sí, no le cuesta gran trabajo guiar á los caballos, porque estos animaes, acostumbrados á ir siempre por las mismas calles, saben ya el camino perfectamente, y no necesitan la menor excitación del conductor para tomar las vueltas; y si los dejaran solos, es seguro que no darían un paso más ni menos de los que dan. Cuéntanse rasgos de gran inteligencia de los caballos de los ómnibus. Una vez. de los dos caballos enganchados á uno de estos ómnibus, enfermó uno y hubo precisión de enganchar otro para que sirviera de compañero al que habia quedado momentáneamente sin eí que, durante largo tiempo, habia partido con él las fatigas del penoso servicio. Al ver que el nuevo compañero no era el de siempre, el noble animal comenzó á manifestar su extrañeza, enderezando las orejas, relinchando y procurando desasirse de las correas que le sujetaban; y cuando el conductor trató de hacer andar á sus subordinados, en vano hizo toda clase de esfuerzos, empleando el halago, la amenaza y el castigo; el caballo estaba decidido á no dar un paso, y no lo dio: se arrojó al suelo y no hubo más remedio que desengancharlo, llevarlo ala cuadra, y allí, junto á su amigo y compañero enfermo, el L* i ; ' í; mñ VIAJE CÓMICO 143 — animal se tranquilizó, y dio, á su manera, visibles muestras de satisfacción, ycontento. Cuando el enfermo pudo trabajar, se enganchó á los dos en el mismo ómnilus, y ambos continúan su penoso trabajo en la mayor armonía, sin separarse jamás; juntos trabajan, juntos comen, juntos duermen, y son ejemplo patente de la más sincera y desinteresada de las amistades.— Rara es una amistad así entre los hombres. Los ómnilus que ordinariamente recorren todos los dias la gran ciudad de París, son unos 620, y la compañía tiene cerca de 3,500 caballos dedicados al servicio de los mismos. En estos ómnibus se encuentran tipos curiosos, que el observador no deja de notar. Muchachas que tienen que ir y venir del trabajo, y viven muy lejos del taller; ingleses que no tienen nada que hacer y se aburren más cómodamente corriendo todo el dia en ómnilus que paseándose por los bulevares; obreros que van ó vienen de las fábricas, y militares de todas graduaciones, aunque los de ninguna ómodesta graduación ocupan siempre la parte superior del ómnilus, cuyos asientos son más baratos, y en ellos puede se fumar, y escupir, y cantar, y estirar las piernas, cosas todas mal vistas en el interior. Una de las cosas más peligrosas en París, es enredarse en palabras, yendo en la parte superior de un ómnibus con alguno de los que ocupan aquellos asientos, á no ser que se tenga no- toria evidencia del carácter dulce é inofensiva del contrincante, porque si se da con alguno que tiene malas pulgas, es muy fácil que de un empujón vaya V. á parar al arroyo, salto que no debe ser muy agradable. De estas escenas no dejan de ocurrir en la cubierta de los ómnibus, y alguna vez ha encontrado á su lado un acreedor á un deudor á quien no podia echar la vista encima, y á la menor insinuación del deudor ha tenido que callarse, por más que se le pasaran buenas ganas de hacerle un discurso, lleno de moralidad, sobre lo conveniente y lo obligatorio para todo hombre decente de pagar las deudas con toda puntualidad. En el interior de los ómnibus suelen comenzar no pocas historias amorosas. En dias de lluvia, todo el mundo se guarece en los ómnibus, y más de una muchacha modesta ha encontrado en el asiento de enfrente su media naranja. Los caricaturistas franceses han hallado siempre en el interior y en el imperial de los ómnibus, deliciosas escenas sumamente cómicas. El señor gordo que se duerme sobre una señora flaca; el militar, que mira con ojos feroces al elegante que se sienta al lado de su mujer; la provinciana que se empeña en preguntar á un inglés, que no entiende el francés, dónde están los Inválidos, y el inglés, que le pone los ojos tiernos creyendo que la provinciana le está diciendo que le gustan mucho les ingleses; el tramposa que al ver entrar en el coche á uno de sus acreedores, saca del bolsillo un periódico, y se pone á leerlo y á taparse la cara con el papel, sin descubrirla hasta que el acreedor llega adonde va y sale del ómnibus; el novio que viene de casarse con la novia, y, como si allí no hubiera gente extraña, quiere abrazar á la novia y decirla algo de lo que le puede decir en tanto tiempo como tendrá hasta el dia de su muerte; el español que quiere fumar en el ómnibus y vocifera porque no se lo permiten,-los españoles tenemos el vicio de querer fumar en todas partes,-todos estos y otros muchos tipos, ofrecen al curioso servador motivo suficiente para pasar muy obsabrosamente entretenido el tiempo en los ómnibus de París. Los demás vehículos que corren por las cainnumerables y de todas las ormas conocidas. Los infelices caballos que arrasestos coches, sufren el más cruel martirio Porque los cocheros * perdonen eI ™¿°franceses,-y les ruego que » mados a la cola, ele señalar.-son bastante como quiera que llevan tan los míse«>s animales entregados sin 22 a su brutalidad. Los coches de plaza son enMT,S'VieJ0S'SÚCÍ0S y derrengados como J l0S llamados atures de remise) son 1 UniC°S CarruaJes de al(fniler decentes: los callos, en general, flacos, sucios y llenos de "esde París, son an piensaJaf «sifl