ción de otro periódico del mismo dueño, suprimi

Anuncio
que en menos tiempo ha logrado más boga, porque aunque el título es ya antiguo, el periódico
que lo lleva no ha sido diario y político hasta
hace poco tiempo, á consecuencia de la desaparición de otro periódico del mismo dueño, suprimido gubernativamente, por haberse metido á hablar de una materia que estaba fuera del alcance
de un periódico literario, como lo era el que fué
objeto del rigor de la ley, que allí, como en Rusia, como en Méjico, como en Alemania, como en
España, no tiene nada de blanda para la prensa.
Le Fígaro es buscado todas las tardes por todas las personas á quienes no interesan mucho
que digamos las grandes cuestiones, que, aunque Le Fígaro las toca todas, lo hace ligeramente, y en un tono más familiar, por decirlo
así, más sencillo y sin circunloquios, que los periódicos graves que tienen la pretensión de arreglar y decidir la suerte de la Europa con un
artículo de fondo muy entonado y pretencioso.
Es que en Le Fígaro halla el lector amenidad,
instrucción, curiosidades literarias y artísticas,
.
hechos, noticias, to lo contado sencillamente,,- con
su comentario oportuno, gracioso, y así se considera al periódico un amigo servicial y decidor,
que tiene el deseo de adivinarle á V. los pensamientos, y distraerle y divertirle, haciéndole saber todo lo que pasa donde V. vive, y algo de lo
que pasa en otros países.
La redacción de Le Fígaro es brillante. Allí
que tiene mucha gracia, que trata todas las cuestiones con singular
donaire; Alberto AVolff, escritor francés-, que
no es francés, pero por su talento, su buen juicio
y su amor á la Francia, donde ha encontrado
una segunda patria, acaso más cariñosa y benévola que la suya, ha logrado riaprecio de cuantas personas honran las letras en el imperio; Auguste Villemot, que escribe con sin igual chiste
y con muy buen sentido unos deliciosos artículos, que titula La poli'ique d'un bourgeois de
París, y á estos acompañan diariamente Edouard
Lockroy, Francis Magnard, el compilador más
escrupuloso que conozco, á quien no se le escapa ningún chiste, ninguna ocurrencia graciosa, nigun detalle curioso de los que publica la
prensa de todo el m indo, y todo lo traslada á Le
Fígaro, y lo comenta con la mayor oportunidad,
de modo que un chiste le da pié para otro, y casi
siempre el comentario que él añade vale más
que la noticia, el hecho ó el chiste que copia. Jules Richard, escritor de gran porvenir, y Jules
Prevel, que sabe todo lo que pasa en los teatros
de París, dentro y fuera de bastidores, y la vida
y milagros de las actrices, y hasta la edad que
tienen,— y hasta se ha atrevido á publicarla,— y
no sé cómo este atrevimiento no le ha costado
muy caro, que figúrense VV. qué gracia les habrá hecho á aquellas actrices ver descubierto tan
bruscamente el más importante de sus secretos.
escriben Henri R<
chefort,
Gracias á esa señor Prevel, sabe hoy toda laEuropa culta, que la célebre Schneider, ó sea la protagonista déla Gran Duque ta de Qerolstein, tiene treinta y dos años, cuando ella no se tolera más
de veinte ó veinticuatro, yque la que hace las damas jóvenes más jóvenes ha cumplido los cuarenta, yque son pocas las actrices de París que no han
pasado de los veinticuatro, que es la edad en que,
para las mujeres, empiezan ya los amargos desengaños
Le Fígaro es un periódico que merece la fortuna que alcanza en Francia, y el lector me perdonará si me he extendido algo más de lo regular hablando de él. Es porque ese periódico es lo
que yo creo que debe ser un periódico para ser
popular y apreciado de todos.
Si le doy la preferencia sobre los demás periódicos que allí se publican, es por el carácter popular que en él veo. y porque esa es también mi afición, y algo he hecho en ese mismo
camino, aunque en la reducida escala que permiten las condiciones especiales de este país, donde
la afición á la lectura ha sido hasta ahora tan
poca, y donde las empresas periodísticas viven
con mil trabajos,— y yo no puedo ni debo quejar-»
me, porque el público me ha recompensado
más
de lo que merezco,— y donde no pueden ser los
periódicos, por mil razones que
esinútil exponer,
lo que son en Inglaterra, ea los
Estados- Unidos
y en Francia.
Así venVV. aquí periódicos d'arios que se les
caen de las manos, y en los cuales, no hay más
que un artículo de fondo ministerial ó d ' oposición, según que el director ó propietario del mismo esté ó nó colocado, y después de mucho fárrago
de noticias que no valen dos cuartos, y sueltos
copiados de los demás periódicos, y una plana de
anuncios que produce poco ó nada. Así, nilos periódicos tienen interés, ni el público tiene á los
periódicos la afición que el de otros países.
Y luego, ¿qué ha de escribir un periodista, á
quien le pagan 25 duros por un trabajo diario?...
Lo que hace lo hace conlast'jeras, cortando de los
otros periódicos lo que éstos á su vez lian cortado
de otros, y solo de cuándo en cuándo hace algo
original, demasiado para el dinero que gana.
Y aquí no hay periodistas que no tengan otro
oficio, y puedan, por lo tinto, ser buenos periodistas, porque el periodista tiene que ser también
empleado, ó novelista, ó autor dramático, ó traductor, ó taquígrafo, tiene, en fin, que ver la
manera de ganar algunos pocos acá y allá, para
reunir un todo, que nunca es una cosa del otro
jueves,
Los periodistas franceses, en su mayoría, no
.son más que periodistas, y están cansagrados exclusivamente á su periódico , y de esta manera
pueden hacer mejor su oficio.
Timoteo Trim, el popular redactor del Petit
Journal, no escribe mas que su artículo diarb
para este periódico, y fuera de eso, ni una línea
más, ni aun para el mismo periódico. Pero Timoteo Trim gana un sueldo superior al que ganan en Madrid todos juntos los redactores de cuatro ó cinco periódicos.
