Hombres que dejaron huella

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Hombres que dejaron huella
La Iglesia y el trabajo humano / Liderazgo social
Por: R. Nixon | Fuente: "Lideres"
Hombres que dejaron huella
Los pasos de los grandes leres son como truenos que hacen retumbar la historia. A lo largo de los siglos -desde los antiguos griegos
hasta hoy, pasando por Shakespeare-, pocos temas han resultado tan fascinantes para dramaturgos e historiadores como la
personalidad de los grandes leres. Qulos hace destacar? Quexplica esa electricidad peculiar, indefinible, que corre de los conductores
de pueblos a los pueblos guiados por ellos?.
Si el papel de estos leres resulta tan interesante, no es so por su dramatismo, sino tambi por su importancia y su influencia en los
acontecimientos. Cuando se baja el tel, en una obra dramica, los espectadores salen del teatro y se van a sus casas a reanudar la vida
normal. Cuando baja el tel de la carrera de un ler, la existencia del pblico ha cambiado y el curso de la historia puede haber variado
profundamente ().
Una de las preguntas que me han formulado m a menudo durante mis as de vida pblica ha sido la de qui es el ler m grande que he
conocido. No tengo una respuesta nica: cada personaje es fruto de una combinaci particular de tiempo, lugar y circunstancias ().
La fmula infalible para colocar a un ler entre los grandes tiene tres elementos: un gran hombre, un gran pa y una gran causa () Cuando
conced una Medalla de Honor, sol yo reflexionar a menudo sobre cutos de los que se la merecn habn aparecido como personas
comunes y corrientes, hasta que se elevaron con valor supremo para hacer frente a un desaf extraordinario. Sin el desaf no hubieran
dado pruebas de su valor ().
Hay que marcar bien claramente una distinci: los que suelen considerarse grandes hombres no son necesariamente hombres buenos.
Pedro el Grande de Rusia fue un dpota cruel. A Julio Car, Alejandro Magno y Napole no se les recuerda por su capacidad como
gobernantes, sino por sus conquistas. Al hablar de los grandes leres de la historia, so raramente nos referimos a quienes elevaron el arte
del estadista a un alto plano moral. M bien nos referimos a quienes manejaron el poder en tan gran escala que cambiaron
significativamente el curso de la historia para sus naciones y para el mundo. Churchill y Stalin fueron, cada uno a su manera, grandes
leres. Pero sin Churchill, tal vez Europa occidental hubiera sido esclavizada; sin Stalin Europa Oriental hubiera podido ser libre.
Al escribir acerca de los leres y liderazgo, me resultaba tentado a incluir a algunos estadistas sobresalientes que he conocido en campos
de acci alejados del gobierno. He visto a directivos de grandes empresas y de sindicatos luchar para subir a la cumbre con tanta
persistencia como cualquier polico, y manejar luego su poder con una habilidad diplomica que rivaliza con la de un Ministro de Asuntos
Exteriores. Las intrigas del mundo universitario son tan bizantinas como las de un congreso de partido polico. He conocido a figuras de
los medios de informaci que han influido m en el mundo que los dirigentes de muchos paes ().
Cada una de las personas que estudio aqutenn una meta, una visi, una causa, que para ella era de suprema importancia (.).
A muchos de los leres que he conocido hubiese querido incluirlos en este libro; notables dirigentes latinoamericanos como por ejemplo:
Adolfo Ru Cortines, de Mico; Arturo Frondizi, de Argentina; Alberto Lleras Camargo, de Colombia; y el visionario presidente brasile que
abrial desarrollo las tierras interiores de su pa, Juscelino Kubitchek. O los canadienses Lester Pearson y John Diefenbaker, muy
distintos en personalidad y orientaci polica, pero ambos con el sentido del destino del Canady una clara visi del mundo. Gulam
Mohammed, gobernador general de Pakist, y el presidente de este pa, Ayub Khan. El Mariscal Tito de Yugoslavia. Francisco Franco, de
Espa, hombre muy distinto en privado de su imagen pblica. Los Papas P XII y Pablo VI, cada uno de los cuales, a su manera, desempe
un papel trascendental no so espiritualmente, sino tambi en el escenario polico del mundo ().
En los Estados Unidos ha prevalecido la creencia de que lo que el pa realmente necesita es un gran hombre de negocios para
administrar el gobierno, alguien que haya demostrado que sabe administrar con eficacia y eficiencia una empresa de grandes
dimensiones. Esta creencia es errea. Administrar es una cosa; dirigir un pa, otra ().
Dirigir un pa es mucho m tnica, aunque en ese cometido sea necesario recurrir a las tnicas. En cierto modo la administraci es prosa y la
direcci de un pa es poes. El ler trata necesariamente con sbolos, imenes, y la clase de ideas galvanizadoras que se convierten en una
fuerza de la historia. A la gente se le convence por la raz, pero se le conmueve por la emoci. El ler ha de convencer y conmover. El
administrador piensa en hoy y mana. El ler ha de pensar en pasado mana. El administrador sin nada que administrar queda reducido a la
nada, pero incluso fuera del poder, el ler cuenta con seguidores.
Ser un gran ler exige una amplia visi que lo inspire y le permita inspirar a su naci. La gente odia y ama, a la vez, al gran ler, pero raras
veces permanece indiferente ante .
No basta con que el ler conozca la forma adecuada de proceder. Ha de ser, adem, capaz de actuar. El aspirante a ler que carece de
juicio o de perspicacia para adoptar las decisiones adecuadas fracasa por falta de visi. El que sabe lo que conviene hacer pero no logra
hacerlo, fracasa por ineficiencia. El gran ler precisa, a la vez, la visi y la capacidad de conseguir lo adecuado. Para ayudarle, contrata
administradores, pero so puede fijar la direcci y proporcionar la fuerza motivadora ().
Todos los jefes realmente poderosos que he conocido posen gran inteligencia, disciplina, laboriosidad infatigable y arraigada confianza
en smismos. Les impulsaba un sue que les permit arrastra a los dem. Todos miraron m allde horizontes y unos vieron con m claridad
que otros ().
Los primos as exigir una direcci de los pueblos de la m alta calidad. Se ha dicho que quienes no estudian la historia de una oca penetran
con su mirada en el futuro m allque sus predecesores, es porque se hallan sobre los hombros de quienes los precedieron.
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