“NOS QUIEREN TAPAR LA BOCA POR PAVOR A LA CULTURA”

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DE LA CULTURA Y LA CIENCIA / CINE
Javier Gutiérrez, actor
“NOS QUIEREN TAPAR
LA BOCA POR PAVOR A LA
CULTURA”
EUROPA PRESS
Actor de teatro habitualmente, de cruel emperador en Tito Andrónico, Javier
Gutiérrez se trasladó a las marismas del Guadalquivir como policía violento con
pasado turbio y algún rasgo de humanidad, en la película La isla mínima, por la que
ha sido premiado como Mejor Actor en el pasado Festival de Cine de San
Sebastián. Su poderosa mirada reflejaba miedo, rabia, violencia y soledad,
mientras investigaba unos hechos perturbadores de un enigma sin resolver en los
años ochenta. “Aquellos hechos ocurrieron con la misma impunidad que si
sucedieran ahora”, ha afirmado Gutiérrez, que le gustaría tocar en el cine algunos
temas de actualidad, de políticos corruptos y “sin el nivel mínimo para gobernar”,
subraya con indignación..
C
Por Isabel Alcázar
ómo se ha sentido dentro de un
policía oscuro y violento en la película La isla mínima?
—Desde el punto de vista profesional ha sido muy grato y muy enriquecedor interpretar personajes como el de Juan,
que es un policía de la Brigada Político-Social con un pasado muy oscuro, un tipo muy
violento y todavía torturador; es un personaje lleno de aristas y de los que nos gusta a los
actores. En cuanto leí el guión me di cuenta
de que ahí había mucho trabajo por hacer y
que era un auténtico regalo el que nos hacían, a Raúl Arévalo y a mí, el director Alberto Rodríguez y el coguionista Rafael Cobos,
con esos personajes y el telón de fondo de
aquella España de la Transición, en un contexto político social de mucha miga.
—¿Qué reflexión espera que provoque en
el espectador su personaje?
—En principio se puede acceder a mi personaje desde muchos lugares y sobre el papel es una personaje como de una sola pieza. A pesar de su oscuridad y su pasado
muy turbio, quisimos que la gente lo entendiera y que comprenda que todos los seres humanos tenemos muchas caras. Entonces, junto a su lado oscuro hay también
un lado que esconde sensibilidad y amor
por las cosas, por lo que quisimos dotarlo
de mucha humanidad e intentamos incluso que empatizara con el espectador a través del engaño, porque es muy falso, engaña a todo el mundo y a sí mismo. Alberto Rodríguez trabaja desde la contención
absoluta y economizando al máximo el trabajo del actor; su frase favorita durante el
rodaje era “menos, menos, menos”, hasta
casi no hacer nada y la sensación que yo
tenía con mi personaje, y espero que los espectadores lo sientan también así, era la de
ser una auténtica olla a presión, que todo
lo que le pasaba por dentro tenía que estar
reflejado en su mirada; era un poco el trabajo que queríamos hacer, que la mirada
de Juan estuviera llena de miedo, de rabia,
de violencia y de soledad, porque ese personaje pasa por muchos estados. Un personaje así es un auténtico bombón para
cualquier actor. Respecto de la película, como decía antes, es una historia de los años
ochenta en este país y echando la vista atrás
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Raúl Arévalo (izda.) y Javier Gutiérrez, en una escena de la película ‘La isla mínima’.
han cambiado pocas cosas. La impunidad
del poderoso sigue siendo absoluta, y el cacique aliado con el juez, con la guardia civil, con los poderes fácticos; es decir, el que
tiene poder sigue campando a sus anchas,
por lo que volviendo al presente me parece que no hemos cambiado mucho; insisto, seguimos viviendo en esa situación en
la que el poderoso goza de total impunidad, por desgracia.
—Antes ha dicho que su personaje es un
bombón para cualquier actor y está muy satisfecho de su trabajo y de la Concha de Plata al Mejor Actor, que recibió en el pasado
Festival de Cine de San Sebastián. ¿Pensó en
algún momento que podría ser premiado?