Y no se diga nada de lo que ganan los escritores políticos, como Prevost Paradol, Duvernois, joven de grandísimo porvenir, ó los críticos
como Julio Janin, Roqueplan, Saint Beuve, Sarcey y otros muchos. ¿Qué necesidad tienen esos
señores de pedir empleos al Gobierno?...
No pueden VV. figurarse la envidia que me
daba ver en París con qué afición se acercaba
toda clase de personas á los kioskos y á los puestos ambulantes á comprar los periódicos. Bien
puede asegurarse, que de cada diez personas, una
lo menos compra un periódico.
Así el Petit Jour'nal tira diariamente cerca
de 300,000 ejemplares, y levanta un palacio, y
tiene una magnífica imprenta, y da de comer á
infinidad de vendedores, y lo mismo El Fígaro,
y lo mismo La Liberté y todos.
Y en Francia cuestan los periódicos generalmente más caros que en España; pero nadie considera dinero perdido el que da por un periódico,
que algo bueno le enseña, ó con algo le entretiene, y en el cual siempre encuentra algo útil y
agradable. La prensa francesa merece la prosperidad en que se halla, á pesar de las trabas del
timbre y el rigor de laley.
Todo el favor que el público francés dispensa
ásus periódicos, necesitan estos, los políticos especialmente, para realizar tan cuantiosas ganancias después de pagar la enorme contribución del
timbre, que constituye una renta muy considerable para el Estado. Por eso los periódicos políticos, únicos autorizados para publicar anuncios,
hacen pagar tan caros los que les llevan los cien
milindustriales que fian á la publicidad el éxito
de su industria.
Los anuncios en los periódicos franceses se
pagan á 1 franco la línea corta, á2yá 3y á 4
las que van en letra mayor que de ordinario, ó
en líneas algo más anchas que las del primer
precio. De manera que una cuarta plana de los
periódicos más favorecidos por los anunciantes,
representa un gran ingreso en la caja de un periódico acreditado, aunque no tanto como en Londres y en los Estados-Unidos, que son las naciones cuya industria se halla en más floreciente estado, y donde más dinero se gasta en anuncios.
Es una gran verdad que el que más anuncia
ffiás vende; pero nuestros industriales y comerciantes, con pocas excepciones, no se han convencido todavía de ella, y presumen que el dinero
fue dan por un anuncio es como si lo tiraran á la
calle, de cuyo error han salido algunos, que son
también los que mejor librados salen en sus negoeios
Los almacenes del Louvre, los de Aucoin du
Au Bon dialle y Les villes de France, y
otros muchos que fuera prolijo citar, pagan cada
mes2 y3y4,000 francos de anuncios, como sipagasen 4pesetas, ymerced á estos anuncios venden
lo nuevo, lo viejo, lo bueno y lo malo, y recaudan
sumas fabulosas, que serian relativamente insignificantes, si no tuviesen otra publicidad esas casas que la de las muestras y escaparates.
Un suelto, reclame que se llama allí, recomendando alguna industria, ó la ciencia de un
dentista que saca las muelas y las pone como si tal
cosa, ó la habilidad de una matrona, que se anuncia como capaz de hacer parir sin dolor á toda la
cristiandad, ó de un sastre que hace los pantalones por principios y sin una arruga, etc., etc.,
vale allí muy caro. Aquí somos mucho más generosos, y, exceptuando un par de periódicos que no
citaré y que se hacen pagar los sueltos, todos los
demás prestan sus columnas de buen grado á todo
el que les lleve alguna recomendación que le ha
de valer dinero, y que, á pesar de eso, no se cree
obligado á pagar.
En esto de los reclamos no estoy conforme
con loque allí se hace, ni con lo que se hace aquí.
Allíse inserta un suelto recomendando el mayor
absurdo, por ridículo y escandaloso que sea,
siempre que el papelito vaya acompañado del dinero correspondiente á razón de 4 ó 5 francos la
línea: aquí no se recomiendan cosas escandalosas,
aunque sí muchas ridiculas, y la mayor parte de
rué,
las veces se insertan los reclamos á petición del
reclamista, y gratis el amore.
Nilo uno nilo otro me parece bien.
Un periódico no debe ser nunca, por más dinero que le den, cómplice en ninguna especulación que no sea lícita y decorosa; y cuando cede
parte de sus columnas á un anuncio que ha de
valer dinero á su autor, no debe hacerlo de balde, porque como ha de pagar contribución, y papel, y timbre é imprenta, está muy en el orden
que pague algo el que ha de utilizar todo eso que
el periódico paga.
Todos los dias se publica algo nuevo en
París
Aquí tampoco.
Libros de ciencias, de artes, de religión, de
política, de industria, de literatura, de viajes, de
todo, se publican allí y se venden. La imprenta y
la librería son dos de las más florecientes industrias de Francia. La casa Hachette y compañía,
la de Michel Levy, la de Dentu y otras muchas,
por miles de miles venden sus libros en Francia,
en el extranjero y América; y no es lo particular
que hagan tan buenos negocios con sus libros,
smo que los hacen, y no pequeños, con libros españoles, que colocan ventajosísimamente en toda
la América española. Díganlo si no Hachette
y
compañía, Rosa y Bouret, y alguna otra librería
rancesa, que todos los correos hacen envíos con-
siderables á las Antillas, con los que pocos editores españoles tienen relaciones.
Esto es culpa principalmente de la proverbial
indolencia española.
