Referéndum y banalización de la política

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Referéndum y banalización de la política
Extraído de Viento Sur
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Bolivia
Referéndum y banalización de
la política
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Fecha de publicación en línea: Sábado 19 de marzo de 2016
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Referéndum y banalización de la política
El camino al Referéndum se convirtió en una sucia chicana electoral para elegir presidente, cuando lo que se iba a
decidir es un cambio en la Constitución con importantes implicaciones para la democracia. Preguntas y
cuestionamientos sobre la legitimidad de esta iniciativa surgen desde una mirada larga, sabiendo que uno de los
motivos es la negativa del movimiento gobernante -por opción propia- de generar nuevos liderazgos y democratizar
su propia estructura política; un tema que en realidad lo deberían resolver internamente en lugar de forzar a la
sociedad boliviana a la polarización para resolver este entuerto ideologizado por una visión populista del "proceso de
cambio". Así, el país se encuentra ante la situación de cambiar su Constitución para viabilizar una reelección y
reconcentración del poder político en una misma dirigencia que se ha ido desdibujando con los años.
Y no es que quiera menospreciar los logros de un importante cambio histórico gestado en el país desde de la
reconquista de la democracia en el siglo pasado, que son mas mérito de la voluntad de un pueblo que se propuso
cambiar la injusticia. Pero, más allá de los logros y del balance que debe hacerse sobre éxitos y fracasos de este
proceso, a estas alturas ya podemos hablar de una élite acostumbrada a los caminos del poder, a transitar por
puertas giratorias, a desplegar un machismo exacerbado a boca llena y a menospreciar absolutamente cualquier
mirada crítica a la que califican sin dudarlo de "derechista", "neoliberal", "resentida" y "pro imperialista". Sabiendo
que una corriente importante de ella viene desde la izquierda, es decir, desde adentro.
Aunque la pregunta está centrada en un cambio constitucional, este referéndum no solamente nos sumergió con
mucha anticipación en una disyuntiva electoral que aún no nos interesaba abordar, sino que ha colocado los temas
de fondo en un simple dilema: el SI o el NO. Ha simplificado los debates pendientes más vitales sobre la dirección
del proceso boliviano, las decisiones sobre las políticas y el modelo de desarrollo y sobre los peligros que se ciernen
sobre Bolivia en un contexto de fuertes cambios globales si persistimos en perseguir el "crecimiento" megalómano e
irreflexivo de esta nación en la que parecen estar empeñados sus gobernantes.
Temas de fondo como la respuesta de Bolivia a la crisis global del cambio climático y su relación con los modelos
energéticos, el posicionamiento y las estrategias ante el desarrollismo de la industria fósil extractivista e
irresponsable que está devastando el planeta y su relación con la dependencia hacia los combustibles fósiles que
sostiene nuestra economía y las políticas estatales, los peligros y la vulnerabilidad de las fuentes de agua que
empiezan a escasear para abastecer pueblos y ciudades, la pérdida del Lago Poopó y la contaminación del Titicaca
como problemáticas que demandarían una emergencia nacional que aún se deja esperar, la enorme contaminación
del agua por las industrias extractivas, las concentraciones urbanas y la agricultura de exportación, la pérdida de
bosques por políticas estatales tan permisivas a la deforestación, las políticas energéticas basadas en ciclos
insostenibles de explotación de recursos naturales; es decir, la discusión sobre despojo y consumo como base del
modelo de "bienestar" es un tema pendiente de la mayor relevancia.
O temas aún mas de fondo como la relación de la izquierda con el poder: Un debate que tenemos que abordar
crítica y autocríticamente. La izquierda no puede seguir obsesionada con transformar la sociedad desde el poder del
Estado; no ha funcionado en la Unión Soviética, no ha funcionado en la China, y salvando las distancias y
dimensiones, no ha funcionado en Bolivia. Las trayectorias particulares de cada uno de esos Estados han llevado no
solo a procesos de burocratización y conformación de élites poderosas, sino a reproducir el desarrollismo mercantil y
el modelo de sobreexplotación de la naturaleza para una redistribución social a imagen y semejanza del tipo de ídolo
que quieren erigir (en nuestro caso resuena el "quiero ver si me quieren o no me quieren"). Pero no necesariamente
recogiendo las demandas de la historia concibiéndola como un proceso civilizatorio hacia una mejor humanidad con
una lectura de los límites planetarios (información con la que -por demás está decirlo- cuentan de primera mano
como gobiernos).
Así, se ha consolidado una corriente ideológica estatista en la izquierda que no ve estos problemas y mucho menos
recoge las profundas reflexiones de brillantes pensadores como: André Gorz, Iván Illich, Cornelius Castoriadis y
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otros que advirtieron que cualquier proceso revolucionario se desvirtúa y cede al capitalismo si persiste en los
imaginarios del industrialismo y el mercado como factores inobjetables del bienestar. Es una izquierda que se ha
obsesionado con el poder del Estado, el populismo y el desarrollismo, que erige caudillos a los que no cuestiona
como si fueran dogmas sagrados, una izquierda que se ha acostumbrado a tragar sapos en función de un "bien
supremo".
La reflexión sobre el poder es imprescindible. Y yo diría poder, machismo y patriarcado porque de eso tenemos
mucho en Bolivia -y en todas partes- y es de enormes implicaciones en la forma de hacer política y el ejercicio del
poder. La reflexión sobre poder, machismo y patriarcado y la maniquea separación entre lo público y lo privado que
encubre una doble moral y domina la política es imprescindible. La izquierda no puede seguir dando pasos a ciegas
sin este necesario debate del que podría derivarse una actitud de mayor sabiduría y visión de largo plazo. El poder
político masculino que hasta ahora conocemos acumula poder y casi por naturaleza ejerce violencia en algún
momento porque independientemente de si lo que logra es bueno o no, es un círculo vicioso que requiere de
autoritarismo, verticalismo, y crueldad para subsistir.
Este debate, no es para interpelar a los gobernantes, en realidad nos interpela a nosotros y nosotras mismas, a las
formas en que la izquierda construye sus alternativas; no olvidemos que fue precisamente el progresismo en Bolivia
el que dejó pasar por alto el "rodillazo" de Evo Morales, sus misóginas "coplas carnavaleras", la escandalosa
apertura a los transgénicos (en 2011) e inclusive algunos callaron ante la represión de Chaparina cuando los
indígenas marchaban contra la carretera del Tipnis , solo por el ideal de mantener un proceso dizque de
transformación. John Dewey decía que: "La amenaza más seria para nuestra democracia no es la existencia de los
Estados totalitarios... Es la existencia en nuestras propias actitudes personales y en nuestras propias instituciones,
de aquellos mismos factores que en esos países han otorgado la victoria a la autoridad exterior y estructurado la
disciplina, la uniformidad y la confianza en el líder. Por lo tanto, el campo de batalla está también aquí, en nosotros
mismos y en nuestras instituciones".
La simplificación del debate y la chicanería alentada por intereses de corto plazo no dan lugar a estos debates,
análisis y reflexión tan necesarias para la sociedad boliviana y para las izquierdas de todo el mundo.
Febrero de 2016
Elizabeth Peredo Beltrán, psicóloga social, escritora y activista en defensa del agua, los derechos humanos, la
cultura y contra el racismo.
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