—No, y creo que, además, sería un error
pensar en un premio. Todos los sentidos del
actor en el momento en que está trabajando tienen que estar en el día a día y hubo algunos en los que me sentía feliz al conseguir
una secuencia cinematográfica, porque lo
mejor que le puede pasar a un actor, y lo
peor, es que el director se vaya contento o
con impotencia por no haber conseguido
tanto él como el actor, llevar a buen puerto
el trabajo o las secuencias que había previstas para ese día de rodaje. Luego es imposible pensar en nada más y mucho menos
en premios. Pero cuando ves la película y el
ruido mediático que se ha hecho alrededor
de ella, las críticas, y escuchas la acogida de
los espectadores, igual piensas que esta película o este trabajo podría llevarse algún
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20–26 de octubre de 2014. nº 1082
“Por fin el espectador
español ha dejado de
tener miedo a ver cine
de su país”
De Animalario a
‘Águila Roja’
Con amplia trayectoria teatral, el actor asturiano ha participado en diversos montajes
del grupo Animalario desde 2003, como Lo
que España no pudo ver del banquete de la
boda de la hija del presidente, Hamelín, Tito
Andrónico o Woyzeck, bajo la dirección de
Andrés Lima, como las recientes Ay, Carmela
(2013) y Los Mácbez (2014), adaptación de la
obra de Shakespeare, y en muchas obras más.
En el cine, Javier Gutiérrez ha trabajado en
numerosas películas de éxito como El otro lado de la cama, Días de fútbol, Torrente 3 y Torrente 4, Días de cine, 2 francos 40 pesetas y
Zipi y Zape y el club de la canica, entre otras.
Pero es la televisión el medio que más éxito
le ha proporcionado por la serie Los Serrano
y, desde 2009 Javier Gutiérrez se mueve con
soltura por los escenarios medievales de Águila Roja.
premio, pero antes no. Cuando haces un trabajo que es para el público, a uno le puede
gustar o no, pero no sabes cómo le afectará
a los espectadores, si irán a ver esa película, si se han interesado por ella, no sabes absolutamente nada y estás lleno de dudas.
—¿Cómo cree que ha evolucionado como
actor a través de tan diferentes personajes?
—Bueno, yo soy una hormiguita, llevo
trabajando mucho tiempo haciendo teatro
habitualmente; me gusta hacer por lo menos un espectáculo teatral al año y he comenzado a producir hace bien poco. Me
gusta también el mundo de la televisión, en
el que llevo muchos años haciendo, sobre
todo, comedia. En el cine no he tenido la
misma suerte que puedo tener en el teatro,
ni he tenido la oportunidad de poder interpretar personajes de la hondura y el calado de los de La isla mínima, así que he ido
creciendo con trabajos mejores y peores y
ya se sabe que de los trabajos peores uno
casi aprende más que de los buenos papeles, porque estás más solo y el riesgo de
equivocarse es mayor. Y me da la sensación de que viendo mi último trabajo, inconscientemente me he ido preparando durante muchísimo tiempo para poder interpretar y estar a la altura de personajes como el que me ha dado Alberto Rodríguez
en este proyecto.
—¿A qué dificultades se enfrenta al preparar un papel?
—Cuando el guión está bien escrito soy
de la opinión de que el trabajo del actor, o
la mitad de ese trabajo, está hecho; si no,
puedes tener la oportunidad, como en esta
película, de trabajar con muy buenos actores y con un director que sabe dirigir la película que tiene en su cabeza, por lo que en
estas condiciones hay muy pocas posibilidades de hacer mal tu personaje. Podíamos
haber trabajado mal en La isla mínima, pero
con los mimbres que había, esa dirección,
ese amor que Alberto siente por los actores,
las líneas que había escritas y los ensayos
era fácil entrar en los personajes, en la película. El proceso creativo ha sido muy importante y ha habido mucho tiempo para ensayar, que es poco habitual en nuestro cine.
Entonces, los actores íbamos muy preparados al rodaje.
—Compagina teatro y cine. ¿Dónde se
siente más cómodo y mejor actor?
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—Me gusta muchísimo el teatro porque es
el lugar natural del actor, pues una vez que
se levanta el telón, el actor es dueño absoluto de todo lo que pasa allí durante dos horas y existe una unión con el espectador que
es imposible cuando se tiene una cámara delante, que la puedes intuir pero no ves esa
unión. Seguramente por eso me gusta mucho más el teatro, pero también estoy empezando a coger el punto al cine y a sentirme cómodo. La televisión me divierte mucho aunque es un medio que no tiene nada
que ver con el teatro ni con el cine, porque
es mucho más trepidante, no hay tiempo para nada, pero te da mucho training y creo
que he crecido bastante como actor gracias
a la televisión.