Es verdaderamente doloroso que, mientras en
Francia se publican tantos libros , muchos buenos, muchos medianos y muchos malísimos, pero
que todos se venden, aquí no hayamos podido
llegar á publicar con algún éxito mas que novelas por entregas, la mayor parte de ellas deplorables, y libritos como El camino recto, La llave
de oro y algunos otros del mismo autor y del
mismo mérito, porque los demás libros que algún
editor se atreve á publicar, se venden con mucho
trabajo, y con 1,000 ó 2,000 ejemplares hay edición para mientras viven el editor y toda su descendencia. Aquí se dan dos reales todas las semanas por cuatro entregas de una obra que tiene
ciento, y cuesta trabajo dar dos pesetas ó tres por
un tomo. Ni aun los mismos libros que interesan
á toda una clase, como los de medicina ó de derecho, ó de pintura, ó de farmacia, se venden
bien, á no ser de texto; pero en cambio se compra
todo lo que de medicina ó de otra ciencia viene
de Francia, y muchos de estos libros no son, por
cierto, mejores que los que aquí han escrito ó podrían escribir hombres de gran saber , solamente
que aquí á los hombres de saber se les da y se dan
ellos menos importancia que se dan y se da en
-otros países á los hombres que saben ó se dice
que saben. En París, por ejemplo, un médico de
hospital es muy considerado, se le respeta dentro y fuera del establecimiento, se le paga bien,
y nada se le niega de cuanto necesita en el desempeño de su profesión: que digan los médicos
de hospitales en España cuántas contrariedades
hallan, empezando por la inobediencia de los enfermos, y concluyendo por lo que les escatiman
las administraciones, direcciones, municipalidades, etc., etc.
Un escritor francés, muy entusiasta por las
artes de España, y que profesa gran cariño á
nuestro país, Mr. Carlos Iriarte, que no en vano
tiene un apellido español, ha publicado unamagnífica obra sobre nuestro popularísimo pintor
Goya, gran satírico y gran filósofo, contemporáneo de Jo védanos y del regocijado don Ramón de
la Cruz; la edición del libro de Iriarte se ha vendido toda en Francia; en España, cuna del pintor,
sa ha vendido un escaso número de ejemplares;
en España ha sido donde menos ejemplares se
han vendido.
Nuestro gran poeta Zorrilla, después de largos años de ausencia de la patria, ha publicado
un libro de poesías, El álbum de un loco. Se ha
hecho de este libro una tirada de 4,000 ejemplares, y aunn o se han vendido todos.
El dia que en Francia aparece un libro de
Víctor Hugo, suele agotarse la edición, que siempre es como cuatro veces mayor que la mayor que
pueda hacerse en España del libro más afortunado.
Una obra análoga á la de Antonio Flores,
tan prematuramente arrebatado á la literatura
popular Z-Ayer, hoy y mañana/, hubiera dado
en Francia una fortuna al autor. Lo mismo hubiera sucedido con obras como las de Fernán Caballero, F. Gerundio (don Modesto Lafuente),
Zorrilla y Larra. Y cuenta, que hablo de los que
en España han obtenido más éxito.
Hace algún tiempo, no mucho, que cunde
algo más la afición á la lectura en España, y á
sostener y propagar esta afición debíamos acudir
todos: el Gobierno, que puede hacerlo todo para
este gran beneficio del pueblo, la prensa, los escritores y los editores están en la obligación de
que hallen estímulo los autores, pocas trabas gubernativas ó administrativas los editores, y el público libros baratos, y se conseguirá que en España se lea mucho y que la literatura sea una profesión que permita al escritor de verdadero talento
que á ella se dedique vivir independiente y reunir
con su trabajo, sin empleos y sin política, una
fortuna para sus hijos.
Dumas sería millonario, sería rico más que
Rostchild, si hubiese tenido buena conducta;
Víctor Hugo es muy rico, y hay otros escritores
franceses que deben á sus libros una gran fortuna; aquí todos son pobres los que viven de las
letras; pero nó: hay uno que se ha hecho rico con
las letras, el propietario de La Correspondencia
de España.
En España sucede una cosa particular: los libros españoles los compra el pueblo, que puede
comprar pocos, porque aquí no se pueden hacer
libros tan baratos como en Francia; pero en cambio, las personas que pueden comprar libros, los
compran en francés, con lo cual la industria española y la literatura nacional hacen un negocio
loco.
Mucho más pudiera decir acerca de este lastimoso asunto de la librería en España, pero acaso
lo hallaría el lector fuera de lugar en este libro,
en el que hay que hablar de otras muchas cosas,
y en el que no parece muy lógico hablar de España, siendo un libro de Tioje a París.
No se crea que en Francia todo el que se dedica á las letras hace una fortuna en menos tiempo que el que tarda en persignarse un cura loco.
Allí hay muchos que luchan constantemente con
la suerte, ymueren al fin vencidos, sin haber logrado salir de la oscuridad y comiéndose los codos de hambre. Pero los que tienen la dicha de
llegar á ser conocidos ventajosamente, viven muy
holgadamente, cosa que aquí no suele suceder.
Aquí ha habido y hay muchos escritores de grandísimo mérito, que han vivido ó viven con los mayores trabajos posibles.
¡Quiera Dios que continúe el movimiento intelectual que lentamente parece se va desenvol-
viendo en España! ¡Quiera Dios que ningún escritor tenga que envidiar á Francia cuando vea
en París el sinnúmero de obras de todo género
que todos los dias se publican y el favor que hallan en aquel público!... Yo deseo que en ese y
en todos sentidos prospere Francia, pero, por
Dios, que no nos quedemos nosotros tan detrás,
suerte por extremo vergonzosa, siendo España
la cuna de Cervantes y Calderón, de Velazquez y
Murillo, de Moratin y Melendez, de Larra y Espronceda, de Zorrilla y Hartzenbusch y de tan
tos otros peregrinos ingenios.
VI.
Teatros
.Lo
que es en cuanto á teatros, no tenemos
nada que envidiar á París.
París tiene muchos teatros, pero hasta ahora
no ha tenido uno digno de la que se llama, con
una modestia singular, capital del mundo civilizado. El nuevo teatro de la Academia imperial
de Música, cuya fachada exterior está terminada
y cuyo interior lo estará en breve, es un buen
teatro, aunque en él creo que se ha cuidado más
del lujo que de todas las demás importantes condiciones que debe tener un teatro. Nuestros teatros Real y de la Zarzuela, llevan mucha ventaja
álos franceses, incluso el nuevo.
He recorrido todos los teatros de París, y en
ellos he visto cosa3 muy buenas y cosas muy ma-
las, respecto de obras dramáticas, que en cuanto
á actores, preciso es confesar que tenemos mucho
que envidiar á nuestros vecinos. Allíno he visto»
como aquí vemos siempre, uno ó dos actores notables en cada teatro, que muchas veces ni uno ó
dos siquiera vemos; allí he visto que todos los
actores en su clase son notables, y de aquí resulta, que las obras salen perfectamente representadas, y que hay en ellas conjunto y verdad,
y el autor halla siempre en los intérpretes de sus
creaciones los mismos tipos que él se ha imaginado. En España, desgraciadamente, hay gran
escasez de buenos actores, y los que hay, no son
de los jóvenes, sino los que por estar ya cansados, ó enfermos, ó ricos éstos son los menos
han de retirarse acaso pronto de la escena. En
Francia brotan cómicos que es un gusto.
Acaso consista esto en que en aquel imperio
hay más comedia en la vida real, y en que el
carácter francés se presta algo más que el nuestro al fingimiento. Ello es que allí hemos visto
muchos cómicos buenos, inteligentes y entusiastas de su arte.
Tampoco distingue mucho á nuestros actores
este entusiasmo.
He visto allí La famule Benoiton, representada de un modo admirable. La comedia es buena, muy buena, pero ¡qué vida! ¡qué verdad!
¡qué encanto le dan los actores que la desempeñan! Cada noche sorprenden al espectador con un
—
—
nuevo detalle, un nuevo gesto, una nueva belleza artística, resultado del profundo estudio que
allí hace el actor del personaje que representa.
Allíhe visto en el Chatelet una comedia de
magia, Cendrillon, bastante mala por cierto, en
la cual hay un rey capaz de hacer reir y divertirse grandemente al más austero anacoreta.
Allíhe visto á Mlle. Shnneider, una actriz que en
La Belle Helene y La grand duchesse de Gerolstein, dice de una manera inimitable las mayores tonterías, dándolas con su manera de decirlas una gracia que no tienen. No recuerdo
nombres de actrices y actores; pero en todos, en
todos los teatros hay actores y actrices de gran
mérito
Lástima es que habiendo tantos actores buenos, haya tan pocas obras de verdadero mérito,
porque exceptuando á Dumas, hijo, Sardón, Augier, y pocos más.rios demás autores hacen poco
bueno, y el valor literario de sus obras es igual
a cero
Sin embargo, aquellos buenos franceses se divierten grandemente con tonterías del más depravado gusto, con bufonadas grotescas y escenas de dudosa moralidad.
¿Qué extranjero, al ver anunciada la 300 y
tantas representación de la Vie parissienne no
va al teatro de Palais Royal á admirar ésta, que
supone es una obra de grandísimo mérito?... Pues
no hay nada de esto; es la tal obra un completa
mamarracho, que no tiene otro atractivo que
unos cuantos calembours, con los que se ríen á
carcajadas aquellos señores, y unas cuantas muchachas guapas, vestidas con mucho lujo, que enseñan la pierna á lo mejor, y ostentan la buena
estructura de sus hombros y algo más: en esta
obra hay un personaje que se disfraza de general
español y se llama el general Malaga et PortoRico. Este nombre hace reir desesperadamente á
aquel bendito público.
Obras he visto y oido aplaudir en París que
España
en
serian silbadas sin compasión, como ha
sucedido ya con muchas que allí han obtenido
un éxito de 200 ó 300 representaciones , y aquí
no han podido pasar, cuando se han puesto en
escena traducidas, de la primera ó la segunda,
Con algunas excepciones, el teatro en París es
verdaderamente escuela de las malas costumbres,
aunque, á decir verdad, las malas costumbres
tienen allí otras muchas escuelas. Los teatros principales de París son los siguientes
Teatro imperial de la Opera, donde caben
1,700 personas. Está situado en la calle de Le
Peletier, núm. 12; este teatro tiene una subvención anual de 800,000 francos del Estado y otra.
de' 100,000 del Emperador. Los asientos más caros en este teatro cuestan 14 francos, y los más
baratos
2,50.
Teatro de la Comedia francesa, que contiene
1,405 asientos, y está situado en la calle de Richeiieu, 12. Este teatro disfruta una subvención
anual de 240,000 francos. En este teatro se re-
presentan frecuentemente las obras clásicas de
los grandes maestros franceses en ei arte de hacer comedias. Reinan en esta escena lamayor severidad y la más escrupulosa moralidad. Los actores son muy notables, y el público es también
muy notable por lo estirado y empaquetado. Los
billetes más caros cuestan 12 francos 50, y los
.
más baratos 1
Teatro imperial de la Opera cómica, en la
plaza Boildieu, nombre de un famoso compositor
francés, autor de muy notables óperas cómicas.
Tiene 1,500 asientos y una subvención anual
de 240,000 francos. Losbilletes más caros cuestan
10 francos, y los más baratos 1.
Teatro imperial italiano, situado en la plaza
Ventadour; tiene 1,600 asientos, y su empresario
recibe una subvención de 100,000 francos. Los
asientos más caros cuestan 20 francos, y los más
baratos 2. En este teatro hay siempre una compañía de ópera italiana que no excede en mérito
á la de Madrid. El público de este teatro está
compuesto de la gente elegante, de la aristocracia y de las más famosas y empingorotadas aventureras, que encuentran señores ó señoritos dispuestos á sacrificarlas su fortuna y la de los demás, si la suya se acaba.
Teatro imperial del Odeon, en la plaza del
mismo nombre, con 1,500 asientos; los más caros
á 10 francos, y los más baratos á 50 céntimos.
Tieneeste teatro una subvención de 100,000 francos. Este coliseo rinde también culto á los clásicos, y las obras nuevas que ea él se representan
son obras formales de escritores de gran nombre,
como Jorge Sand, Dumas, Bouilhet, etc., etc. El
público, aunque no tan entonado yempaquetado
como en la Comedia francesa, es formal y grave,
y gusta del arte y de la literatura. Las señoras
del demi monde no hacen gran g-asto en este
teatro.
Teatro lírico imperial, en la plaza del Chatelet, contiene 1,500 asientos y goza de una subvención de 100,000 francos. Los billetes más caros son de 12 francos, y los más baratos de 1 En
este teatro se cantan óperas francesas.
Teatro imperial del Chatelet, en la misma
plaza, y frente por frente al anterior. Contiene
este teatro 1,800 asientos, y los más caros son
ó 10 francos, y los más baratos á 75 céntimos.