—¿Cuáles son sus referencias interpretativas?
—Son españolas porque yo soy un defensor a ultranza del actor español, enamorado de las generaciones de actores anteriores, como López Vázquez, Fernán Gómez, José Luis Ozores, Paco Rabal y tantos,
tantos, buenísimos actores de España que
han hecho absolutamente de todo, nos han
enseñado sus dientes y mostrado su talento, y los valoro mucho. También me gustan
actores de la escuela norteamericana, desde Al Pacino a Montgomery Clift; actores de
la vieja escuela y de las nuevas generaciones, porque son auténticos monstruos de la
interpretación. Pero me gusta más mirar a
los actores españoles porque son mucho
más cercanos.
—¿Los espectadores españoles tienen
hambre de historias ajenas o prefieren las
de personajes cotidianos con los que poder
identificarse?
—Creo que las dos cosas, pero si hay una
buena historia que les haga entrar en los personajes, los espectadores están hambrientos
de que les cuenten cosas reales y un buen
ejemplo es la taquilla que estamos haciendo con La isla mínima, porque creo que es
historia viva de este país y a la vez es una
película de género y un thriller muy bien dirigido, muy bien narrado y creo también que
muy bien interpretado, aunque no parezca
bien que yo lo diga. Todo eso, al fin y a la
postre, hace que el espectador vaya al cine
porque la historia que le cuentan o este cuentecito que hemos realizado, están muy bien
contados.
—¿Qué necesita el cine español para enganchar definitivamente al público?
—Bueno, creo que este año ha enganchado gracias al terremoto de Ocho apellidos vascos, que ha sido un auténtico fenómeno social y que dudo mucho que se repita, aunque ojalá pase. Creo que al rebufo
de esa película han llegado después El niño
y Nosotros, que siendo ésta una película más
“Seguimos viviendo en
esa situación en la que
el poderoso goza de
total impunidad”
pequeña se ha puesto en el número 1 de la
taquilla. Se han estrenado también Torrente
5, REC 4 o Magical Girls, películas de géneros distintos y de talento en el cine español
que están conectando bien con el público.
Pienso que por fin el espectador español ha
dejado de tener miedo a entrar en una sala
a ver cine de su país y que la falta de conexión del público español con el cine nacional es producto de una campaña mediática
que ha intentado intoxicar al espectador y
muchas veces lo ha puesto en contra de los
intereses del cine español. Creo que esto viene de atrás y que es una vendetta del Partido Popular a raíz del posicionamiento del
mundo del cine y de la cultura en la Guerra
de Irak. En gran parte de la prensa sigue habiendo mucha inquina, mucho rencor y mucha mala baba de algunos periodistas contra el cine español y es una desgracia.
—¿Echa en falta algún tema en el que le
gustaría trabajar?
—Creo que hay una variedad en la política y en la sociedad que hace que el cine que
ahora se produce sea muy original y no haya preferencia por ningún género. En el cine español se hace terror, comedia, drama,
thriller y hay películas que funcionan muy
bien, y lo que antes se hacía con tres millones ahora se hace con la mitad,y los actores
lo notamos en el caché, en las semanas de
rodaje; todo se hace más deprisa y por eso
tiene tanto mérito que películas como La isla mínima hayan quedado tan bien. Me encantaría que el cine español tocase mucho
más de lleno temas de la actualidad, la corrupción y cómo los políticos no dan el nivel mínimo requerido para gobernar cualquier país y hablo de políticos en general,
de izquierdas o de derechas; temas sobre lo
desencantado y quemado que está hoy en
día el ciudadano con los políticos porque
nos han engañado vilmente. No estamos saliendo de la crisis, no se ve luz al final del
túnel y lo que está pasando con la cultura
no es baladí porque lo que quieren los gobernantes es la ley de la mordaza, nos quieren tapar la boca porque tienen pavor a la
cultura, quieren un pueblo embrutecido y
anestesiado. l
Javier Gutiérrez interpreta a Juan, un policía violento de la Brigada Político-Social con un pasado muy oscuro.
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