En este teatro se hacen comedias de magia, alternadas con obras de otro género, pero éstas son
pocas, porque cada comedia de magia da entradas á la empresa durante un año ó dos. En este
teatro he visto á Mad. Ugalde, á quien ya el público español conoce. Antes de abrirse la Exposición se puso en escena en este coliseo Cendrillon,
y aun no se ha quitado del cartel este título.
Teatro del Vaudevilje, en la plaza de la Bol-
.
sa. Contiene asientos para 1,300 personas, y no
tiene subvención alguna; pero ¿para qué quiere
la empresa más subvención anual que la comedia
que le da Victoriano Sardou en cada temporada?
Entre este afortunado autor, cuyas obras obtienen
200 y 300 representaciones, y Dumas, hijo, sostienen este teatro.
Teatro de Variedades, en el boulevard Montmartre, sin subvención, y con 1,600 asientos,
cuyos precios varían desde 50 francos (palcos)
hasta 1 franco. De este teatro se han posesionado
tres autores que han caido en gracia de aquel
público, y que á estas horas deben tener cada uno
de ellos una fortuna muy bonita. Estos autores
son los escritores Meilhac y Halevy que no sé si
será pariente del ilustre compositor Halevy, autor de La Juive, ¿Hebrea en nuestro teatro Real) ,
y el compositor músico Offembach, cuya música
ya conoce y aprecia también el público español.
Estos pobrecitos han hecho juntos tres obras,
Barba azul, La lella Elena y La gran duquesa
deGerolsteim, además délas que han hecho para
otros teatros, que han logrado número infinito de
representaciones.
En este teatro actuó hace tres años una compañía española de zarzuela y baile, que puso en
escena dos ó tres zarzuelas populares, obteniendo
gran resultado por la música de Gaztambide, sobretodo, la de este distinguidísimo compositor y
el autor de este libro, titulada: En las astas del
toro. Añadióse á la música de esta zarzuela la
sinfonía de Una vieja y alg-una canción de otra
obra del mismo autor, y las personas inteligentes y el público todo hicieron cumplida justicia á
la inspiración, frescura y belleza artística de la
música del maestro Gaztambide.
En París aprecian mucho á este compositor,
á Barbieri, que ha vivido algún tiempo en aquella capital, y á Arrieta, cuyas obras son bastante
conocidas fuera de España. Si Barbieri hubiese
querido escribir obras para aquellos teatros, no le
hubiesen faltado buenos librettos; pero Barbieri
es muy amante de su país, y aunque el arte no
produce aquí lo que produce en Francia, él cree
que debe todas sus inspiraciones á su patria y no
quiere privarla de ellas.
Gimnasio dramático, en el boulevard Bonnc
Nouvelle, con 1,030 asientos, que varían desde
10 francos á 1, y sin subvención. En este teatro
se representan obras de Sardou, Dumas, Dumanoir, Barriere, y otros autores de nota. El género
que en él se cultiva es el mismo del teatro del
Vaudeville antes citado.
Teatro del Palacio Real, situado en el palacio
Real, galería de Joinville; contiene 950 asientos, y los precios son de 8 á 2 francos. En este
coliseo se ponen en escena obras del género cómico, grotescas y verdes, y desenfadadas hasta
el extremo. La Vié parisienne, de los afortunados Meilhac, Halevy y Ofembach, ha dado un
dineral á la empresa del teatro y á los actores.
Teatro de la Puerta de San Martín, sito
en el boulevard San Martín; tiene cabida para
1,800 personas, y los asientos más caros cuestan
10 francos, y los más baratos 50 céntimos. En este
teatro se representan obras, cuyo éxito se debe
principalmente á los pintores y maquinistas y á
lasfigurantas, que casi en cueros se presentan á
los ojos del espectador. El director de este teatro
es un autor dramático que últimamente confesaba que mientras ha dado culto al verdadero arte
dramático, representando obras de los buenos escritores, ha perdido el diníro, y no lo pierde
desde que ha apelado al recurso de los telones,
las mujeres desnudas y los leones de Mr. Batty.
Teatro de la Alegría, con 1,050 asientos, desde 7 francos á 50 céntimos. En este teatro hacen
el gasto los dramones de efecto.
Teatro del Ambigú cómico, en el boulevard
San Martín, con 1,900 asientos. Precios, de
8 francos á 50 céntimos. Explota elmismo género
que el anterior.
Teatro de los Bufos parisienses, en el pasaje
Choiseul, con asientos para 700 personas; los
precios varían desde 8 franccos ó 75 céntimos.
Este teatro tuvo su época de gran prosperidad,
pero ha perdido todo su prestigio, y cuenta ya
varias empresas quebradas. El género que se explota en eate coliseo es bien ínfimo literalmente
considerado. Sin embargo, lo hemos imitado en
España. Acaso tengan la misma suerte los Bufos
madrileños que las Bufos parisienses. Al principio gran prosperidad, y después muchos trabajos y desengaños.
Además de estos teatros, hay en París otros
muchos, como por ejemplo, el de Folies dramatiques, en la rué Bondy; el de Beaumarchais, en
el boulevard del mismo nombre; el de Fantasies
parisiennes, en el populoso y bullicioso boulevard de los Italianos; el de Menus plaisirs,
en el boulevard de Estrasburgo; el áe'Folies-marigni, en los Campos Elíseos, y creo que todavía
hay algunos más, que es imposible retenerlos en
la memoria.
En los teatros de París se ve y se oye desde
lo más sublime hasta lo más ridículo, extravagante, desenfadado y obsceno.
El público desea, sobre todo, novedades, sorpresas, cosas no vistas, y los autores yempresarios hacen esfuerzos sobrehumanos para satisfacer la insaciable curiosidad del público. Así se
ven en aquellos teatros las mayores extravagancias. , Un dia se pone en escena una obra cuyo
principal atractivo es una mujer que desnuda
atraviesa un bosque, atravesada ella á su vez
sobre un caballo amaestrado; otro dia una aventurera muy conocida por su belleza, por su lujo
ypor sus vicios, y por haber arruinado á varios
inocentes, que se creen muy pillos, sin duda,
consigue que un empresario la permita hacer un
—
..
pajjel en la Bella Elena, y
lo hace, haciendo
alarde de sus gracias físicas, únicas gracias que
tiene, porque de actriz no tiene ninguna. Los periódicos se escandalizaron de que la escena del
teatro de Variedades sirviese para la exhibición
de las buenas formas de una cocotte, y gracias á
esta protesta unánime, la aventurera se retiró, y
si no hubiese habido tal protesta, el público hubiera continuado acudiendo á ser cómplice del
escándalo
—^^^^^^^^^^^^U
Este y otros detalles pueden dar á conocer al
lector la verdadera índole del carácter parisién,
amigo de la novedad en primer término, y que
no repugna un poquito, ó un muchito, de escándalo é inmoralidad.
Victoriano Sardou se ha propuesto en sus
comedias presentar los vicios, al desnudo, de la
moderna sociedad francesa, y es justicia confesar
que lo hace de mano maestra, pero no por eso
consigue el laudable objeto que se propone. Todo
elmundo encomia la profunda verdad de los retratos que pinta Sardou, la moralidad que se desprende de sus oportunos pensamientos, los ejemplos que ofrece en la acción y
desarrollo de sus
obras, pero á nadie aprovechan estos ejemplos y
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esta enseñanza,
Para convencerse de esta verdad, basta recordar un hecho.
La famule Benoiton, es una comedia, cuyo
un moral tiende á anatematizar el lujo excesivo
y la vida despreocupada é independiente de las;
mujeres. Para que el ejemplo fuera más patente,
las actrices desplegaron en esta obra un luja
verdaderamente escandaloso, inventando adornos
extravagantes de gran precio.
Pues bien, esta comedia, cuyo fin morat
aplaudía todo el mundo, ha servido para que lasseñoras, y las que no lo son, pero se visten como
tales, se vistan con trajes y adornos iguales á los
que las actrices ostentan en la comedia.
La vida del teatro en Francia, tiene los mismos
sinsabores y las mismas ventajas que en todas
partes. La moralidad de bastidores adentro no
es muy edificante que digamos, y á este propósito podría referir mil anécdotas, que no me permitiré contar, porque este libro ha de andar en
manos de muchas jóvenes que no necesitan saherías
En los teatros de París hay una clase de actrices de ínfima categoría, de mérito escaso ó
nulo, que se contratan gratis, y que esperan
hallar otra clase de contrata con solo presentarse en escena con su hermosura y su lujo. Y no
es raro ver hoy en los Campos Elíseos, |ó en el
Bosque de Boloña, en un coche magnífico, á la
que ayer salía en una comedia á dar un vaso de
agua á la primera dama, ó á la que en la Biche
au lois aparecía en calidad áefguranta, vestida poco más que nuestra madre Eva. No pueden
estas mujeres hacer carrera con el atractivo de su
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mérito artístico, y la hacen de otra manera. Regularmente, estas mujeres tienen mucho y no
tienen nada con grandísima facilidad, y cada
año la justicia tiene que intervenir en los neo-ocios de muchas de ellas, y hacer pública venta
de lo que les queda de su lujo para pago de tapiceros, modistas, perfumistas y proveedores de
otros géneros, industriales todos que no tienen,
por lo visto, una idea muy exacta déla instabilidad de las cosas humanas.
Los autores dramáticos en Francia ganan
mucho dinero cuando caen en gracia; pero para
llegar á ser autor dramático, hay que pasar el
sino, como vulgarmente se dice. Los empresarios
se atiene a á los autores ya probados, y que saben que hacen obras que dan dinero. Victoriano
Sardou ha sufrido la mayor miseria antes de llegar á ser un autor mimado por las empresas y
por el público. Con perseverancia todo se consigue; pero hay muchos que no pueden soportar
las fatigas, desengaños, humillaciones y trabajos, que son otros tantos tropiezos insuperables
en la vida literaria, y desisten de su empeño, ó
venden sus obras, como ya he indicado, ó las
ahogan con ellos en el Sena, en cuyas profundidades acaso haya más de una obra maestra que
se le caería del bolsillo al autor al dar éste el
-tremendo salto desde el puente nuevo.
Si en París hubiera pocos teatros, los autores
ticos se morirían de hambre todos, menos
ramá
cinco ó seis que tienen todo el favor del público,.
y escriben obras que se representan durante
años enteros. Aforunadamente, hay muchos teatros, de segundo y tercer orden, en los que tienen cabida las obras que no son de aquellos privilegiados ingenios, y á las que no se desdeñan
de llevar las suyas Dumas, padre, á quien en losteatros principales hacen gran competencia las
obras de Dumas, hijo, que es la mejor obra de
Dumas, padre, y Mr. de Girardin, el propietario
de La Liberté, gran escritor de claro y enérgico
talento, y de muchísima más soberbia que talento.
Una cosa he visto en los teatros de París,
que desdice de la cultura y cortesía que tanto
ufanan á los parisienses. En los intermedios, se
venden á voces en la sala periódicos, programas,.
los ejemplares de la comedia, y además dulces,
bombones, naranjas y otros comestibles, y en
alguno he visto mozos de café con bandejas de
sorbetes, pregonando á voz en cuello. Y pasan
los vendedores por entre las fitas de los espectadores, y los pisan y estrujan, y mucho es si na
los manchan.
Y también he visto señoras mondando naranjas y comiéndoselas con mucha desenvoltura ,y con
riesgo de manchar á las personas que tienen al
lado. Esta costumbre de vocear dentro del teatro,.
y la de que todos los teatros teng-an ouvreuses
(acomodadoras), que piden á los espectadores
propina, como que no tienen otro sueldo, me pa-
rece que debieran suprimirse, aunque, á decir
verdad, á mime tienen completamente sin cuidado, toda vez que yo pienso ir á los teatros de
París raras veces, á no ser que tenga que emigrar, no por conspirador, Dios me libre, sino porque Madrid se ponga tan estrecho, que no quepamos todos aquí, y el público no nos pueda
atender á todos los que de escribir para el público vivimos
En resumen, he aquí mi impresión de los teatros de París.
Los locales son, en general, incómodos; las
localidades caras. El sistema de billetes, acomodadoras, venta á gritos de periódicos, naranjas,
dulces, comedias, etc., indigno de una capital de
tanta importancia.
Las obras en los principales teatros, buenas,
literariamente consideradas, pero pocas de ellas
se distinguen por su moralidad. En cambio , el
adulterio y otros vicios sociales, cuya presentación en el teatro puede ser conveniente y también puede ser muy inconveniente, son los fundamentos de la acción dramática, que con más
frecuencia se presentan á la consideración del
público. Ahí están las obras de los primeros es-
critores.
En literatura dramática, España no tiene que
envidiar á Francia, ni en lo antiguo ni en lo moderno. Si Francia se gloría, con razón, de autores como Corneille, Racine, Moliere, Víctor
Hugo, Dumas, Feuillet, Ponsard, Dumas (hijo),
Sardou, Bouillhet y otros esclarecidos ingenios,
nunca éstos podrán eclipsar la gloria de Calderón, Lope, Moreto, Alarcon, Tirso, Rojas, Moratin, Vega, Bretón, Hartzenbusch, Zorrilla, García Gutiérrez, Tamayo, Ayala, Hurtado, Eguilaz, Serra, y algún otro que no recordaré en
este momento.
En los teatros de segundo, tercero y cuarto
orden, se ponen obras de que no se puede hablar en serio. Muchas de ellas se traducen en
España, y pocas, muy pocas, obtienen buen
éxito.
Los actores, buenos en general, estudiosos,
inteligentes, esclavos del arte y entusiastas.
Las actrices, muy buenas algunas, bastantes
por cierto, y las demás muy bellas, como que
allí es condición indispensable para suplir la
falta de mérito artístico tener mérito personal.
Las empresas de los teatros suelen pagar poco ó
nada á las actrices cuyo mérito artístico no es
cosa mayor, ni aun menor, pero eso no impide
que estas desdichadas ganen mucho más que
aquellas artistas de gran mérito, á quienes el
empresario ofrece contratos ventajosísimos.
Sin embargo, la fortuna que hacen presentándose en el teatro, no tiene nada de envidiable.
La mise en scene, ó sea el decorado y todo
aquello que contribuye á hacer completa la ilu-
sion en los detalles y accesorios de una obra, es
objeto en los teatros de París del mayor esmero, y en esto aun no hemos llegado aquí al grado de perfección que se advierte en aquellas escenas
Ybasta de teatros
i
I
VIII.
—
Las Catacumbas. —Los ómnibus. Los soberanos ex—
—
tranjeros en Paris. Los ladrones. Y lo que verá
el curioso lector.
Vamos ahora, lector mió, á dar un paseo
por las calles de París, y luego nos dirigiremos
á la Exposición, á donde ya debes tener deseo de
llegar.
Quizás te llevo un poco tarde, pero antes me
ha parecido oportuno darte una ligera idea de
algo de lo que hay en París, que de todo, sería
materia imposible en los veinte pliegos que tú y
yo hemos convenido que tenga este libro.
Además, como tú has de irallá, si no has ido
e.ste año, el que viene ó el otro, porque ya ir á
París es, pongo por caso, como ir á Carabanchel
ó á Leganés, y aun se hace más cómodamente el
viaje en el ferro-carril que en diligencia ó tartana á e.stos dos pueblos vecinos de la corte, quie-
140
VIAJE
CÓMICO
de muchas cosas de París, dejarte el
placer de la sorpresa, que no será floja la que experimentes viendo, por ejemplo, las Catacumbas,
ó sea París subterráneo, donde hay acaso más
gente que andando por las calles, gente callada
,y discreta, que no hace gasto alguno, ni se mueve jamás, ni se preocupa de si es bueno ó malo
el gobierno, ni le ha importado un comino la Exposición, como que es gente, no de medio pelo,
-sino sin pelo alguno, perfectamente mondada, y
-que ni siquiera necesita ropa alguna para cubrir
las carnes por la decencia, toda vez que no tiene
mas que huesos, colocados allí con el mayor
orden
A muchas consideraciones se presta la vista
de tantos esqueletos y calaveras, apiñados y revueltos en aquellos subterráneos. Allí están los
revolucionarios, allí las víctimas y los verdugos,
allí los buenos y los malos, allí los pequeños y
los grandes, todos confundidos.
El espectáculo tiene más de curioso que de
agradable, y no se lo recomiendo á las mujeres
impresionables ynerviosas.
Tampoco te hablaré del Decapitado que
diabla, ni de los chinos que se tragan sables de
caballería y carbones encendidos, ni de Eldorado, teatro-café donde se cantan canciones francesas y españolas en francés, alguna de las cuales he oido, que estaba dedicada á torreros de la
Cátala gne, y en otras se encomiaba la belleza
ío, respecto
VIAJE
CÓMICO,
líl
de las
andaluzas ele Castilla, y en todas se manifiesta la profunda ignorancia en que están respecto de España muchos de los que
tienen la
manía de hablar de España; recuerdo que, por
otra parte, les debemos agradecer, porque
prueba que Francia no tiene á España el odio que la
Inglaterra, pongo por caso, y que, si en
otro'
tiempo hubo guerra encarnizada entre
ambos
países, Francia, convencida ya de aquella
sin
razón, no nos guarda rencor,
y desea que España.
no la mire con prevención.
En los dias en que hay revista, ó llega á
París algún rey, ó hay fiesta por
el Emperador, ea
cosa curiosa ver una de las principales
calles de
aquella Babilonia. ¡Qué ruido tan
infernal de
coches! Cruzan á la vez seis ú ocho pesados
ómnibus, largos, enormes, con
su conductor en el
pescante, un pescante muy alto,
donde va completamente aislado el cochero,
que debe ser un
íilosofomuy concienzudo y hacer muy curiosas
observaciones acerca déla gente de á pié desde
la altura en que el destino le ha
colocado. Job, si
Viviera,hubiese venido á parar
en
ómnibus en París, porque es el oficio de más paciencia que yo he conocido. Figúrense VV.,
amados leyentes míos, que este severo
personaje monta por la
mañana en su pescante, y allí está hasta las doce de la noche,
con muy cortos momentos de descanso,
los -estrictamente precisos para
qUe el ÜOQibre, á pesar
de su paciencia, no se
conductor'de
142
VIAJE
CÓMICO,
desespere y le dé ganas de arrojarse sobre el
empedrado. Toma las riendas de los dos caballos, y durante todo el dia, recorre el mismo sitio
siempre, las mismas calles, y esto ayer, y hoy, y
mañana, y todo el año. Eso sí, no le cuesta gran
trabajo guiar á los caballos, porque estos animaes, acostumbrados á ir siempre por las mismas
calles, saben ya el camino perfectamente, y no
necesitan la menor excitación del conductor para
tomar las vueltas; y si los dejaran solos, es seguro que no darían un paso más ni menos de los
que dan. Cuéntanse rasgos de gran inteligencia
de los caballos de los ómnibus.
Una vez. de los dos caballos enganchados á
uno de estos ómnibus, enfermó uno y hubo precisión de enganchar otro para que sirviera de compañero al que habia quedado momentáneamente
sin eí que, durante largo tiempo, habia partido
con él las fatigas del penoso servicio.
Al ver que el nuevo compañero no era el de
siempre, el noble animal comenzó á manifestar su
extrañeza, enderezando las orejas, relinchando
y procurando desasirse de las correas que le sujetaban; y cuando el conductor trató de hacer
andar á sus subordinados, en vano hizo toda clase
de esfuerzos, empleando el halago, la amenaza y
el castigo; el caballo estaba decidido á no dar un
paso, y no lo dio: se arrojó al suelo y no hubo más
remedio que desengancharlo, llevarlo ala cuadra,
y allí, junto á su amigo y compañero enfermo, el
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VIAJE CÓMICO
143
—
animal se tranquilizó, y dio, á su manera, visibles muestras de satisfacción, ycontento. Cuando el enfermo pudo trabajar, se enganchó á los
dos en el mismo ómnilus, y ambos continúan su
penoso trabajo en la mayor armonía, sin separarse jamás; juntos trabajan, juntos comen, juntos duermen, y son ejemplo patente de la más
sincera y desinteresada de las amistades.— Rara
es una amistad así entre los hombres.
Los ómnilus que ordinariamente recorren
todos los dias la gran ciudad de París, son unos
620, y la compañía tiene cerca de 3,500 caballos
dedicados al servicio de los mismos.
En estos ómnibus se encuentran tipos curiosos, que el observador no deja de notar. Muchachas que tienen que ir y venir del trabajo, y viven muy lejos del taller; ingleses que no tienen
nada que hacer y se aburren más
cómodamente
corriendo todo el dia en ómnilus que paseándose por los bulevares; obreros que
van ó vienen de
las fábricas, y militares de todas graduaciones,
aunque los de ninguna ómodesta graduación ocupan siempre la parte superior del ómnilus,
cuyos asientos son más baratos, y en ellos puede
se
fumar, y escupir, y cantar, y estirar las piernas,
cosas todas mal vistas en el interior.
Una de las cosas más peligrosas en París, es
enredarse en palabras, yendo en la parte superior de un ómnibus con
alguno de los que ocupan aquellos asientos, á no ser que
se tenga no-
toria evidencia del carácter dulce é inofensiva
del contrincante, porque si se da con alguno que
tiene malas pulgas, es muy fácil que de un empujón vaya V. á parar al arroyo, salto que no
debe ser muy agradable. De estas escenas no dejan de ocurrir en la cubierta de los ómnibus, y
alguna vez ha encontrado á su lado un acreedor
á un deudor á quien no podia echar la vista encima, y á la menor insinuación del deudor ha tenido que callarse, por más que se le pasaran
buenas ganas de hacerle un discurso, lleno de
moralidad, sobre lo conveniente y lo obligatorio
para todo hombre decente de pagar las deudas
con toda puntualidad.
En el interior de los ómnibus suelen comenzar
no pocas historias amorosas. En dias de lluvia,
todo el mundo se guarece en los ómnibus, y más
de una muchacha modesta ha encontrado en el
asiento de enfrente su media naranja.
Los caricaturistas franceses han hallado siempre en el interior y en el imperial de los ómnibus, deliciosas escenas sumamente cómicas. El
señor gordo que se duerme sobre una señora flaca; el militar, que mira con ojos feroces al elegante que se sienta al lado de su mujer; la provinciana que se empeña en preguntar á un inglés, que no entiende el francés, dónde están los
Inválidos, y el inglés, que le pone los ojos tiernos creyendo que la provinciana le está diciendo
que le gustan mucho les ingleses; el tramposa
que al ver entrar en el coche á uno de sus
acreedores, saca del bolsillo un periódico, y se
pone á
leerlo y á taparse la cara con el papel, sin descubrirla hasta que el acreedor llega
adonde va y
sale del ómnibus; el novio que viene de casarse
con la novia, y, como si allí no hubiera gente
extraña, quiere abrazar á la novia y decirla
algo
de lo que le puede decir en tanto tiempo
como
tendrá hasta el dia de su muerte; el español que
quiere fumar en el ómnibus y
vocifera porque
no se lo permiten,-los españoles
tenemos el vicio de querer fumar en
todas partes,-todos estos y otros muchos tipos,
ofrecen al curioso
servador motivo suficiente para pasar muy obsabrosamente entretenido el tiempo en los ómnibus de París.
Los demás vehículos que corren por
las cainnumerables y de todas las
ormas conocidas. Los infelices caballos que arrasestos coches, sufren el más
cruel martirio
Porque los cocheros
* perdonen eI ™¿°franceses,-y les ruego que
» mados a la cola, ele señalar.-son bastante
como quiera que llevan tan
los
míse«>s
animales entregados sin
22 a su
brutalidad. Los coches de plaza son
enMT,S'VieJ0S'SÚCÍ0S y derrengados como
J l0S llamados atures de remise)
son 1
UniC°S CarruaJes de al(fniler decentes: los
callos, en general, flacos,
sucios y llenos de
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